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Periodismo digital con rigor
13-12-2025 - 12:03 am
Es el caso, también, de los escultóricos edificios de Frank Gehry, que murió hace pocos días y cuya obra es considerada como una marca de genialidad. La primera vez que se tiene la oportunidad de conocer alguno de sus colosales monumentos la sensación es de asombro.
La arquitectura es una disciplina artística que se ha caracterizado por protagonistas de egos gigantescos. Los arquitectos geniales parecen competir, unos contra otros, para llegar a la cúspide más alta, modificar la línea del horizonte con su firma. Más allá de sustentar el espacio habitable a partir de la escala humana, su intención parece ser la de mostrarnos como una infinitésima parte de su creación. Un reto a las proporciones, a la matemática, a la lógica, entre más grandilocuente y excéntrica resulte, más valorado es su autor.
En ocasiones, la monumentalidad de un edificio es como un abrazo que nos hace pequeños. Ejemplos de ello, Zaha Hadid y su museo MAXXI de Roma, inoperante y complicado a nivel museográfico; Norman Foster y el frustrado antiambientalista aeropuerto de Texcoco, que ha dejado una moraleja de hasta dónde el progreso y la pretensión pueden deteriorar un lago como el que hoy apreciamos en su plena recuperación. Tadao Ando y su imposición que produce un ambiente asfixiante con un muro delante del océano, literal, en la afamada residencia de artistas internacionales Casa Wabi. O uno de los más tristes despropósitos, que no podía ser más que obra sexenal de presupuesto exorbitante, que ha concluido en un fracaso, el Museo Internacional del Barroco en la ciudad de Puebla (MIB) de Toyo Hito.
Es el caso, también, de los escultóricos edificios de Frank Gehry, que murió hace pocos días y cuya obra es considerada como una marca de genialidad. La primera vez que se tiene la oportunidad de conocer alguno de sus colosales monumentos la sensación es de asombro. He vivido la experiencia frente al Guggenheim de Bilbao, Louis Vuitton de París, la Torre LUMA de Arles. Merecen mención aparte La Sala Pierre Boulez en Berlín y el Walt Disney de Los Ángeles.
Pero ante la magnificencia que para muchos vuelve a Gehry uno de los mejores arquitectos del mundo, también hay que reconocer que sus innovadoras y excéntricas formas podrían ser vulnerables al paso del tiempo. Juez implacable, el contador de horas se ceba con los sueños humanos. Tiene el poder de volverlos clásicos o desecharlos al no reunir los atributos que logren vencerlo. Ciertas obras que hoy fascinan, en algunos años llegarán a sentirse avejentadas. Me pasa que, después de varias visitas a la Fundación Louis Vuitton de París, en medio de los Bosques de Boloña, lo encuentro artificioso y en gran medida caprichoso. Estas velas que parecen suspendidas en el espacio, como si no pesaran, se aprecian cansadas de tanto figurar. El gris de sus cristales pareciera empañado. Siempre cobra un precio a las exposiciones que se presentan. La retrospectiva de Rothko, por ejemplo, obligaba a sustraerse del grandilocuente espacio exterior para entrar a la metafísica del artista, cuya infinita capacidad de sumar capas a la experiencia humana, jamás dejó a un lado al espectador. Al contrario, lo invitaba a penetrar con él a esos otros universos, ámbitos que acogen y abrazan como un remanso, siempre de su mano.
El mejor momento de este museo se lo regaló Daniel Buren con su intervención de líneas en vivos colores que parecían restituir la organicidad perdida.
Para muchos, la virtud de Gehry ha sido la osadía con la que alteró los espacios y el tiempo de la arquitectura, modificando su esencia de contenedor a contenido en sí mismo, es decir una escultura más que un edificio funcional. ¿Qué podemos admirar después de ser impactados por esas gigantescas moles en las que hojas de acero lucen ingrávidas? Son tan atractivas que han servido como anclas para revivir viejas y abandonadas ciudades, convirtiéndolas en sedes de turismo cultural masificado.
La historia de la arquitectura ha sido marcada por la necesidad de protección. Las cuevas rupestres fueron el ámbito en el que se descubrió la intimidad. La primera idea del yo distinto al otro. Los cultos mágicos ocurrieron delante o dentro de las cuevas. Axis mundi, sitios de encuentro, propiciaron el ritual y la invocación de las divinidades. Nuestra casa es hogar alrededor del fuego que nos convoca. Es nuestro templo que sacraliza la vida cotidiana, origen de la religión, religare. Afuera queda lo profano, dentro lo sagrado. La vida religiosa demanda sus propios ámbitos; las catacumbas cristianas fueron refugio para propagar la Buena Nueva; del politeísmo se rindieron a la idea de un sólo dios.
Con el Románico el ser humano afianzó la idea de Dios cercano; sus iglesias de plantas cruciformes encarnan el cuerpo de Cristo. En el Gótico, lo humano retó a Dios elevando sus estructuras para poder mirarle de frente. Los primeros arquitectos conocidos son comparables a seres divinos, Genios: Bernardo de Claraval, Fillipo Brunelleschi, Rafael Alberti, Miguel Ángel o Francesco Borromini fueron constructores capaces de rebasar la escala humana desafiando cualquier imposible.
La Modernidad del siglo XX habló de futuro negando los valores tradicionales. Los espacios arquitectónicos se volvieron imposiciones monumentales. Así como la pintura tuvo una capilla Sixtina con Miguel Ángel; un tiburón en formol de 11 millones de dólares con Damien Hirst o en la música la posibilidad del Arte Total con Wagner, la genialidad de un constructor llega a considerar sus obras un arte más allá de la funcionalidad arquitectónica como es el caso de Gehry.
Pero así como a lo largo del tiempo podrán discutirse sus atributos arquitectónicos, su capacidad para generar espacios acústicos de la mano de Yasuhisa Toyota serán valiosas aportaciones por siempre. Dos genios en busca de aprehender el sonido. La música es un arte cuya liquidez tiene el atributo de penetrar a través de cada uno de los millones de poros de nuestra piel. Su invisibilidad la hace etérea pero definitoria de lo que somos y en cómo percibimos. De alguna forma es el arte absoluto porque abarca nuestro ser por completo. Gehry tuvo la sensibilidad para comprender que el espacio interior sería el punto de partida de la arquitectura. En el Walt Disney City Hall partió de la escala humana y nunca la dejó de tomar en cuenta haciendo que creciera y se expandiera hasta llegar al cascarón. Si sólo apreciamos la sala de conciertos por su imponente silueta nos quedamos cortos; la acústica es lo que más cuenta en este espacio que danza en el tiempo. Igual que la sala Pierre Boulez de Berlín, que aún llega más lejos al dejar a un lado la fastuosa arquitectura que lo caracteriza para sumergirse en el prodigio del sonido.
Es altamente probable que las estructuras flotantes de Gehry lleguen a cansar a quien debe lidiar con ellas. Pero la verdadera genialidad del hombre que entendió que la música era un universo cuya grandiosidad se da en los pianissimos como en los crescendos queda dignificada en el Walt Disney Music Hall y en el Pierre Boulez, que además acunó a la fundación Barenboim- Zaid. Ambos partieron de una idea musical cuya escala es la humana. No importa que pase fuera o cómo se vean los edificios, el tráfico, las manifestaciones, la vida que pasa. En ese sentido, Gehry se redime, y por un momento deja de ser arquitecto para volverse cómplice nuestro. Estos laboratorios musicales abonan a lo más esencial del ser humano: nuestra consciencia infinita para concebir la genialidad y, al mismo tiempo, recordarnos lo pequeños que somos. @Susan Crowley
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13-12-2025 - 12:02 am
Tres dinámicas interrelacionadas son claves para entender la desigualdad: la concentración de la riqueza en la cúspide, la insuficiente tributación sobre capital y herencias, y la erosión de los salarios reales frente a la valorización de activos.

El sino del escorpión ha agotado la lectura del Informe Mundial sobre Desigualdad 2026 y ha confirmado sin lugar a dudas que la desigualdad no es un accidente, sino el resultado de decisiones políticas y estructuras económicas claramente dirigidas a concentrar la riqueza y el poder del planeta en unas pocas manos; una situación injusta a lo bestia que exige inmediatas respuestas fiscales y sociales coordinadas a nivel nacional y global, para combatir tamaño desfiguro.
Esta sería la conclusión más obvia de esta última reporte del World Inequality Lab, editado por cuatro de los mayores expertos en políticas económicas de la actualidad: Lucas Chancel, Ricardo Gómez-Carrera, Rowaida Moshrif y el mismísimo Thomas Piketty, autor de clásicos estudios de la economía que revelaron el verdadero rostro expoliador del capitalismo, como El capital en el siglo XXI (2013), Capital e ideología (2019) y Una breve historia de la igualdad (2022).
Además de los nombres anteriores, el informe se apoya en una red de más de 200 investigadores afiliados al World Inequality Database (WID), que colaboraron en la investigación de capítulos y apartados por cada región y país, además de realizar contribuciones técnicas y de revisión por pares, elementos que devienen esenciales en el desarrollo del informe de casi 300 páginas.
Además, insiste el alacrán, el informe llega en un momento clave de otra crisis del capitalismo (sí, una más), en la cual las promesas de recuperación luego de tantas crisis sucesivas se topan de frente con realidades económicas radicales a escala global: salarios estancados para la mayoría, activos financieros que se valorizan para unos pocos y estados que recortan gasto social justo cuando más se necesita. El reporte subraya entonces que la desigualdad es tanto una cuestión de distribución como de institucionalidad: no basta con crecimiento económico (ese otro gran fetiche) si la repartición de la renta y la riqueza favorece sistemáticamente a las élites económicas.
En términos periodísticos, el informe le dice al venenoso con toda claridad que la desigualdad ya dejó de ser un mero dato técnico para convertirse en el eje que explica por qué la polarización política, por qué el estancamiento de la movilidad social y por qué la confianza en las instituciones se desploma por todos lados. Tres dinámicas interrelacionadas son claves para entender la desigualdad, reporta el Informe: la concentración de la riqueza en la cúspide, la insuficiente tributación sobre capital y herencias, y la erosión de los salarios reales frente a la valorización de activos. Estas dinámicas alimentan una espiral donde la riqueza genera más poder político y mayor capacidad para moldear normatividades y reglas a favor de intereses particulares siempre cuestionables por conflictos de interés.
En momentos en que los multimillonarios del mundo se sienten atacados y abogan por el derecho a la desigualdad y su derecho a no pagar más impuestos (Salinas Pliego dixit), las afiladas recomendaciones del reporte son claras y políticamente exigentes: impuestos progresivos sobre la renta y la riqueza, impuestos a las herencias, fortalecimiento de la fiscalidad corporativa y mayor inversión pública en salud, educación y protección social.
Como comprueba este documento, no se trata sólo de recaudar más, sino de diseñar sistemas fiscales que reduzcan la capacidad de acumulación extrema a la que se han dirigido las políticas económicas liberales y neoliberales sin piedad, sistemas fiscales diseñados específicamente para financiar bienes públicos que sostengan la igualdad de oportunidades. A lo anterior, el informe añade la necesidad legal de la plena transparencia patrimonial y de medidas que limiten la elusión y la evasión fiscal transnacional, un punto crucial en un mundo donde el capital se mueve con facilidad entre jurisdicciones.
Para América Latina y otras regiones con históricas desigualdades estructurales, las lecciones del informe son dobles: por un lado, la urgencia de políticas redistributivas; por otro, la necesidad de fortalecer capacidades estatales para implementar reformas que no sean capturadas inmediatamente por intereses privados. La política fiscal redistributiva debe ir acompañada de reformas laborales, regulación financiera y políticas industriales que creen empleos decentes y reduzcan la dependencia de rentas de capital.
Otro de lo puntos más destacados a juicio del escorpión, es que el informe conecta desigualdad y sostenibilidad, algo que llega al corazón del capitalismo industrial: la crisis climática y la desigualdad se retroalimentan. Las poblaciones más vulnerables sufren primero y más, mientras que las emisiones históricas de gases y la acumulación de activos ligados a combustibles fósiles concentran beneficios en pocos actores. Por eso, si realmente se persigue efectividad de acciones en materia de sostenibilidad y ecología, las innumerables transiciones verdes abusivas, deben rediseñarse con justicia distributiva, combinando impuestos ecológicos progresivos con transferencias y reconversión laboral para no reproducir nuevas formas de exclusión.
Para lograr que, en medio de esta profunda crisis, pueda sobrevivir algún modelo efectivo de la democracia redistributiva, entendida como un espacio para la negociación colectiva de demandas y exigencias de igualdad, los gobiernos deben reconocer que la desigualdad es política y actuar en consecuencia.
Este Informe sobre Desigualdad 2026 no ofrece recetas mágicas, reflexiona el alacrán, pero sí el mapa de un camino difícil, tortuoso y no sin resistencias poderosas. Hay que realizar reformas fiscales históricas (ahí te quiero ver Secretaría de Hacienda) y lograr transparencia y políticas públicas redistributivas. Sin ellas, el mentado crecimiento al que tantos le prenden veladoras se mantendrá como lo que ha sido hasta ahora, un privilegio para que pocos concentren cada vez más riqueza y poder, mientras la mayoría recibe promesas vanas de progreso e igualdad.
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13-12-2025 - 12:01 am
O acaso ¿echando del partido a personajes como Evelyn Salgado o Adán Augusto López vendría la redefinición de izquierda que reclaman los más ideológicos? ¿No sería sólo una purga autoritaria? o no será ¿qué esa desviación ideológica pautada por López Obrador exhibe la falta de debate político en un morenismo que parece más preocupado por conservar canonjías que por impulsar un proyecto de izquierda democrática?

“Por el bien de todos, primero los pobres”, fue la frase de lanza de la estrategia electoral del morenismo que habría de llevar a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República; también, la oferta de que llegando al poder rescatarían al campo del olvido en que lo habían dejado los gobiernos neoliberales; luego vendría la recuperación simbólica de los pueblos originarios -recuperación que se refrenda con el polémico libro Grandeza- y la exigencia, a la corona española, para que a esos pueblos se les pida perdón por los abusos cometidos por las tropas de Hernán Cortés o Nuño de Guzmán durante el proceso de conquista y colonización.
En este tipo de pronunciamientos y en frases, como “no somos iguales”, “la mafia del poder”, “los medios fifís”, “las benditas redes sociales”, “no mentir, no robar, no traicionar al pueblo”, “clase media, conservadora, aspiracionista y egoísta” y muchas más con seductores vestuarios discursivos se refrendan las ideas fuerza del wokismo que es la antítesis de la filosofía clásica de izquierda que siempre sostuvo una visión universal.
La obra más militante de Carlos Marx: El Manifiesto del Partido Comunista pontifica, por ejemplo, que la “historia, es la historia de la lucha de clases” y por eso plantea revertirla en favor de quienes producen valor bajo la proclama: Proletarios el mundo, uníos, sin embargo, esta expresión universalista quedó deteriorada moralmente por los crímenes que se cometieron durante las dictaduras comunistas del llamado bloque soviético.
Está orfandad ideológica llevó a que la izquierda reformulara sus paradigmas epistemológicos y en la última década da un giro copernicano, hacia categorías menos repulsivas adoptando las que provienen de la llamada filosofía woke que surge con el movimiento a favor de los derechos civiles, la lucha contra la discriminación social y el racismo en los estados sureños estadounidenses. Incluso, coincide con Norberto Bobbio, quien con entusiasmo reconoció que la humanidad “vive un tiempo de derechos”.
Susan Neiman, la brillante filósofa estadounidense que se autodefine como de izquierda, ha publicado un libro que sacude el pensamiento político de las izquierdas: La izquierda no es woke (Debate, 2024), cuestionando lo que identifica como woke al que reconoce metafóricamente como un “inmenso centro comercial universal” que se manifiesta a través de la defensa de derechos de los grupos sociales más heterogéneos.
Y es que el también llamado progresismo transita la avenida de “donde hay una necesidad, hay un derecho”, pero, también, en iniciativas de rediseño institucional como empieza a ocurrir en nuestras universidades públicas quebradas financieramente (véase de mi autoría: Autocracia y Universidad: el conflicto entre los poderes públicos y la Universidad Autónoma de Sinaloa 2023-2025).
La fragmentación social, nos dice Neiman- sacrifica el universalismo en favor de lo identitario, lo tribal, y es ahí, donde, empieza el problema de la izquierda contemporánea que ha dejado sus principios más universales (la igualdad, la libertad, la distribución de la riqueza) para reconocer, discursivamente, en las identidades políticas fragmentadas (LGBT, género, víctimas…) sólo conflictos de poder y no demandas de igualdad universal.
Peor, esta toma de posición, cuando es un mecanismo de movilización y reclutamiento político e ideológico para la conquista y conservación del poder que es muy revelador en el caso del llamado “humanismo mexicano”, una etiqueta ideológica que es útil para renombrar cualquier política propia como moralmente superior.
Un ejemplo son las ofertas que se ofrece la 4T en las campañas electorales que luego se desvanecen dejando pasmados a los colectivos que compraron la idea y luego, cuando exigen su cumplimiento, son calificados de derechas y todo ese lenguaje duro que busca desacreditar reclamos legítimos. y en contrapartida, monta todo un andamiaje que genéricamente se reconoce como cambio de régimen que en ninguna forma es propiamente un gobierno de izquierdas, al menos, no en los términos universales.
Y hay muchos morenistas, sobre todo los que vienen de partidos ideológicos, que se preguntan, cómo lo hace con desespero Alejandro Páez en su más reciente colaboración: ¿Es de izquierda la 4T? que luego enlaza con otras preguntas igualmente desafiantes para la grey obradorista: “¿Por qué tiene tanto miedo, entonces, a deshacerse de los que no son de izquierda? ¿Por qué cobija a gente como Evelyn Salgado, Adán Augusto López Hernández, Ricardo Monreal, Pedro Haces, Ricardo Gallardo o Adrián Rubalcava, entre tantos muchos? ¿Por qué los encumbra, cuando abiertamente son cualquier cosa, menos izquierda? ¿Por qué el miedo de la 4T a ser realmente de izquierda?"
Las respuestas, quizá, están en su fundación como partido “cacha todo”. Así encontramos en este partido conviviendo a expriistas nacionalistas con expriistas neoliberales. A exguerrilleros con panistas doctrinarios. Tecnócratas priistas con ideólogos comunistas. Y en ese tinglado bizarro de perfiles sigue siendo decisiva la influencia de Andrés Manuel López Obrador y su grupo de operadores políticos mayoritariamente priista.
Entonces ¿cómo autodefinirse como un partido de izquierda en el sentido del universalismo? si no solo está construido con esos nombres poderosos sino con aquellas ideas identitarias más cerca de la propaganda que de una cosmovisión universal.
Ahora bien, imaginemos un congreso de Morena donde una mayoría echa a todos estos personajes bajo el argumento de que no son de izquierda ¿qué pasaría con lo sustantivo, lo que subyace al pensamiento woke? ¿con la visión clientelar? ¿se eliminaría siendo electoralmente útil?
Y es que atrás de esas frases cautivadoras se encuentra mucho de la identidad del Movimiento de la 4T y eso llamaría a construir sobre la esencia de la izquierda histórica. Dejar el tribalismo woke para reconocerse en el universalismo clásico. Y la pregunta es ¿qué lugar ocupa la izquierda ideológica en el partido? Realmente la nomenklatura morenista ¿quiere hacer esa mudanza ideológica?
O acaso ¿echando del partido a personajes como Evelyn Salgado o Adán Augusto López vendría la redefinición de izquierda que reclaman los más ideológicos? ¿No sería sólo una purga autoritaria? o no será ¿qué esa desviación ideológica pautada por López Obrador exhibe la falta de debate político en un morenismo que parece más preocupado por conservar canonjías que por impulsar un proyecto de izquierda democrática?
En definitiva, en la izquierda mexicana existe un problema de concepción y estrategia cuando por un lado se cuestiona el poder de personajes impresentables, mientras por el otro parece aceptarse sin más el maniqueísmo woke que los mismos personajes muy hábilmente han adoptado con fines clientelares para la conservación autocrática del poder, no para hacer realidad la utopía de “Primero los pobres....”
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12-12-2025 - 12:05 am
Así, son las calles y el terreno y no sólo el escritorio y las pantallas, el espacio natural del obradorismo, que desde tiempos donde era más complejo el contacto y sin las ventajas del mundo digital, supo hacer contacto con el mundo real, mientras enfrentaron el acoso y el estigma de, por ejemplo, las voceras más representativas de la derecha mexicana.
En agosto de 2004, el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, convocó a una protesta en el Zócalo para oponerse a lo que él llamaba “un complot” de la derecha, fraguado con los llamados videoescándalos ese año y, en mayo, con la canallada del desafuero.
La asistencia fue de decenas de miles de personas. Organizada al vapor y en tiempos ajenos a las redes sociodigitales, esa concurrencia fue, por ejemplo, unas cincuenta veces mayor a la marcha convocada por Gilberto Lozano y FRENAA en 2020.
En 2005, cuando el golpista desafuero se consumó y Fox y su runfla de hampones estaban dispuestos a llegar a las últimas consecuencias de su autoritarismo, el 7 de abril de ese año, López Obrador convocó a la gente al Zócalo. Mientras, en el canal dos de Televisa, en su barra cacofónica y deplorable de chismarrajos matutinos, la conductora Andrea Legarreta, devenida en politóloga estrella del PRIAN, sugería a la gente que si no tenía que hacerlo, mejor no saliera de su casa, a la par de que Fox y Martha Sahagún, desde el Vaticano, decían que México daba un ejemplo al mundo de legalidad y de paz. Pese a eso, y de nuevo en tiempos previos al Twitter y WhatsApp, la convocatoria a las calles fue atendida por unas cien mil personas, o sea unas trescientas veces mayor que alguna marcha de los llamados Chalecos amarillos de 2019.
Poco después, el 27 de abril, pese a la antidemocrática barrera mediática existente contra el perredismo en general, López Obrador convocó a la marcha del silencio en contra del golpe de Estado autoritario que fue el desafuero. Pese a las descalificaciones de Fox y Santiago Creel, y la amenaza de represión militar (que por fortuna la Secretaría de la Defensa no estaba dispuesto a convalidar), esa marcha se convirtió en la movilización más grande de la historia mexicana en las últimas décadas.
Asistieron casi un millón y medio de personas, en una manifestación sin precedentes que atiborró desde La Fuente de Petróleos hasta el Zócalo, mientras Fox y la prensa aliada a él, mentían con que sólo habían ido cien mil personas, a pesar de que las fotografías mostraban lo contrario y a pesar de que en todo el mundo hubo expresiones de repudio al desafuero. Se recuerdan aquí por ejemplo las expuestas por los premios Nobel Adolfo Pérez Esquivel o José Saramago, o la de los escritores inglés y polaco Salman Rushdie y Riszard Kapusziński, por ejemplo.
Esa marcha antidesafuero, también gestada en tiempos donde no había teléfonos inteligentes y, esa sí, con todo en contra, incluidas amenazas de represión, fue cincuenta veces más grande que la mayor concentración de, por ejemplo, la llamada Marea rosa del año pasado.
Y lo mismo podría decirse de la marcha del “voto por voto” de agosto de 2006, con casi dos millones de asistentes. Y las multitudinarias concentraciones de la Convención Nacional democrática y la del llamado gobierno legítimo, con un Zócalo lleno tanto el 16 de septiembre como el 20 de noviembre de ese año. O la del aniversario de la convención nacional democrática en el verano de 2007.
O, asimismo, las manifestaciones masivas de marzo y abril de 2008 en contra de la privatización del petróleo, que comenzaron con una convocatoria espontánea, de un día para otro ante el albazo legislativo, pero aún así convocaron a 20 mil personas en su primera concentración, y a cientos de miles para las subsecuentes, y que pronto tendrían una militancia registrada y credencializada, dispuesta a mantenerse en resistencia civil, que nutría a los números de afiliados al gobierno legítimo, que para ese año de 2008, rondaba los dos millones de personas.
Aun suponiendo que se tratara de números inflados o sobredimensionados, cualquier actor político que logre movilizar tales cantidades de personas, con todo en contra, en tiempos donde la internet no tenía las redes actuales y sin teléfonos celulares, es un hecho muy relevante y representativo. Con esa cantidad de personas, por ejemplo, se logra fácilmente el registro de un partido político, cosa que en efecto se afianzó en tiempo récord en 2013, cuando Morena se afianzó como partido ante el INE, hecho que hoy no pueden lograr, pese a tener más facilidades de comunicación, gente como el grotesco Eduardo Verástegui, los trumpistas de México republicano, o los porros iletrados del PRD que hoy quieren fundar el partido Somos México.
Una vez llegado al poder, en 2018, el obradorismo no cejó su relación con las calles, donde en 2022 de nuevo llegó al millón de asistentes en una concentración, mientras sus informes de gobierno se hicieron en plaza pública con asistencia multitudinaria.
Eso explica que la Presidenta Claudia Sheinbaum haya convocado al Zócalo el pasado seis de diciembre, donde la asistencia fue, como ha sido una práctica usual en el obradorismo desde hace veinte años, de cientos de miles de personas, en un ejercicio de politización y de neutralización contra las ínfulas más agresivas de la derecha obtusa mexicana, esa que ve en la estridencia vergonzante y en la delictiva evasión fiscal su nuevo proyecto de Nación.
La convocatoria es exitosa porque no es una ocurrencia o una espontaneidad. Es un hábito consumado del obradorismo que empezó a gestarse hace décadas, bajo el convencimiento de que para triunfar en política en un país como México, con oligopolios mediáticos y poca actitud democrática, hay que hacer política cara a cara, calle a calle, palmo a palmo, no para solamente llevar información sino para recibirla y crear socialización de ideas.
Así, son las calles y el terreno y no sólo el escritorio y las pantallas, el espacio natural del obradorismo, que desde tiempos donde era más complejo el contacto y sin las ventajas del mundo digital, supo hacer contacto con el mundo real, mientras enfrentaron el acoso y el estigma de, por ejemplo, las voceras más representativas de la derecha mexicana, sea Andrea legarreta en 2005 o Patricia Chapoy en 2025, empeñada en tildar de “acarreados priistas” a los asistentes al Zócalo.
La relación del obradorismo y las calles ha sido una constante, como constante ha sido también la falta de comprensión de sus adversarios de este fenómeno, al cual no sólo quieren interpretar con términos caducos, sino que sobre todo quieren descalificar, sin notar que al hacerlo, no sólo reproducen el nivel de Chapoy, sino que, ante todo, se descalifican a sí mismos.
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12-12-2025 - 12:04 am
Si la Presidenta no toma el control del partido y regresa al abrigo original que tanto a ella como a López Obrador les brindó el pueblo, Morena se convertirá en un botín de guerra para camarillas y canallas que buscan sólo su beneficio personal al abrigo del poder.
En los comicios del 2024 se colaron a las listas de candidatos de Morena muchos impresentables. Gente que, enquistada en las estructuras facciosas del partido, muchas de las cuales están secuestradas en los estados de la República, impusieron a sus incondicionales como candidatos en algunos distritos electorales y a otros los colocaron en las listas regionales de legisladores plurinominales. Muchos de ellos no se sienten comprometidos con la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, ni con su proyecto de gobierno. Ese tufo de discordia permea tanto a la fracción presuntamente gobiernista en el Senado de la República y como en la Cámara de Diputados de la Federación.
Esto ha permitido que senadores y diputados federales sean pastoreados por dos sujetos que se sienten intocables al frente de sus serviles cofradías, al grado que se han atrevido a enmendarle la plana a la mandataria del país, con correcciones o enmiendas a sus iniciativas de reformas constitucionales, como sucedió en el caso del nepotismo y la prohibición de la reelección, diferidos para el 2030, a conveniencia de los grupos facciosos aferrados parasitariamente a las estructuras de poder. Son políticos del viejo cuño, envilecidos por el insano placer de la ostentación, del dispendio, del tráfico de influencias y los negocios turbios en lo oscurito.
Por eso, en el camino hacia las elecciones del 2027, cuando se renovará la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo tiene que tomar el control de los poderes que son complementarios para consolidar el segundo Piso de la Cuarta Transformación. Para que la próxima Cámara de Diputados esté incondicionalmente comprometida con el proyecto de la Cuarta Transformación, con sus principios y su compromiso de servir honrada y lealmente al pueblo, es obligado que la Presidenta tome el control de partido.
Para que bajo su escrutinio, Morena entre en un franco proceso de purificación, para expulsar a las alimañas que se han adueñado de las estructura partidista, dejando fuera al pueblo auténtico, que desde sus orígenes, en forma desinteresada y motivado por la esperanza, apoyó en los comicios del 2018 a Andrés Manuel López Obrador y en el 2024 a Claudia Sheinbaum Pardo. Ese pueblo que no tiene presencia significativa en las estructuras del partido, que incluso fue expulsado de Morena, a pesar de que siempre acompañó a los originales fundadores del Movimiento de Regeneración Nacional sin pedir nada a cambio, más que el respeto a sus sueños y esperanzas por el cambio verdadero.
En muchos estados de la República hay un enorme capital político que sigue siendo leal a López Obrador y ha transitado en sus afectos incondicionales hacia la Presidenta Sheinbaum Pardo. Ese pueblo, al llamado de la Presidenta, irá a votar en el 2027 y en el 2030, pero no por los candidatos de Morena, sino por el proyecto de la Cuarta Transformación que está mucho más allá de los vulgares apetitos que pudren al partido en algunas entidades del país.
Nadie se puede decir engañado en el proyecto de la Cuarta Transformación. Todo mundo sabe que hay cacicazgos intolerables, como el de los Monreal Ávila en Zacatecas, que para cumplir sus ambiciones podría traicionar a la Presidenta y conservar la gubernatura de esa entidad compitiendo al amparo de aliados con vocación de traidores, como el Partido del Trabajo y el Verde Ecologista.
Igual, todo mundo identifica a la cofradía de Guerrero, que en forma indigna y miserable rinde homenaje a los represores del pueblo, en una estado en el cual la historia está escrita con el dolor y la sangre de los mártires de la guerrilla y en donde se impone, por sobre todo, la voluntad de Félix Salgado Macedonio, el padre de la Gobernadora Evelyn Salgado Pineda, que poco o ningún significado tiene debido a la grosera sombra de su padre.
Nadie puede ignorar que en Tabasco gravita sobre los poderes formales la cofradía perversa de Adán Augusto López, manchado por la fundada sospecha de sus inconfesables relaciones y negocios que tienen vasos comunicantes con personajes del crimen organizado, que salpican de lodo a Morena y al partido de la Cuarta Transformación. Y sume usted a una amplia legión del mal que se ha fortalecido, paso a paso, región por región, en torno a gobernadores que tienen alma de caciques y que se aprestan a imponer sus impresentables candidatos en el 2027.
Por eso la Presidenta debe tomar el control y el poder en Morena. Y si la actual dirigente, Luisa María Alcalde Luján, carece del ánimo bien templado de una voluntad comprometida con los valores y fines de la Cuarta Transformación, debe ser relevada en el cargo por alguien que desde ahora construya los muros que impidan el asalto de los filibusteros de la política, de los hipócritas y cínicos que jamás tendrán ni el aprecio ni el reconocimiento de las personas honradas y buenas. Igual tendría que considerar la Presidenta si tiene sentido que permanezca en un puesto clave de Morena, Andrés Manuel López Beltrán, sujeto de pocas luces y méritos políticos irreconocibles, que gravita en las estructuras del partido sólo por la luz que le irradia su muy querido y respetado padre.
De la misma forma como fue defenestrado el ineficiente Fiscal Alejandro Gertz Manero, convertido en una calamidad y lastre para el proyecto de la Cuarta Transformación, y con argumentos similares, sean públicos y discretamente reservados, hay otros personajes de la vida pública que deben ser jubilados, porque dañan el proyecto de la Cuarta Transformación y son un permanente riesgo de traición para la Presidenta.
La mandataria no puede confiar en la lealtad de los coordinadores parlamentarios Adán Augusto López Hernández, en el Senado de la República, y Ricardo Monreal Ávila, en la Cámara de Diputados. El proyecto de la Cuarta Transformación no puede estar sujeto a los humores y rencores de estos personajes, de sus chantajes y traiciones, de sus apetitos de poder, de sus encubrimientos y de sus insanas complicidades, con sujetos como el privilegiado Diputado Pedro Haces Barba, que abriga en su organización sindical CATEM, a personajes que el propio gobierno de la Cuarta Transformación vincula al crimen organizado. A este presunto líder sindical lo encumbró Ricardo Monreal Ávila, quien formalmente lo hizo su brazo derecho para manipular y someter a la fracción parlamentaria morenista en el Palacio Legislativo de San Lázaro.
Habría que rescatar algunos de los conceptos expresados por la Presidenta Sheinbaum Pardo en la carta que el domingo 4 de mayo del 2025 envió a los participantes en el Consejo Nacional de Morena.
Entonces, se los dijo por escrito: “Todos los militantes de Morena deben conducirse con honestidad, humildad y sencillez. La parafernalia del poder es del pasado de corrupción y privilegios, no de Morena. No caigamos nunca en la frivolidad, en el consumismo y la ambición por el poder y el dinero”.
Agregó Claudia: “No es de nuestro Movimiento viajar en aviones o helicópteros privados, o tener como anhelo portar ropa de marca, o tratar mal a las personas, o andar con guardaespaldas y un séquito de camionetas para ir de un lado a otro, o comer en restaurantes caros. Morena es humildad. Morena no mira a nadie de arriba abajo a menos que sea para ayudar a levantarse. Hagamos de la solidaridad, la fraternidad, el amor al prójimo, el amor al pueblo, los valores más importantes. Luchemos siempre contra la discriminación, el racismo, el clasismo, el machismo”.
Fue reiterativa la Presidenta en su exigencia de que nunca se permita el amiguismo, el influyentismo y el nepotismo. Les recomendó, luego de que las cámaras de senadores y diputados le enmendaran groseramente la plana en su reforma constitucional, que es indispensable que aún cuando en la Carta Magna se pospuso la prohibición del nepotismo hasta los comicios del 2030, en Morena deberían aplicarse desde el 2027.
Insistió Claudia Sheinbaum en que, para definir las candidaturas de Morena, no se permita el uso de anuncios espectaculares, la promoción de servicios privados, las campañas de odio en contra de otros participantes en las encuestas y evidentemente el uso de recursos públicos. Les recomendó que vayan casa por casa, con volantes, trípticos y carteles. “Nos indigna la discriminación, el clasismo, el racismo y el machismo, la desigualdad y la pobreza y lucharemos hasta el último día de nuestras vidas porque las y los mexicanos puedan comer tres veces al día comida saludable, puedan tener acceso a la educación, a la salud, al vestido y a la vivienda”, fue uno más de sus vehementes exhortos, que muy pocos han atendido.
Ese domingo 4 de mayo del 2025 el Consejo Nacional de Morena emitió lineamientos de conducta para la militancia del partido, que muchos tratarán de violar.
Como el que define que son conductas contrarias a los principios del Movimiento, el participar en la elección para una Presidencia Municipal, regiduría, sindicatura, Diputación federal o local, Senaduría, Gubernatura, Jefatura de Gobierno, Presidencia de la República o cualquier cargo al interior del partido, cuando se tenga o haya tenido en los últimos tres años anteriores al día de la elección un vínculo de matrimonio o concubinato o unión de hecho, o de parentesco por consanguinidad o civil, con la persona que esté ejerciendo la titularidad del encargo para el que se postula.
También se advirtió a la militancia que es contrario a los principios del Movimiento de Regeneración Nacional buscar la postulación por un partido político aliado distinto a Morena, ya sea nacional o local, bajo cualquier figura de coalición o candidatura común, con el propósito de eludir la prohibición del nepotismo electoral.
Si la Presidenta no toma el control del partido y regresa al abrigo original que tanto a ella como a López Obrador les brindó el pueblo, Morena se convertirá en un botín de guerra para camarillas y canallas que buscan sólo su beneficio personal al abrigo del poder. Eso sería el primer paso concreto para generar profundo desencanto en el pueblo, que muchas esperanzas ha puesto en una verdadera y perdurable transformación del país, en donde los más pobres, los desvalidos, los siempre abandonados, puedan tener una razonable esperanza de alcanzar la felicidad en un mundo mejor y diferente, lejos de los traidores, los cínicos, los corruptos y los sinvergüenzas.
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12-12-2025 - 12:03 am
El nombramiento de la Pasión de Iztapalapa como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, nos obliga a valorar el verdadero peso cultural del país en el tablero global: México es el país de América con el mayor número de bienes reconocidos por la UNESCO, superando los 50 elementos al sumar los bienes tangibles y los intangibles. ¡Somos una superpotencia de la memoria!

La noticia que llegó esta semana desde Nueva Delhi, que para mí resultó totalmente inesperada, no puede pasar como un simple comunicado cultural: la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) inscribió la representación de la Pasión de Cristo de Iztapalapa en su prestigiosa lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Más allá de la celebración oficial, este nombramiento es un poderoso espejo de las contradicciones, la inmensa riqueza y los desafíos que, a pesar de todo, siguen definiendo a México como una potencia cultural mundial.
El hecho de que una tradición nacida en 1843 --como promesa comunitaria para erradicar una devastadora epidemia de cólera--, obtenga tan importante galardón mundial es, en sí mismo, un reportaje que hay que saber leer.
Pienso que para valorar cabalmente el significado de esta distinción, hay que empezar por aclarar su naturaleza. No se reconoce la belleza inerte de un monumento, sino la voluntad inquebrantable y la compleja organización social de los Ocho Barrios ancestrales de Iztapalapa que año tras año montan un Viacrucis que moviliza a millones de personas. Hay que tener claro que la UNESCO no premia la fe religiosa per se; premia la resiliencia social, la capacidad de un pueblo de mantener su memoria colectiva y su identidad viva frente al embate de la gentrificación, la inseguridad crónica y la amnesia urbana.
Este reconocimiento a Iztapalapa, la demarcación más densamente poblada y a menudo estigmatizada de la Ciudad de México, un territorio con grandes rezagos urbanos, lanza un mensaje directo al corazón del país: la identidad más potente, el patrimonio vivo que nos define en el siglo XXI, no reside necesariamente en las zonas turísticas o en los monumentos de piedra pulcra, sino en el músculo social de sus periferias y en la profunda convicción de sus comunidades originarias.
El nombramiento de esa tradición con 182 años de historia nos obliga a refrescar la memoria sobre el verdadero peso cultural del país en el tablero global. No es un dato para el orgullo patriotero, sino una realidad geopolítica: México es el país de América con el mayor número de bienes reconocidos por la UNESCO, superando los 50 elementos al sumar los bienes tangibles (Patrimonio Mundial) y los intangibles (Patrimonio Cultural Inmaterial). ¡Somos una superpotencia de la memoria!
La Pasión de Iztapalapa se une a una lista de tradiciones que han logrado el estatus de Patrimonio Inmaterial, demostrando la vasta pluralidad cultural que la UNESCO busca proteger. Hablamos de la Cocina Tradicional Mexicana, reconocida en 2010 como un sistema cultural completo; del Mariachi (2011), cuya música trasciende la fiesta para convertirse en un lenguaje emocional nacional; las fiestas indígenas dedicadas a los Muertos (2008), que transforman el luto en celebración.
Este inventario de saberes esenciales también incluye la ceremonia ritual de los Voladores de Papantla (2009), la Charrería (2016), la Pirekua o canto purépecha (2010), la Romería de Zapopan (2018), el Bolero (2023) y la Talavera de Puebla (2019). Lo que distingue a México es la persistencia vigorosa de su presente cultural.
La lista, que asombra, se extiende también a la herencia monumental, el llamado Patrimonio Mundial, que traza la historia y la geografía de la Nación. La nómina de bienes tangibles, que asciende a más de 30 sitios, es un recorrido por la civilización. El patrimonio prehispánico es vasto e imponente: va desde la Ciudad Prehispánica de Teotihuacán (1987) y Palenque (1987), hasta Chichén Itzá (1988), El Tajín (1992), Uxmal (1996), y el sitio de Xochicalco (1999). Incluso la Ciudad Prehispánica de Calakmul (2002/2014) goza de una designación mixta por su inmensa selva.
El virreinato y la modernidad se hacen presentes también con ciudades enteras, donde la arquitectura y el trazado urbano son el valor: el Centro Histórico de la Ciudad de México y Xochimilco (1987) encabeza la lista junto a Oaxaca y Monte Albán (1987). Le siguen ciudades como Santa fe de Guanajuato (1988), Puebla (1987), Morelia (1991), Zacatecas (1993), Santiago de Querétaro (1996) y Campeche (1999).
El legado religioso, a su vez, se ve en los primeros monasterios del siglo XVI en las laderas del Popocatépetl (1994) y las misiones de la Sierra Gorda de Querétaro (2003). Incluso la logística histórica tiene su sitio con el extenso Camino Real de Tierra Adentro (2010), la columna vertebral del comercio colonial.
Finalmente, el patrimonio natural mexicano, esencial para la biodiversidad global, está protegido en áreas como la Reserva de la Biósfera de Sian Ka'an (1987), el Santuario de Ballenas de El Vizcaíno (1993), las Islas del Golfo de California (2005) y la reserva de la biósfera de la Mariposa Monarca (2008). Estos sitios demuestran que el valor de México es integral, cubriendo la historia humana y el medio ambiente.
Pero si bien la celebración de Iztapalapa es justa y se inscribe en esta vasta riqueza, el reconocimiento internacional trae consigo una factura y una advertencia. El título de la UNESCO es una espada de doble filo: si bien obliga al Estado --los gobiernos de los diferentes niveles--, a destinar recursos para la salvaguardia y blindar la tradición a nivel legal, también la convierte en un objeto de deseo para el turismo masivo y los intereses comerciales. El riesgo es que la esencia del sacrificio y la promesa de la Pasión se diluyan en el simple espectáculo.
Las autoridades tienen la responsabilidad de garantizar que este título no sirva para maquillar problemas de fondo, sino para proteger y fortalecer el tejido social de los Ocho Barrios. El verdadero patrimonio que la UNESCO ha querido resguardar no es sólo la puesta en escena, sino la compleja maquinaria comunitaria que la organiza y la hace posible. El desafío periodístico es vigilar que ese regalo cultural no se convierta, por la ambición o el descuido, en una simple mercancía turística. Es la hora de proteger la memoria viva. Válgame.
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12-12-2025 - 12:02 am
La facilidad con la que el crimen organizado ha penetrado los sindicatos en México tiene que ver fundamentalmente con la falta de transparencia. Una buena parte de los sindicatos en nuestro país están vinculados al poder en turno, prestan servicios de control político y electoral a cambio de una especie de patente de corso.

La detención de Edgar Rodríguez Ortiz, el “Limones” o el “Cítrico”, vuelve a poner sobre la mesa un asunto cada día más delicado en el país: los vínculos de algunos sindicatos con el crimen organizado. Hace unos meses en Jalisco fue detenido Nazario Ramírez, otro líder sindical, por motivos similares. El “Limones” operaba en Durango, particularmente en la zona de la Laguna, para una fracción del Cártel de Sinaloa y estaba vinculado a la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México, la CATEM, el sindicato preferido de la llamada Cuarta Transformación y cuyo líder, Pedro Haces, no sólo es Diputado por Morena sino uno de los operadores más importantes de Ricardo Monreal en la Cámara baja. Nazario Ramírez operaba para el Cártel Jalisco Nueva Generación, perteneció a la CTM, controlaba la obra pública y la venta de materiales de construcción, y trabajaba por igual con gobiernos de Movimiento Ciudadano en Jalisco que con el de Morena en Puebla
Ambos casos comparten elementos comunes: un cártel, una central obrera, un líder sindical que se llama a engaño, montones de empresas extorsionadas y políticos en edad de merecer que se tomaron fotos a rabiar con estos personajes oscuros para luego negarlos tres veces antes de que cantara el gallo.
Los vínculos de sindicatos con el crimen organizado no son nuevos en México ni en el mundo. El caso de Jimmy Hoffa es quizá el más conocido, pues su historia fue llevada al cine, sin embargo, tanto en Estados Unidos como en Italia, Brasil, Rusia o México la relación entre el crimen organizado y los sindicatos está vinculado a la extorsión y el control de algunos negocios como construcción, recolección de basura, transporte y operación de puertos, entre otros.
La facilidad con la que el crimen organizado ha penetrado los sindicatos en México tiene que ver fundamentalmente con la falta de transparencia. Una buena parte de los sindicatos en nuestro país están vinculados al poder en turno, prestan servicios de control político y electoral a cambio de una especie de patente de corso. No es gratuito que haya tantos líderes sindicales convertidos en verdaderos potentados, el caso más reciente y evidente es el de Pedro Haces, pero antes están Romero Deschamps en el sindicato de Pemex, Elba Esther Gordillo, en el sindicato de Educación, protegida primero por el PRI y luego por el PAN, o el hoy también célebre miembro de la 4T, el líder del sindicato de mineros que nunca ha tomado un pico o una pala, Napoleón Gómez Urrutia.
La penetración en los sindicatos es una señal, una más, de cómo el crimen organizado ha tomado el control de territorios y rentas, mucho más allá del tráfico de drogas. Sí, el narcotráfico sigue siendo importante para los cárteles, pero cada vez menos. Las rentas del crimen hoy las ponemos los mexicanos sea de manera directa, por extorsión, o indirecta, a través el incremento de costos de bienes y servicios que controla la mafia por diferentes vías, una de ellas, los sindicatos.
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12-12-2025 - 12:01 am
El tema es que México lleva casi 20 años con esta violencia contra periodistas. Parece que el silencio que se va imponiendo en diversos territorios, no solamente le es indiferente a las autoridades, también es funcional.

Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), México se ha convertido en el segundo país más letal del mundo para los periodistas, sólo detrás de Gaza. Es el síntoma de una descomposición institucional profunda, donde ni el Estado ni sus mecanismos de protección logran —o quieren— responder a la magnitud del riesgo. Hablar de la violencia contra la prensa es, hoy, hablar del deterioro democrático del país.
Es en ese contexto es que RSF identifica al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) como el principal depredador de periodistas en México. Su control territorial, su capacidad letal y su obsesión por gestionar la información mediante el terror son reales. Pero no podemos ignorar algo fundamental. En contextos de macrocriminalidad, como el mexicano, las fronteras entre Estado y crimen organizado se vuelven difusas. Cooptación, connivencia, omisión o colusión: las formas varían, el efecto es el mismo. En realidad, los grupos criminales actúan bajo el amparo y protección del poder público.
De hecho, Artículo 19 ha documentado durante años que la mayoría de las agresiones no letales contra periodistas proviene de agentes del Estado: policías que detienen arbitrariamente, funcionarios que hostigan, gobernadores que estigmatizan, fiscalías que persiguen judicialmente. Cuando el crimen mata y el Estado intimida, el resultado es una prensa arrinconada por dos frentes.
Y frente a esta doble violencia, dos grandes preocupaciones definen hoy la respuesta estatal. Una es la negación oficial, ese país “de libertades” donde informar mata. Mientras los datos colocan a México junto a una zona de guerra, el discurso presidencial insiste en que aquí se vive “la mayor libertad de expresión de la historia”. Esta narrativa no es sólo desconexión con la realidad; es una política de Estado. Si el poder niega la violencia, no siente obligación de atenderla. Si minimiza a las víctimas, tampoco se siente responsable de protegerlas. La negación genera impunidad, y la impunidad se convierte en combustible del siguiente ataque.
La otra preocupación se da en términos institucionales. El propio Mecanismo Federal de Protección para Personas Defensoras y Periodistas opera con deficiencias estructurales que desde hace años señalamos, y que el periodista y consejero de esa instancia, como Andrés Solís, han señalado con claridad: tardanza en las evaluaciones de riesgo, medidas ineficaces, falta de coordinación con autoridades locales, y un abandono operativo de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana que deja a periodistas desprotegidos en los momentos más críticos.
A ello se suma un dato demoledor del Espacio OSC: este año sólo el 25 por ciento de las solicitudes de incorporación al Mecanismo federal son aceptadas. Tres de cada cuatro personas que piden ayuda —porque su vida corre peligro— quedan fuera sin explicación clara y sin alternativas. Es una política de exclusión que, combinada con la impunidad, equivale a dejar vidas enteras en la intemperie.
No sorprende entonces que el crimen organizado actúe con la certeza de que no habrá consecuencias, mientras el Estado insiste en que todo está bajo control. En Gaza, esperemos, se vivió un genocidio contra la población y una masacre de periodistas en un contexto determinado. Si se avanza en los acuerdos de paz en dicha región, es muy probable que dicha violencia cese.
El tema es que México lleva casi 20 años con esta violencia contra periodistas. Parece que el silencio que se va imponiendo en diversos territorios, no solamente le es indiferente a las autoridades, también es funcional.
México no se volvió el segundo país más letal por accidente. Fue producto de años de omisión, discursos negacionistas, colusiones inconfesables y políticas de protección que funcionan a medias. Mientras se niegue la crisis y se desatienda la protección efectiva, el silencio seguirá avanzando más rápido que la democracia
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11-12-2025 - 12:04 am
En este momento, hay dos polos de esa supuesta “batalla cultural” en América: el trumpismo, es decir MAGA con su vocero en Argentina, y el México de la 4T. Al plantear que es una contienda “cultural” lo que trata de evadir la ultraderecha es aceptar que es una disputa política entre ricos y pobres, no entre “libertarios” y “zurdos de mierda”.
En años recientes la ultraderecha ha sostenido que está en una “batalla cultural”. Esta supuesta contienda sería por defender las ideas del conservadurismo tradicional, es decir, una idea de Nación que excluye por la apariencia física a los no-blancos y a los inmigrantes; la religión católica con su condena a la reproducción elegida y los géneros como preferencia; la fe en que existe un individuo autónomo que es responsable único de su destino en medio de toda una sociedad que hace cálculos de costo-beneficio hasta para decidir sobre sus relaciones amorosas; y por último, un estilo de vida basado en el consumo y el desperdicio. Así, la supuesta “batalla cultural” es una apología del viejo régimen con su racismo, pensamiento único, individualismo, y avaricia pero planteado con un lenguaje de rebeldía. Esta sería una más de sus contradicciones: plantear que la defensa de los más rancio de nuestra sociedad jerárquica, sumisa, y que admira al poderoso y desdeña al vulnerable, es una forma de novedad política que encarna el inconformismo. Esta ultraderecha se disfraza de moderna porque ve a la tecnología como un talismán mágico que resolverá todo, se abraza al comercio electrónico como signo de identidad personal, y plantea que la reducción del Estado es para acabar con la corrupción, que la privatización hasta de las calles y el agua es para desarrollar la innovación, que el fin de la Historia es para ya no hacer política porque las sociedades serán para siempre eternamente capitalistas y liberales, que primero hay que hacer crecer el pastel para luego empezar a pensar en repartirlo, que las desigualdades son buenas porque estimulan el esfuerzo de los que están hasta abajo, y que la soberanía nacional ya no existe porque cosas y dinero transitan libremente por las fronteras. Eso que hace cuarenta años se planteó como modernidad y pensamiento único, promovido desde las universidades, los medios masivos de comunicación, y las políticas públicas, ahora es el pasado abyecto de una sociedad que nunca llegó, no obstante que la mayoría se sacrificó, aguantó, y acabó por casi no poder comer, comprar una casa, o atender su propia salud. La ultraderecha plantea ese pasado como el último grito de la moda y piensa que con una disfraz de rebeldía, como tomar una motosierra, puede plantear el futuro. Ese quizás es su principal desventaja ahora, que sigue planteando futuros personales y no compartidos.
En este momento, hay dos polos de esa supuesta “batalla cultural” en América: el trumpismo, es decir MAGA con su vocero en Argentina, y el México de la 4T. Al plantear que es una contienda “cultural” lo que trata de evadir la ultraderecha es aceptar que es una disputa política entre ricos y pobres, no entre “libertarios” y “zurdos de mierda” o entre generaciones definidas, como los horóscopos, por su fecha de nacimiento, o entre gente que produce contra el Estado parásito. No. En realidad los ejes de esta confrontación no son sólo culturales o ideológicos sino de hacia quienes están dirigidas las políticas públicas y cómo esos grupos encuentran su representación política. Un ejemplo útil es contrastar a la Argentina de Javier Milei con el México de la 4T.
Veamos sus resultados. En el caso del gobierno de ultraderecha de Argentina, tenemos a un sólo sector económico beneficiado: las finanzas. Los que hace dinero del dinero, es decir, de especular con la avaricia ajena, son los ganones del régimen de Milei. La industria ha perdido casi 40 mil empleos, se han cerrado cerca de mil plantas de manufactura, la metalurgia tiene un impuesto de parte del Estado ---que Milei supuestamente iba a enterrar--- del 32 por ciento (el doble que en México), 33 por ciento de impuesto a la agricultura, y unas jubilaciones de 250 dólares al mes cuando unos jeans cuestan 150. El grupo social que sigue votando por Milei es el de los jóvenes de bajo nivel educativo a los que no llegan ninguno de los programas sociales, los desempleados, los policías y soldados, y los trabajadores independientes que no tienen ni seguridad social ni apoyos estatales. A estos corresponde la idea de la motosierra cuando lo que se plantea como futuro es destruir al Estado y que a los demás les vaya tan mal como a mí, es decir, que nadie tenga ayudas del gobierno para que aflore el mérito y el esfuerzo, para que nadie le deba nada a nadie. Es, pues, un electorado que se hizo de ultraderecha durante la pandemia cuyo confinamiento obligatorio vió como una restricción a su libertad y, de ahí, pasó a que era el gobierno el que se llevaba la riqueza que ellos producían. No el patrón capitalista. No los fondos buitres que ahogan a Argentina con sus tasas de interés impagables. No el FMI. El gobierno era el enemigo a descuartizar y sus beneficiarios fueron representados como vividores del dinero público. Pandemia y ultraderecha van de la mano. Hay una idea de contagio y de organismos ajenos invadiendo un cuerpo que no les corresponde. Dice Judith Butler sobre esto: “En ese contexto de “ansiedad “ y “temor “, el “género” se presenta como una fuerza destructiva, una influencia extranjera que se infiltra en el cuerpo político y desestabiliza la familia tradicional. De hecho, el género llega a presentar, o se vincula, con todo tipo de “infiltraciones” imaginadas en el cuerpo nacional: los inmigrantes, las importaciones, la alteración de la economía local por los efectos de la globalización”. Yo le agregaría la idea del contagio. Los pobres, los morenos, los indígenas, los gays, son capaces de difuminar sus características en el cuerpo social como una pandemia. Por supuesto es el ojo de quien los repele el que está ya contaminado de odio e inseguridades, pero la fobia a estos grupos la podemos ver incluso en la relación que la propia derecha hizo entre pobreza y delincuencia: sólo los pobres roban, sólo los morenos se van al crimen organizado. Los blancos y clase media jamás aceptarán que lavan dinero y compran facturas falsas y cocaína. También la comunidad LGBT y más es la única promiscua, es la única con enfermedades de transmisión sexual, es la única que aparatosamente nos impacta la inocente vista del paisaje. Hay un dicho entre los ultraderechistas que dice que ellos son superiores en todo a los demás, hasta en lo estético. ¿Qué quiere decir eso? La blanquitud como disposición mental hacia un imaginario europeo o norteamericano donde sólo hay blancos, lleva a la idea de los genes superiores: lo rubio, los ojos redondos, la nariz recta, los labios delgados. Esa misma blanquitud, es decir, la mente convencida por su opresor de que es inferior, lleva a amoldarse a los parámetros de lo bello global: todo lo que se asemeje a la estética indolora de unos audífonos blancos y tersos de Mac, Sydney Sweeney y sus jeans buenos, las curvas de los imposibles cuerpos de las películas.
La 4T de México es, en contraste con el argentino, un rescate del Estado mexicano. Sus principales beneficiarios son las familias que fueron orilladas a la pobreza por la contención de los salarios y el uso electoral de los programas sociales. La 4T aumenta el salario en 135 por ciento en siete años y despliega una gran cantidad del presupuesto del gobierno en ayudas directas, sean pensiones, becas, o empleos de reforestación, pero sin intermediarios para evitar que las dirigencias se queden con todos los recursos. Como en México los hogares tienen generalmente dos ingresos, uno formal y el otro informal, lamentablemente este último es de las mujeres de la casa, con ese doble componente, digo, es que aumentar los salarios y hacer de las ayudas gubernamentales derechos sociales en la Constitución, es que se saca de la pobreza a 13.5 millones de mexicanos. La CEPAL ha dicho en estos días que, de cada cinco latinoamericanos que salieron de la pobreza en años recientes, tres son mexicanos. Se han revitalizado empresas del Estado como Pemex y Electricidad, pero también, al aumentar el consumo, benefició a los comerciantes y a los servicios. La industria de manufacturas será la siguiente en ser beneficiada por la 4T con el Plan México y los polos regionales de la relocalización de proximidad geográfica con Estados Unidos y Canadá.
Así, si contrastamos ambos resultados, tenemos que, más allá de la supuesta “batalla cultural”, lo que tenemos es a grupos beneficiados y otros perjudicados. En el caso Argentino los beneficiados con desregulaciones y exenciones de impuestos son los corporativos financieros, las especulaciones inmateriales e inmediatas del comercio electrónico y las apuestas de las casas de bolsa. En el de México, un entramado más complejo de los pobres y los comerciantes, el turismo, los industriales, sobre todo, inversionistas extranjeros. En Argentina se alienta la revancha de desprotegidos contra pobres organizados mientras se generan ganancias de deuda, criptomonedas ---de la que el propio Presidente es dueño--- y las casa de bolsa. En México se hace justicia con los derechos sociales y, de paso, se propicia el comercio interno. Así los resultados, sin batallas en el desierto.
Pero vayamos a ellas. Usando la ideología del pensamiento único, es decir, el del final de la Historia y, por tanto de la supremacía del neoliberalismo por sobre cualquier idea de sociedad futura, Milei casi desapareció instancias del gobierno vinculadas a su pueblo: Educación, Salud, Trabajo, Ciencia, Cultura, Desarrollo Social, Derechos Humanos, y de Género. Hay una santificación de los personal, su esfuerzo y mérito, contra un demonio que es lo colectivo, es decir, como si la mejora individual no fuera imposible sin una red social de apoyo. Lo que tenemos en la famosa “batalla cultural” no es algo material sino emotivo: miedo y odio hacia los derechos que yo no ejerzo. La gente de bien a la que nadie le ha regalado nada, es este principio de despolitización al que los argentinos llaman “mejorismo”. Los que reciben programas sociales son “vagos” que no trabajan, en la versión estigmatizante, o “manipulados” que viven engañados, en la versión victimizante. Quienes se identificaron con esa figura del emprendedor solitario que se rasca solo fueron los jóvenes argentinos que trabajan precarizados en plataformas como Rappi, los vendedores ambulantes, que se dicen autónomos en sus horarios y en sus ingresos. Son los combatientes de esa guerra contra el Estado. Que ---hay que decirlo--- no es una lucha contra la parte del Estado que domina y reprime, sino contra la que redistribuye la riqueza. De hecho, hablando del Estado son sus mecanismos democráticos los que molestan a la ultraderecha. Como escribe el filósofo francés, Étienne Balibar en un ensayo reciente sobre este tema: “Dado que el Estado y la Ley encargados de realizar la discriminación son vistos ellos mismos como unas autoridades frágiles, cuya legitimidad puede ser cuestionada o cuya soberanía se puede llegar a tambalear, la regla de la exclusión es permanentemente expuesta a usos perversos. Se ve en especial en las sociedades contemporáneas donde el racismo y la xenofobia no resultan tanto de conflictos de intereses reales entre comunidades cultural o históricamente extrañas, como de mecanismos de proyección de las angustias sociales de minorías y, cuando gana elecciones, de una mayoría de ultraderecha”. La regla de la exclusión es así un llamado que la ultraderecha le hace al Estado para que no permita, por ejemplo, que crucen las fronteras los migrantes sin papeles o que la policía haga algo cuando dos gays se besan en público o, ya en el colmo, cuando una mujer amamanta a su bebé en una plaza pública. Les encantaría que el Estado usara su fuerza para prohibir y excluir y, a veces, ellos mismos toman esa misión mesiánica en sus manos y ejercen la violencia.
Hay, por último, un rasgo de las “batallas culturales” a las que juega, como en un videojuego hecho de redes sociales, la ultraderecha mundial. Me refiero al del apartidismo. No somos de ningún partido, dicen los ultraderechistas porque, en su culto a la supuesta autodeterminación, su posición política debería provenir, no de una ideología, un programa, o incluso una demanda social, sino de su personalidad. Es una identidad sin representación posible. Sin mediación. Con mediación me refiero a la acción de relacionar, de dar sentido y significado, de crear puntos medios que fusionan extremos; hacer accesibles en el lenguaje, la imagen y el ritmo las abstracciones que de otro modo no estarían disponibles para nuestra percepción sensorial, como la “justicia” o el “valor” o la “soberanía”. Eso es lo que hacen los partidos políticos, sus dirigentes, sus concentraciones masivas. Median, es decir, relacionan nuestra vida personal con la idea de un comunidad, de una continuidad, del futuro compratido. De eso carece la ultraderecha con su discurso apartidista porque, para ella, también las organizaciones políticas, ideológicas, y hasta sindicales son contaminantes en el cuerpo sagrado de la sociedad civil, esa que no hace política sino sólo mejoras personales. Urgencia y proximidad serían sus valores y, por lo tanto ---ah, qué pena--- la política con sus procedimientos, consignas, mentiras y desmentidos, no logra encapsularse en tu personalidad del momento, en tu historia de Instagram o en tus videos de Tik Tok. Es una lástima porque, si la política fuera divertida, sería un espectáculo. Si fuera inmediata, sería un retuit. Y si fuera parte de ti, sería terapia. No política. Pero de ese odio a la organización partidista, tan indispensable para condensar demandas y aspiraciones de las sociedades, nace el vano espejismo de un muégano de personas que podrían expresarse sin necesidad de asistir organizados a un mitin o a una elección o a un reféredum. De ahí que, cuando se junta la izquierda, siempre digan que son acarreados. El apartidismo es anti-ciudadanía, anti-política, y anti-democracia. No hay tal cosa como política desde una red social. La política es la de la calle y casa por casa, nace del contacto entre un imaginario y la realidad material que son las personas, sus orígenes, su geografía, su familia y trabajos, sus miedos y esperanzas. Este odio a la mediación, al tiempo que requiere, lleva a la ultraderecha a confundir la franqueza, el literalismo, y la crudeza grosera e insultante con la autenticidad o la sinceridad. Las cosas como son, parece decirnos al urgirnos a decir “nuestra verdad”. En el discurso partidario ellos sólo pueden escuchar simulación, engaño, y ocultamiento de intereses que jamás logran adivinar si no es a partir de sus propios prejuicios. Porque ---hay que decirlo--- la ultraderecha no sabe lo que es la paciencia, la distancia, circunnavegar, distorsionar con imaginación y atención prolongada. Por eso creen que repetir mentiras las convierte en demostraciones de algo. Por eso no han podido tener un proyecto nacional que no sea alimentar el miedo y las inseguridades desde la pandemia. La ultraderecha no entiende que la mediación es crucial para imaginar diferentes marcos de valor, significado, representación y colectividad. Que la Patria es, sobre todo, imaginarla.
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11-12-2025 - 12:03 am
El Nobel de la Paz es un dispositivo ideológico para idiotas, como las películas de buenos y malos, como arrasar con Gaza y decir que Trump ha logrado que termine esa guerra o con amenazar en nombre de la libertad a Venezuela, a Colombia o a México si no le obedecen.
Cárteles de los soles y de las lunas, tráfico de cocaína inventado, acusaciones de falsas financiaciones de campañas electorales a la izquierda por los cárteles y silencio de la financiación real de los cárteles y de Estados Unidos (EU) a la derecha, la democracia por aquí y el fentanilo por allá, armas inventadas de destrucción masiva, los migrantes que amenazan con remplazar a los buenos blancos, el Nobel de la Paz a una mercenaria, asesinatos encubiertos en la lucha contra la droga, retirada de visa y cuentas corrientes a los jueces del tribunal penal internacional, la promesa de hacer un resort precioso sobre los cientos de miles de muertos de Gaza, soltar al exnarcopresidente hondureño Juan Orlando Hernández, condenado a medio siglo de cárcel por traficante, al tiempo que se asedia a Venezuela acusando a Maduro de ¡traficante!, la libertad, la libertad, la libertad, líderes políticos mexicanos, colombianos, hondureños, salvadoreños para los que su más preciado tesoro es la visa para ir a Miami o a Orlando, barcos de bananos del Presidente ecuatoriano Noboa repletos de cocaína camino de Nueva York, el Presidente de Panamá aplaudiendo que Trump quiera anexionarse el Canal, Milei y sus movimientos espasmódicos cuando se reúne con Trump, el fraude de las criptomonedas, la corrupción de su hermana, el hambre de su pueblo y las condecoraciones y dinero norteamericano recibidos para frenar al peronismo, el Mossad espiando y chantajeando a los líderes políticos…
En la terrible película Funny Games (Juegos sádicos), del austriaco Michel Haneke, el protagonista, que está torturando a alguien a quien no ves, y mientras el espectador está aterrado en su butaca en el cine, se gira, mira a la pantalla y pregunta al público: ¿tienes bastante o quieres más? Para justificar la invasión de América Latina sólo falta una serie de Netflix. Ya la están rodando. Y no le cuelan sin que te des cuenta: pagas la cuota mensual para verla. Nos querían distraídos y en una burbuja. Ya casi lo han logrado.
La doctrina de Seguridad Nacional de EU que acaba de presentar Trump es un regalo para los analistas sinceros. Dice el documento, textualmente, que para mantener el modo de vida americano, esto es “Para alcanzar estos objetivos” -dice la doctrina- es necesario movilizar todos los recursos de nuestro poder nacional. Sin embargo, esta estrategia se centra en la política exterior. […] queremos un hemisferio que siga estando a salvo de incursiones extranjeras hostiles o del control de activos clave, y que respalde las cadenas de suministro esenciales; y queremos garantizar nuestro acceso continuo a ubicaciones estratégicas clave. En otras palabras, afirmaremos y aplicaremos un 'corolario Trump' a la doctrina Monroe”.
Es como si hubieran desclasificado en tiempo real documentos secretos que siempre tardan cincuenta años en ver la luz y cuyo secreto es lo que permite que las ratas que siempre justifican los asesinatos puedan sembrar dudas sobre lo que realmente pretenden y hacen los poderosos. No es que todo lo que dice sea verdad. Por ejemplo, dice que toda la política exterior norteamericana desde la Segunda Guerra Mundial era una generosa ayuda exterior. Es mentira. Todo lo que hicieron, todo, era para dominar el mundo, incluso su entrada en la guerra mundial, que fue una decisión para garantizar su hegemonía colonial y para la que no dudaron en lanzar dos bombas nucleares sobre población civil. Todo lo hicieron fue para colocar al dólar como moneda de reserva mundial, vender sus coches, sus mercancías, sus bombas y su Coca-Cola, sembrar el planeta de bases militares para garantizar su dominio, tener petróleo barato, robarse los intelectuales y científicos del planeta, y encadenar a Europa a la OTAN y a América Latina a su dominio. Pero a Trump eso le parece poco, porque hoy ya no lo tienen tan fácil. Lo que antes hacían con la USAID, ahora lo quieren hacer con portaaviones y misiles. Habla el documento del “carácter de nuestra nación en el que se basaban su poder, su riqueza y su decencia”. El Presidente ladrón, putero y asesino, condenado en su propio país por su propia justicia, el que intentó un golpe de Estado contra Biden, hablando de “decencia”. Nos toman por pendejos e, igual, no nos damos cuenta y les damos argumentos para que lo hagan.
Dice el documento: “Queremos proteger este país, su pueblo, su territorio, su economía y su modo de vida contra los ataques militares y las influencias extranjeras hostiles, ya sea espionaje, prácticas comerciales depredadoras, tráfico de drogas y de seres humanos, propaganda destructiva y operaciones de influencia, subversión cultural o cualquier otra amenaza para nuestra nación […] Queremos reclutar, entrenar, equipar y desplegar el ejército más poderoso, letal y tecnológicamente avanzado del mundo para proteger nuestros intereses. […] Por último, queremos restaurar y revitalizar la salud espiritual y cultural de los Estados Unidos, sin la cual la seguridad a largo plazo es imposible”.
Se lo traduzco: queremos que el modo de vida americano que nos ha financiado el resto del planeta, nos lo sigan financiando, y quien nos gane compitiendo, lo vamos a tratar como si nos estuviera agrediendo militarmente. La excusa para operar va a ser la lucha contra la droga y para convencer a los norteamericanos, buena parte de ellos inmigrantes, les vamos a decir que los inmigrantes les quieren quitar el trabajo. Y además, no vamos a dejar que Bub Bunny, Rosalía o Kenny G sigan teniendo tanto éxito en nuestro país. Y os vamos a meter a los que no estéis de acuerdo un misil por el trasero y además un marine, que seguramente es latinoamericano, os va a pegar un tiro en la nuca. Y como volváis a elegir a un Papa como Francisco o busquéis otras iglesias que no sean las evangelistas neopentecostales que os digamos, vamos a volver a crucificar a Jesucristo.
La Italia de finales de la Segunda Guerra Mundial adelantó un comportamiento que EU va a intentar repetir con los capos de la droga mexicanos, ecuatorianos, salvadoreños.
Estados Unidos descubrió, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, que nada frenaba al comunismo tan eficazmente como recurrir a los capos locales que ya frenaban a cualquiera que se les acercara sin permiso. Así que, con la naturalidad de quien pide azúcar al vecino, recurrió a la mafia siciliana para “restaurar el orden” en la isla: un orden muy específico, claro, en el que los jefes mafiosos salían de prisión y los partisanos comunistas volvían a meterse en ella. Washington lo llamó “estabilización”; los propios mafiosos lo llamaban simplemente recuperar el negocio.
La posguerra en Italia se convirtió así en una especie de alianza improvisada donde los servicios de inteligencia estadounidenses y las familias criminales compartían un mismo objetivo: impedir que la izquierda tomara fuerza. Los mafiosos aportaban logística, intimidación y su inigualable capacidad para “persuadir” votantes; Estados Unidos aportaba legitimidad internacional y la bendición de la lucha anticomunista. El resultado fue tan efectivo como cínico: la democracia cristiana avanzó, los comunistas retrocedieron y la mafia quedó instalada como poder paralelo durante décadas, agradecida por la colaboración… aunque nunca demasiado agradecida como para pagar impuestos.
Dice el documento que EU se va a aliar con Rusia contra China. Así que habrá que ver qué dice Rusia, porque como también dice que va a reventar a Europa, no sería extraño que Trump piense que le puede dejar a Putin reconstruir un imperio sobre suelo europeo con la intención de que le deje a él hacer lo mismo en América Latina. O Putin puede ser algo más listo y aliarse con China y América Latina para que el imperio norteamericano pase a la historia con el menor daño posible.
EU quiere poner de rodillas a América Latina, desde México a la Patagonia: “será necesario ampliar el acceso de Estados Unidos a los minerales y materiales esenciales […] Además, la comunidad de inteligencia supervisará las cadenas de suministro clave y los avances tecnológicos en todo el mundo para asegurarnos de que comprendemos y mitigamos las debilidades y amenazas que pesan sobre la seguridad y la prosperidad estadounidenses”. Y continúa: “el restablecimiento del dominio energético estadounidense (en los ámbitos del petróleo, el gas, el carbón y la energía nuclear) y la relocalización de los componentes energéticos clave necesarios constituyen una prioridad estratégica absoluta. Una energía barata y abundante permitirá crear puestos de trabajo bien remunerados en Estados Unidos, reducir los costes para los consumidores y las empresas estadounidenses, estimular la reindustrialización y contribuir a mantener nuestra ventaja en tecnologías punteras como la inteligencia artificial”.
Como digo, que nadie se llame a engaño. Lo que Trump venía haciendo, lo ha convertido en su doctrina de política exterior: “Tras años de negligencia, Estados Unidos reafirmará y aplicará la doctrina Monroe con el fin de restaurar la preeminencia estadounidense en el hemisferio occidental y proteger nuestro territorio y nuestro acceso a zonas geográficas clave en toda la región. Impedirá que los competidores no hemisféricos [China] posicionen fuerzas u otras capacidades amenazantes, o que posean o controlen activos estratégicamente vitales en nuestro hemisferio”. Este “corolario Trump” a la doctrina Monroe es una restauración sensata y firme del poder y las prioridades estadounidenses, de acuerdo con los intereses de seguridad de Estados Unidos. Nuestros objetivos para el hemisferio occidental pueden resumirse así: "Reclutar y expandirnos". Esto es, apoyar a las fuerzas de extrema derecha que le van a poner los países en bandeja, y colocar marines donde los gobiernos no sean amables con esa pretensión. “Queremos que otras naciones nos consideren su socio preferido y las disuadiremos, por diversos medios, de colaborar con otros”, dice el documento.
No va a ser fácil discutir con argumentos a los EU de Trump. Porque han vuelto a recuperar el argumento de los peregrinos del Myflower que llegaron a Plymouth a fundar los EU exterminando a los indios. Dice la nueva doctrina que “la misión del gobierno estadounidense es garantizar los derechos naturales otorgados por Dios a los ciudadanos estadounidenses”. Los derechos naturales, que los definen los curas y los leones, frente a los derechos de la Constitución, que nos hace a todos ciudadanos. En Yemen dice que hay piratas que asaltan barcos; en Venezuela, EU asalta un petrolero venezolano para robárselo. Y encima lo cuenta como si fuera una película. Nos va a robar, exiliar, matar y no pocas de las víctimas van a aplaudir.
Esto es lo que va a hacer EU con la ayuda de los Ricardo Salinas Pliego y Lilly Téllez en México, con Uribe, Abelardo de la Espriella y Vicky Dávila en Colombia, con Noboa en Ecuador, con Nasry Asfura en Honduras, con Bukele en El Salvador y Milei en Argentina, y, por supuesto, con María Corina Machado en Venezuela. El Nobel de la Paz es un dispositivo ideológico para idiotas, como las películas de buenos y malos, como arrasar con Gaza y decir que Trump ha logrado que termine esa guerra o con amenazar en nombre de la libertad a Venezuela, a Colombia o a México si no le obedecen.
Si vis pacem, para bellum, decía la máxima latina. Parabellum era la pistola de los nazis, la conocida como Luger. La Premio de la Paz Maria Corina Machado es la pistola golpista al servicio de los intereses norteamericanos que quiere acabar con la paz en Venezuela y en América Latina.
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