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Jorge Alberto Gudiño Hernández

04/02/2017 - 12:00 am

Gasolina entrampada

Recibimos el año con un aumento en la gasolina. La indignación social (medida a través de instrumentos de incierta índole) pareció encender las luces de alerta en el gobierno federal. Así, como nunca antes durante este sexenio (con los escándalos de corrupción, con Ayotzinapa, con todo lo que se ha acumulado), salieron a dar explicaciones. […]

Si el costo de la gasolina aumenta, la indignación social crece de forma justificada. Foto: Cuartoscuro

Recibimos el año con un aumento en la gasolina. La indignación social (medida a través de instrumentos de incierta índole) pareció encender las luces de alerta en el gobierno federal. Así, como nunca antes durante este sexenio (con los escándalos de corrupción, con Ayotzinapa, con todo lo que se ha acumulado), salieron a dar explicaciones. En realidad, el asunto tenía su lógica: al ser liberado el precio de la gasolina, éste se iba a adaptar a un par de variables sobre las que no se tenía control. Así, el precio del dólar frente al peso y los valores internacionales del petróleo serían los encargados de balancear la ecuación que determine lo que pagaríamos al llenar nuestros tanques.

Si la lógica era impecable, llamaba la atención su insistencia. Sobre todo, durante las últimas semanas. Yo he tenido que escuchar, una y otra vez, los mismos anuncios informativos en el radio. Supongo que éstos también se han reproducido en la televisión. La gasolina, pues, aumenta por variables muy específicas. Incluso, se nos ha prometido, en un alarde de optimismo difícil de creer, que es posible que baje su precio.

Es probable que la insistencia en las explicaciones (y su extraña claridad) esté vinculada con el hecho de que, en febrero, la gasolina volvería a subir. Al menos así estaba contemplado. Mientras escribo este texto aún no hay un anuncio oficial al respecto. Sin embargo, sí ha habido varias voces (o filtraciones, o sospechas, o noticias) que aseguran que el gobierno, para paliar el malestar social, suspenderá dicho aumento.

Cosa curiosa.

Sobre todo, al tomar en cuenta que se siguen repitiendo los spots en los medios. Si les creemos, algo raro está por suceder, toda vez que el gobierno no controla dicho aumento sino que responde a las consabidas variables. Por otra parte, el dólar ha bajado respecto al peso en las últimas semanas, ¿eso no significaría, dentro de sus términos, que el combustible baje? Meras preguntas retóricas. Lo sé.

El asunto se vuelve entonces complicado. Si el costo de la gasolina aumenta, la indignación social crece de forma justificada: casi todo cuesta más. Si el gobierno frena dicho aumento, todos sospechamos: habían dicho que era algo necesario y hasta nos lo habían explicado. Para colmo, en los términos de esa explicación incluso debería bajar de precio.

No hay forma, en verdad. No de fijar el precio de la gasolina ni de ser consecuente. No hay forma de que este gobierno no se entrampe a sí mismo: cuando se queda callado, por no decir nada; cuando explica, por desdecirse casi de inmediato y no actuar en consecuencia. A veces, hasta da por sonreír. Una sonrisa en medio del drama, la de quien intuye que las cosas cada vez tienen menos remedio y no puede creer que se desmoronen de una forma tan torpe. Pero también nosotros estamos entrampados.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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