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Sergio Saldaña Zorrilla

11/10/2016 - 12:00 am

Un México enfermo

Como un niño que queda psiquiátricamente dañado al presenciar el asesinato de sus padres, así estamos también la mayoría de mexicanos por tanto crimen. Hemos incubado una agresividad que tarde o temprano sale a la superficie: aunque finjamos mirar hacia otro lado, aunque creamos controlar nuestras emociones, el daño se ha incrustado en nuestro inconsciente. […]

Necesitamos ponerle un ultimátum a este gobierno para que ponga fin a la violencia.  Foto: Cuartoscuro
Necesitamos ponerle un ultimátum a este gobierno para que ponga fin a la violencia. Foto: Cuartoscuro

Como un niño que queda psiquiátricamente dañado al presenciar el asesinato de sus padres, así estamos también la mayoría de mexicanos por tanto crimen. Hemos incubado una agresividad que tarde o temprano sale a la superficie: aunque finjamos mirar hacia otro lado, aunque creamos controlar nuestras emociones, el daño se ha incrustado en nuestro inconsciente.

Como con el caso del niño, el esclarecimiento de la Verdad y la aplicación de la Justicia sobre los responsables son el inicio de toda cura. Sin Verdad ni Justicia nuestras patologías seguirán creciendo y la incertidumbre de que en cualquier momento el próximo puede ser uno mismo, crea en el individuo un estrés permanente. Por eso necesitamos conocer la Verdad; por eso necesitamos Justicia; por eso necesitamos retornar al estado de derecho.

Para Carl Jung, detrás del Yo consciente están el inconsciente individual y el inconsciente colectivo (también conocido como nuestra herencia psíquica). El inconsciente colectivo sintetiza nuestra experiencia como especie y como cultura, que comprende instintos, arquetipos, mitos, etc.

Es así como un ambiente hostil -de asesinatos, secuestros, desapariciones forzadas y demás amenazas- enciende las señales de alarma en nuestro inconsciente colectivo, pues nos percibe a nosotros mismos bajo amenaza, activando entonces mecanismos de supervivencia, como pueden ser un estado de huida o de agresividad. Por eso el mexicano cada vez está más presto a la pelea, a la contestación a la defensiva, a la mirada de odio y a demás medidas tendientes a la defensa. La reproducción de estas reacciones, al multiplicarse por millones dentro de la sociedad mexicana, crean un círculo vicioso de agresividad, conflicto, amenazas y mayor agresividad. Esta creciente tensión social, al alimentarse de la actual impunidad, genera la escalada de violencia que hace mucho se nos salió de control.

Decía Sigmund Freud que la base de toda terapia consiste en hacer consciente lo inconsciente. Por ello, reconocer a consciencia estas alteraciones en nosotros es fundamental. Pero no basta con reconocerlo, hay que actuar para cortar con la causa prima de estas alteraciones. Una vez reconocido que la violencia por la que atraviesa el país también nos está destruyendo por dentro a cada uno de nosotros, tenemos que resolverlo.

Necesitamos ponerle un ultimátum a este gobierno para que ponga fin a la violencia. La mayor parte de la violencia en México la origina el crimen organizado, que ha crecido bajo la complicidad de funcionarios y políticos corruptos. Así se ha construido esta gigantesca montaña de impunidad, cuya base es la corrupción.

Por el actual laberinto de la corrupción, el Estado mexicano hoy en día es incapaz de hacer justicia. Es tan grande el entramado de complicidades, que existe una muy alta probabilidad de que los padrinos o compadres políticos de jueces, magistrados y procuradores se vean perjudicados al intentar aplicar la ley en cualquier caso emblemático del país. Ello coloca a México en el supuesto de incapacidad para hacer cumplir el estado de derecho.

Es un tanto inocente seguir exigiéndole al gobierno mexicano que aplique la ley y que haga justicia. Al gobierno mexicano lo único que realistamente podemos exigirle es que firme un Memorándum de Entendimiento con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) –como lo hizo Guatemala- para instalar una comisión investigadora encabezada por un fiscal que investigue transparente y profesionalmente los principales crímenes y actos de corrupción en el país. La imparcialidad de las investigaciones sólo podrá garantizarse con un fiscal sin conflicto de interés, no mexicano, a quien además se brinde máxima protección, pues aplicar la ley en medio de la actual guerra de carteles de la droga es sumamente delicado. Por su parte, ese fiscal se apoyaría en un equipo de investigadores, analistas y peritos en materia forense, de balística, auditoría, finanzas, psicología, entre otras, a quienes también se deberá brindar protección.

A la sociedad y sus organizaciones (en especial a aquellas en materia de derechos humanos) nos corresponde exigir una ruta realista como esta; al gobierno le corresponde acatar; a los partidos políticos sumarse a la exigencia de la sociedad. A la cúpula empresarial le corresponde presionar al gobierno para que instale esta comisión. A quienes hoy aspiran a ser candidatos a la presidencia de la república les corresponde emprender una campaña contra la corrupción no nada más de dientes para afuera, sino haciendo una campaña real, en la que acompañen a la sociedad en las calles y en las instituciones nacionales y extranjeras para exigir acabar con el cáncer de México que es la corrupción y que es la causa de sus trastornos psiquiátricos.

@SergioSaldanaZ

Sergio Saldaña Zorrilla
Doctor en Economía por la Universidad de Economía de Viena (WU-Wien), en Austria, ex-funcionario de la ONU (CEPAL) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del CONACYT.

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