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Óscar de la Borbolla

10/03/2025 - 12:03 am

Otra meditación sobre la IA

¿Cómo vamos a ser cuando la IA esté tan extendida como los están ahora los teléfonos celulares?

Otra meditación sobre la IA
Una persona interactúa con un robot en una cumbre sobre inteligencia artificial, en China. Foto: Xinhua

Todos los días brinca a mi paso el tema de la inteligencia artificial, incluso ya se me ha vuelto familiar la abreviatura IA. Lo encuentro en artículos, videos, ofertas; se asoma constantemente por mi celular o en mi computadora invitándome a usarla, y voy comprobando que en muchos sentidos es mejor que nosotros: incluso en la toma de decisiones, pues las nuestras, basadas necesariamente en lo que conocemos y hemos experimentado, resultan limitadas por el esfuerzo que cada quien haya puesto en capacitarse; y en cambio la IA bien entrenada posee bibliotecas enteras y es capaz de seguir acumulando novedades a un ritmo que a cualquier persona resulta imposible. Y por eso me pregunto: ¿qué médico, por más experimentado que exista, es capaz de superar un diagnóstico de la IA?, o ¿qué abogado puede invocar en apoyo de una demanda todos los códigos, reglamentos, circulares o jurisprudencia pertinentes como lo efectúa la IA?

Y nótese que me refiero, nada menos, a la capacidad de decisión, pues este punto era uno de los últimos bastiones en los que los seres humanos podíamos resultar mejores, ya que en nuestras otras facultades: memoria, razonamiento, capacidad de cómputo, generación de nuevas combinaciones y, por lo tanto, creación de novedades… parece que ya hace rato la IA nos ha superado. ¿Qué decisión-elección que hagamos nosotros puede competir con la que propone la IA que, como se dice coloquialmente, cuenta todos los pelos en la mano? Yo al menos confiaría más en las sugerencias de la IA que en las de un médico, un abogado, un taxista, un agente de viajes, un asesor financiero…

Las consecuencias del uso cada vez más extendido de la IA son inimaginables: la más obvia es la pérdida de empleos que regularmente ha acompañado a los descubrimientos tecnológicos desde que Arquímedes inventó las poleas. La transformación de la vida, de las prácticas sociales, de las costumbres… transformación profunda de la que ya hemos sido testigos con la popularización de la Internet. ¿Cómo vamos a ser cuando la IA esté tan extendida como los están ahora los teléfonos celulares? No quiero ni pensarlo.

Hay, con todo, un par de cuestiones pendientes en las que, al menos todavía, parece que somos insustituibles: la autoconciencia y los deseos, o si se prefiere, las emociones. La IA por mucha delantera que nos lleve no se da cuenta y tampoco tiene deseos.

Durante milenios la filosofía buscó lo que hacía únicos a los seres humanos, y hoy esa diferencia se advierte como el saldo que nos diferencia de la IA.

Nosotros nos damos cuenta, es decir, tenemos experiencias subjetivas o nos damos cuenta de que nos damos cuenta. Percatarnos de nuestra existencia y de la del mundo, sabernos un yo que es ese ser ante quien se presentan las experiencias es, todavía, nuestro patrimonio humano.

Y, por el otro lado, los deseos, o dicho con palabras más claras: tenemos en nosotros mismos, gracias a los deseos, el motor que nos impulsa a actuar. Y esa es también nuestra gran diferencia. Nosotros nos movemos por el deseo, por las emociones: querer ser aceptados, querer ganar, querer convencer, salirnos con la nuestra es lo que nos distingue de la IA, pese a la superioridad que ella muestra en muchos campos.

Somos cada uno de nosotros un ser que se apercibe y desea. ¿Quién iba a imaginar que un día a esto iba a reducirse lo propiamente humano, lo exclusivamente humano?

X: @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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