ENTREVISTA | Democracia no es sólo alternancia: es el derecho a la felicidad, afirma Lipovetsky

04/04/2016 - 12:03 am
No soy un filósofo clásico porque pertenezco a una tradición empirista: amo la realidad. Foto: Anagrama
No soy un filósofo clásico porque pertenezco a una tradición empirista: amo la realidad. Foto: Anagrama

Lejos de amar las ideas, como es común en los filósofos tradicionales, el intelectual francés afirma amar la realidad y desde allí partir para tratar de pensarla y comprenderla. Reveladora entrevista llevada a cabo en Guadalajara, especial para Puntos y Comas

por Rosa Esther Juárez

Ciudad de México, 4 de abril (SinEmbargo).- “La gente tiene apetito de lo estético, por ello la política democrática debe educar o cultivar el gusto por crear”, afirma Gilles Lipovetsky (París; 1944), uno de los filósofos vivos más importantes de Francia.

En su  reciente publicación, La estetización del mundo (Anagrama, Barcelona 2014) analiza los efectos de lo que bautizó como hipermodernidad, resultado de esta fase del capitalismo en el que nos encontramos y que él suele llamar capitalismo Artista, caracterizado por la exacerbada presencia de la dimensión estética en las cosas.

En palabras del también autor de La era del vacío, El lujo eterno y la Sociedad de la decepción, por mencionar otros de sus grandes libros, lo propio del sistema en el que vivimos es que “logra integrar el estilo, el consumo y la producción”. El mercado actual sabe explotar la belleza y las emociones. Sus principios de funcionamiento, dice Lipovestsky, se pueden observar en la generalización del diseño; en la escalada de lo efímero y lo espectacular; en la lógica de la hibridación, pero sobre todo en la democratización del amor por el arte.

Por todo esto vemos cómo existe la supremacía del diseño en todos los objetos que circulan para su consumo„ la decoración o su forma son resultado de arduos estudios y análisis previos. Sufrimos la rapidez imparable en muchas dimensiones de la vida, lo que nos conduce a una existencia acentuada por su carácter efímero que si viene acompañada de espectacularidad, mejor, además de fast food, asistimos al fast fashion, a estancias en hoteles exprés.

Por otro lado, el sistema ha impuesto un sistema de combinaciones indeterminadas: los museos son ahora escenario de desfiles de moda, abandonando por momentos su sacralidad cultural. Y finalmente, dice nuestro filósofo, cuyo país ha reconocido con el mérito de la Legión de Honor, “en todos los consumidores hay amor por lo bello. Es un comportamiento masivo: todo mundo está en busca de la belleza. Las personas viajan a lugares lejanos para tomar fotos de bellezas culturales o naturales. La sociedad de la imagen ha creado una mirada. Hemos estetizado la montaña, el mar. El mercado ha creado un nuevo consumidor, el consumidor estético”.

El filósofo francés apuesta por la calidad y la educación artística. Foto: Anagrama
El filósofo francés apuesta por la calidad y la educación artística. Foto: Anagrama

Pero Lipovestsky dirá también, “la sociedad de la estetización no es la sociedad de la felicidad. Hay conflicto entre la vida del gozo y la norma real. Vivimos en constantes tensiones. En la realidad estamos en conflicto permanente. ¿Qué hacer para encontrar formas de armonía social? Apostar por la calidad y la educación artística”.

Realizada en  Guadalajara, México, durante una reciente estancia, esta entrevista abunda en estos retos que plantea el también profesor de la Universidad de Grenoble.

–¿Para qué sirve un filósofo en la actualidad?

–Es una pregunta que no tiene una respuesta fácil, porque en este momento no hay una sola filosofía, sino que hay varias maneras de pensar la filosofía. Por lo que a mí respecta, no soy un filósofo clásico porque pertenezco a una tradición empirista: amo la realidad. Los filósofos aman las ideas. Y yo, amo las ideas sólo si sirven para comprender la realidad. Me parece que en el mundo de hoy, de la televisión, de la información, donde no tenemos ya un gran discurso que le dé sentido a las cosas, la gente está perdida. Antes estaba la religión o las grandes ideología políticas, se tenían marcos intelectuales para comprender, aunque incluso se comprendiera mal, eso daba cierta seguridad. Hoy mucha gente está desorientada. Aquí es donde quizás el filosofo tenga un rol. Yo trato de dar una interpretación un poco global, del mundo en el que estamos. Creo que eso responde a una necesidad. Los hombres, desde que hubo hommo sapiens, siempre han buscado un sistema de ideas, el ser humano no sólo es alguien que come, bebe, duerme, tiene también una cabeza, quiere comprender por qué está aquí, a dónde va el mundo. Como hoy ya no tenemos eso, quizás este tipo de análisis que trata de comprender (el mundo actual) de una forma global, tenga un poco de utilidad.

–Usted ha dicho que la Calidad, es una forma de enfrentar las tensiones que provoca la hipermodernidad, ¿qué significa Calidad en el contexto de los países no desarrollados?

–En mi libro trato de sacar las consecuencias de la estetización del mundo, del capitalismo artista que es como llamo a la fase del capitalismo que vivimos hoy: un sistema que integra en permanencia el parámetro de la forma, el diseño, la belleza, las emociones. Porque la competencia internacional exige permanentemente crear cosas que los otros no hacen. En este momento en el mundo que vivimos, hay que distinguirse. Pero creo que para imponerse sobre el mercado, producir barato no es suficiente, siempre habrá lugar para eso, siempre habrá productos low cost. Situándonos en las economías emergentes y mirando hacia el próximo siglo, no hablo para este año, ni para el próximo, creo que es un error decir “vamos a hacer cosas baratas” y para entenderlo, sólo basta ver cómo las economías que dependen del petróleo están debilitadas porque cae el precio del barril. Por otro lado, siempre habrá competencia más barata que lo que alguien ofrece. Siempre, pues así opera el mercado. Antes era China, ahora es Vietnam, que es más barato que China. Entonces, creo que hay que invertir en las escuelas de creación, de diseño, que desarrollan la creatividad de los individuos porque la calidad no es exclusivamente el lujo. La primera Calidad, es la del medioambiente. Y este es un imperativo casi moral, no se puede decir, “vamos a producir con gran calidad estética y esto se hace contaminando la atmósfera”, es necesario integrar estos dos aspectos. Países como Costa Rica tienen economías limpias y éstas son las economías del futuro. En todo caso, hay que prepararse. Por otro lado y muy pronto, aun en las economías emergentes, se verá que los productos no se venderán si no tienen calidad suficiente. La Calidad quiere decir invertir en los servicios, hotelería, restaurantes, viajes, turismo, música. Que los gobiernos inviertan en la formación de sus personas…

–Esto incluye la calidad de vida, ha dicho usted en otros lado

–Claro, en efecto. Aquí hay un verdadero problema. Porque ahora es el gran valor de todo el mundo: estamos en sociedades que reconocen la legitimidad del bienestar, de la bella vida. Pero al mismo tiempo vivimos cada vez más rápido, mucha gente se queja de ya no tener el tiempo para saborear la calidad del presente: tenemos fast food, fast fashion, todo va rápido, la gente está absorta en el el smarthphone en detrimento de la calidad de sus relaciones con las personas, es una lógica que nos engulle. Por eso, hay hay libros, reflexiones que hablan de frenar este estilo de vida, es preciso de ir más despacio…

–¿Cree usted que es posible ir más despacio?

–Sí, claro que podemos frenar. Pero, soñamos si creemos que podemos ir más despacio en todo. Creo que la sociedad hipermoderna es una sociedad de geometría variable: habrá siempre una exigencia de rapidez cada más grande y al mismo tiempo una exigencia de ir despacio. Ambas son compatibles: puedo estar en situaciones que vayan muy rápido, y luego en situaciones más lentas. Creo que debemos privilegiar los espacios donde podemos reaprender a saborear las cosas. En todo caso, ya hay ciudades que se esfuerzan en ello, las experiencias de los domingos de no usar el coche, y abrir las calles a las bicicletas forman parte de esto. Con la idea de la estetización del mundo no hay que creer que se trata de la proletarización de la gente. Es una lectura que hacen en general los intelectuales que satanizan el capitalismo, la televisión, para ellos son el horror, la vulgaridad. Creo que esto no es cierto. Pienso que globalmente el sistema crea el deseo de lo bello, de la calidad. Si comparo cómo vivía la gente en los ’50, las cosas han cambiado mucho. La gente sólo quería una casa limpia. Ahora se desea una linda casa, con plantas verdes, flores, van a Ikea, buscan crear rincones agradables y con esa idea decoran los cuartos de los niños, hay una exigencia de calidad que antes no había. La gente viaja al mundo entero, aman ver las maravillas culturales y naturales, escuchar música. Van a las asociaciones para cantar: hay una aspiración de calidad de vida. Creo que en esto hay una promesa de una vida mejor para el futuro, aún si hay muchos problemas. No hay que desesperarse ni ser como los intelectuales que tienen una visión apocalíptica del mundo en el que estamos, y que nos hacen tener el sentimiento de que cada vez vamos hacia lo peor. Entonces, si vamos hacia lo peor, ¡quedémonos sin hacer nada y esperemos el desastre!

– ¿Es aquí que usted propone la educación artística como una necesidad?

–Una exigencia, sí.

–Y la relaciona con la democracia.

–Sí, son la misma cosa. Hay que entender que el ideal democrático es un ideal exigente. La democracia no es sólo la alternancia del poder por elecciones libres. Eso es formidable, tener una democracia formal como se decía antes, que permite tener la alternancia sin violencia, eso es magnífico. Pero el ideal democrático es superior a esto. Supone la exigencia de una vida en la que los hombres son autónomos y en el fondo viven mejor. De hecho, la cultura americana, le llama el derecho a la felicidad.

El derecho a la felicidad está inscrito de una cierta manera en el ideal democrático. Pero el ideal de felicidad en una sociedad tan competitiva es muy difícil, hay que darle a la gente la capacidad de hacer cosas bellas, cosas que aman. Desgraciadamente en la sociedad de trabajo esto es muy difícil, además está la competencia, tenemos exigencia de resultados, la gente se estresa, corre. Y al mismo tiempo, se tiene el sentido del gusto: la gente se toma fotos, se hace videos, entonces hay que prepararla. Es necesario que la sociedad le dé a las personas herramientas para sacar más provecho de esto…

–¿Y qué herramientas se imagina?

–Muy fácil, primero poner en contacto desde muy chiquitos a la gente con los artistas, porque creo en la experiencia, creo en el contacto. Cuando se habla de introducir la educación artística en las escuelas, no quiere decir dar cursos teóricos, sino en las primeras etapas de formación de los alumnos, invitar a los artistas y hacer talleres para crear el gusto. Eso queda para toda la vida. Hable usted con la gente cuyos padres le dieron alguna educación artística, el piano, la pintura, esas personas toda su vida lo harán de alguna manera, y cada vez que lo practican, es un momento de felicidad. En nuestro sistema enseñamos a la gente a leer, a escribir, a contar, y esto es importante. Pero creo que en la época del capitalismo artista, de la estetización del mundo, hay que agregar además de leer, escribir, contar, hacer algo expresivo: Poder hacer cosas expresivas proporciona un momento de felicidad, y ahí nos acercamos a la exigencia de un ciudadano democrático, porque si usted ama crear, expresarse, entonces usted no es sólo un consumidor. Ser consumidor, no es un pecado, pero no es el ideal democrático. Si en la vida usted busca hacer fotos, música, video, danza, escribir libros, puede redescubrir un sentido de su vida, y eso es muy importante en los momentos del terrorismo, del yidahísmo. Para luchar contra eso hay que darle a la gente la capacidad de hacer de sus vidas algo de lo que puedan estar orgullosos, algo que les fortalezca la autoestima. Creo profundamente en la educación artística, en el sentido muy amplio del término. El arte no es sólo hacer pintura al óleo, pienso en el arte textil, en el diseño, en la moda, la jardinería, es la felicidad de hacer cosas, de amarlas…

–¿Quiere decir que el arte hace mejores a las personas?

–Sí, pero no necesariamente en el sentido moral, eso es otra cosa. Debemos tomar en cuenta que todos los estudios muestran que en este momento en la sociedad hay una verdadera aspiración al arte. Basta mirar cómo acude la gente a las exposiciones, la gente atraviesa el mundo para ir a ver maravillas de la naturaleza, de la cultura, hay la necesidad de expresión que acompaña al hiperindividualismo contemporáneo, entonces la escuela debe tomarlo en cuenta y dar herramientas para fortalecer esto. Además, no es caro.

–Es necesario que los políticos estén convencidos de esto. Con ellos, hay un gran trabajo por realizar.

– Un enorme trabajo porque ellos consideran que esto es secundario. Si explicamos a la gente que es bueno para la vida, es útil para los niños, la ciudadanía comprenderá. Hay que integrar permanentemente a las jóvenes generaciones. Porque los padres son muy sensibles a sus hijos, si se les explica que es una cosa que les agregará sentido a sus hijos, creo que podemos ayudar a ir en un sentido hacia la valorización del patrimonio, del marco de vida, de lucha contra la contaminación, crear en los barrios los talleres creativos, todo esto no es caro. No se trata de hacer un programa centralizado; hay que fortalecer asociaciones descentralizadas en los barrios y dejar la iniciativa a la gente, para que los jóvenes se sientan orgullosos de hacer una exposición, de realizar pinturas murales… Claro que no soy inocente: así no parará la miseria, por supuesto que hay muchos otros aspectos pero creo que es una acción que hay que hacer que no es cara y que al mismo tiempo va a dar mucha autoestima. Y además veo que la gente tiene herramientas materiales que tienen mucha calidad: los smartphones, funcionan muy bien, sus coches funcionan muy bien, ¡pero es la vida que no funciona bien! Porque la gente no sabe donde está. Se encuentra perdida, no tiene confianza en sí misma, no ama su vida porque no vive como quisiera. Trabajar para mejorar esto, es la verdadera política, y no sólo la política procedural, de elecciones. Es un gran reto para los políticos y los intelectuales…

–Al comienzo de esta conversación hablábamos de la función del filósofo…

–Pues si el intelectual puede tener un rol, a mis ojos, ya no es como lo hacían Sartre, o Zolá, para mostrar a la gente ciertas vías a seguir, o interviniendo sobre cosas muy precisas. El rol que veo consiste más bien en develar cosas de nuestro mundo pero que pueden tener mucha repercusión sobre la construcción del futuro. Y seguro esta dimensión estética en sentido amplio es una cosa entre otras, pero es muy importante; cuando hablamos con la gente que tuvo alguna educación artística, se refiere a ello, como algo que los marcó para siempre.

 

Rosa Esther Juárez, docente y periodista, entrevista a Gilles Lipotvesky. Foto: Especial
Rosa Esther Juárez, docente y periodista, entrevista a Gilles Lipotvesky. Foto: Especial

¿Quién es Rosa Esther Juárez?  Periodista con 24 años de experiencia. Tiene Posgrado en Semiótica por la École de Hautes Etudes de París y es profesora en la Escuela Virtual de Periodismo de la Universidad de Guadalajara, así como en la Universidad jesuita Iteso. En ambas imparte cursos de Periodismo, así como de Teoría de las Audiencias. Ha publicado entrevistas y reportajes a personajes de la Cultura, la Ciencia y de interés social. Fundadora del periódico Siglo 21 y Público. Creó el Suplemento Filias, especializado en cubrir la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. También Dirigió el Suplemento Uno, especializado en temas de Salud en el periódico Público Se desempeñó en el Grupo Milenio como Editora de Cultura, Directora de Suplementos y Proyectos Especiales, como Directora de Enlace Editorial, y creó el Centro de Desarrollo Periodístico que atiende la capacitación y actualización de los más de mil periodistas que laboran en el Corporativo Multimedia. Es también autora del Libro Las Chapuzas del Lector. Análisis Semiótico de la Recepción.

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