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Óscar de la Borbolla

24/02/2025 - 12:03 am

¿Qué produce la originalidad?

"La idea del innatismo y de que cada quien llega al mundo con su propia 'alma inmortal' creo que ha quedado superada por lo que platicábamos la semana pasada acerca de los llamados 'niños ferales'".

¿Qué produce la originalidad?
"En ciencia son frecuentes estas coincidencias; en literatura, en cambio, no". Foto: Óscar de la Borbolla

Creerse único y, por lo tanto, original es quizás el sentimiento más generalizado que existe, aunque entre quienes se presenta con mayor virulencia es entre los artistas y más aún entre los escritores. Lo sé por experiencia, no hay escritor que no hable, a la menor oportunidad, de la novela que trae entre manos, y cuando digo que es por experiencia: confieso que también yo incurro en este vicio. En el escritor su yo va por delante como si ese yo fuera alguien que porta algo especialísimo, un mensaje que única y exclusivamente puede arribar al mundo por su conducto.

Esta conducta supone la creencia de que uno, como escritor, tiene algo singular y único y, en algunos casos, hasta puede rayar en el absurdo: he tenido alumnos que se niegan a leer a otros autores para que su yo no vaya a contaminarse, a adulterar lo que ellos creen portar de forma innata.

A esta idea abonan ciertos hechos, por ejemplo, que el descubrimiento del cálculo infinitesimal ocurrió de manera simultánea en dos autores: Newton y Leibniz, o también que hubo una coincidencia en tiempo entre la Teoría de la evolución de Darwin y la de Alfred Russel Wallace. En ciencia son frecuentes estas coincidencias; en literatura, en cambio, no. En el mundo del arte exista la convicción casi unánime de que de no haber existido Cervantes hoy no existiría el Quijote, y así con todas las grandes obras. Estos hechos apuntalan la idea de que el artista posee una individualidad irreductible y, algunos piensan que esa singularidad es innata.

La idea del innatismo y de que cada quien llega al mundo con su propia "alma inmortal" creo que ha quedado superada por lo que platicábamos la semana pasada acerca de los llamados "niños ferales". Con todo, persiste una incógnita: la diferencia entre científicos, tecnólogos o matemáticos inclusive, y artistas es clara: Einstein y Hilbert, andaban tras lo mismo, y fue Einstein quien se arrogó la victoria, pero ambos perseguían una solución matemática que, de no haberla encontrado uno, la habría descubierto el otro. No así, entre Cervantes y Avellaneda: en el arte sí cabe hablar de plagio. Y, por ello, podría afirmarse, que los artistas son más importantes que los científicos, pues los primeros son irreemplazables, mientas que los otros, por muy geniales que puedan ser, resultan intercambiables, el descubrimiento lo hará uno o lo hará otro.

¿A qué se debe la originalidad? es la pregunta y, tal vez, un aspecto de la explicación esté en las palabras con las que nos referimos al mecanismo por el que aparece en la historia la novedad: a este mundo llegan las novedades por "descubrimiento" o por "invención" y, aunque estos términos se emplean de manera indistinta, apuntan en muy distintas direcciones: cuando decimos que algo se ha "des-cubierto”, lo que significa es que se ha destapado, que estaba ya ahí, pero tapado o cubierto; y, en cambio, cuando decimos que se ha de "in-ventado", aludimos a que se ha hecho venir lo que antes no estaba, o sea, que se ha creado.

El concepto "creación" tiene, no obstante, un problema: da la idea de que la auténtica creación es ex nihilo, o sea, que surge de la nada. Pero de la nada nada sale. ¿De dónde nace, entonces, la obra de arte? ¿Estará ahí, en la sociedad, en el contexto que rodea al artista, como están ahí los ingredientes que permiten el hallazgo científico? La respuesta es sí. Solo que el científico, el tecnólogo, el matemático, el inventor trabajan con la razón que es común a todos, y en esos campos lo que se busca es solucionar un problema. El artista, por el contrario, trabaja con algo indefinible: su vida entera, su sensibilidad, su formación, sus emociones: lo que lo hace un individuo, ciertamente, es un ser único: él y solo él es capaz de llevar a cabo una determinada obra: la obra de arte está ahí, pero solo para él. Y, por fortuna, en el arte no hay la preocupación de resolver un problema o, a lo más, el problema que tiene el artista es colocar ante sí un objeto que antes era inexistente.

X @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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