TABASCO: SUMA DE ERRORES E INMINENTE DESASTRE

04/04/2014 - 12:00 am

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(…) Soy más agua que tierra

y más fuego que cielo (…)

Carlos Pellicer, poeta y político tabasqueño

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En 2007, Villahermosa sufrió una de sus peores inundaciones. Foto: Arquímides Pérez

Villahermosa, Tabasco, 4 de abril (SinEmbargo).– A los Montejo se les fueron 35 años de trabajo en 72 horas de lluvias a principios de noviembre de 2007.

Durante la gran inundación, la familia pasó casi tres semanas sin salir de casa, en la esquina que hace su tienda de abarrotes en la Calle 3, colonia Manga Uno, un complejo contiguo a las Gaviotas.

Es el pedazo con más probabilidad de quedar bajo el agua en Villahermosa, un estado al que mar ya está reclamando.

Durante esos días de 2007, naufragaron siete de cada 10 centímetros cuadrados de Tabasco.

En Las Gaviotas, el agua aceitosa lo invadió todo. En algunos sitios el nivel alcanzó casi cinco metros. Flotaban cerdos y gallinas con la cabeza hundida.

De tarde en tarde, alguno de los Montejo abandonaba la azotea y buceaba por la sala de la casa, ocupada por charales, y contenía la respiración hasta la miscelánea. A ciegas, recuperaba algunas galletas empaquetadas y volvía a la superficie con la cena del día. Pocas horas después se le agravaba la infección de los ojos y la dermatitis de las piernas y brazos.

Insultaban sin éxito a los ladrones que vaciaron el departamento del abogado de la esquina. Y la farmacia del médico de enfrente. En la oscuridad, escuchaban los disparos de sus vecinos ahuyentando carroñeros.

El agua muerta botó pisos y las paredes.

Al jefe de familia, Antonio, entonces de 67 años, le tocó rodar la piedra cuesta arriba para empezar de nuevo.

Y volverá a empezar, una y otra vez. Todo apunta en esa dirección.

“¿A qué nos vamos? ¿A perder lo poquito que quedó?”, musita Antonio, un ex trabajador de Petróleos Mexicanos (Pemex) despedido sin liquidación durante el conflicto laboral de 1988.

Así pasan la vida, rumiando el pasado y temiendo el futuro. Pensando en cómo se empieza de nuevo cuando cada vez se está más viejo.

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Los efectos del cambio climático son innegables, confiesa la Secretaria de Sernapam. Foto: Humberto Padgett

Claudia Elena Zenteno Ruíz es la Secretaria de Energía, Recursos Naturales y Protección Ambiental (Sernapam) de Tabasco, hace algunos apuntes sobre las evidencias locales del cambio climático en el estado.

“Es innegable. Cada vez más son más frecuentes lluvias más intensas o periodos de sequía más prolongados o atípicos y algunas áreas están siendo modificadas por el anegamiento. Esto nos demuestra la necesidad de diseñar y operar la idea de adaptación al cambio climático.

–¿Qué tan urgentes son estas medidas de adaptación? –se pregunta a la Secretaria en entrevista.

–Es un tema en el Plan Estatal de Desarrollo y es un tema trasversal hacia las otras secretarias, porque tiene que ver con infraestructura, salud, desarrollo económico y de las comunidades, agropecuario. Ya, tiene que ser de ya. Existe una eminente necesidad de medidas de adaptación al cambio climático.

“Tabasco en un lugar de alta vulnerabilidad. Posee un relieve muy plano y en algunas depresiones hacen pensar que el aumento del nivel del mar, en un mediano plazo, forzará a la toma de decisiones”.

–¿Será modificada la actividad humana?

–No sabemos en qué magnitud, pero sé que se modificará la producción agrícola y la ganadera. Y quizá se abran oportunidades para otro tipo de actividades.

Pemex y Tabasco forman, en palabras del Gobernador Arturo Núñez Jiménez, un matrimonio sin posibilidad de divorcio.

“Sí tenemos áreas de impacto, tenemos algunos rezagos que todavía falta por dimensionar”, comenta la Secretaria, una especialista académica en biodiversidad. Creo que la empresa ha tratado de diseñar algunos esquemas pendientes a la mejora de las poblaciones”, la funcionaria asume la defensa de la paraestatal.

–Ya ha sido medio siglo –se le observa.

–Sí. Así es. Entonces ¿Qué te puedo decir? Que si bien Pemex ha sido un detonador económico en el sureste, faltan quizá algunos esquemas que reflejen eso también alrededor de la industria.

–¿Hay situaciones irreparables?

–Tendríamos que analizar… –la Secretaria mide cada palabra al milímetro.

–¿Hay o no casos puntuales?

–¿Ha perdido el estado biodiversidad como consecuencia del manejo que ha dado Petróleos Mexicanos en la región?

–Podríamos decir que lo que ha existido ha sido una suma sinérgica en la cual la modificación del hábitat no ha sido solamente por la industria petrolera…

–La agricultura, la ganadería…

–La industria azucarera y otras.

Tras forcejear, Claudia Elena Zenteno acepta la desaparición de una tortuga.

–¿Cuál es el daño en el suelo?

– Desde luego que el suelo es un conjunto de elementos, entre esos la parte viva, ¿no? Quizá el derrame puntual esté afectando a toda esa capa que tiene organismos los cuales tienen funciones muy específicas de degradación de la materia y formación del mismo suelo como tal. También podrían generarse cambios de la productividad del suelo. La legislación es reciente, las leyes ambientales aparecieron en los 90.

–¿Llegó tarde la legislación?

–Bueno, es que la legislación se crea en respuesta a los problemas, no necesariamente que haya llegado tarde –interviene Lilia Gama, Subsecretaría de Fomento a la Política Ambiental y también académica.

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Pemex y Tabasco forman, en palabras del Gobernador Arturo Núñez Jiménez, un matrimonio sin posibilidad de divorcio. Foto: Arquímides Pérez

En la propia Universidad de Tabasco existe bibliografía en que se advierte la necesidad de conciliar la actividad petrolera y económica en general con el ecosistema de la región.

Una publicación es Petróleo y ecodesarrollo en el sureste de México (Ed. Centro de Ecodesarrollo), trabajo coordinado por Alejandro Toledo. En el volumen se hace referencia a las perturbaciones ocasionadas por la construcción de carreteras y presas hidroeléctricas al sistema costero desde la década de los 50.

Los estudiosos puntualizaron afectaciones persistentes y aún reproducidas en el Golfo de México por actividades industriales, agrícolas, ganaderas, pesqueras e hidráulicas.

  • Existen cambios en la configuración de la cuenca, tanto en el área de construcción por la eliminación radical de la vegetación natural como por la transformación que implica variar los patrones de flujos del sistema fluvial.
  • Una proporción del ecosistema fluvial se ha convertido en un sistema lacustre.
  • Una reducción de la aportación natural de nutrientes en la cuenca baja y, sobre todo, en áreas vitales: las zonas inundables y semi inundables, las lagunas costeras y estuarios y las zonas litorales
  • Incrementos en las fuentes de contaminación de las aguas.
  • Cambios “radicales” en los estilos de vida de la población.
  • Pérdida y segmentación de hábitats.
  • Desequilibrio y desaparición de vías de migración, áreas de refugio, de crecimiento y de alimentación de especies valiosas para la vida humana.
  • Erosión de la planicie costera.
  • Es necesario conocer las toxicidades específicas de las descargas y emisiones del petróleo, así como los mecanismos de incorporación del hidrocarburo en las cadenas alimenticias.
  • Ninguna de las ciudades del área ha crecido tomando en cuenta las normas más elementos de planificación de los asentamientos humanos en zonas costeras tropicales.
  • La totalidad de las ciudades del área carecen de sistemas adecuados de tratamiento de aguas negras, de desechos urbanos e industriales.
  • Hay subordinación de la economía regional al crecimiento del sistema económico nacional (y quizá al global).
  • Surgimiento explosivo de ciudades industriales metropolitanas en el seno de sociedades preindustriales.

Se afirma en el texto:

“Nada ha estado más lejos de los criterios que han impulsado el crecimiento de las actividades industriales en el ecosistema [la mayoría de ellas ligadas a la extracción, procesamiento y el transporte de los recursos no renovables] que cualquier consideración de orden ambiental destinada a mantener y preservar los equilibrios necesarios”.

“La forma de crecimiento de las actividades industriales en la región ha profundizado la crisis que padece el sector agropecuario; ha ampliado la escala de desigualdades entre zonas urbanas y sus entornos rurales; ha vuelto prácticamente irresoluble los múltiples problemas de la satisfacción de servicios urbanos básicos; y ha terminado por crear intensas sobre las condiciones de la población”.

Una cosa llama la atención sobre la oportunidad de intervención de los gobiernos en el problema. Las palabras anteriores, hoy más urgentes, se publicaron en 1982.

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Los estudiosos puntualizan afectaciones persistentes y aún reproducidas en el Golfo de México por actividades industriales, agrícolas, ganaderas, pesqueras e hidráulicas. Foto: Arquímides Pérez

Juan de Dios Mendoza Palacios pertenece a la División Académica de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Es un ingeniero agrónomo con doctorado en Hidrociencias.

Su trabajo de investigación está enfocado desde hace cinco años al manejo del agua, precisamente a partir de las inundaciones que de 2007 que convirtieron a Villahermosa en una laguna.

Una de las reacciones de los gobiernos tras el desastre fue la convocatoria de especialistas en diversos campos de estudio que ahora, además de la universidad tabasqueña, concentra a especialistas del Colegio de Posgraduados, el Colegio de la Frontera Sur, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN).

Uno de los proyectos desarrollados fue el diagnóstico de la Cuenca del Lago de Usumacinta, un delta formado por los dos ríos más caudalosos, el Grijalva y el Usumacinta, y que se extiende frontera adentro de Guatemala.

Tabasco sufre inundaciones tan recurrentes que, desde 1700, se tienen registradas 39 grandes inundaciones sin que se haya producido una experiencia adecuada. No es de extrañar, pues en los mapas del siglo anterior, el XVI, la ciudad contaba con 26 lagunas que se secaron intencionalmente.

Pero como dice el poeta Pablo Molinet: “La lluvia busca al lago como un perro a su amo sepultado”.

Cada generación ha lidiado con el problema basada en la estrategia de cambiar el sistema hidrológico de la región. Esa transformación es uno de los factores importantes por los cuales ahorita se han presentado estas inundaciones.

A esto se sumó la acelerada alteración ocurrida durante el siglo pasado por la construcción de las carreteras, principalmente para dar viabilidad a la creciente industria petrolera que además afectó el sistema de ríos y lagunas con la perforación de pozos e instalación de infraestructura pesada. Esto generó una especie de taponamiento evitando el libre tránsito de agua superficial.

Otro ingrediente para el desastre lo representa el crecimiento y asentamiento de la población. Las personas siguieron la natural tendencia de construir los centros urbanos a las orillas del río, sin embargo, Tabasco es peculiar en el sentido de sus grandes extensiones totalmente planas.

La zona metropolitana de Villahermosa, capital del estado, cuenta con poco más de 750 mil habitantes y su cota poblacional a mayor altura está a nueve metros sobre el nivel del mar. El 70 por ciento de la superficie tabasqueña es llana.

Y, en sólo medio siglo, de 1940 a 1990, el estado perdió el 95 por ciento de su superficie arbolada: 800 mil hectáreas de selva, 44 hectáreas por día, dos hectáreas por hora.

Mendoza es originario de la costa chiapaneca. Llegó a Tabasco en 1990, cuando grandes áreas inundables permanecían deshabitadas. En lugar de casas y calles había opales, un tipo de vegetación acuática parecida al lirio. En menos de 20 años todo fue rellenado por concreto, lo que aumento el riesgo de inundación, pues el suelo se hace impermeable.

–¿Qué porcentaje de la población y qué población está sujeta a riesgo de inundarse en el estado de Tabasco?

–No tengo el dato exacto pero te diré que si partimos del supuesto de que el 70 por ciento de la superficie es plano, sería el 70 por ciento de la población, aunque la realidad es que la mayor parte de la población está concentrada en Villahermosa y Cárdenas. De Villahermosa sólo el 15 por ciento de la ciudad no es inundable.

Y hay municipios, como Centla, que están a dos metros por debajo del nivel mar.

“Es difícil pensar que un día no nos vamos a inundar”, reflexiona Mendoza Palacios. “Debemos aprender a vivir con el agua y entenderla como un aliado”.

Mendoza participó en un equipo de trabajo con expertos de otras partes del mundo con problemas similares.

Geográfica e hidrológicamente Holanda es el principal sitio de comparación con Tabasco si se habla del difícil matrimonio entre el mar y la tierra. El aeropuerto de Ámsterdam está a cero metros sobre el nivel del mar y,  partir de la concepción de una relación más armónica con el agua, han ganado terreno al mar.

Los holandeses asumieron que su superficie es plana, sin forma de no inundarse. Pensaron que si siempre existe el riesgo debían zonificar el territorio y, en función de eso, definieron las áreas que aceptarían como inundables en caso de un evento extremo por lo que se prohibieron en esos sitios grandes núcleos poblacionales, industriales o de servicios. Esos pedazos de tierra necia en ser de agua quedaron catalogados como áreas de reserva natural.

–¿Y esto se puede hacer en Villahermosa?

–Nosotros hemos crecido arbitrariamente. Prácticamente las zonas de amortiguamiento están ocupadas ya por centros de población. ¿Qué habrá que hacer? A lo mejor paulatinamente ir cambiando a otros lugares. No es un problema que resolveremos en esta generación, pero pensando a futuro debemos plantear la reubicación de los centros poblacionales.

En Holanda, y esto lo consideran imitable los funcionarios tabasqueños para el trópico, existen casas flotantes, solución que aún en incosteable en los Países Bajos. También hablan de máquinas extractoras y expulsoras de arena como medio para contener el avance del mar. Estos equipos fueron utilizados en Dubai, en Emiratos Árabes Unidos, para la construcción de islas artificiales con gravísimas pérdidas del arrecife e interrupciones de la corriente marina.

–Yo viviría en un yate… –se le comenta en broma a la Subsecretaria Lilia Gama.

–Es una alternativa –revira la ironía. –El hombre es un ser muy ingenioso que puede proponer muchas alternativas, pero mi convicción es que las alternativas deben de venir de la gente local para que sean verdaderamente aceptadas.

Esto último invita a reflexionar sobre algunas diferencias entre el país del Mar del Norte y el estado mesoamericano.

¿Resultan equiparables Holanda y Tabasco en términos de las condiciones económicas de su población? ¿Son comparables en términos de la eficiencia y honestidad de sus gobernantes?

Quizá basta con responder que Tabasco ha sido gobernado por Andrés Granier Melo, preso por corrupción, y Roberto Madrazo Pintado, quien nunca debió aclarar ante nadie su desmedido enriquecimiento.

Holanda posee el cuarto Índice de Desarrollo Humano (IDH), lo que significa que sus problemas de acceso a la educación y salud de calidad y de distribución del ingreso están prácticamente resueltos. Tabasco ocupa el lugar 21 de 32 entidades en México.

Y el tiempo apremia.

“El cambio climático es un hecho en Tabasco”, coinciden los funcionarios y especialistas consultados.

Algo más: Tabasco es tan lluvioso como Brasil y una región compartida del estado mexicano con el de Chiapas es, de acuerdo con Mendoza, el sitio más lluvioso del mundo.

¿Existe algún escenario catastrófico y viable por la conjunción de algunos factores que pudiera terminara con una significativa parte de la población bajo el agua?

Los científicos tabasqueños trabajan en la preparación de escenarios, pero aún no tienen nada concreto.

Suponen que sí.

La agricultura ya está afectada por cambios en el régimen de lluvias.

A principios de los 90, la temporada de lluvias estaba bien definida. Había una época de aguas que iniciaba en mayo y concluía a mediados de octubre. Siguiendo el ciclo, la siembra de arroz era viable en la región chontal. Luego iniciaban los nortes, de noviembre a febrero, y el estiaje ocurría entre mediados de febrero y terminaba en abril con al menos una lluvia al mes: una sequía breve y benigna.

El año pasado, 2013, en el periodo típico de lluvias se precipitó menos agua que durante los meses de norte, aunado a bajas y atípicas temperaturas. Este comportamiento errático es ya tendencial.

“Una variación es cómo el mar ha ganado terreno al continente en Sánchez Magallanes y esto lo vemos relacionado con las variaciones de temperatura”, dice el hidrocientífico.

–¿Serán más frecuente eventos como el del 2007? –se le pregunta a Gama.

–No sé si como el de 2007 en cuanto a magnitud de extensión en la inundación, porque esto depende de muchas condicionantes –una a la que no hace referencia la funcionaria fue al equivocado ritmo de desfogue de las presas en aquella contingencia. –En cuanto a cantidad de lluvia, en diciembre de 2013 hubo momentos más graves que en la inundación de 2007.

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En cuanto a cantidad de lluvia, en diciembre de 2013 hubo momentos más graves que en la inundación de 2007, reconoce Subsecretaria. Foto: Arquímides Pérez

¿Hay manera de saber cómo serán las próximas tragedias en Tabasco, Chiapas y el resto del Golfo de México?

Un pálido reflejo de la respuesta está en Juan de Grijalva, un pueblo que ya no es de vivos, sino una ladera de muertos.

Hace siete años, llegó la víspera de su boda y acarició su vestido blanco. Le costó mil 170 pesos en Pichucalco, Chiapas. Aún no tenía zapatos, pero sólo pensó que al día siguiente, ella, Adriana, se convertiría en la mujer de Javier con los pies descalzos.

Desde el pedimento de mano, las mujeres mayores de su casa sospecharon que no se trataba de un buen hombre: no llevó duraznos como ofrenda a la familia de la muchacha. Pero ella así lo quiso.

Era mayo. Se casarían el lunes 6 de noviembre de 2007, a la una de la tarde en el pueblo a donde sus padres habían llegado 14 años atrás, Juan de Grijalva, municipio de Ostuacán, Chiapas, en la misma cuenca con vocación marina que Tabasco.

El lunes de la fecha, Adriana sería visitada desde temprano por sus madrinas. Le cepillarían su pelo oscuro que se vuelve rojizo en las puntas. Y su tía María le revelaría una sorpresa: zapatos perfectos del número tres. Él iría de pantalón negro y camisa blanca.

Para la fiesta, se había guisado estofado y picadillo. Sólo se casarían por lo civil. No habría ceremonia religiosa. Esa era la costumbre de los adventistas del Séptimo de Día que habitaron el pueblo de Juan de Grijalva.

Esa víspera, al cerro cansado de cargar tanta agua se le quebró la espalda. Crujió la montaña, como si desbocaran todos los caballos del mundo al mismo tiempo. El zumbido rebanó la noche.

Al siguiente momento de conciencia, más de 12 horas después, Adriana se vio sobre las ruinas con un vestido azul claro y los pies descalzos. Sintió estar parada sobre su prometido. Lloró por él. Alguien la subió a un helicóptero que la llevó a un albergue. Recién había cumplido 16 años y se sentía viuda.

Pero Javier no murió.

Javier se acercó a la muchacha para decirle que el compromiso quedaba roto, como lo estaba Juan de Grijalva.

“Él se hizo de ella. Estaba embarazada, tenía tres meses de criatura cuando vino la tragedia. No importa. De mi nieto me hago cargo yo”, aún solloza la madre de Adriana. Trata de ser valiente. Es una mujer de 35 años que parece de 50.

Recuerda que mientras corría, dejó atrás, en la ola de agua y piedras, a su padre, a su hermano, a su sobrino, a su prima. También, para siempre, quedaron enterrados los zapatos de Adriana. *

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