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Jorge Alberto Gudiño Hernández

02/02/2019 - 12:02 am

Una historia de lectura

Un buen día M llegó con un montón de hojas con nombres impresos. Venían ordenados alfabéticamente. Yo pasaba la vista por encima, intentando imaginarme la identidad del pequeño asociada a una serie de letras. No encontraba alguno que me convenciera y, lo confieso, pronto comencé a pasar los nombres sin más. Le daba las hojas supuestamente leídas a M y ella leía.

El primer embarazo de M ya iba por la mitad. Foto: Mosés Pablo, Cuartoscuro

El primer embarazo de M ya iba por la mitad. Nosotros, como supongo buena parte de los padres primerizos, estábamos tan llenos de dudas como de entusiasmo. Habíamos tratado el tema del nombre de nuestro hijo sólo por encima. Supimos que sería niño pero nada más. Lo nombrábamos con el consabido “bebé” sin darnos a la tarea de encontrar un nombre. Si acaso, habíamos puesto una única condicionante para la elección del mismo: los dos, ella y yo, tendríamos derecho de veto. No avanzamos mucho.

Un buen día M llegó con un montón de hojas con nombres impresos. Venían ordenados alfabéticamente. Yo pasaba la vista por encima, intentando imaginarme la identidad del pequeño asociada a una serie de letras. No encontraba alguno que me convenciera y, lo confieso, pronto comencé a pasar los nombres sin más. Le daba las hojas supuestamente leídas a M y ella leía.

¿Y Bastian? Me preguntó.

¿Como Bastian Baltasar Bux? Respondí pronto.

Es claro que me refería al protagonista de “La historia interminable” de Michael Ende.

El nombre nos gustó por su sonoridad y porque fuimos capaces de nombrar a nuestro hijo con esas letras. Además, me sirvió para recordar que fue justo ese libro el primero que leí yo solo. Así que también conllevaba una carga simbólica nuestra elección.

Explico. Durante los primeros años de mi vida mi madre me leyó en voz alta. Después, cuando aprendí a decodificar esos signos que son letras, leíamos juntos: una página ella y otra yo. No recuerdo quién fue quien le prestó “La historia interminable” con la recomendación de que la leyéramos juntos. Así empezamos: una página ella, una página yo. Sin embargo, el libro es largo y leer en voz alta es cansado. Así que pronto mi madre me dijo que sería una mejor idea que yo leyera todo un capítulo por mí mismo, en silencio, y que luego lo haría ella. Lo comentaríamos más tarde. Así fue como completé ese libro.

Un libro que, como los que nos significan cosas, me hizo estrechar una de mis primeras amistades: E también lo había leído. Después, con varias de sus relecturas, descubrí nuevas posibilidades. Lo he entendido mejor y me he maravillado varias veces con toda la metatextualidad que cabe en esa historia fantástica. Si no es mi favorito (porque me da trabajo elegir uno sólo), sí es el primero de mis favoritos.

Hace un tiempo B ya sabe leer y lo hace con gusto. Yo he ocupado varias noches para alcanzarlo en algunas de sus lecturas para poder platicarlas con él, convencido como siempre he estado de la importancia de ese diálogo posterior a la lectura solitaria. Ahora, desde hace varias semanas, leemos juntos “La historia interminable”. Como en la escuela tiene otros libros que atender, vamos con calma. Lo leemos, además, en voz alta, como un tributo a esa intención de mi madre. Confieso que suelen ser de los periodos más gozosos de la semana: descubrir, a su lado, cómo B se topa con Bastian es algo único y poderoso. Me gusta pensar que, algún día, él replicará el modelo.

Todo lo anterior viene al caso pues esta semana el tema de la lectura ha estado en la palestra. Y la mejor forma de subirme al asunto es sumar una historia de lectura propia desde donde más me interesa: cuando la comparto con quienes más quiero. Del resto, ya habrá tiempo para ocuparse.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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