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…Y luego de recibir el cuerpo de Julio César, velarlo, quedarse sola, Afrodita no podía llorar

25/09/2018 - 7:00 pm

En el panteón del pueblo, a un par de horas de la Ciudad de México, Lenin no evita el tema: hace cuatro años, cuando la noche de Iguala culminó con 43 estudiantes desaparecidos y seis personas asesinadas –Julio César Mondragón entre ellas–, fue el caso de su hermano, de entonces 22 años, el que más indignó y horrorizó al país porque fue torturado, desollado del rostro y tirado en una calle de esa ciudad con un ojo desprendido.

Por Guillermo Rivera

San Miguel Tecomatlán, Tenancingo, Estado de México/Ciudad de México, 25 de septiembre (ElSur/SinEmbargo).– Lenin Mondragón Fontes coloca rosas blancas y rojas en la capilla fúnebre de Julio César mientras cuenta que hace un año por iniciativa propia, los compañeros de generación de su hermano de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, donaron el pequeño templo de mármol.

En el panteón del pueblo, a un par de horas de la Ciudad de México, Lenin no evita el tema: hace cuatro años cuando la noche de Iguala culminó con 43 estudiantes desaparecidos y seis personas asesinadas –Julio César Mondragón entre ellas–, fue el caso de su hermano, de entonces 22 años, el que más indignó y horrorizó al país porque fue torturado, desollado del rostro y tirado en una calle de esa ciudad con un ojo desprendido, a 50 centímetros de distancia del cuerpo.

Tras la negligencia de la autoridad y la nula investigación para recabar pruebas, el cuerpo fue exhumado en noviembre de 2015 y reinhumado en febrero de 2016. Se hizo a petición de la familia Mondragón y de Marissa Mendoza, pareja de Julio César. Su objetivo fue mostrar que el estudiante había sido torturado, posibilidad que – por increíble que parezca– no se tomó en cuenta en la primera necropsia. El nuevo estudio fue efectuado por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

El pasado 4 de noviembre de 2015, en el panteón de la comunidad de Tecomatlán, arribaron peritos argentinos para realizar la exhumación a petición de la familia de Julio Cesar Mondragon Fontes, para poder esclarecer los hechos de la muerte del normalista de Ayotzinapa. Foto: Diego Reyes. Cuartoscuro

“La primera autopsia decía que la muerte había sido provocada por un golpe en la cabeza con un objeto contundente, y que el rostro había sido devorado por fauna nociva. Se omitieron varios factores delicados, como la tortura que sufrió mi hermano”, enfatiza Lenin. Además, no se tomaron en cuenta fracturas en las costillas y cráneo.

“Los forenses hicieron un gran trabajo. Echaron abajo la versión de la PGR. Dijeron que el corte del rostro había sido hecho de manera quirúrgica, reconocieron la tortura”, mencionó el joven de 25 años, sólo un año menor que Julio César.

El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) anexó la información en su informe y éste se integró a la investigación.

El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), nombrado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos entregó las primeras conclusiones en torno a la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Foto: María José Martínez, Cuartoscuro

La familia solicitó una prueba de ADN para corroborar que se trataba de Julio César y la autoridad no accedió. La Comisión Nacional de Derechos Humanos reconoció la tortura, pero insistió en que “fauna nociva” le había arrancado el rostro al estudiante.

Dice Lenin: “tenía un ojo sumido, el otro arrancado. Yo creo que al menos cinco personas lo golpearon, con armas. La piel de la cara no apareció”.

El delito sigue siendo homicidio calificado y no se ha tipificado la tortura, “esa es nuestra exigencia, que se contemple y juzgue”.

EL CASO SE MUEVE… DE LUGAR

Cuitláhuac y Cuauhtémoc, tíos de Julio César Mondragón Fontes, revelan una novedad que tiene dos lados: el expediente donde está incluido el caso pasó a un juzgado del ámbito federal. Eso no está mal, lo que no entienden es por qué se lo llevaron a Matamoros, Tamaulipas.

La notificación la recibieron en julio pasado las abogadas de la familia Mondragón, integrantes de la Red Solidaria Década contra la Impunidad con sede en Ciudad de México.

“Siempre pedimos que tomara el caso la PGR, por los riesgos de ir a Guerrero, pero nos la ponen más difícil. Creemos que es plan con maña. No tenemos los recursos para ir a Matamoros. Aunque Iguala estaba en el ámbito estatal, era más fácil acudir”, explican en la modesta casa donde Julio vivió varios años de su infancia, al lado de sus abuelos Teófilo y Guillermina.

Cuitláhuac, maestro normalista, comparte otra noticia: “Los ocho o nueve policías vinculados al caso de Julio están en proceso de amparo. No hay pruebas contundentes de que sean culpables, no ha habido una investigación profunda de la procu (Fiscalía) de Guerrero”.

Egresados de normales públicas aglutinadas en el Frente Único de Normales Públicas del Estado de Guerrero (FUNPEG) llevaron a cabo la marcha del silencio que partió de la alameda Granados Maldonado al monumento a las Banderas, donde colocaron veladoras y exigieron justicia para Daniel Solís Gallardo, Julio César Mondragón y Julio César Ramírez Nava, asesinados la noche del 26 de septiembre. Foto: José I. Hernández, Cuartoscuro

Antes de eso, los tíos revisaron el expediente en Iguala en diversas ocasiones, en compañía de su entonces abogada Sayuri Herrera, sin que presenciaran avances. Quizá por eso, durante un largo periodo dejaron de acudir. No tenía sentido, sobre todo si las aportaciones del GIEI no habían modificado la investigación: jamás se consideró la tortura, a pesar de las múltiples lesiones en el cuerpo.

Desde junio sus abogadas han acudido una vez a Matamoros. Es costoso.

Hace cuatro años, sin asesoría, la familia trajo el cuerpo a Tecomatlán. “Cuando salían noticias de que habían capturado a gente por el asesinato de Julio la gente nos preguntaba que qué más queríamos. A ese juego se le apuesta”, comenta Cuauhtémoc.

Carteles para la marcha que se realizara el día de mañana en Cuernavaca, para recordar el 4to aniversario de la desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Foto: Margarito Pérez Retana, Cuartoscuro

No existe un juicio, como dijo el GIEI, no es que los aprehendidos por los 43 desaparecidos y tres estudiantes asesinados no sean culpables, pero no existen pruebas contundentes en su contra.

Tras la inhumación del cuerpo, Lenin y sus tíos se involucraron en marchas y otras actividades de protesta.

“Pasó 2016 y 2017, siempre era lo mismo. La gente nos dice que pidamos indemnización, ese es su concepto de justicia”, lamenta Cuitláhuac.

Alejados un poco del movimiento de las familias de los 43 –“no nos convocan últimamente”–, la exigencia de los Mondragón no cambia: que el caso sea investigado por la PGR y se canalice a la capital del país.

NO SOBREVIVIR

Más de tres años después del asesinato de su hijo, Afrodita Mondragón Fontes, de 46 años, retomó sus actividades.

A Tecomatlán acudieron a visitarla por dos meses un par de psicólogos de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), y uno de ellos hablaba de indemnización.

“Mejor le di las gracias, quizás el plan era decir luego que ya estaba reparado el daño”, analiza la mamá de Julio César en la cocina de su casa, donde Julio vivió alguna vez.

“El duelo es muy difícil. Cuando supe del asesinato sentía que me habían enterrado un cuchillo, negaba lo que pasaba, no me bañaba, no comía. No sé cómo me aguantaron en mi trabajo”.

Estudiantes de la generación 2014-2018 de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos celebraron su graduación recordando a sus 43 compañeros que desaparecieron desde el 26 de septiembre de 2014 en Iguala. Foto: Jesús Guerrero, Cuartoscuro

Afrodita cambió física y emocionalmente. Eso cuenta cuando muestra fotografías de ella de poco antes del asesinato de Julio César. Luce más jovial, vigorosa, visiblemente más alegre. También enseña imágenes de sus dos hijos mayores cuando eran niños.

Hace un tiempo esto habría sido imposible, no quería ver algo que le recordara a Julio César.

Luego de recibir el cuerpo, velarlo, quedarse sola, Afrodita no podía llorar. Se despertaba con inmensos dolores, sentía que se infartaría.

“No creí que sobreviviría a la tragedia. Una vez llegué a Tenancingo y no supe cómo, a veces no dormía”.

Familiares de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, Guerrero, así como familiares y amigos de Julio César Mondragón, joven asesinado el 26 de septiembre de 2014, marcharon del Ángel de la Independencia a la SCJN, en demanda de justicia y la aparición con vida de los desaparecidos. Foto: Isaac Esquivel, Cuartoscuro

Días después del asesinato de su hijo regresó a su trabajo en el área de intendencia del Colegio de Bachilleres del Estado de México (Cobaem) de Tecomatlán, donde Julio estudió.

“Me sentía más segura ahí, pensaba que en ese lugar nadie me asesinaría, además me escondía para llorar. En general me agüitaba mucho”.

A su hija de siete años hoy la cuidaban sus familiares o vecinos, con el papá de la menor terminó la relación. Lo culpaba del hecho, sin saber por qué, “no estuvo bien, pero así fue, nos queríamos pero le dije que se fuera”.

“¡JULIO VIVE!”

Lenin se enteró de los hechos de Iguala el sábado 27 de septiembre de 2014 por la tarde. Le avisó a Marissa Mendoza, la pareja de Julio César, con quien vivía en el poniente de la Ciudad de México y procreó una hija de un par de meses entonces.

La noticia de la represión en Iguala comenzó a difundirse, Marissa le avisó ese sábado en la noche que circulaban las fotos de una persona sin rostro. Lenin pensó que podía tratarse del cuerpo de Daniel Solís, otro de los tres estudiantes asesinados, pero tras 20 años de convivencia al instante reconoció a Julio César. La playera, la forma del ombligo, la forma de las manos, “se me desgarró el alma”.

Lenin es carnicero y se ha involucrado con el partido Morena, una cosa rara en él, porque antes del asesinato de Julio César no se hubiera imaginado inmerso en política. Tiene dos hijos, uno nacido hace poco y una hija de siete años a quien le cuenta sobre su tío. Ella ya se aprendió una consigna: “¡Julio vive, vive, vive!”.

Familiares de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, Guerrero, así como familiares y amigos de Julio César Mondragón, joven asesinado el 26 de septiembre de 2014, marcharon del Ángel de la Independencia a la SCJN, en demanda de justicia y la aparición con vida de los desaparecidos. Foto: Isaac Esquivel, Cuartoscuro

Cada que se acerca el 26 de septiembre, Lenin vuelve a experimentar angustia, impotencia.

“Me arrebataron una parte de mi alma”, solloza en la cancha de frontón donde él y Julio César pasaron horas de juego. “Podré vivir tranquilo cuando tenga certeza de que los actores intelectuales y materiales están tras las rejas”.

Sin duda, la familia es pilar importante para seguir en pie, pero también para recordar la valentía de Julio César. Lenin lo describe: “no era de las personas que se quedaran calladas, siempre se defendió”.

Julio César ingresó a la Normal Rural Lázaro Cárdenas del Río en Tenería, Estado de México. Cuando su abuela Guillermina Fontes falleció, se ausentó algunos días de la normal, y al regresar le dijeron que había sido dado de baja por acumulación de faltas. Posteriormente se inscribió en el plantel de Ayotzinapa.

Julio César deseaba ser egresado de una normal rural para continuar con esa tradición de la familia de su mamá. Foto: Isaac Esquivel, Cuartoscuro

Semanas y meses después de los hechos en Iguala, Lenin se entrevistó con sus compañeros de generación y cuenta que para ellos, Julio César era un líder.

Desde que estuvo en Tenería era crítico, a veces incómodo, “al llegar a Ayotzinapa ya tenía más conocimientos y comenzó a relacionarse con organizaciones sociales en Guerrero que lo buscaban”.

Julio César deseaba ser egresado de una normal rural para continuar con esa tradición de la familia de su mamá.

Lenin, por su parte, cada que puede viaja a la Ciudad de México para la manifestación de los familiares el día 26 de cada mes. “Durante un buen tiempo conocidos del pueblo me preguntaban con morbo qué le había pasado a mi hermano. Yo ignoraba, todos aquí se acuerdan”.

SOBREVIVIR

A Afrodita Mondragón Fontes le gustaba saludar a sus vecinos del pueblo, tras lo ocurrido a su hijo se percató de que durante un largo periodo la gente se alejaba si ella se acercaba, “no sé si les daba miedo”.

Hoy por su trabajo recibe apoyo médico y psicológico, además acude con una terapeuta particular, “me di cuenta de que las fechas importantes me afectan”.

Nunca faltó la gente que le preguntara si era cierto que le habían quitado el rostro a su hijo. Quizá para evitar esas preguntas jamás se interesó en acudir a manifestaciones a la Ciudad de México o Iguala, optó por aislarse.

“No creo que exista la justicia, veo como pérdida de tiempo ir a una marcha y es peligroso, pueden reprimirte. Respeto a las familiares de los 43, pero en mi caso no funciona”.

Con el tiempo, comparte, “entendí que todos tenemos problemas, dejé de sentirme la pobrecita de todo mundo. Tienes que dejar ir. Duele, pero así son las cosas. Tengo dos hijos, una hija pequeña. El tiempo ayuda, no es nada fácil, decaigo pero sigo. Hay que tratar de estar bien”.

A Afrodita Mondragón Fontes le gustaba saludar a sus vecinos del pueblo, tras lo ocurrido a su hijo se percató de que durante un largo periodo la gente se alejaba si ella se acercaba, “no sé si les daba miedo”. Foto: Armando Monroy, Cuartoscuro

“Como sea, si vienen fechas importantes me caigo otra vez cuando la clausura de la generación de mi hijo tuve dolores fuertes de nuevo. Como yo le decía que él estudiaría para maestro rural, sentía remordimiento. Yo creo que voy a llevar esto toda la vida. Son cuatro años y recaigo feo. Ahora tengo más fluidez, pero qué difícil”.

Además de las terapias su hija influyó en su recuperación, “hay que atenderla, llevarla al parque”.

“Es una distracción. Lenin no vive conmigo, pero me apoya. Nos llevamos muy bien –Afrodita hace una pausa, luego retoma–, me acuerdo de cuando me decían que todo México hablaba de mi hijo, que debía sentirme la mamá de un héroe y no lo aceptaba. No es que ahora lo acepte, pero si sobrevives a tanto dolor ya no dramatizas tanto”.

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