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Gustavo De la Rosa

25/06/2019 - 12:05 am

Educación a Menores con Maduración Asistida (EMMA)

Primeramente, descubrimos que los jóvenes sufren una ruptura epistemológica entre los 11 y los 12 años, que se extiende hasta los 17-18 años y les genera grandes dudas sobre sí mismos; a diferencia de sus dudas entre los 4 y 5 años, cuando todo se lo pueden preguntar a sus mayores, ahora sus dudas son sobre sí mismos y, sin la confianza ingenua de su infancia, necesitan tener a alguien cercano a ellos para que los auxilie eficazmente en su búsqueda.

“Con una hipótesis lista sobre cómo se formaron pasamos a una hipótesis sobre cómo interrumpir su construcción delictiva, y es ésta la que nosotros hemos aplicado en el programa de EMMA”. Foto: Nacho Ruiz, Cuartoscuro

SEXTA ENTREGA

Durante la primera generación de Educación a Menores con Maduración Asistida (EMMA), logramos encontrar los grandes conflictos a enfrentar para ayudar a los menores a esquivar el mundo de la delincuencia y establecimos los contenidos y dinámicas de trabajo necesarias para seguir adelante con nuestra investigación acción, porque debo recordar que esta intervención surgió de una primera idea que buscaba determinar el perfil del delincuente en 1998, realizada entre 2002 y 2004, y finalmente aplicada en este proyecto entre 2011 y 2019.

Hoy, y aunque resulte un poco repetitivo, expondré una serie de conclusiones, principalmente de nivel práctico, que obtuve de esta primera generación; aunque no reúnan los estándares de un trabajo sociológico de nivel académico, fue lo que nosotros encontramos y sólo representan algunas de las muchas propuestas necesarias para que la educación interrumpa la formación de delincuentes.

Primeramente, descubrimos que los jóvenes sufren una ruptura epistemológica entre los 11 y los 12 años, que se extiende hasta los 17-18 años y les genera grandes dudas sobre sí mismos; a diferencia de sus dudas entre los 4 y 5 años, cuando todo se lo pueden preguntar a sus mayores, ahora sus dudas son sobre sí mismos y, sin la confianza ingenua de su infancia, necesitan tener a alguien cercano a ellos para que los auxilie eficazmente en su búsqueda.

Nuestro segundo descubrimiento fue que, al ingresar a Secundaria, se interrumpe su proceso de reflexión; el sistema educativo nacional tiene una gran carencia y sólo responde a la búsqueda de conocimientos académicos, así que las preguntas profundas, que obedecen a la maduración del joven, se las deja a los padres que, sin oficio ni vocación, los apoyan desde su posición ideológica, religiosa y económica.

En tercer lugar, Ciudad Juárez y las otras grandes ciudades del país tienen un gran grupo de familias que, por motivos de trabajo, limitaciones económicas o conflictos familiares, tienen pocas posibilidades de auxiliar a los jóvenes en estos procesos de maduración o de responder a sus grandes preguntas sobre sí mismos.

De cada 20 mil familias, hay por lo menos 3 mil que se encuentran en esta situación, sin la posibilidad de dedicarle tiempo a la formación psicoemocional de sus hijos, por lo que este periodo crítico en la construcción de sus personalidades se deja únicamente al buen criterio del mismo adolescente; es precisamente esta ausencia de apoyo lo que causa que, entre 350 y 400 de estos jóvenes, abandonen o ni se inscriban a Secundaria.

Tomando esto en cuenta, en una ciudad con 300 mil familias cada año, 5 mil estudiantes de secundaria abandonan sus estudios; en cinco años eso nos genera un acumulado de 25 mil jóvenes, sin educación ni la atención de sus padres, que deben darle rumbo a su vida entre malas influencias, ignorancia, descalificaciones, agresiones, trabajos de muy mala calidad, y sobre explotación. No nos debe sorprender que de esos 25 mil jóvenes, un 10 por ciento dependa de la delincuencia para sobrevivir, así se han formado los delincuentes activos en Ciudad Juárez, y en la Ciudad de México.

Este dato estadístico lo he obtenido luego de revisar constantemente las cifras de deserción de Secundaria, la estadística de menores delincuentes, de internos sentenciados en penales y después de escuchar múltiples historias de vida de jóvenes que se acercaron a nosotros, y tratar con miles de estudiantes de preparatoria y universidad durante 37 años como docente.

Con una hipótesis lista sobre cómo se formaron pasamos a una hipótesis sobre cómo interrumpir su construcción delictiva, y es ésta la que nosotros hemos aplicado en el programa de EMMA.

Fundamentada en las tres columnas básicas de la formación del ser humano: conocimientos académicos, maduración psicoemocional y formación en derechos humanos, este programa requiere además el acompañamiento profesional de tiempo completo de un maestro, un psicólogo y un derechohumanista durante cursos escolarizados de, al menos, 5 horas diarias durante 10 meses.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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