El 40 desfile del orgullo gay da inicio en Berlín, Alemania, y suscita debate sobre la homofobia

28/07/2018 - 9:34 am

Comienza la 40 edición del desfile del orgullo gay en Berlín el cual se celebrará en la Puerta de Brandeburgo, a pesar de la apertura y los avances que ha tenido la sociedad como la política berlinesa con respecto a este tema, la violencia y la discriminación prevalecen.

– La cuadragésima edición del tradicional desfile del orgullo gay de Berlín arrancó hoy en el viejo centro occidental de la capital alemana. Foto: EFE, Hayoung Jeon.

Berlín, 28 de julio (EFE).- La cuadragésima edición del tradicional desfile del orgullo gay de Berlín arrancó hoy en el viejo centro occidental de la capital alemana y los organizadores esperan que en el curso de la tarde se sumen cerca de medio millón de personas.

“Hace 40 años el desfile terminó con un pícnic, hoy terminará con una gran fiesta frente a la Puerta de Brandeburgo”, dijo uno de los fundadores del desfile, Bernd Gaiser.

En la fiesta frente a la Puerta de Brandeburgo participarán diversos artistas, como Netta, ganadora del último festival de Eurovisión, o el DJ Felix Jaehn.

Para el desfile se han anunciado 70 grupos que harán el recorrido en camiones desde los que se leerán textos en defensa de los derechos de los homosexuales y otros 45 grupos que marcharán a pie, lo que constituye un nuevo récord.

Además, normalmente se suman al desfile muchos grupos que no se anuncian por anticipado, así como personas individuales.

El desfile del llamado Chistopher Street Day es el punto culminante de la semana del orgullo gay en Berlín.

El nombre del desfile alude a las protestas realizadas por homosexuales contra la arbitrariedad policial el 28 de junio de 1969 en la Christopher Street de Nueva York.

En los últimos años el desfile berlinés ha sido criticado por gente que considera que el énfasis en el carácter festivo del mismo amenaza con que se pierda de vista su dimensión política.

BERLÍN AVANZA EN POLÍTICAS PRO LGBT PERO PREVALECE LA VIOLENCIA 

La comunidad LGBT reúne hoy de nuevo en Berlín a cientos de miles de personas en torno a la Puerta de Brandeburgo mientras se suscita el debate sobre la relevancia de los ataques homófobos.

El desfile berlinés es una vez más, y ya van 40 años, un evento reivindicativo y festivo que este año motiva entre otros un intercambio de opiniones sobre esos ataques, su frecuencia y visibilidad.

“Hay un aumento, el panorama se presenta sombrío”, asegura Bastian Finke, responsable de Maneo, un movimiento berlinés que lleva 26 años aconsejando y defendiendo a las víctimas de homofobia, al hablar de sucesos con violencia física o verbal registrados en los últimos meses.

“Estamos orgullosos de que se haya conseguido tanto en Berlín en los últimos años, pero tenemos que abordar este problema”, admitió Finke esta semana en una reunión con medios, entre ellos Efe, en la capital alemana, al recordar los avances en relación con los derechos de ese colectivo.

Maneo registró en 2017 en Berlín un total de 324 casos de ataques contra personas de la comunidad de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales (LGBT) que identifica “claramente” como motivados por la orientación sexual de las víctimas.

Son más que los 291 registrados por esta asociación el año anterior, mientras que la policía berlinesa tiene datos correspondientes a 2017 de un total de 164, una cifra inferior que se relaciona con la menor disposición de las víctimas para acudir a una comisaría a denunciar un ataque.

“La tendencia está subiendo porque la gente se acerca más a la policía”, opina la comisaria Anne Grießbach-Baerns, responsable en el cuerpo berlinés para cuestiones relacionadas con la violencia contra la comunidad LGBT.

Grießbach-Baerns da el perfil del atacante: “sobre todo hombres jóvenes, en la veintena, y alemanes”, aunque reconoce que no se tienen datos precisos sobre el origen de sus familias, preguntada por si sus progenitores podrían haber nacido en países donde la homosexualidad es todavía un delito.

“El problema está entre los jóvenes y cómo se plantean su masculinidad”, apunta por su parte Maurus Knowles, propietario del bar berlinés “Ludwig” que organizó el pasado mayo una manifestación en su barrio, Neukölln, tras producirse dos ataques homófobos en la zona.

“La atmósfera en Neukölln ha empeorado”, se queja Knowles sobre esta zona de Berlín con un elevado porcentaje de inmigración y con numerosos negocios orientados a la comunidad LGBT.

Finke matiza que, aunque planteado el debate, lo cierto es que faltan cifras precisas para comparar con lo que ocurría en años precedentes.

“Los casos suben pero, ¿el porcentaje sube también? Es difícil, solo podemos hacer estimaciones”, añade Finke al admitir que es posible que ahora se conozcan más casos solo porque las víctimas los comunican a organizaciones como la suya o a la policía.

“Berlín es una historia de éxito”, reconoce por su parte Johannes Kram, autor del libro “No tengo nada contra los gais, pero…”, y opina que el problema no es tanto que haya violencia sino que todavía mucha gente que no ha declarado su orientación sexual en el trabajo, por ejemplo, sufre un tipo de “ataques” menos obvios.

Kram acepta que lo que ha ocurrido en cierta manera es consecuencia de lo que llama “una apariencia de tolerancia” en la sociedad alemana en general y la berlinesa en particular.

“El problema es que en Berlín no se habla de este tema. Más allá de los ataques, la cuestión es que no se habla de ello y los jóvenes siguen teniendo problemas para manifestarse”, considera el escritor.

Kram acusa a lo que denomina “el centro social”, aquellos ciudadanos que no se adscriben ni a los movimientos muy conservadores ni a los más de izquierdas, de no ser consciente de la violencia, declarada o no, contra la comunidad LGBT.

A esa mayoría demográfica apelan iniciativas como una polémica conocida justo esta semana, días antes de la manifestación berlinesa, lanzada por una asociación de barrio del Partido Socialdemócrata (SPD, en la coalición de Gobierno en Alemania).

“¡Tú, cerdo heterosexual!” es el mensaje distribuido por ese grupo berlinés en tarjetas destinadas, aseguran sus promotores, a provocar para hacer consciente a quien lo lea de que es el insulto que todavía reciben gais y de que el cambio de mentalidad es todavía una asignatura pendiente.

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