¿QUÉ TANTO HAY DEL PLAGIO, ESTIMADO BRYCE?

05/09/2012 - 12:00 am
Foto: EFE

“Bryce, plagiario o no, es uno de los mejores escritores latinoamericanos del post-boom. Y eso nadie se lo quita”, escribió en 2010 la periodista peruana Rocío Silva Santisteban en su columna del periódico La República.

En esa misma línea se ubica el también escritor peruano Fernando Iwasaki (Lima, 1961), uno de los más destacados de su generación en dicho país sudamericano, quien en declaraciones a Sin Embargo MX apunta: “En cualquier selección de los diez mejores libros peruanos de todos los tiempos habría un título de Alfredo Bryce Echenique. Incluso me atrevería decir que Un mundo para Julius y La vida exagerada de Martín Romaña son dos obras imprescindibles de la literatura en español del XX. Por lo tanto, para mí Alfredo Bryce Echenique no solo es un digno ganador del premio de la FIL Guadalajara, sino que además es el único escritor peruano que podría recibir el Premio Cervantes”.

En su blog, Moleskine literario, el joven escritor limeño (1968) Iván Thays calificó de “estupenda noticia” que “el premio FIL Guadalajara en lenguas romances, antes conocido como el premio Juan Rulfo, haya sido otorgado a Alfredo Bryce Echenique. Es el segundo escritor peruano en ganarlo (antes lo había ganado Julio Ramón Ribeyro)”.

Dice el joven escritor mexicano Juan Pablo Villalobos, autor de la celebrada Fiesta en la Madriguera, ser “un fanático” de Un mundo para Julius, obra magna del peruano Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939).

“Me encanta ese libro, que leí hace muchos años. De alguna manera, creo que influyó en la voz de mi narrador”, manifestó Villalobos en entrevista con esta cronista.

El día amaneció soleado en Guadalajara. Como todos los años, unos meses antes de la Feria Internacional del Libro (FIL), que se celebra a fines de noviembre, periodistas nacionales e internacionales estaban convocados para conocer el ganador del Premio FIL en Lenguas Romances, uno de los más prestigiosos del continente.

Se trata del que antes era llamado Premio Juan Rulfo y que perdió el nombre del autor del Llano en llamas en 2006, cuando la viuda del escritor jalisciense y sus hijos reaccionaron frente al otorgamiento del galardón al poeta Tomás Segovia (1927-2011), quien en su criterio “disminuyó la obra y la persona” del escritor.

En la propia ceremonia de aceptación del premio, Segovia había dicho que “Juan Rulfo, es un escritor misterioso” del cual nadie sabía por qué tenía ese talento.

“En otros escritores uno puede rastrear el trabajo, la cultura, las influencias, incluso la biografía, pero en Rulfo es un puro milagro”, aseveró.

Desde entonces, el Premio aumentó su bolsa a 150 mil dólares y comenzó a llamarse Premio de Literatura en Lenguas Romances, el cual, merced a un jurado conformado por notables, generalmente figuras destacadas de la literatura mundial, tiene un halo de prestigio irrefutable en Iberoamérica.

Este año, salvo por la inexplicable inclusión en el jurado de la periodista argentina Leila Guerriero (1967), una cronista con muy poca obra y nada de pasado literario, el grupo de intelectuales encargado de decidir el ganador (el número 22 en la historia del premio) fue conformado por destacadas figuras de las letras: el autor mexicano Jorge Volpi, el profesor y escritor rumano-canadiense Călin-Andrei Mihăilescu, el crítico peruano Julio Ortega, la crítica literaria colombiana Margarita Valencia, el inglés Mar Millington y la escritora puertorriqueña Mayra Santos-Febres.

El ritual se repite año tras año. Entre cafés y donas, periodistas que van y vienen por la sala de prensa eficazmente comandada por la experta Myriam Vidriales, la encargada de los medios de comunicación en la FIL desde hace muchos años, va creciendo la expectativa por conocer el nombre del ganador.

Hasta ese día, es imposible incluso especular. Nada se sabe de quién puede acceder al premio, tal es el secreto en que se mantienen las candidaturas y el fallo final. Si algún periodista privilegiado conoce de antemano el nombre del ganador, guarda celosamente el dato y lo cierto es que jamás ha habido filtración alguna.

Los periodistas asiduos a la Feria suelen bromear con Vidriales, quienes todos los años escucha con paciencia los argumentos de los escribas en el sentido de qué bueno sería ir a la conferencia preparados para la ocasión.

Las agencias de noticias en esos casos suelen ser implacables: primero hay que enviar un cable de dos párrafos con el anuncio del ganador, luego un despacho largo contando los argumentos del jurado y las declaraciones del escritor elegido, quien suele dar una entrevista telefónica a los medios reunidos en la conferencia y, finalmente, hay que elaborar un largo y exhaustivo perfil del galardonado.

Este año, no fue la excepción y el rito se cumplió de acuerdo a lo previsto.

Andrei Mihăilescu, autor de ensayos comparativos de las literaturas contemporáneas europeas y latinoamericanas y profesor en la Universidad de Western Ontario, Canadá, fue el encargado de leer el fallo del jurado.

Rueda de prensa de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), en donde se dio a conocer el fallo del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2012

Nacido en Lima, en 1939, Alfredo Bryce Echenique es una de las figuras fundamentales de la literatura latinoamericana. Su obra ha atravesado e influido a varias generaciones desde la publicación de su primer libro de cuentos, Huerto cerrado. Su prosa está plena de humor, sentido satírico y un estupendo registro de la oralidad. Desde una melancolía bien temperada y una irónica nostalgia por los años idos, construye mundos y personajes entrañables con quienes los lectores establecen empatía inmediata.

Es autor de Un mundo para Julius (1970), una novela que se ha vuelto imprescindible, y de una obra prolífica, que incluye las novelas La vida exagerada de Martín Romaña (1981), El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz (1985) y No me esperen en abril (1995), entre otras. Este gran cronista de la vida y las búsquedas literarias y políticas de los latinoamericanos de su generación, explora temas que rozan la enfermedad, la felicidad, el amor y la tristeza, y se mueve con igual eficacia por el cuento y la novela”.

Entre los presentes (se encontraban la directora del Conaculta, Consuelo Sáizar, el escritor Gonzalo Celorio y la directora de la FIL, Nubia Macías, entre otros) no se hicieron esperar los sonidos de aprobación. Faltó poco para que la sala prorrumpiera en un aplauso, aunque a la hora de las preguntas a Bryce Echenique, todos los periodistas presentes le hicieron saber su satisfacción por el premio que se hará efectivo el próximo 24 de noviembre, durante la inauguración de la 26 Feria Internacional del Libro en Guadalajara.

En comunicación telefónica desde Lima, Perú, donde nació en 1939, el escritor se congratuló por la posibilidad que le daba el anuncio del premio “de hablar, por fin”, puesto que estuvo, según confesó, “durante tres días muy callado”.

“La gente me encontraba raro y no sabía por qué”, dijo.

Fue la primera pregunta realizada por el periodista mexicano corresponsal de El País y columnista de Sin Embargo MX, Salvador Camarena, la que rompió el hielo en torno a una pregunta que había que hacerle obligadamente al célebre autor peruano: los asuntos de plagios de artículos periodísticos a él adjudicados.

–Felicidades. Apenas pusimos la noticia en Twitter, la primera cuestión que saltó, usted lo debe tener previsto, es el asunto de unas acusaciones de plagio, hace algunos años. En el marco de este anuncio, ¿usted qué tiene que decir?

–(ABE)¿Qué puedo decir? Ese es un juicio absolutamente irregular, que voy ganando, uno tras otro a todos, digamos, los adversarios que me denunciaron, o algo. Para empezar, no se refiere a mi obra en absoluto, y en segundo lugar, era anticonstitucional, incluso, porque nunca supe nada. Yo vivía en Barcelona y jamás se me notificó. En un juicio se tiene que notificar a la víctima y al acusado. Hasta ahora todo va muy bien, voy ganando, se me ha devuelto el dinero de la multa que se me cobró, y resulta que mi principal acusador ha sido, a su vez, acusado por la revista Caretas, de Lima, de haber plagiado sistemáticamente durante años, material de esta revista. En este juicio ninguno de los agraviados me ha enjuiciado, ninguno, ninguno. Este juicio es una trama de una persona para ocultar sus propios plagios, es lo que yo me temo, y es lo que todo indica por ahora. Todo lo indica puesto que voy saliendo de esta acusación, limpiamente, incluso se me cobró una multa que ya se ha decidido me sea devuelta.

La justicia es larga, eso lo he aprendido. Pero puede que en dos años pueda acabar este asunto. Ya para siempre, y por cierto, favorable a mi persona, porque como dije antes, es un juicio anticonstitucional, se hizo sin notificarme. Yo llegué a Perú después de muchísimos años en Europa, me encontré con un juicio y yo no sabía que lo había. Ya contraté un buen abogado y me está llevando de victoria en victoria, digamos así.

LA HISTORIA DE LOS PLAGIOS

En 2009, Alfredo Bryce Echenique fue multado por el máximo organismo de control de la propiedad intelectual peruano, el INDECOPI, por haber plagiado 16 artículos a dos diarios y una revista, La Vanguardia, el Periódico de Extremadura y Jano, todos medios españoles.

El autor fue pasible de una multa de 60 mil dólares y la excusa que dio entonces para justificar los plagios denunciados a principios del 2007 fue que “se trató de un error de mi secretaria –llegó a decir Bryce– y por el apuro por acabar mi última novela…”

CRECE LA POLÉMICA

Con el transcurrir de las horas, la polémica en torno al premio otorgado al escritor peruano fue creciendo en las redes sociales. Primero a causa de una nota bastante malintencionada del periódico argentino Clarín que en su suplemento de cultura Ñ publicó una nota con el título ¿Premio a un plagiador?, en la que decía, entre otras cosas, que: “En un mundo en crisis financiera el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique acaba de aumentar su cuenta bancaria 150 mil dólares gracias al galardón que le acaba de otorgar la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, México. Mirando solamente su producción literaria el premio es más que merecido. Sin embargo, hace cinco años el escritor peruano fue acusado de plagio por obras de no-ficción. Aunque hoy dice que las acusaciones no tienen sustento, en su momento se había disculpado públicamente por su mala praxis, hasta echándole la culpa a su asistente”.

En esas disputas literarias que a veces se contaminan con las nacionalidades, el artículo fue visto por algunos analistas de la prensa como la manifestación de cierto resentimiento del establishment de las letras argentinas, que desde que Juan Gelman obtuviera el premio en el 2000, no logra imponer a ningún autor de aquellos lares en la premiación.

Pero lo cierto es que el tema trascendió el horizonte periodístico y comenzó a crecer en Twitter y en Facebook.

“¿Qué siente un escritor al cambiar unas cuantas palabras a un texto ajeno para hacerlo pasar por propio?”, se preguntó el poeta y ensayista mexicano Armando González Torres. Como respuesta, el novelista Alberto Chimal publicó notas relacionadas con el tema del plagio.

“Un motivo más para que Bryce Echenique no tenga cuenta en Twitter”, escribió un usuario en dicha red social. Razón no le faltaba.

Sin embargo, conforme fue creciendo la polémica, comenzaron también a multiplicarse las muestras de apoyo al autor peruano.

“Me ha enseñado a querer mucho a mis amigos y a amar a mujeres buenas y malas. Suficiente para sonreír por su premio”, escribió un lector en Twitter.

En declaraciones a Sin Embargo MX, Gabriel Sandoval, el director de la editorial Planeta Latinoamérica, peruano de nacimiento y quien ha trabajado muy de cerca con el autor en la publicación de sus libros, tanto en Planeta como en Alfaguara, dice:

“No recuerdo bien cuándo fue la primera vez que leí a Alfredo Bryce, lo único cierto es que no he podido dejar de hacerlo nunca. Lo primero que llegó a mis manos fue La última mudanza de Felipe Carrillo, que encontré en los 80 en la biblioteca de un tío. En ese tiempo no tenía ni 15 años y mi vida era la de un adolescente en busca de algo que desconocía pero anhelaba. Y encontrar a Bryce fue encontrar una parte de eso que me faltaba. En ese momento me encandilé con su estilo y humor y lo seguí leyendo años más tarde, cuando emigré a Chile y pasaba las estaciones del metro de Santiago inmerso en las enormes conversaciones entre Pedro Balbuena y su perro Malatesta. Así, sin querer, un día conocí a Alfredo y me sorprendió escucharlo como si lo leyera, y lo encontré un hombre entrañable y querendón, inteligente e irónico. Luego vino el escándalo del plagio, las notas de prensa, los inquisidores furibundos mostrando sus lenguas como antorchas encendidas, llamas que hoy veo volverse a encender para denigrar el premio que acaba de ganar. ¿Pero no es acaso mezquino tirar por la borda todas las horas de felicidad que nos dieron sus novelas? Por mi parte me alegro enormemente de que Alfredo Bryce Echenique haya ganado este premio y aprovechar la instancia para decirle gracias por la alegrías y las nostalgias, por las noches rendidas ante sus historias, por cada una de las veces en que su ingenio logró exorcizar una tarde que ya parecía perdida. ¡Felicidades Alfredo!”

Por su parte, el escritor peruano Alonso Cueto (Lima, 1954), autor entre otros de La hora azul y El susurro de la mujer ballena, dijo a Sin Embargo MX que “el premio es muy merecido. Bryce ha creado un lenguaje y, con él, un mundo. Desde sus libros, la ternura masculina, el culto a la amistad, el humor como un modo de llegar a la verdad y un lenguaje que le da una forma a todo eso, son parte de nuestras vidas de lectores. Creo que esto es lo que cuenta”.

LA VARIEDAD DE LA VIDA

Un mundo para Julius, libro publicado en 1970 y que ha atravesado todas las barreras del tiempo, constituye para su autor, Alfredo Bryce Echenique, “una novela de adiós, adiós al mundo que había vivido y que ya no existe”, motivado por “la variedad de la vida”, un tema que rige la literatura de Bryce Echenique, quien se considera dueño de una “gran curiosidad artística”, según declaró.

“Mi literatura está marcada por la vida, indudablemente. Cuando yo escribí Un mundo para Julius, ya vivía en Europa… Queda ese libro como un reflejo de algo que ya no existe, de algo que fue. Así todos mis demás libros, los que vinieron después, como La vida exagerada de Martín Romaña (1981), Reo de nocturnidad (1997), La amigdalitis de Tarzán (1999), y muchos más, se debieron a una curiosidad artística.

“Julio Cortázar, quien fue también amigo mío en París, y gran maestro, solía decir que los escritores se quedaban en América Latina muy encerrados en su territorio del cual habían salido, y no se fijaba en el territorio al cual habían llegado. Su generosidad no abarca este territorio nuevo. París, Roma, cualquier ciudad europea en la que uno vivía… Él sí lo había hecho, y lo hice también en mis novelas. En cuanto a los artículos, muchas los titulé crónicas personales. También utilicé la palabra tomada de Malraux, antimemorias, porque en realidad, según Malraux, el psicoanálisis es más completo que el solo recuerdo. Creo que mis artículos reunidos en dos grandes volúmenes de memorias, que fueron Permiso para vivir (1993), Permiso para sentir (2005), y después, han sido títulos como A trancas y barrancas (1996), Crónicas perdidas (2002), Doce cartas a dos amigos (2003), hablan del desorden y la variedad de la vida.

El tercer hijo de un hombre de provincias que depositó en él todos los sueños de un progenitor respecto de sus vástagos, vivió con ciertos apuros el retraso mental y la sordomudez de su hermano mayor y los aprietos sociales en que solía meterlo su otro hermano, un hombre amigo de la diversión y poco amigo de los estudios.

“Un día llevé a mi casa a un amigo chino. Mi hermano, que había sido educado en Estados Unidos con la idea de que ese país era lo mejor del mundo, empezó a repetirle: ‘¡Comunista, Mao, desgraciado!’ Y le dijo que se iba a ir al infierno. Incluso, pisoteaba el suelo de la casa con la idea de que el chino jamás se pudiera escapar de allí”, contó recientemente al periódico La República, de Perú.

Alfredo cumplió con las ansiedades paternas y se hizo abogado, un recuerdo fuerte que ha dejado plasmado en su reciente novela Dándole pena a la tristeza, basada en la vida de su abuelo el banquero Francisco Echenique Bryce y que presentó en julio en el lujoso hotel limeño donde vive desde que regresó a su ciudad natal, en 1998, luego de residir 34 años en Europa, los últimos 14 en Madrid.

No tuvo hijos por miedo a que salieran como su hermano Paquito, que sufría un retraso mental y era sordomudo. “Para mis padres fue traumático ese hijo (Paquito), pasaban la Navidad triste, no había Navidad”, dijo a la televisión peruana.

“Mis hermanos tuvieron mucho miedo de que les saliera un niño no normal. Que sea como mi hermano. Ellos pasaban momentos de ansiedad y angustia. Un hijo me hubiera complicado la vida, no creo que me la hubiera alegrado, creo que más me hubiera alegrado la vida un perro boxer”, confesó al programa Abre los Ojos.

Ganador del Premio Nacional de Narrativa de España en 1998 por Reo de nocturnidad y del Premio Planeta en el 2002 por El huerto de mi amada, se ha dicho que es el escritor masculino que ha escrito más literatura femenina, un juicio que si bien no comparte del todo le ha servido para reivindicar “la ternura”, pues –según declaró recientemente al periódico español El Mundo– “me interesa la posición del otro, soy curioso de las vidas privadas”.

Se dice de Alfredo Bryce Echenique que es una persona “entrañable” y que “escribe como habla”. Son, precisamente, la oralidad y el humor  los dos componentes de su literatura que rescata Gabriel Sandoval.

“Si uno lee los libros de Alfredo y luego lo escucha hablar, notará que no hay diferencia entre sus discursos. Creo que el Premio FIL destaca una trayectoria luminosa y que festeja a un escritor fundamental para nuestro continente. La historia del Perú no podría entenderse sin Un mundo para Julius, afirmó Sandoval.

Modesto como pocos, Bryce sólo alcanza a decir de sí mismo: “Soy un solitario que vive en excelente compañía y un pesimista que espera que siempre las cosas salgan bien”.

Satisfecho con el rumbo que ha tomado la literatura peruana contemporánea, el escritor cree que las letras en su país “están pasando un momento estupendo, con escritores bastante menores que yo, Alonso Cueto, Fernando Ampuero; en poesía Toño Cisneros, Daniel Alarcón, entre los jovencísimos, y también Iván Thays. Es una literatura que siempre tiene una gran vitalidad, no la ha perdido. Los grandes maestros están ahí, un Mario Vargas Llosa por un lado, y por otro lado grandes maestros que no tuvieron mucha suerte, particularmente mi maestro, nunca hablé tanto de literatura sino con él, Julio Ramón Ribeyro, que ganó este mismo premio, el Juan Rulfo, cuando se llamaba así, en 1994”, precisó.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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