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Peniley Ramírez Fernández

05/04/2017 - 12:00 am

El misterio del Aston Martin

Eran las 11:30 de la mañana. El sol implacable quemaba sus sienes. En su ánimo, dice, la feliz noticia de haber cumplido una escalada más en su encomienda. Otra entrevista de rutina para anunciar que muy pronto se llenaría el pueblo de aroma a pozole recién cocido. En su relato, el maestro se sentía tranquilo. […]

¿Cómo llegó allí un supuesto permiso del ayuntamiento de Pilcaya? ¿Por qué terminó el Alcalde implicado en un escándalo antes de que alguna autoridad lo señalara como dueño o usuario del vehículo? Foto: Twitter

Eran las 11:30 de la mañana. El sol implacable quemaba sus sienes. En su ánimo, dice, la feliz noticia de haber cumplido una escalada más en su encomienda. Otra entrevista de rutina para anunciar que muy pronto se llenaría el pueblo de aroma a pozole recién cocido.

En su relato, el maestro se sentía tranquilo. Hasta que las alertas comenzaron a brincar en su teléfono como un panal agitado. Del otro lado de la línea, sus conocidos le preguntaban por su salud; sus empleados cómo resolver la crisis.

Corrió desde Toluca, donde sucedió la entrevista, hasta su pueblo. Allí supo que en la Ciudad de México los periodistas no solo estaban aprendiendo su nombre, sino también buscaban en un mapa donde queda Pilcaya, una localidad de 11 mil habitantes, donde reina un paisaje de montañas verdes, en medio del corredor de las drogas donde colindan los estados de México, Guerrero y Morelos.

Habían pasado pocas horas de que la televisora Azteca publicara que el maestro Ellery Guadalupe Figueroa era dueño –o iba al volante- de un coche que había chocado la noche anterior en la Ciudad de México.

El auto era nada menos que un Aston Martin DB11, un impresionante deportivo capaz de acelerar de 0 a 100 kilómetros por hora en 3.9 segundos, conocido en el gremio automovilístico como “el auto de James Bond”, cuyo costo inicial de venta es de 315 mil dólares. Solo se habían vendido seis coches de este tipo en México desde su lanzamiento, a mediados de 2016. El del accidente, había salido de la agencia a mediados de marzo, según los medios que dieron a conocer la noticia.

Cuando Figueroa llegó a su pueblo, ya en las redes sociales comenzaba a adquirir el mote de #LordAstonMartin. Varios vecinos dijeron a esta columna que la noticia causó una gran conmoción. No se habló de otra cosa en Pilcaya durante todo el día.

El vínculo entre el auto y el municipio no era una ocurrencia. Varios medios mexicanos publicaron la fotografía de un permiso provisional de circulación, expedido por el ayuntamiento que Figueroa gobierna, que apareció en el auto después del siniestro. El propio Alcalde dijo a esta columna que la aseguradora que amparaba el vehículo había llamado a su oficina, para saber si el permiso era auténtico o falso.

En medio de la confusión, varios medios afirmaron que la fuente original de la información era Darío Alvarado, un periodista de Morelos. “Yo solo publiqué la información (en mi cuenta de Twitter) y completé el tuit poniéndole el nombre del Alcalde. Fue todo, y se armó un gran lío”, dijo Alvarado, visiblemente contrariado por la dimensión que adquirió su tuit, al ser tomado como fuente.

A juzgar por los vecinos, quienes hablaron para esta columna bajo condición de anonimato, Figueroa no es un hombre que despierte en su pueblo temores o reservas. Dicen en Pilcaya que es maestro de secundaria, que aún vive en la misma casa de dos pisos que tenía antes de convertirse en mandatario local y que no, él nunca ha andado por allí con un coche de lujo.

Esta versión coincide con la que horas más tarde relató el propio Alcalde, que contesta para esta columna su enésima entrevista del día. “Es un carro que no puede pasar desapercibido en ningún lugar donde se pare. Yo creo que ni juntando el dinero de todos los que vivimos acá lo podremos comprar. Es una cuestión que se sale de nuestra realidad, por la cantidad que vale el carro”, dijo el Alcalde.

Al momento de la entrevista, entrada la noche del 4 de abril, ninguna autoridad federal o de la Ciudad de México había contactado con el mandatario, según su versión.

Antes de hablar con la prensa, Figueroa relata que pidió una lista de los permisos de circulación temporal que su pequeña oficina de tránsito municipal ha expedido en el último mes. Afirma no hay en esta lista ningún Aston Martin.

¿Una aseguradora pudo haber tomado el contrato de un coche de 315 mil dólares con un permiso para circular falso? ¿Un Alcalde de un municipio rural de Guerrero, que antes de tomar el cargo era maestro de secundaria, puede manejar uno de los autos más lujosos del mundo? ¿Puede un gremio periodístico exhibir la identidad de un político con una supuesta riqueza inexplicable, basándose en un documento del que no se conoce su autenticidad?

Al margen del misterio, varios cuestionamientos éticos y periodísticos derivan de este caso, que seguramente aún tendrá otros capítulos. ¿Quién es el dueño en los papeles de este auto? ¿Cómo llegó allí un supuesto permiso del ayuntamiento de Pilcaya? ¿Por qué terminó el Alcalde implicado en un escándalo antes de que alguna autoridad lo señalara como dueño o usuario del vehículo?

Más allá de estas preguntas, el caso del Aston Martin abre a la prensa capitalina un tema no menos relevante, del que ya se ha ocupado la prensa local en Morelos. Durante los últimos años, medios y políticos locales han exhibido el crecimiento de una industria de pequeñas agencias que expiden, en Morelos, permisos provisionales de circulación, de ayuntamientos del vecino estado de Guerrero. El costo oscila entre los 100 y los 200 pesos, y los requisitos son mínimos, que a veces no incluyen siquiera algún documento de identidad del supuesto dueño del auto.

¿Puede este caso desentrañar un modo de esconder quiénes manejan miles de coches en una de las zonas del país con mayor violencia por la guerra del narcotráfico? ¿Podría ser el Aston Martin la punta de un iceberg que explique uno de los modos de trabajo más eficientes de quienes en esa zona circulan sin un registro que permita a las autoridades localizar quiénes son los dueños?

Figueroa dice que repetir a la prensa que el auto no es suyo, e investigar por su cuenta cómo llegó un permiso de su municipio a esa unidad, es jugarse una carta de vida. “Nos pone en riesgo, es un hecho, pero si yo no desmiento esta información quedo en entredicho. Yo puedo quedar como el villano de esta película, pero no quiero”.

Pocos en Pilcaya hablan ya sobre su Expo del Pozole, que sucederá este fin de semana. En las redes locales, en los convivios de familia, en los bajos susurros que inundan las calles, solo está el fantasma del coche de James Bond, que dicen no haber visto nunca, pero cuya imagen invisible se ha instalado allí, como un gran elefante blanco en medio del pueblo.

 

 

 

Peniley Ramírez Fernández
Peniley Ramírez Fernández es periodista. Trabaja como corresponsal en México de Univisión Investiga.

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