LA IZQUIERDA DE TORTAS Y FRUTSIS

10/10/2014 - 12:00 am

Ese ser llamado “acarreado” –hoy identificado con una torta fría y un Frutsi– siempre existió en las huestes de las agrupaciones políticas de la Izquierda Mexicana. El estilo se le adjudica al PRI; pero todos los partidos políticos lo han ejercido. La expectativa, la ilusión o la promesa son lo que los mueve.

En la Izquierda mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano tuvo “acarreados” en los memorables mítines de 1988 como candidato a la Presidencia de la República. Eran los damnificados del terremoto ocurrido en 1985, organizados por René Bejarano en varias agrupaciones, bajo el compromiso de nueva vivienda. Y así ocurrió en las candidatura posteriores del hijo del General: en 1994, 1997 y 2000. El dato es relevante porque el miércoles pasado, quizás con ingenuidad, se unió a la marcha de los estudiantes normalistas en el Distrito Federal. Allí no hubo ovaciones (aunque no las buscara); allí hubo rechazo.

A las concentraciones de Andrés Manuel López Obrador se agregaron los adultos mayores, después de que el hoy dirigente de Morena les otorgó la pensión universal cuando ocupó la Jefatura del Gobierno del Distrito Federal (2000-2006). Y hoy van a los informes de Miguel Ángel Mancera. Y así.

Un mal día para Cárdenas, un mal día para la izquierda partidista. Foto: Cuartoscuro
Un mal día para Cárdenas, un mal día para la izquierda partidista. Foto: Cuartoscuro

Por Linaloe R. Flores y Shaila Rosagel

Ciudad de México, 10 de octubre (SinEmbargo).– Norma Juárez estaba molesta. Hacía calor y en medio del remolino, los 34 grados centígrados en el Distrito Federal, jugaban a favor del río de sudor en su cuello. Su esposo y su hija adolescente hacían “bola”. Lo peor: Norma Juárez, originaria de la delegación Tláhuac, no sabía por qué estaba ahí. “Ni nos dijeron. Nada más que viniéramos. Ya sabes: somos “acarreados”, como todos los que están aquí. Ya tenemos 18 años participando en estas cosas y tenemos que venir o nos quitan nuestro coche del estacionamiento”, dijo sin reparos ante la libreta y grabadora encendida de la reportera.

Habían descendido de autobuses que se quedaron estacionados a la redonda. Venían de las 16 delegaciones políticas. Desde muy temprano, las calles quedaron cerradas para que ellos las ocuparan. Y la consabida frase: “Por aquí no hay paso” empezó a rebotar. Aquello se parecía a la descripción que hizo Vicente Leñero en su crónica “Último mitin de Echeverría”, publicada en Revista de Revistas en 1975: “El llevadero de gente fue tremendo. Autobuses de toda clase, urbanos y suburbanos, se precipitaban escupiendo su smog por las calles del primer cuadro remozado”.

Pero era 17 de marzo de 2013. Ya habían pasado 38 años.

– ¿Quiere una tortita? –dijo una mujer.

– No, gracias – se le contestó.

– Ándele, para que no se queden –insistió.

La anterior no es la escena de un mitin del Partido Revolucionario Institucional (PRI), al que se le adjudican los mecanismos antiguos y modernos de la política clientelar o, llamada en términos coloquiales, “acarreo” político en México. La anterior es una estampa de la manifestación en la que Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano –el líder moral del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y figura emblemática de la Izquierda mexicana– hablaba de la defensa del petróleo de los mexicanos en el marco de las protestas en contra de la Reforma Energética, impulsada por el Presidente Enrique Peña Nieto. Era 17 de marzo de 2013 y en cascada, ocurrirían otros mítines y manifestaciones. Y el “acarreado”, ese ser identificado con una torta y un refresco, sería un tópico imborrable.

En el Monumento a la Revolución, donde descansan los restos del ex Presidente Lázaro Cárdenas del Río, padre de Cuauhtémoc; Jesús Zambrano Grijalva, entonces presidente nacional de esa fuerza política, y Miguel Ángel Mancera Espinosa, Jefe de Gobierno del Distrito Federal, pronunciaron encendidos discursos. Ese día, cuando Cárdenas arrancó la lucha en contra de la privatización de Petróleos Mexicanos (Pemex), se repartió una bolsa que contenía una torta, una naranja y un jugo. El refrigerio se dio al final, cuando el hijo del General concluyó su discurso. Con esa señal, Norma pudo regresar al autobús y emprender el regreso.

“El acarreo es inherente a la política mexicana. Inherente a la Derecha, al Centro y a la Izquierda. Aunque cada corriente en la geometría política lo realice a su manera y con diferentes grupos sociales objetivo. También es inherente a la política internacional. En cada país se llama de alguna manera”, expresa Gustavo López Montiel, experto en Partidos Políticos en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de México (ITESM). Abunda: “Son prácticas que ocurren a cambio de apoyo explícito para un grupo político o un candidato”.

No hay discrepancia con Edwin Ramírez Lemus, otro observador desde la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) del comportamiento de la política mexicana en las últimas dos décadas. “El acarreado se deja a cambio de dinero, de una playera, una gorra, una bolsa. Algo que es muy del PRI, pero que lo ha usado el PRD y el PAN. El acarreado también puede llevar un tema de coerción. El acarreado se vende al mejor postor”, dice.

Segundo Informe de gobierno del Jefe del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinosa. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
Segundo Informe de gobierno del Jefe del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinosa. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

La última quincena del mes pasado dio cuenta de ello en el Centro Histórico de la Ciudad de México. La noche del 15 de Septiembre, el Presidente Enrique Peña Nieto dio el Grito de Independencia en un Zócalo rodeado de camiones con placas de Hidalgo y el Estado de México; estados donde gobierna el PRI, además de Sonora. Dos días después, el Jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, rindió su segundo informe de gobierno. La escena fue similar. Dos grupos políticos, uno identificado con el Secretario de Gobierno, Héctor Serrano Cortés, y el otro con la asambleísta Dioné Anguiano Flores cantaron porras y repartieron bocaditos. “¡Qué viva el Jefe de Gobierno!” fue una. “¡Mancera escucha, Dioné está en tu lucha! era otra. Al fin y al cabo, admitieron ser “acarreados”. Una línea de camiones extendida por Bolívar y hasta Donceles, donde esa calle se convierte en Allende, avalaba sus palabras.

El Informe de Mancera fue el epílogo de la reconformación de un mapa: el de los acarreados de la Izquierda. Desde principios de año empezó a distinguirse en la ciudad a un nuevo grupo político que acude a los mítines del PRD. No se trata de agrupaciones identificadas con René Bejarano Martínez o Jesús Ortega Martínez  como ha ocurrido en forma tradicional en la historia del partido de la izquierda. Es un conglomerado nuevo, identificado con el Secretario de Gobierno, Héctor Serrano.

El 28 de  julio pasado, durante la discusión de las leyes secundarias de la Reforma Energética, la aparición de este grupo político fue contundente. Ante las puertas de la Cámara de Diputados unas tres mil personas libraron una lucha de porras. Unos eran bejaranistas, otros serranistas. Los asistentes llevaron mantas con los nombres de varios dirigentes locales como Dioné y Francisco Cabrera, integrantes de la corriente Alternativa Democrática Nacional (ADN). “¡Yo sí le voy, le voy a esa Dioné! ¡Yo sí le voy, le voy a esa Dioné!”, cantaron una y otra vez los asistentes al mitin durante los discursos en torno al petróleo.

Al investigador Gustavo López Montiel, ello le parece “normal” si se toma en cuenta la historia de la política clientelar de los partidos políticos: “Los grupos se rehacen y deshacen todo el tiempo. Hay un recomposición de fuerzas. Las expectativas crecen. Los beneficios se vuelven sofisticados”.

De ello, el mismo PRD es un microcosmos. En 2012, sus más de veinte tribus –formadas en la última década, con sus propios grupos de acarreo cada una– se diluyeron para quedar en tres corrientes: Nueva Izquierda, Izquierda Democrática Nacional y Alianza Democrática Nacional. La propia naturaleza de las tres expresiones las obligó a negociar para mantener la gobernabilidad del partido: los tres se repartieron espacios y puestos políticos. Los tres llevaron a personas a los mítines de esa elección.

Pese al desarrollo de la mercadotecnia política –la influencia en los consumidores en cuanto a temas políticos o un candidato, basada en métodos científicos–; en México, el acarreo sigue intacto como mecanismo efectivo para llenar plazas. No siempre ha salido bien. Algunos de ellos se van antes de que el candidato concluya su pieza oratoria como ocurrió en el mitin de cierre de campaña de Josefina Vázquez Mota, candidata del Partido Acción Nacional (PAN), en la Plaza de Toros México, en 2012. O corren riesgos como cuando 200 militantes del PRI, en su mayoría indígenas, se intoxicaron por ingesta de alimentos en Chilpancingo, Guerrero; y del mitin, fueron trasladados al hospital de Chilapa de Álvarez.

Cada partido tiene acarreados diferentes. Ello puede observarse en los mítines que han pasado a la historia gráfica: el Partido Acción Nacional tiene a grupos de clase media alta, en tanto que los del PRI y el PRD son de clase media baja, y baja. Gustavo López Montiel indica que todos funcionan con la expectativa, con la promesa de una mejora, con ilusiones.

Y entonces, ¿cómo es el acarreado de la Izquierda Mexicana? “Sus expectativas son las más baratas de todas. Y todas tienen que ver con la pobreza. Hay grupos que buscan casas, regularizar un terreno o un empleo. Que les pongan drenaje, agua, luz o que no les cobren algunos servicios”, describe el investigador.

Otro experto del sistema político mexicano, Eduardo Huchim, los describe así: “Son los pobres de los pobres. Es con quien se juega electoralmente porque están en los padrones de los programas sociales. Y al final, es el acarreado más genuino, el más convencido, el que cree que las cosas le van a cambiar en cuanto su candidato tome el poder”.

DE LOS INVASORES A LOS ADULTOS MAYORES

¿Qué rostros aparecen en las fotos de un mitin de la Izquierda mexicana? Las fotos de los 70 presentan a campesinos. Las de los ochenta a campesinos, burócratas y estudiantes universitarios. Las de los noventa a burócratas y campesinos. Las de hoy a burócratas, campesinos y adultos mayores.

Cuando Luis Echeverría inició su sexenio (1970-1976), había tres millones de campesinos que demandaban tierra. Estaban agrupados en 60 mil comités particulares ejecutivos, los cuales enfrentaban fallos negativos de los tribunales, expedientes agrarios rezagados por décadas o amparos sin ejecutar. Se les veía en todo el país. Tomaron tierras de Puebla, Tlaxcala, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Tamaulipas, Coahuila, Guanajuato, Oaxaca, Zacatecas, San Luis Potosí, Michoacán, Veracruz, Chiapas y Nayarit. Los campesinos hacían campamentos, donde día y noche cuidaban las tierras ocupadas.

También iban a mítines. Del Partido Comunista Mexicano (PCM), del Partido Socialista Unificado de México (PSUM) o del Partido Socialista de los Trabajadores (PST). El investigador Gustavo López Montiel, del ITESM, ubica en ellos la primera personificación del acarreo de la historia moderna de la Izquierda Mexicana.

Después del terremoto de 1985, a los mítines de la izquierda mexicana se añadieron los rostros de los damnificados. Estuvieron en las congregaciones de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, candidato en 1988 del Frente Democrático Nacional, según refieren crónicas periodísticas. No dejaron de apoyar a Cárdenas en las siguientes ocasiones en que se postuló a un cargo de elección popular: estuvieron en 1994 en la campaña rumbo a la Presidencia, en 1997 rumbo a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal (la cual, ganó) y en 2000, otra vez por la primera magistratura.

En 2000, Andrés Manuel López Obrador ganó la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Ya en el cargo, otorgó el beneficio de la pensión universal a las personas de más de 60 años. Y entonces, empezaron a ser parte de los mítines.

La escena parece rebotar en el tiempo. Cuando en 2012, Andrés Manuel López Obrador se postuló como candidato de la alianza del PRD y los partidos del Trabajo y Movimiento Ciudadano, lo acompañaban más de 80 autobuses de transporte público con militantes. Lo contingentes se instalaban alrededor de las plazas, en cada gira. Huchim indica que los partidos del Trabajo y Movimiento Ciudadano se vieron obligados a efectuar la táctica por la naturaleza de los mítines de López Obrador. “En este caso es el personaje el que acarreaba. Quizá de una forma más genuina. Pero siempre con una promesa por delante”.

¿MORENA NACIÓ LIMPIA DE ACARREO?

Ancianitos para el líder. Fotos: Archivo SinEmbargo

Pese a que ha llenado el Zócalo capitalino, hasta ahora, no hay un registro de un mega operativo de acarreo de Morena. Pero ya se encuentra la escena que en 2006 y 2012 se volvió típica: los adultos mayores.

Así ocurrió el 8 de abril de 2013, cuando iniciaban las protestas en contra de la Reforma Fiscal y Energética. Morena, la nueva fuerza política, donde está basada la esperanza de la izquierda sana, organizó un mitin frente a las oficinas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) ubicadas en Avenida Hidalgo y llevó a un grupo de mujeres de la tercera edad, quienes viven en el asilo “Casa del Adulto Mayor Martha Reyna”, ubicada en la colonia Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, Iztapalapa. Iban vestidas de adelitas en plena Primavera.

Entre ellas, había algunas mujeres jóvenes que dijeron provenir de la colonia Lomas de San Lorenzo y del XXXII Distrito Electoral. Algunas portaban algunos gafetes del “Frente Cívico Mexiquense”.

“Acarreados hay miles”, dice Edwin Ramírez Lemus. “Es la clientela política. El PRD en el DF lo utiliza con frecuencia, en sus marchas, mítines e incluso en sus procesos internos, como ocurrió el 7 de septiembre en las votaciones. Sale más barato una clientela, que un ciudadano, porque la clientela no te va a cuestionar mientras le des, y un ciudadano, te va a preguntar, fiscalizar, obligar a que generes programas. Prefieren encarecer el voto”, indica.

Para Ramírez, todos los partidos hicieron indispensable la presencia de los acarreados. Cuando el PRD se inició, el acarreo era casi imperceptible. Con el tiempo, al institucionalizarse, los dirigentes cayeron en el clientelismo para poder ocupar cargos. En esa situación se encuentra actualmente el nuevo partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que lidera Andrés Manuel López Obrador y que se autodenomina como “la verdadera oposición”.

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