Jaime García Chávez
10/03/2025 - 12:01 am
El monstruo (in)mortal
En estos días en el mundo entero aparecen gobiernos que cuestionan el sistema democrático y consideran agotada la modernidad liberal.
El arte de la política para coexistir
A Rolando Cordera Campos
“Si seguimos adelante, es porque no podemos hacer otras cosa. Es la vida que tira de nosotros, contra el oleaje; la vida es el timonel que nos pilota hacia la tempestad”.
—J. Gray
El reciente libro del británico John Gray, Los nuevos leviatanes, ha puesto, a mi juicio, en el centro del debate el pensamiento de Thomas Hobbes (1588-1679), específicamente su obra Leviatán, muy citada y poco leída, lamentablemente.
En estos días en el mundo entero aparecen gobiernos que cuestionan el sistema democrático y consideran agotada la modernidad liberal. Conviene reflexionar y compartir lo que este pensador político y profesor de la Universidad de Oxford expone de manera breve, concisa y sobre todo sugerente, a fin de conocer el mundo en que vivimos. Lejos está la obra de ser sistemática, quizás por la diversidad y dificultad de los temas que aborda. No sobra decir que la bibliografía que acompaña al libro es selecta, fundamental por su rigurosidad y que buena parte está traducida al español.
En este libro se retoma a Hobbes desde el título mismo, apoyándose en su perspicaz mirada de hace tres siglos y trayéndolo a la contemporaneidad. Expone facetas de vida, su filosofía fértil al empirismo, la proclividad humana a lo absurdo y multiplica sus reflexiones hasta hacer referencia a los totalitarismos del siglo XX, a los que aún subsisten, y a una suma de pensadores que en conjunto señalan que hoy es obligado meditar el curso que ha tomado la política, el poder –más si es omnímodo– de los gobiernos que se integran con el apoyo en elecciones libres y luego, ya instalados, reniegan de la democracia y tienden a aniquilarla.
Grey, además, está marcando nueva pautas para revalidar la filosofía política como una disciplina esencial de nuestro tiempo, lejos de un ejercicio académico acartonado, exclusivamente ilusorio o al servicio de una doctrina establecida. Hobbes es tan importante que a varios siglos de su producción intelectual nace y renace en medio de merecidos reconocimientos a su obra, aún de aquellos que discrepan de su vasta producción, valorada en conjunto por su erudición. Van un par de ejemplos que lo confirman: Ferdinand Töennies le dedicó una biografía que aún pesa, o el buen trato que le dio Georg Lukács por su papel y contribuciones en la construcción del Estado moderno, en pleno siglo XVII, y su papel de fundador del liberalismo.
El Leviatán se publicó por primera vez en París en 1651, y el autor tenía como telón de fondo una realidad en la que la guerra se había convertido en un fenómeno endémico que se había apoderado de Europa. Era un momento de viraje de la historia que marcaba el fin del feudalismo y la transición a un nuevo Estado, justificado en el concepto de un poder absoluto, dicho sea de paso, que se hacía cargo de la seguridad del todo, si era preciso con un poder absoluto, ajeno al derecho divino de los reyes, concepción de la que se apartó.
En ese tiempo, en la patria de Hobbes había guerra civil. El rey Carlos I era decapitado en 1649, se iniciaba la Revolución puritana en Gran Bretaña y aparecía la Commonwealth (república) y el breve experimento de Oliverio Cromwell, que precedió a la restauración de la monarquía que llega hasta nuestros días.
Son muchas las entradas que ofrece el libro para comentarlo a plenitud y es mejor recomendarlo como una lectura necesaria para comprender algunas cosas que hoy nos pasan, tanto en el mundo como en nuestro país, aunque este último no tiene un apartado en el libro, simplemente no se toca el tema mexicano. De todas maneras la posibilidad de hacer comparaciones y analogías está presente.
Escogeré, espigando en las página de Los nuevos leviatanes algunos temas, uno en particular, a partir de la ficción, útiles a la construcción de teorías jurídico-políticas, como el Estado de naturaleza, que es premisa del contractualismo hobssiano, en el que los hombres “donan” una parte de su derecho a la autoafirmación (derecho natural) a otros que actúan en reciprocidad y contraen el “compromiso” de antagónicos, construyendo un contrato social para crear una persona artificial, que en calidad de soberano ejerza el Gobierno, delegado en la propuesta hobssiana en un solo hombre, que puede ser el monarca absoluto. Es, a no dudar, su liberalismo fundacional.
Para Gray los estados de este siglo se están convirtiendo en nuevos leviatanes, contra un híper liberalismo que sustenta que todo lo que necesita un individuo para ser libre es que uno actúe como quiera, y en contra de esto, que concita contradicciones permanentes, se están levantando estados que ofrecen y garantizan una paz, a partir de considerar que los hombres son ingobernables. Tan ingobernables como los de carne y hueso con los que Hobbes vivió.
Se recuerda, de esa manera, que el hombre es lobo del hombre, que no es virtuoso por naturaleza, como dijeron los antiguos y que la guerra de todos contra todos no se ha ido; por el contrario, que se ha recrudecido, derivando hacia ejercicios de poder como los que se han conocido en el mundo soviético y en la fase del nazifascismo.
Gray, al igual que Hobbes, así retrata la realidad, y pesimista no es del todo, y al parecer no anda descarriado al valorar en su obra el “esfuerzo de la naturaleza artificial de pugnas entre identidades autodefinidas que aparecen por todo el mundo”. Hay en este mundo una realidad: la gran descomposición del Estado, que lo mismo se ve con Trump que con Putin, con Milei que con Bukele. El comparativo del Estado de naturaleza de Hobbes en el que “la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve”, ha llegado hasta aquí, hasta este momento. Y eso se ha tornado en un argumento para alimentar el pensamiento iliberal al que son proclives, o de plano practicantes, políticos contemporáneos como los descritos antes, incluido el mexicano López Obrador, o el israelí Benjamín Netanyahu. Estamos, así me parece, después de la lectura de esta obra, en la frontera de un despotismo ilimitado.
No es casual que hasta el neoconservadurismo, con Leo Strauss a la cabeza, ha hecho una reflexión sobre Hobbes desde la óptica de la historia de la filosofía política. Y en tal sentido, Laurence Berns, su colaborador, apunta: “Y es inevitable el hecho de que el que tiene el poder para protegerlos a todos, también tiene el poder de oprimirlos a todos. Siguiendo el Libro de Job, Hobbes comparó al soberano en leviatán, a quien Dios llamó ‘Rey de los orgullosos’. Sólo el más grande de los poderes terrenales puede gobernar el orgullo del hombre. El Leviatán de Hobbes también es un leviatán semejante, ya que gobierna los espíritus de los hombres y aplasta, y desarrolla las semillas del orgullo humano” (Strauss, Leo; Cropsey, Joseph, Historia de la filosofía política, p. 389. FCE). Este es un retrato del Trump de estos días, hoy del brazo de Vladímir Putin.
Hasta aquí habría un entroncamiento del pensamiento de Gray; desde luego también se bifurca con la visión de los neoconservadores, que no tendría nada de extraño por la multiplicidad utilitarista con que luego se examina la obra clásica de Hobbes.
Reitero que el estado de naturaleza es, a final de cuentas, una ficción para interpretar con una lente contractualista que reconoce derechos naturales en el que los seres humanos “donan” su propio egoísmo para que un poder se eleve de manera superior y absoluta, y –esto es lo importante– se convierta en el garante de la seguridad de todos. Es un contractualismo en el que se da, pero lo más importante es lo que el poder se compromete a garantizar: la seguridad de todos, elevándose muy por encima de una sociedad que puede estar en perenne conflicto.
A partir de aquí surgen las preguntas y las dudas apuntadas en el libro de Gray. Al revés de la obra original de Hobbes, ahora el poder, o el Estado, pervertido, es al que le interesa regresar a los hombres al estado de naturaleza, para que haya conflicto, contradicciones insolubles, precisamente para mantenerse en la esfera superior de soberanía absoluta, de poder totalitario, o de democracias descompuestas que no garantizan de ninguna manera la seguridad, y al contrario se benefician de la inseguridad que se significa en el conflicto permanente, como el que vemos en México con el despliegue de la delincuencia organizada, que aparte de las drogas, el tráfico de armas y la perniciosa complicidad de los aparatos financieros, hoy domina zonas territoriales del país y juega como un leviatán, usurpando funciones de Estado.
El mismo Berns, con el que estamos contrastando a Gray, sostiene: “Con frecuencia se comete un gran error, en el comienzo mismo de un Estado, cuando los hombres, para conquistar un reino, se contentan con menos poder del que es necesario para mantener la paz y la defensa. Entonces, cuando la seguridad pública exige el ejercicio de aquellos poderes a los que se renunció, su reanudación parece un acto de injusticia”. Y añade: “Si los hombres creen que hay otros poderes capaces de conceder mayores recompensas que la vida y de aplicar mayores castigos que la muerte, obedecerán a tales poderes, destruyendo así la autoridad del soberano”. El narco es uno de esos poderes, salvaje y violento. Por eso Trump actúa como lo hace. Hoy vemos este fenómeno en todo su esplendor en la “disputa” por “El Mayo” Zambada y la entrega de los 29 delincuentes que pretenden saciar, así sea en parte, al goloso rufián instalado como planetarca en la Casa Blanca de los Estados Unidos. Al respecto conviene tener este pensamiento de Gray: “Si el leviatán es un artificio humano, la política es un arte necesario. La tarea de la época no es atar a los nuevos leviatanes, como se intentaba en la era liberal tardía, sino acercarlos a lo que Hobbes creía que el leviatán podía ser: un recipiente de coexistencia pacífica” (pág. 176).
Pero Gray va más allá: “Los estados del siglo XXI –en su visión– se están convirtiendo en leviatanes”, con el propósito de establecer un poder soberano, que propone paz a la humanidad ingobernable. En ese marco, “los leviatanes del siglo XXI van más allá del concepto hobbsiano porque ofrecen una especie de salvación”, y no olvidemos que este es un concepto de la derecha más peligrosa. Para llegar al poder y sostenerse en él, aparte de regresar a un estado de naturaleza inducido artificialmente, hablan de un mundo ideal en el que hasta se puede ser feliz por mandato o por decreto, y lo grave que observa Gray es que este tipo de estados neototalitarios “aspiran a liberar a sus súbditos de las cargas de la libertad”. Y con una metáfora cita al mismo Hobbes cuando narra el uso que se da a las leyes “del mismo modo que los setos se alzan, no para detener a los viajeros, sino para mantenerlos en el camino”.
En suma, el planteamiento de Gray, que me parece altamente sugestivo, es que tal y como en la obra de Hobbes, el Estado es un ente artificial, hoy se crean estados de naturaleza artificiales, invirtiendo la visión contractualista para favorecer lo que a mi juicio son poderes salvajes, aunque estén instalados en el aparente edificio estatal que hasta se pueden dar el lujo de vestirse con los ropajes del Estado constitucional de derecho, como bien lo han establecido Luigi Ferrajoli y Gustavo Zagrebelsky.
Como lo ha demostrado José M. González García (Metáforas del poder, Alianza Editorial, 1998) la obra de Hobbes está cargada de metáforas y ese hecho a la vez que aligera la lectura la hace difícil, salvo que al respecto hay una apreciación válida de antemano que tiene carta de naturalización en los autoritarismos porque “el lenguaje político no es un mero reflejo de otra realidad, sino que ordena, modela, construye y simplifica el mundo, interpretándolo de manera asequible”, pero muchas veces con finalidades aviesas, porque los dictadores, como los grandes destructores del sistema democrático, sin haber leído la Retórica de Aristóteles, saben de la magia de estas artes.
El filósofo griego lo dijo así: “Es importante usar convenientemente los vocablos dobles y las palabras extrañas; pero lo más importante, con mucho, es dominar la metáfora”. Van aquí algunos ejemplos: Alemania, con Hitler, iba a ser un Reich de mil años; en México vivimos en una “Cuarta Transformación” con segundo piso; y el grito de Trump de Make America Great Again (MAGA), que marca el regreso de una “América grandiosa otra vez”.
Quien esté preocupado por la descomposición a la que han llegado los estados, han de saber que la tempestad nos atañe a los mexicanos.
John Gray tiene mucho que mostrarnos al respecto.
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GRAY, John. Los nuevos leviatanes. Reflexiones tras el liberalismo. Traducción de Albino Santos Mosquera. Editorial Sexto Piso, México, 2024.
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