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Sandra Lorenzano

05/05/2019 - 12:03 am

Escucha generosa contra el mar helado

Como me sucede siempre, también esta vez estoy en Bogotá para aprender. Los testimonios y presentaciones que he escuchado en el 14 Congreso Nacional de Lectura, “Coordenadas abiertas: lecturas y escrituras en tránsito”, organizado por Fundalectura en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, me hacen volver a casa con el corazón rebosante de descubrimientos felices, nuevos amigos y admiración siempre renovada por este país que en todo momento tiene algo que enseñarnos.

“Signos cardinales”, obra de la colombiana Libia Posada. Foto: Especial

Para Darío Jaramillo Agudelo
por el premio García Lorca, por el cariño, por la poesía

Sobre las piernas de las mujeres se ven los mapas de sus recorridos. Caminos de desplazadas, de desterradas, tatuados en la piel. Y sin duda en el alma. La obra se llama “Signos cardinales” y es de la colombiana Libia Posada (Medellín, 1959). En mi más íntima cartografía, esa que también llevo tatuada en la piel y en el alma, Colombia ocupa un lugar fundamental. Tengo que decir que es un lugar que se ha ganado por su propia fuerza, porque lo cierto es que no nací en Colombia ni nunca he vivido allí; lo que tengo en esa tierra es amigas y amigos queridos, y sobre todo tengo una historia de estremecimientos, un racimo de memorias que no son mías, pero que me sacuden como si lo fueran. Quizás porque habiéndome cancelado a mí misma por muchos años, casi sin darme cuenta, la posibilidad de hablar del horror en Argentina, el país que nos obligó al exilio, encontré en Colombia, en su experiencia de violencia, en las propuestas trazadas allí por la literatura y el arte, un modo de pensar en mi propia historia. Las miradas tangenciales son a veces las únicas que nos permiten llegar adonde sabemos que tenemos que llegar. Aquel sitio me permitió ponerle palabras a un silencio que ya me pesaba demasiado.

Pero vuelvo a las fotografías de Libia Posada, a esas piernas que han recorrido larguísimos caminos para escapar del horror. En Colombia, cerca de la mitad de las víctimas del conflicto armado son mujeres, alrededor de 4.2 millones. Entre ellas, más de 3.7 millones han sido víctimas de desplazamiento. [1] Es decir que se han visto obligadas a dejar su hogar, generalmente con sus hijas e hijos, por los enfrentamientos entre militares, paramilitares, grupos de la guerrilla o del narcotráfico.

“Libia, artista visual, médica y fotógrafa, primero lavó los pies de cada persona ‘en un acto de re significación del cuerpo’ y posteriormente tomó las fotografías con el registro y la memoria hecha marca de las rutas de desplazamiento dibujadas sobre sus piernas”. [2] Esas piernas que les han permitido salvar la vida. Desplazadas, desarraigadas, estas mujeres son particularmente vulnerables a la violencia. [3]

Eso lo sabe bien la gran Doris Salcedo. Cada una de sus propuestas es una profunda reflexión sobre la relación entre estética, ética y política. He escrito otras veces sobre ella [4], y no me canso de hacerlo porque cada nueva obra es –como decía Kafka que debían ser los libros- “el hacha que rompe el mar helado dentro de nosotros”. Es el suyo “un arte de la violencia sin violencia”, como le gusta decirlo; la búsqueda de nuevos caminos para hablar de los excluidos de nuestra sociedad, de los “humillados y ofendidos”, nuevos modos de construir una poética del duelo. Obras como “Shibbolet” creada en la Tate Modern de Londres, o “Palimpsestos”, un homenaje a los migrantes muertos en el Mediterráneo, expuesta en el Palacio de Cristal del Retiro de Madrid, o “Sumando ausencias”, “un grito de paz en nombre de las víctimas”, realizada en la Plaza Bolívar de Bogotá, con ayuda de más de mil 500 personas.

No en el plebiscito, se han constituido ya en tres de los más interesantes contra-monumentos de nuestra época.

Doris Salcedo, “Sumando ausencias”. Foto: Tomada de Internet

“Fragmentos”, la obra creada con las armas entregadas al Gobierno por la guerrilla de las FARC como parte de los procesos de paz iniciados durante la presidencia de Juan Manuel Santos –y lamentablemente en estado de hibernación durante el actual periodo del Presidente Iván Duque-, implicaba un nuevo reto. Lo que propuso entonces la artista fue una obra que hablara de un crimen político silenciado: la violencia sexual. Así, convirtió su obra en un acto de resistencia de las víctimas. “Fue muy emotivo –ha dicho en las entrevistas-, un acto que dignifica, un momento en que, sin asesinar a nadie, sin disparar una sola bala, sin irrespetar a nadie, se destruyeron nueve mil armas de fuego”. [5] 1300 placas metálicas sobre 800 metros cuadrados cubren el suelo de la casa del siglo XIX que alberga este nuevo espacio de memoria en la capital colombiana. 37 toneladas de armas fundidas martilladas por las mujeres que han sufrido violencia sexual durante el conflicto armado. Un acto de paz y de vida, en un país aún ensangrentado.

2. Como me sucede siempre, también esta vez estoy en Bogotá para aprender. Los testimonios y presentaciones que he escuchado en el 14 Congreso Nacional de Lectura, “Coordenadas abiertas: lecturas y escrituras en tránsito”, organizado por Fundalectura en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, me hacen volver a casa con el corazón rebosante de descubrimientos felices, nuevos amigos y admiración siempre renovada por este país que en todo momento tiene algo que enseñarnos.

Fundalectura es una organización sin fines de lucro que considera –como muchos de nosotros- que el libro, la lectura, la palabra literaria, pueden transformar una sociedad. Encabezada por Diana Carolina Rey, quien dirigiera durante siete años la Feria del Libro de Bogotá, y con la colaboración de Marisa Borrero, los proyectos de Fundalectura se suman a todos los otros que se llevan a cabo a lo largo y ancho del territorio colombiano: los del Ministerio de Cultura, los del Banco de la República, los de cada una de las alcaldías, los de diversas organizaciones como el Cerlalc (Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe), por citar unos pocos. Colombia es un país que ha buscado cambiar las balas por versos, por cuentos, por arrullos, por la tibia complicidad que surge en torno a los libros. Para comprobarlo, basta darles una mirada a los libros de Beatriz Helena Robledo, o de Michèle Petit –que tantos años vivió allí-, o entrar a la página de Bibliored (la red de bibliotecas públicas de Bogotá) , o escuchar a Jorge Melguizo, quien fuera Secretario de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín, y responsable del proyecto cultural que le cambió el rostro a una de las zonas con mayores índices de violencia del país. O prestar atención a las historias que durante tres días nos contaron, en público y en privado, algunos de los más de trescientos bibliotecarios, bibliotecarias y promotoras de lectura que nos acompañaron durante el congreso. Hay tanta ebullición, tantas ideas, tantas ganas de hacer cosas, tanta energía creativa, que dan ganas de escuchar con todo el cuerpo las experiencias de los colombianos.

Y justamente la palabra ESCUCHAR, la importancia de la escucha para la construcción de la paz, fue una de los aspectos subrayados en prácticamente todas las intervenciones. En especial en el diálogo que sostuvieron dos de los periodistas-cronistas más involucrados con los temas del conflicto armado y sus consecuencias en la sociedad: Alberto Salcedo Ramos y Juan Miguel Álvarez [6], de cuyo estremecedor libro Tierra verde calcinada (Rey Naranjo Editores, 2018) me gustaría hablarles en algún otro artículo. Escuchar: con sabiduría, con generosidad, con dedicación, dejando espacios de silencio acogedor para recibir la palabra del otro, de la otra, que tiene tanto para contar, y a veces tanto miedo de hacerlo, tantos años de no ponerle palabras al dolor. Escucharlos a ellos fue una lección de sensibilidad y respeto.

Como escuchar a Velia Vidal, fundadora de Motete, una “casa de letras” que está cambiando la realidad cultural de Quibdó, capital del Chocó, el departamento con los mayores índices de pobreza de Colombia. Cientos de niños y jóvenes participan en los clubes de lectura organizados por Motete:

“Como escuchar a Velia Vidal, fundadora de Motete, una “casa de letras” que está cambiando la realidad cultural de Quibdó, capital del Chocó, el departamento con los mayores índices de pobreza de Colombia”. Foto: Especial

“Muchos de los niños que participan en los clubes de lectura en Quibdó viven en contextos hostiles, algunas familias tienen altos niveles de agresión, llegaron a la ciudad a causa del desplazamiento y viven en condiciones muy difíciles, sin servicios sanitarios ni acueductos. Pero la mirada de Motete busca ir más allá de esas dificultades y ofrecer escenarios en los que, a través de la palabra, se pueda contribuir a formar ciudadanos críticos, sujetos políticos”, comentó Velia.

Fue increíblemente enriquecedor compartir los días del encuentro con el portugués Nuno Marçal responsable de una Biblio-móvil que lleva libros a los pueblos del interior portugués, aquellos en los que cada mes se cierra una escuela porque ya no quedan niños ni jóvenes sino sólo ancianos, y con Azucena Galindo, directora de Ibby México, que contó sobre los proyectos con migrantes y deportados, con Antonio Ortuño y su aguda mirada sobre la realidad de nuestro país, con Pablo Maurette y sus propuestas de lecturas clásicas en twitter, con Ricardo Forster que hizo una lúcida defensa de la lectura y el libro en una época de virtualidades y desmemoria.

Y sobre todo, vuelvo a decirlo, con las más de trescientas personas que nos acompañaron para recordarnos que los proyectos de paz son proyectos de solidaridad, de comunidad, de complicidades profundas, de alianzas indelebles, porque sólo a través de lo colectivo podremos romper el mar helado que hay dentro de cada uno de nosotros.

Sin duda en nuestras piernas, en nuestra piel y sí, también en el alma, tenemos grabados ya los entrañables mapas colombianos.

[1] https://www.unidadvictimas.gov.co/es/enfoques-diferenciales/en-colombia-42-millones-de-victimas-del-conflicto-armado-son-mujeres-alan

[2] http://www.region.org.co/index.php/revista58/el-arte/item/321-signos-cardinales-el-arte-como-pedagogia-publica-y-accion-estetica

[3] Ver “Mujeres colombianas desplazadas luchan contra los abusos sexuales”. Documento de ACNUR: https://www.acnur.org/noticias/noticia/2018/3/5b0be7cb1c/mujeres-colombianas-desplazadas-luchan-contra-los-abusos-sexuales.html

[4] Sandra Lorenzano, “Cuando el pasto nos hace llorar”, en SinEmbargo, 26 de julio de 2015: https://www.sinembargo.mx/26-07-2015/3037314

[5] Ver “Fragmentos, la obra de Doris Salcedo con las armas de las FARC”, en El Espectador, 9 de diciembre de 2018: https://www.elespectador.com/noticias/cultura/fragmentos-la-obra-de-doris-salcedo-con-las-armas-de-las-farc-video-828175

“Arte y memoria” en Arcadia, 31 de julio de 2018: https://www.revistaarcadia.com/arte/articulo/doris-salcedo-monumento-armas-de-las-farc-acuerdos-de-paz/70319

[6] Alberto Salcedo Ramos: Barranquilla, 1963, ganador, entre otros, del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en seis ocasiones, y del Premio Internacional de Periodismo Rey de España. Sus tres últimos libros son: Los ángeles de Lupe Pintor. Crónicas. Almadía, México, 2015; Viaje al Macondo real y otras crónicas.

Pepitas de Calabaza, España, 2016; Boxeando con mis sombras. Libros de Fuego. 2018.

Juan Miguel Álvarez: Bogotá, 1977, uno de los periodistas más prestigiosos de Colombia, especializado en temas de cultura y derechos humanos.

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, su novela más reciente es "El día que no fue" (Alfaguara). Investigadora de la UNAM, se desempeña allí como Directora de Cultura y Comunicación de la Coordinación para la Igualdad de Género. Presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación).

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