Óscar de la Borbolla
10/02/2025 - 12:03 am
El contento ontológico
"Todos se quejan de todo, pero solo muy pocos enderezan su crítica contra ellos mismos".
La peor actitud que puede adoptarse, social o individualmente, es la de la autocomplacencia: sentirse contento con lo que uno es, o sea, asumirse "completo" —que es lo que en el fondo significa la palabra "contento"— hace que uno se experimente instalado en la vacuna satisfacción del rumiante. Y hoy tengo la impresión de que todos se quejan de todo, pero solo muy pocos enderezan su crítica contra ellos mismos, ya que la inmensa mayoría se considera completa: bien con lo que es: contenta con su ser.
Tropiezo en cualquier sitio con personas que se perciben satisfechas no con lo que tienen, sino con lo que son; y poseen, simultáneamente, una hiperconciencia acerca de la falta de bienes materiales que creen merecer, y una nula conciencia de lo que les falta como individuos, de lo que deberían hacer consigo mismos para mejorar; están perfectamente bien con lo que son, en todo caso, es el mundo el que falla o, dicho de otra manera, si no han alcanzado sus propósitos, el fracaso se debe a las injusticias del mundo, pero de ninguna manera a su falta de esfuerzo o de capacidad.
Esta generalizada actitud no ha aparecido de la noche a la mañana, como se comprenderá, ha venido construyéndose durante décadas con la demagogia que se prodiga desde todas partes: desde programas de radio o de televisión en los que luego de transmitir los argumentos de un grupo de expertos y, para que la audiencia no vaya a sentirse menos, se dice: "Amable auditorio, su opinión es la más valiosa… porque la última palabra que, de verdad importa, es la suya." Libros de autoayuda que proponen la voluntad como la única clave del éxito, libelos plagados con las mendaces consignas de "tú lo puedes todo", "no necesitas más que desearlo". O la cantinela de "sé tú mismo", "nada es imposible" o "tu voluntad es todopoderosa" son, en parte, los factores que nos han traído hasta este riesgoso momento de autocomplacencia.
Y luego, para completar esta breve serie de causas: la droga cibernética, el paraíso artificial de las redes sociales donde cada persona es encerrada, de acuerdo con un algoritmo que reúne a los iguales con los iguales y que los engaña haciéndoles creer que todo el mundo es exactamente como ellos, pues no existe en la pantalla más que lo que a cada quien le gusta ver y oír.
Y para terminar de redondear este cuadro: la nueva “moral", mejor conocida como lo políticamente correcto que prohíbe el uso de expresiones que puedan lastimar la autoestima de los oyentes y, sobre todo que impida que se corrija la conducta espontánea de los niños a quienes, dicho sea de paso, se les soporta todo. Lo políticamente correcto levanta un velo de terciopelo que oculta la realidad, que la maquilla.
Con estos ingredientes resulta comprensible que sentirse en falta, que encararse con las propias deficiencias, que darse cuenta de que uno contiene infinidad de defectos sea prácticamente imposible. Tan difícil como toparse con personas que se avergüencen de sus fallos y, sobre todo, que se sientan responsables: justificarse: no reconocer los errores o ser indiferentes ante la desgracia flagrante de los resultados, muestra cuán hondo ha calado en la sociedad la satisfacción vacuna que mencionaba. Estar contento con lo que se es resulta propio de los dioses o de las bestias, dijo hace muchos siglos el viejo Aristóteles; lo propiamente humano es ese esfuerzo ontológico que nos convirtió en los únicos animales históricos.
X @oscardelaborbol
Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.
más leídas
más leídas
opinión
opinión
destacadas
destacadas
Galileo
Galileo