Antonio María Calera-Grobet
25/05/2025 - 12:05 am
Camino a casa
"Y así, en ocasiones, Dios es el coche, el camión la Constitución, la cartera los medios; lo de la policía, son nuestra familia; las llantas pudieran ser el perrito del niño que no sabe qué pasa; el investigador, el destino que cae. Y así las cosas".
Capitulo 1: Causas y culpas:
El juego que todos jugamos. No es lo mismo el ebrio que maneja mal a 30: él tiene la culpa, pero no la firma Ford. Luego, en ocasiones, sí Ford; luego, en ocasiones, sí la policía, que en lugar de no dejarlos manejar por unas LANAS, los dejó. Y luego los que hacen las carreteras, los que no dieron mantenimiento al camión, los que vendieron boletos de más. Ya sabrá un periodista de investigación si se debió a que alguien empezó un conflicto al interior.
En las investigaciones posteriores al accidente se descubrió que el autobús había sido comprado hacía poco por la agencia de transportes. Según sus propios reportes, el vehículo estaba en buen estado, y aseguraron que no existía falla mecánica atribuible al automóvil. No obstante, cuando se les cuestionó si el camión había sido usado antes en otro estado para transportar cascajo, confirmaron que sí, pero añadieron que luego se le revisó, se le agregaron asientos, y ya no se encontraba funcionando con ese fin.
No tiene —que es a lo que quiero llegar— la culpa el hijo de ese o ese periodista de todo esto, lo que provocó en su mamá y papá para llegar de mal humor, ebrio, y hacerlo sentir triste. A los ojos de ese niño, eso no es válido. No se vale. Y es natural que llore. Está en su derecho de enojarse porque siempre es así. Tiene derecho a denunciarlo cuantas veces sea necesario para que no vuelva a pasar.
Capítulo 2: Los Símbolos del Destino
Y así, en ocasiones, Dios es el coche, el camión la Constitución, la cartera los medios; lo de la policía, son nuestra familia; las llantas pudieran ser el perrito del niño que no sabe qué pasa; el investigador, el destino que cae. Y así las cosas.
Uno de los camiones implicados en el siniestro, que transportaba a varias personas relacionadas con el ámbito cultural, dejó entre los fallecidos a individuos aún sin identificar. Se presume que uno de ellos era un editor que solía trabajar en ferias del libro, posiblemente alguien capaz de corregir incluso este texto, o tal vez —como se rumora— el propio autor original. Aunque no se ha confirmado, se sospecha que acompañaba a un crítico literario que sí fue identificado entre los heridos.
Capítulo 3: Decisiones
Los árboles muertos por el impacto, los que se vieron atrapados por diez horas en el tráfico, los servicios de rescate, los que los adiestraron, los medios que sí o no y cómo lo reportaron, podrían representar lo que cada quien que lea esto quería o no pensar de ello. Y eso, igual, es uno de otros tantos puntos que podríamos llamar punto final.
El camión accidentado había realizado múltiples paradas en gasolineras, donde, según testigos, los pasajeros entraban al baño en repetidas ocasiones. Aunque no se puede afirmar que iba a exceso de velocidad, sí llamó la atención su lentitud inusual durante el trayecto. Además, en el accidente estuvo involucrado otro camión, del cual poco se ha hablado, pero cuya presencia fue confirmada por los servicios de emergencia.
Capítulo 4: ¿Y si uno de los muertos estaba llamado a ser?
Y cuando digo que todo esto puede acomodarse como se quiera por cada uno que esto lea, en verdad me lo digo. Lo que venga o no de ellos, como experimento, es parte de lo que existe para este experimento como real. Por eso, pensemos:
¿Y si uno de los muertos estaba llamado a ser presidente?
En torno a esa posibilidad se ha especulado también que entre los pasajeros iba alguien vinculado a un escándalo político: se encontraron papeles relacionados al desvío de 10 millones de pesos mexicanos entregados por un funcionario a una empresa fantasma que desapareció con el dinero. Aunque no hay certezas, se investiga si el camión era parte de un traslado más complejo de actores políticos, y si alguien con peso futuro, incluso un eventual presidente, iba en él.
Un activista político declaró en un par de medios que, a su juicio, este evento no corresponde a un atentado, y que, por tanto, no intervendrá más en el tema. Pero muchos lo han puesto en duda.
¿Si otro estaba llamado para ladrón?
¿Si saber de esta historia o este texto-experimento terminó por confirmar algo a la mala o creó esperanzas?
¿Si se fue a la basura como periódico o al éter como nota digital, o se puso en el refrigerador, se compartió, fue comentado así o asá?
Pensemos, en verdad: todas esas posibilidades no son más que de todos o de todo, las circunstancias de todo en este espacio-tiempo determinado, de manera que ahí sí, no se puede —estamos determinados solo por ello— hacer nada más. Sin dejar constancia, primero, si es que el que firma abajo este texto sea bueno o pésimo para plantear este empeño.
A raíz del accidente se descubrió, de manera fortuita, una zona arqueológica en el terreno impactado por el camión. Entre las ruinas también se hallaron piezas prehispánicas dispersas, cuya autenticidad está siendo analizada por el INAH. Esto ha abierto una línea de investigación paralela y una discusión pública sobre la protección del patrimonio y el olvido de la historia.
Capítulo 5: El Eco, el anzuelo y objetos.
Y de ahí que sea importante no quedarse a la mitad y en verdad piquemos el anzuelo hasta acabar.
¿Y si esta nota se publicó solo en portales digitales de pago y no la tienes?
¿Si no entiendes nada por equis o ye o simplemente porque te importa un pepino estas pendejadas y estás descansando luego de la chamba, y lo que quieres es coger con tu vieja, irte de fiesta con los amigos del trabajo y darle vuelo a lo que sea que consideres bueno?
Todo eso se ayuda. Desde darle vuelta a la página, mentar madres o no, calificar, denunciar, bloquear estas ideas... todo lo hace vivir o morir hasta el infinito. Y ya el mensaje queda.
Desde algunas radios locales se ha comenzado a convocar a la gente del lugar para ser parte de este experimento: aportar testimonios, compartir fotografías, conservar fragmentos del relato. La intención es construir una memoria más plural, una especie de archivo colectivo que permita entender lo ocurrido desde distintas miradas.
Por mi parte, aunque sea el autor, ya dije que siempre, como una partícula de esa pirinola o rocola, lotería de este juego, empiezo como invitación a tirar lo que se piense como primera piedra.
En el lugar del accidente fueron hallados numerosos objetos insólitos: un bandoneón, una caja con ropa de travesti, las cenizas de alguien cuidadosamente guardadas, un microondas, un cajón de acuarelas, armas, una credencial de adulto mayor... Todo esto apunta a la diversidad de historias que viajaban juntas ese día, a vidas paralelas que se cruzaron sin saberlo y terminaron compartiendo destino.
Capítulo 7: Filosofía del Azar
Yo creo que estamos de paso por esta vida con el derecho de todo. De hacerle caso o no a ningún precepto, ningún "debemos hacer esto o no" que no salga de nuestro pecho. Y luego, claro, cambiar de ideas, dar un volantazo y ser un yo distinto, cacarear sobre nuestros aciertos, errores, cambios de opinión o callarlos, con la seguridad de que nadie es mejor, y lo que somos es igual de valioso, seamos lo que seamos.
Y ya paro con eso que decía yo, con toda humildad. Ya expliqué una primera piedra.
Creo que lo que hagamos como humanos es lo de menos. Y lo que sí creo más, es que, al menos, quedemos con nosotros sabiendo que lo hicimos porque quisimos, lo hicimos porque no pudimos hacer otra cosa, que eso que fue, fue así, quedando claros en que fue porque nadie o alguien nos obligó a serlo. Y que eso que hicimos, sepamos bien, es algo que hará que pasen cosas. Y que pase lo que pase, esas cosas, mientras estemos vivos, a unos les valdrán un pepino —empezando con nosotros mismos— y otros, en cambio, tomarán lo que hacemos como algo que importa.
Capítulo 8: Ausencias y Coincidencias
¿Si en vez de muertos fueran solo ausencias? ¿Si no hubiera cuerpos sino silencios?, esos que no se pueden enterrar pero que pesan lo mismo. ¿Cuántos de nosotros vamos cargando las versiones que no fuimos por cosas que nos pasaron o por las que nos hicieron hacer? Hay días en que una mirada bastó para desviarnos el curso. Otros, en que mil gritos no nos movieron un centímetro. Eso también debería contarse en las crónicas del accidente. No solo los vidrios rotos, sino los destinos que se fragmentaron sin tocarse. A veces me pregunto si el dolor tiene dueño. Si la tristeza es más legítima en quien grita que en quien calla. Porque hay quienes lloran con los puños, quienes duermen con la culpa, quienes viven preguntándose si pudieron haber hecho algo distinto. Y también quienes siguen caminando como si nada, pero no por frialdad: por protección. Porque hay verdades que, si las dejas entrar, no te dejan salir. Pensamos que la historia la hacen los hechos, pero muchas veces la hacen las versiones. Y las versiones las hacen quienes pueden hablar, quienes tienen tribuna, quienes no fueron los muertos ni los heridos ni los que se quedaron sin voz. Por eso escribir, decir algo, incluso sin saber del todo qué, es también un acto de resistencia. Una forma de que no todo se lo lleve el viento ni el olvido digital, ese que borra sin borrar, ese que archiva pero nunca escucha. Todo lo que pasa, incluso lo que no pasa, cambia algo. El niño que no abordó el camión. La señora que bajó una parada antes. El conductor que se distrajo por un mensaje. El perro que cruzó la calle y no fue atropellado. Somos una coreografía de coincidencias y consecuencias. Y aunque nos creamos autores de nuestros pasos, a veces somos solo parte del fondo, del decorado, de esa escena más grande que nunca entendemos del todo. Y aun así, con todo lo incierto, lo absurdo, lo injusto, seguimos. No por valentía ni por fe, sino porque hay una inercia más grande que nosotros. Seguimos porque alguien nos espera, porque hay algo que duele menos si estamos presentes. Porque aunque no sepamos si importamos, queremos pensar que sí. Y quizá en eso esté el misterio: que lo que hacemos, lo que no hacemos, lo que callamos, lo que gritamos, siempre encuentra eco en algún lugar. Aunque nunca lo escuchemos.
P.D
Y es que las cosas a la mitad no salen. Decirlas a la mitad, recibirlas a la mitad, aceptarlas a la mitad es algo que mata todo. Por ejemplo, desde la primera piedra que mandé, pienso que lo peor es una idea igual, es botella de agua esta idea o charco, se queda todo en alberca o se logra eso que hubieras querido fuera maremoto. Lo que veo doy no. Lo que veo lo tengo y lo doy si ves, si esta invitación no deja claro en que lo que se quiere con ella es invitar a “tomar partido” y dejar esas mitades, el lector tiene todo el derecho de tirar esto a la basura, y seguir adelante, como si nada hubiera pasado, y pido, no sin antes saber que si así es al acabar de leer lo que aquí se dice, le pido honestamente (jamás diría que se trata de una insatisfacción constante del lector, que es vacío mío todo esto), una sincera disculpa.
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