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Tomás Calvillo Unna

07/10/2020 - 12:05 am

¿Cómo se reconstruye el Estado nación?

La nación no puede convertirse en un pleito callejero.

El milagro del bosque. Pintura de Tomás Calvillo Unna.

…Ante la situación actual, con la plena conciencia de mi responsabilidad me dirijo a la opinión pública para declarar: Nunca ni mis colaboradores, ni yo mismo incitamos al pueblo a la violencia, pero si le pedimos y le aconsejaremos siempre que, en ningún momento, renuncie a uno solo de sus derechos…

…Debemos luchar no solo pensando en la Patria Chica, sino que debemos hacer un llamado a todos nuestros hermanos de México entero, para que así como en San Luis Potosí ha resurgido el espíritu cívico, sea igual en todos los estados…

(Dr. Salvador Nava Martínez. Tribuna, agosto, 1961)

 

¿Cómo se reconstruye el Estado Nación?

Esta es una pregunta que nos debería ayudar

a reflexionar y discutir con buen talante democrático

lo que hoy sucede en el país.

¿Cuáles son los ejes económicos, culturales, sociales

más relevantes para advertir la necesaria cohesión social

que permita paz y prosperidad para 130 millones de habitantes

del país que nombramos México?

 

Más allá de los planteamientos teóricos e ideológicos,

es necesario advertir el carácter extremo

que vive la sociedad contemporánea;

es decir, los retos y dilemas que van desde lo local a lo global,

en un mundo donde la hegemonía híper tecnológica

(cuyo rostro y lenguaje más visible

es la revolución digital y virtual)

afecta profundamente el quehacer cotidiano

de la misma población mundial.

 

En México tendríamos que estar advirtiendo

esta condición civilizatoria

donde la disputa

es por quien domina

el territorio de la mente.

 

La sociedad de consumo

y la propaganda política

son solo un ejemplo superficial de ello.

 

Los retos ecológicos,

la distribución inequitativa

no solo de la riqueza

sino también del poder mismo,

son temas fundamentales

que tendrían que abordarse a detalle

y sin adjetivos.

 

La pugna que se vive actualmente en México

se asemeja más a una arena de lucha libre

que a la ausente (y no obstante necesaria,

pertinente y aguda) discusión

sobre las posibilidades del país

en medio de un mundo convulsionado.

 

Nadie se está escuchando,

nadie va a ganar así nada,

todos vamos a perder.

El maniqueísmo se ha apropiado del debate público.

 

Como ha sido a lo largo de la historia

tan requerida hoy en día para anclar los discursos;

las respuestas más sólidas las vamos a encontrar,

(esperemos más temprano que tarde)

en las regiones;

porque este país,

su estado nación, se ha construido desde ellas.

 

Ciertamente, no es la única respuesta posible,

pero si una indispensable para cualquier proyecto político

que se pretenda nacional;

en la era de la porosidad invasiva de la globalización

que está presente a la vuelta de la esquina,

del otro lado de la acera,

y sobre todo en la mente de millones,

en sus sueños y pesadillas,

en la cultura encarnada de las apps

y toda su parentela.

 

Los discursos unívocos se estrellan

en un callejón sin salida;

esperemos seamos capaces

de recuperar la mesa del diálogo,

donde podamos compartir el alimento

de toda democracia que se aprecie

en un mundo cada vez más amenazado

por la epidemia de la violencia;

y cada vez más activo en su confusión conceptual.

 

La nación no puede convertirse

en un pleito callejero.

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