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Rubén Martín

08/11/2020 - 12:04 am

Perdió Trump, el supremacismo sigue vivo

La derrota de Donald Trump en las elecciones presidenciales de este año es una buena noticia no solo para el pueblo estadounidense, también para el resto del mundo.

El presidente Donald Trump en la Casa Blanca en Washington el 5 de noviembre del 2020. Foto: Evan Vucci, AP.

Y por fin una mayoría del pueblo estadounidense y una parte del mundo respiró tranquilamente: no habrá cuatro años más de Donald Trump en la Casa Blanca. No habrá, al menos por ahora, otro periodo de Gobierno de Estados Unidos impulsando un programa conservador de inspiración fascista con su agenda racista, de supremacía blanca, machita, antifeminista y con la intención de imponer una teocracia en la potencia mundial declinante.

La derrota de Donald Trump en las elecciones presidenciales de este año es una buena noticia no solo para el pueblo estadounidense, también para el resto del mundo que al menos no tendrá a un dirigente político abiertamente a favor de la supremacía blanca, racista y misógino impulsando alentando y apoyando movimientos de derecha radical, conservadores y abiertamente fascista que aparecen en distintas partes del mundo.

El candidato demócrata Joe Biden se impuso al inquilino naranja de la Casa Blanca tanto superando la cantidad de 270 votos del Colegio Electoral (esa anquilosada figura del sistema político de ese país), como superando con creces a Donald Trump en el voto popular. Hasta el sábado por la tarde, Biden había sumado 74.5 millones de votos por 70. 3 millones de boletas a favor del candidato republicano. Este resultado convierte a Biden en el presidente más votado en la historia electoral de Estados Unidos.

Pero como advierten activistas del movimiento de base en Estados Unidos, más que una victoria del candidato demócrata, la derrota de Donald Trump debe interpretarse como la victoria de una amplia coalición de organizaciones, movimientos, sindicatos, barrios y luchas de los sectores que ya venían siendo acosados y hostigados por las políticas de Trump y que iban desde demócratas moderados, demócratas radicales, una izquierda abiertamente socialista, el movimiento de Black Lives Matter, sindicalistas que en los últimos años han dado batallas por derechos laborales como maestros y trabajadores de gobiernos locales, hasta la amplia coalición que algunos identifican con la organización inexistente de Antifa que es un movimiento ideológico de rechazar el fascismo en el Estados Unidos.

Una muestra de ello es que muchas personas que antes ni siquiera habían votado, esta vez lo hicieron no tanto por Biden, sino para impedir que Donald Trump siguiera cuatro años más con una agenda política cada vez más intolerante y más abiertamente fascista.

Así me lo explicó Michelle Xai, del Club Revolución con sede en Los Ángeles: “Y por eso nosotros como revolucionarios, yo no había votado en mi vida y fui a votar por Joe Biden porque esta vez es lo que necesitamos en este momento. Tener esta victoria para Biden es necesaria, pero él no es el héroe. El Partido Demócrata representa el mismo sistema que el Partido Republicano, pero tienen diferencias fundamentales y una de esas diferencias es que Donald Trump está liderando un movimiento fascista, y Joe Biden no” (entrevista Radio Universidad de Guadalajara, 4 noviembre 2020).

A juicio de muchos activistas y militantes de base en organizaciones de Estados Unidos, se corría un peligro muy grande de que un segundo mandato de Trump en la Presidencia, acelerara un programa conservador-fascista en ese país y en el mundo.

Otra vez la voz de Michelle Xai, del Club Revolución de Los Ángeles: “Y lo hacen muy abiertamente diciendo que van a construir un muro, imponiendo una teocracia cristiana en el poder. Trump y Amy Coney Barrett [su candidata a la Corte] su ideología de ella es que las mujeres son menos que el hombre, su ideología es que las mujeres solo sirven para crear hijos y solo sirven para esposas. Esas son cosas que sacan de la Biblia y quieren implementar la Biblia por ley. Y todo es el fascismo y no creen en ciencia, no piensan que el planeta y el medio ambiente está siendo destruido y piensan que Trump ha sido mandado por Dios, y que su última salvación del movimiento supremacista blanco, cristiano que quieren mantener en el poder. Y por eso es que están luchando fuertemente para mantenerlo en el poder y poder consolidarlo. Aunque va a significar que cualquier personas que esté en contra de lo que Donald Trump esté haciendo, pueda ser brutalizada y hasta colgada como ocurrió en Alemania con Hitler. Donald Trump es un racista que quiere genocidio, eso lo digo sin exageración y tenemos suficientes pruebas para decir lo que este movimiento fascista significa (…) Donald Trump es un racista que quiere genocidio y ha dicho que en este movimiento lo que él quiere es que sea blanco, masculino y cristiano y que solamente hable el idioma inglés. Esa es la visión que quiere para este país y está tratando de implementarlo, literalmente”.

Por eso la derrota electoral no aceptada de Trump, abre un respiro a las minorías y sectores sociales amenazados durante el primer mandato.

Pero la derrota de Donald Trump tiene unos matices que es necesario advertir para no caer en el error de considerar que todo el programa político que encabeza también fue derrotado.

Según las cifras electorales contabilizadas hasta la tarde del sábado 7 de noviembre, Trump habría conseguido 70.3 millones de votos, cuando en los comicios de cuatro años antes en los que se impuso a Hillary Clinton, obtuvo 62.9 millones de votos. Es decir, aunque fue derrotado consiguió aumentar su base electoral en más de siete millones de votantes.

¿Qué significa eso? ¿Qué representa una base de más de 70 millones de personas que dieron su respaldo al programa conservador de Trump? En primer lugar que la propuesta de supremacismo blanco que representa Trump pudo ser derrotada electoralmente por ahora, pero que existe como proyecto político para una parte significativa de la población de Estados Unidos.

Son los votantes que esperan (no se puede decir que ya desistieron) todavía revertir el derecho al aborto legal para las mujeres y el derecho de las personas del mismo sexo a casarse y adoptar hijos. Es la base conservadora cristiana y católica a la que le encantaría una teocracia, como la que describe Michelle Xai.

Y una base así con tantos millones de estadounidenses no es algo para tranquilizarse. Por ahora se respira tranquilidad y alegría, con atinada justificación, por la derrota de Trump. Pero el supremacismo y el racismo no han sido derrotados todavía.

Rubén Martín
Periodista desde 1991. Fundador del diario Siglo 21 de Guadalajara y colaborador de media docena de diarios locales y nacionales. Su columna Antipolítica se publica en el diario El Informador. Conduce el programa Cosa Pública 2.0 en Radio Universidad de Guadalajara. Es doctor en Ciencias Sociales. Twitter: @rmartinmar Correo: [email protected]

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