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Ernesto Hernández Norzagaray

24/08/2019 - 12:05 am

Política y odio

Ya es demasiada coincidencia que los casos de la llamada triada Ahumada-Robles-Gurza le toquen al sobrino de un tercer interesado que es la dupla Dolores Padierna-René Bejarano, archienemigos de Rosario Robles y Carlos Ahumada por los acontecimientos escandalosos de 2004 que llevaron a la cárcel y al descrédito político al entonces presidente de la Asamblea de Representantes de la Ciudad de México.

“En el de la ex Secretaria Rosario Robles todo indica que ella cometió delitos por omisión y, ahora presumiblemente por acción con la compra de una casa en Torreón que aparece a su nombre y vinculada a empresas beneficiadas por la llamada Estafa Maestra”. Foto: Cuartoscuro

El odio es una tendencia a aprovechar

todas las ocasiones para perjudicar a los demás.

Plutarco.

Así como lo dijo este filósofo griego, ese sentimiento tan llamado a ser rechazado es parte consustancial del ser humano y frecuentemente los somatizamos por los procesos civilizatorios que nos enseñan que ante la maldad es mejor practicar la bondad, el acto generoso, el amor por los demás y el bien común.

Sin embargo, como muchas cosas de la psique humana, está en mayor o menor grado en reserva. Lista para saltar en el momento más inesperado, más emocional. Sea motu proprio o en forma interpósita. Hay personas, y peor colectivos, que sudan odios ajenos lo que los lleva a tomar malas decisiones en su vida, aunque lo hagan en nombre de un valor supremo o, simple y llanamente, con el sustento de la ley.

“A los amigos justicia y gracia, a los enemigos la ley a secas”, esta expresión que los historiadores se la han achacado al ex Presidente Benito Juárez fue tomada como una máxima irrebatible de la política mexicana y que fue utilizada al pie de la letra durante todo el periodo autoritario y ahora con un Gobierno juarista de leyes era de esperar que el Poder Judicial la somatizara y en todos los casos se impusiera la razón de Estado.

En el de la ex Secretaria Rosario Robles todo indica que ella cometió delitos por omisión y, ahora presumiblemente por acción con la compra de una casa en Torreón que aparece a su nombre y vinculada a empresas beneficiadas por la llamada Estafa Maestra, lo que hace suponer que está en serios problemas judiciales y que los sesenta días de arraigo podrían convertirse en años de prisión lo que podría satisfacer a quienes exigen justicia y a sus enemigos que los tiene y que hoy saborean una venganza fría.

Justamente uno de ellos es Felipe de Jesús Delgadillo Padierna, llamado también “juez sobrino”, que como es del dominio público desde el primer momento actuó sobredimensionado en tono y forma que está lejos de la rectitud y el estricto apego a la ley.

En la primera audiencia se le vio excedido cuestionando severamente a la ex Secretaria y a sus abogados para terminar luego de una larga jornada procesal por enviarla al penal femenil de Santa Martha Acatitla, cuando se dice que por el delito que se le acusa no es grave y que podría llevarlo en libertad, sin embargo, este juez no aceptó este atenuante jurídico.

En ese momento hasta qué punto ¿este juez estaba sudando odios ajenos y todavía más exaltado por la larga vigilia de la audiencia? ¿Por qué el Consejo de la Judicatura Federal defiende al juez y sus decisiones? ¿Por qué no repara en que notoriamente hay un conflicto de interés por el vínculo familiar del juez con personas que tienen sobrados motivos para perjudicarla?

Se que se ha argumentado que los casos judiciales se asignan aleatoriamente y el de Rosario Robles para mala suerte le tocó el juez Delgadillo Padierna.

¡Pues mala suerte para ella! La ruleta de la justicia le hizo una mala jugada, pero ahora nos enteramos de que esa ruleta también lleva a que el caso de Cecilia Gurza esposa de Carlos Ahumada también lo lleva el mismo juez por una supuesta defraudación fiscal de 2011.

Ya es demasiada coincidencia que los casos de la llamada triada Ahumada-Robles-Gurza le toquen al sobrino de un tercer interesado que es la dupla Dolores Padierna-René Bejarano, archienemigos de Rosario Robles y Carlos Ahumada por los acontecimientos escandalosos de 2004 que llevaron a la cárcel y al descrédito político al entonces presidente de la Asamblea de Representantes de la Ciudad de México.

¿Qué sucede en una sociedad donde el odio se filtra en las decisiones del Poder Judicial? ¿Beneficia a la aspiración legítima de ser un país de leyes? ¿A uno donde muchos aspiramos a la transparencia y a la rendición de cuentas de los funcionarios públicos? ¿Donde los jueces se conduzcan con rectitud para restablecer la confianza pública?

Los casos de Rosario Robles y Cecilia Gurza indican que se está haciendo lo que no se debe hacer. Que hay discrecionalidad en los llamados “casos calientes” y que se pueden imponer penas al gustillo de unos políticos y eso no es una buena noticia.

La historia de nuestro país está llena de este tipo de casos. Son hijos del autoritarismo que vivimos durante décadas y que se engolosino con la izquierda a la que en su momento le costó solo durante el salinato más de 500 vidas.

AMLO siempre que tiene oportunidad afirma “no nos confundan, no somos iguales”, pero este tipo de tramas judiciales llevan a suponer que al menos algunos poderosos de la 4T son capaces de influir en la designación de jueces y en sus decisiones.

O sea, lo hacen ver que es más de lo mismo y eso no es una buena noticia porque se pervierte el principio de justicia y cuando eso sucede todos, todos, estamos en peligro.

Por eso el Poder Judicial debe corregir en estos asuntos para ganar confianza en una institución judicial que manda señales contradictorias, algunas saludables como las que están saliendo de la Unidad de Inteligencia Financiera de la SHCP y otras como las señaladas que a llevan pensar que el criterio de la venganza domina algunos juzgados.

En definitiva, estamos en una encrucijada ética y eso obliga a volver a la vista a quienes han reflexionado desde Plutarco pasando por Maquiavelo y Nietzsche sobre el tema del odio en político para tener perspectiva y sanear la política que no es solo la del PRIAN, sino las malas que hoy se realiza desde las instituciones del Estado mexicano.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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