DE REGRESO A CASA… CON VIH/SIDA

04/10/2014 - 12:00 am

En su búsqueda por una vida mejor, más de 400 mil mexicanos ingresan año con año a Estados Unidos expuestos a ambientes que los ponen en una situación de vulnerabilidad.
Pero el drama no termina ahí y tampoco es solamente de ida. Muchos de ellos, dicen las estadísticas, vuelven a casa con un daño mayor: el VIH/SIDA. 

Foto: Cuartoscuro
AIDS FOR AIDS denunció la alta vulnerabilidad al VIH a la que están sujetos los migrantes mexicanos. Foto: Cuartoscuro

El sexo como moneda de cambio, la falta de información, el nomadismo, un nuevo estilo de vida y la poca atención a su salud, han puesto a los migrantes mexicanos en Estados Unidos en un foco más de vulnerabilidad, en el que los comportamientos de riesgo, en conjunto con las situaciones adversas a las que se enfrentan en el camino al “sueño americano” los exponen más que al resto ante las enfermedades de transmisión sexual, específicamente a la pandemia que azota al mundo desde principios de los años 80’s: el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).

Cifras del 2013 proporcionadas por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, datan que en los Estados Unidos más de 1 millón cien mil personas viven con este virus, mientras que en México, el Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH/SIDA (CENSIDA) contabilizó al cierre del mismo año a 170 mil, con una incidencia mayor en estados con un alto porcentaje de migración, de acuerdo con la dependencia.

Fue en 1983 cuando se detectaron los primeros casos en México, todos ellos ligados a personas que habían vivido en la Unión Americana, por lo que, sumado al caso de otros países, las autoridades sanitarias mundiales vincularon la diseminación del virus con los movimientos poblacionales y las rutas migratorias. Así, en la República Mexicana con el paso de los años esta relación se fue reduciendo, a un 41.3 por ciento para 1991, y para el 92, fecha en la que se implementó el sistema de vigilancia epidemiológica, cayó hasta el 20 por ciento. No obstante, este porcentaje se sigue manteniendo en estados con altos índices de migración, tales como Jalisco y Michoacán.

Recientemente, miembros de la organización de la sociedad civil AID FOR AIDS hicieron la denuncia de la alta vulnerabilidad al VIH a la que están sujetos los migrantes mexicanos en ciudades estadounidenses, debido en gran parte a la poca atención que brindan a su salud y a la desinformación e imposibilidad a acceder a los servicios de tal sector. “Uno de los problemas que tenemos es que la mayoría de los mexicanos que vienen a la ciudad de Nueva York y, en general a Estados Unidos, lo hace por motivos de trabajo, y su salud no es una de sus prioridades, mucho menos hacerse exámenes de VIH”, dijo el director de la organización, Jesús Aguais a la agencia Notimex en días pasados.

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La prevalencia de VIH/SIDA entre migrantes se ubica en un 0.6%, cuando en el resto del país es de 0.36% , y en EU llega ya al 0.8%. Foto: Cuartoscuro

Sin embargo, este no es un tema nuevo, desde principios de la década anterior, diferentes organizaciones civiles, académicas y gubernamentales se han preocupado por encontrar las causas a este fenómeno que tiene la prevalencia de VIH/SIDA entre migrantes en un 0.6 por ciento, cuando en el resto de México es de 0.36 por ciento, y en Estados Unidos llega ya al 0.8, es decir, ocho personas contagiadas por cada mil habitantes, de acuerdo con CENSIDA.

Así, se han tomado en cuenta factores como la desigualdad social, cultural y legal en la que se encuentran los migrantes frente a otros grupos sociales, además de las situaciones derivadas del contexto e interacción con otros indocumentados, población local, autoridades migratorias y policiacas, “en las que el sexo puede constituir el principal recurso para negociar la sobrevivencia y el tránsito hacia el lugar de destino”, escribe la especialista en el tema, Marta Caballero en su estudio Migración, género y SIDA: contextos de vulnerabilidad.

COMPORTAMIENTO INDIVIDUAL
O VULNERABILIDAD SOCIAL

Desde la identificación de los primeros casos de VIH/SIDA a principios de los años 80, la movilidad social fue señalada como uno de los principales factores de propagación, sin embargo, fue hasta años después que los organismos internacionales pusieron los ojos sobre el riesgo que estas migraciones representaban tanto para sus lugares de origen, como de tránsito y destino. Debido a lo poco estudiado que se encontraba el fenómeno, fue complicado determinar hasta qué punto significaba un peligro derivado de los comportamientos individuales y no de las condiciones del contexto en el que se encuentran.

En 2004, el Instituto Nacional de la Salud Pública (INSP) de México, difundió una investigación denominada “Movilidad poblacional y VIH/SIDA: contextos de vulnerabilidad en México y Centroamérica”, en el que explicaban la importancia de abordar el conflicto como uno de grupo y no de manera individualizada, así como la relevancia de las situaciones de riesgo en las que se desenvuelve este sector poblacional: “La vulnerabilidad social se refiere a la relativa desprotección en la que se puede encontrar un grupo de personas frente a potenciales daños a su salud o amenazas a la satisfacción de sus necesidades básicas y al respeto de sus derechos humanos, debido a sus menores recursos económicos, sociales y legales.

En el caso de las poblaciones móviles, los factores sociales y económicos que definen las situaciones de riesgo tienen poco que ver con factores individuales. En realidad, se trata de situaciones de riesgo en contextos de vulnerabilidad social. Estos grupos derivan su vulnerabilidad de la afectación que sufren sus derechos más elementales en su lugar de origen, en el de tránsito y en el de destino. Y dentro de estos grupos hay dos que concentran un elemento que incrementa su vulnerabilidad: las mujeres y los migrantes indocumentados o no autorizados”,

Entonces, se puede decir que en estos casos, “la capacidad individual se ve rebasada por las condiciones del contexto, y es lo que lo que lleva a configurar la vulnerabilidad social al VIH/SIDA en los migrantes”, determinan.

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Muchos migrantes que enferman en EU, se reintegran a sus comunidades de origen en México buscando curación, pero en su mayoría no son diagnosticados. Foto: Cuartoscuro

LAS CAUSAS

Desde hace más de 10 años, investigadores de distintas universidades, instituciones y organismos de toda la región han puesto sus esfuerzos en identificar cuáles son las causas por las que los migrantes se han vuelto un foco de vulnerabilidad ante este virus,  a lo que han encontrado respuestas muy diversas, desde la falta de educación, abuso de alcohol, relaciones con sexoservidoras, hasta vejaciones que los “polleros” o las autoridades mismas comenten en su contra.

El tema fue tocado desde 1994 por expertos del Colegio de México, dentro de su programa “Salud Reproductiva y Sociedad”, en el que basados en diversas investigaciones de expertos como el doctor en Salud Pública Mario Bronfman y el inmunólogo Barton Haynes, reportaron que  “los migrantes temporales, cuyas familias permanecen en México, mantienen una vida sexual activa en Estados Unidos, lo que podría colocar a sus esposas que se quedan en México, en una posición vulnerable para el SIDA. Por otro lado, se ha señalado también que muchos migrantes que enferman en los EU, se reintegran a sus comunidades de origen en México en búsqueda de curación para sus padecimientos, los cuales en su mayoría nunca son diagnosticados. Surge así la posibilidad que el VIH esté siendo exportado y propagado en el México rural, en donde programas de educación, prevención y cuidados son virtualmente inexistentes”.

En este mismo documento, señalaron que los emigrantes tienden a cambiar su comportamiento sexual debido al transitorio estilo de vida y su contacto con la cultura estadounidense, en lo que se refiere al aumento de parejas sexuales, y su llegada a una sociedad “más permisiva”.

Por su parte, el Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH/SIDA (CENSIDA) publicó en 2007 su “Manual para la prevención del VIH/SIDA en migrantes mexicanos a Estados Unidos”, en donde recuperó las conclusiones que diversos estudios han realizado en los últimos años, como el de la Universidad de California, dentro de su programa University Wide AIDS Research, en el que determinaron que alrededor del 10 por ciento de los hombres mexicanos residentes en ese estado a los que se entrevistó habían tenido relaciones sexuales con otros hombres, mientras que un 11% recibía dinero a cambio de favores sexuales, y el 51 por ciento había utilizado por lo menos una droga ilegal en los 12 meses anteriores al estudio.

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Más de la mitad de los migrantes (58.3 %) viajan sin sus esposas o novas, y “al llegar se enfrentan a una sociedad con costumbres sexuales más abiertas que las de su lugar de origen”. Foto: Cuartoscuro

Asimismo, un 58 por ciento de los encuestados dijo haber tenido contacto genital sin protección con compañeras sexuales no habituales, y un 85 por ciento luego había tenido sexo vaginal sin protección con su pareja. También, un 25 por ciento aceptó haberse involucrado sexualmente con una prostituta y el 20 por ciento tuvo su relación sexual más reciente bajo los efectos de la droga o el alcohol.

El INSP, retoma también los puntos que desarrolló Bronfman en su investigación Hábitos sexuales de los migrantes temporales mexicanos en los Estados Unidos, en donde dice que el traslado de un país a otro determina cambios importantes en las condiciones de vida de estas personas, que a su vez, incrementan sus posibilidades de caer en prácticas sexuales de riesgo.

Uno de los principales factores es que más de la mitad de los migrantes (58.3%) viajan sin sus esposas o novias, “y al llegar se enfrentan a una sociedad con costumbres sexuales más abiertas que las de su lugar de origen”. Y en el caso específico de los hombres “encuentran que las parejas femeninas en Estados Unidos son más experimentadas y están más dispuestas a participar en encuentros no tradicionales”.

El alcohol y el dinero son también un tema recurrente en el tema de incurrir en prácticas riesgosas, pues el estudio de Bronfman detalla que además de que se observa una relación entre las trabajadoras sexuales que se instalan en los alrededores de cantinas y bares, en donde los migrantes pueden conseguir sexo a bajo costo, una parte de los hombres que aceptaron haber tenido relaciones homosexuales lo “justificaron” diciendo que estaban alcoholizados.

En conclusión, y basado también en las investigaciones de la periodista especializada en el tema, Eliza Barclay, “se ha mostrado que los mexicanos que emigran a los Estados Unidos para trabajar, están participando cada vez más en conductas de alto riesgo que les exponen a mayores posibilidades de contraer el VIH, como es un mayor número de parejas sexuales, relaciones sexuales con trabajadoras del sexo comercial, uso inconsistente de condón, uso de drogas y/o intercambio de jeringas”, dice el CENSIDA.

En 2006 el Instituto de Neurovirología Humana de Baltimore realizó un estudio en migrantes que pasan por Ciudad Juárez para llegar al país del norte, en el que constató que un 20 por ciento de ellos presenta resistencia a los medicamentos antirretrovirales, pues por su condición de movilidad no cumplen con el tratamiento completo. Aunado a esto, la discriminación que padecen resultado de su condición de indocumentados, su etnia y además como seropositivos, provoca que la atención en los centros de salud sean frecuentemente de menor calidad a la brindada a otros grupos, según denunció la organización Population Council en ese mismo año.

LAS QUE SE VAN Y LAS QUE SE QUEDAN

En el  caso de las mujeres, su propia condición de género, aunado a la posición de indocumentadas las coloca en un estado de vulnerabilidad aún mayor, pues el INSP estima que el 60 por ciento de ellas tiene algún tipo de experiencia sexual en su viaje hacia Estados Unidos, la mayoría de ellas en condiciones de desigualdad, “desde la violación y el sexo coaccionado, hasta el compañerismo”. Pues, dicen, cuando pagan por un “guía” y “tener sexo con él puede ser una medida de protección que reduce significativamente el pago monetario por su compañía”, además de enfrentar  el acoso por parte de migrantes masculinos.

Segùn las investigaciones, las mujeres migrantes indocumentadas son vistas socialmente como mujeres “dispuestas y disponibles” para las relaciones sexuales, aunado a que sus oportunidades de trabajo suelen ser más limitadas que las de los hombres y en ocasiones, la prostitución es una alternativa que las pone en una situación de riesgo mayor frente al VIH. Además, como denunció la asociación Brigada Callejera de Apoyo, en 2013, diariamente una mujer es violada y posteriormente obligada a unirse al comercio sexual, al cruzar la frontera entre México y EU.

“La decisión de migrar representa un riesgo social para el que migra, pero también para quienes se quedan”

Otras mujeres más, adquieren vulnerabilidad sin siquiera salir de casa, sino al recibir de vuelta a sus parejas tras un viaje al extranjero.

En 2009, el Instituto Nacional de la Salud Pública difundió una investigación llamada “Mujeres compañeras de migrantes y vulnerabilidad a ITS/VIH/SIDA”, en el cual apuntaban a un aspecto descuidado dentro de los estudios en relación con el VIH y los migrantes, es decir, el de sus parejas que se quedan en el país.

Ahí escriben que “la decisión de migrar representa un riesgo social para el que migra, pero también para quienes se quedan”, pues de acuerdo con el libro Enduring separation: the psychological consequences of mexican migration to the United  States de Nelly Salgado de Snyder, desde la perspectiva psicológica, las mujeres que se quedan viven situaciones de temor en las que las relaciones sexuales se consideran “una obligación justa hacia sus compañeros, quienes sufren trabajando en EU para mantener a la familia, pero también como una respuesta ante la amenaza de ser abandonadas”, lo que reafirma la desigualdad de género dentro de la misma pareja, pues refuerza al hombre como proveedor que justifica su ausencia con la búsqueda de recursos, que de alguna manera se impone para tener sexo sin protección alguna.

En el trabajo del INSP se realizó un estudio en dos poblaciones, una rural y una urbana de México, en el que concluyeron que , sólo 28.6 por ciento de la población en la primera comunidad y 40.4 por ciento de la segunda cuenta con acceso a servicios médicos de alguna institución de seguridad social.

 

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