Parcial y subjetivo | Libros llenos de lectura

05/04/2013 - 12:00 am

Ya he dicho (y no soy, ni por mucho, el primero en hacerlo) que la literatura es una herramienta útil para indagar en aspectos de la vida que nos resultan ajenos. La experiencia que brinda la lectura puede llegar a ser tan vívida como la que adquirimos en carne propia. Si somos capaces de identificarnos con los personajes, si asumimos sus posturas y compartimos sus emociones, a la larga todas éstas también formarán parte de la persona que somos. De ahí que resulte casi imposible disociar la idea de una historia con la de un protagonista. Es en él en quien depositamos nuestra empatía o rechazo, es con él con quien descubrimos el mundo y lo ampliamos.

Sin embargo, a veces no son los personajes los que más atractivos nos resultan. Las historias que se cuentan bastan por sí mismas para atraparnos en la intriga. Al margen de quien las protagonice, las tramas bien construidas poseen elementos que posibilitan la lectura. Y de ese mismo modo, existen muchos elementos novelísticos que resultan suficientes a la hora de permitir el abandono a la lectura: lugares, tiempos, recursos formales, pequeños detalles, la forma de construir las frases, entre muchos más. Unos y otros contribuyen a que la lectura sea un acto placentero, incluso necesario.

Quiero hablar hoy de un elemento que podría parecer redundante dentro de las novelas: el propio libro. Al parecer, muchos escritores se sienten tentados ante la posibilidad de hacer de sus personajes autores o lectores. Supongo que resulta inevitable en tanto referente inmediato. Así pues, intentos hay varios, unos más afortunados que otros. Sin embargo, hoy me interesan más los productos de esas actividades: los propios libros. Hay múltiples novelas fundadas sobre la existencia, el misterio o la desaparición del libro. Junto con el personaje principal, el libro toma entonces un carácter protagónico.

Conseguirlo no es fácil. Como ya lo dije, la tentación es mucha. De ahí que sea necesario tratar al libro más allá de los lugares comunes, llevarlo a una dimensión especial. Por fortuna, existen grades ejemplos de novelas que giran en torno al libro, a ese pequeño objeto que tanto placer dispone para quien se le acerca. Adelante, sólo una pequeña muestra.

La historia interminable

01interminable_bA Bastián Baltasar Bux no le va bien en la escuela. Es por eso que se refugia en la lectura. Se encierra para leer un libro que ha robado: “La historia interminable”. Pronto es atrapado por su trama. Los habitantes de Fantasia luchan para que su mundo no desaparezca, devorado por la nada. Incapaces de resolverlo por ellos mismos requieren una ayuda externa. La ayuda que el propio Bastián les proporcionará. Si la lectura significa formar parte del libro, Michael Ende lo lleva al límite, permitiéndole a su protagonista ser parte de lo que él mismo está leyendo. Así, pronto se encontrará con Atreyu, un cazador a quien la Emperatriz Infantil encomendó la búsqueda para salvar al reino de Fantasia. Juntos recorrerán maravillosos parajes y se enfrentarán a enemigos peligrosos. Este libro suele ser recomendado para niños y jóvenes. Sin embargo, una lectura adulta también mostrará las maravillas que en él se encierran.

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La misteriosa llama de la Reina Loana

02llama_bYambo Bodoni se ha dedicado toda su vida a la venta de libros antiguos. A causa de un infarto, pierde su memoria vital. Es decir, le resulta imposible recordar quién es, lo que ha sido, a los miembros de su propia familia. Sin embargo, es capaz de recordar todo lo que ha leído. Gracias a esta memoria puede hacer un largo recorrido hacia su pasado que no es otra cosa sino la historia personal de sus lecturas. En esta novela no se da cuenta de un solo libro sino de muchos, de la importancia que ha tenido la lectura para este personaje. Incluso más. Porque no se centra únicamente en la lectura de sus libros, también se ocupa de otras formas de adentrarse al conocimiento. Ésta puede ser calificada, sin mucho riesgo, como la novela más íntima y personal de Umberto Eco. Tal vez, por eso mismo, sea la menos aplaudida de ellas.

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La sombra del viento

03sombra_bEstamos en Barcelona, durante la primera mitad del siglo XX. Daniel Sampere es un joven que es llevado por su padre a “El Cementerio de los Libros Olvidados”. La sorpresa es mayúscula: en sus paredes y sus estantes se acumulan millares de volúmenes de libros que nadie más leerá. Sin embargo, la consigna del lugar es clara: cada visitante tiene derecho a salvar uno de esos libros. Daniel elegirá “La sombra del viento”. Una elección como tantas otras aunque cargada de misticismo: al parecer, es el libro quien lo elige a uno y no al revés. Sea como fuere, el hecho de tener ese ejemplar bajo su cuidado despierta una serie de acontecimientos que volverá a la novela una historia de aventuras, con un antagonista terrible y la promesa de un primer amor maravilloso. Aunque es un best seller, este libro de Carlos Ruíz Zafón permite abandonarse a su lectura. Además, cuenta con secuelas y precuelas aunque, es justo decir, no son tan eficaces.

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Si una noche de invierno un viajero

04noche_bYa he hablado de esta novela. Es una de las grandes joyas de la metaficción. El protagonista, en un primer momento, es el propio lector que está iniciando la lectura de Si una noche de invierno un viajero. Sin embargo, va más allá de eso. Porque, tras despegarse del lector (y sin dejar de serlo del todo), el personaje emprende una larga odisea para leer la novela que desea. Sucede que, tras unas cuantas páginas, el libro que está leyendo se interrumpe por problemas con la edición. Así, tendrá que irse conformando con diez inicios de novela por demás efectistas. Tanto, que el propio lector persona, no podrá sino quedar atrapado por aquello que sólo puede calificarse como lo novelesco. Italo Calvino ofrece una novela que es muchas novelas pero, también, un elogio para la propia lectura. Uno de esos textos a los que siempre valdrá la pena regresar.

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Fahrenheit 451

05fahrenheit_bMontag es un bombero en una sociedad futurista. A diferencia de su significado actual, los bomberos de esa distopía se encargan de quemar libros. El argumento es simple: entre menos piense la gente mejor será la sociedad. El problema es que Montag se ha hecho de varios ejemplares en sus diferentes incursiones. Es cierto, ha quemado casas y bibliotecas enteras pero ha rescatado unos cuantos ejemplares. Pronto, tras un error y una traición, tendrá que huir hasta encontrarse con un grupo de hombres que lucha para hacer que el conocimiento prevalezca: cada uno de ellos está encargado de memorizar un libro y así evitar que se pierda. Ray Bradbury plantea no sólo una crítica a la sociedad. También hace un elogio a los ideales y a todo aquello que se encierra en los libros.

Resulta estéril hacer, en esta colaboración, una apología sobre el valor del libro. Es algo que yo no puedo poner en duda pese a que soy capaz entender otras posturas. De ahí que, más allá de los argumentos, ofrezco estas cinco novelas como un punto de partida. Cada libro es valioso, es cierto, pero si a alguien le quedara alguna duda, estas cinco propuestas pueden volverse contundentes a la hora de convencer a los detractores. En ellas, se muestra algo que nos ha sucedido a muchos: cómo un libro, uno solo, es capaz de cambiar la vida de las personas.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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