Ramón Carlin, el empresario mexicano que le dio la vuelta al mundo en velero

01/08/2013 - 1:00 am
Foto: Twitter
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Ciudad de México, 1 de agosto (SinEmbargo).- Un eficiente cocinero preparó filetes, hamburguesas y pollo durante 133 días arriba de un velero en altamar para 10 personas con distintas lenguas maternas. Era 1973, cuando darle la vuelta al mundo se convirtió en una obsesión pasional para el mexicano Ramón Carlin, un exitoso empresario en la rama de productos electrodomésticos que lo dejó todo cuando el olor del mar salado se le metió en las venas. Dos años antes, un hermano le propuso comprar una pequeña embarcación para recorrer las queridas playas de Acapulco. El comerciante aceptó por el sentido aventurero que desde pequeño lo caracterizó y sin saber una pizca acerca de navegación.

“Paquita” era esposa de Ramón. Fiel acompañante se subió al velero que su marido compró para competir en la Whitbread World Racing en su primera edición. El objetivo era simple: viajar alrededor del planeta en una competencia. En el puerto de Portsmouth, Inglaterra, 17 embarcaciones se alistaban para salir a la aventura con escala en tres puntos antes de regresar al lugar de salida. Ciudad del Cabo, Sidney y Rio de Janeiro completarían el trayecto. Entregados al romanticismo de la sapiencia, estaba prohibido cualquier aparato de mínima tecnología que les ayudara a orientarse. “¿Por qué me trajiste Ramón?”, le preguntó desesperada la compañera del navegante en medio de un oleaje bravo.

Se han celebrado 11 ediciones de esta competencia con distintos nombres debido al patrocinador. Han fallecido cinco personas en total, tres lo hicieron en aquella primera experiencia. Yendo rumbo a Sidney, el mexicano decidió salirse de la ruta más accesible por las inclemencias del tiempo. Con vientos rápidos ensordecedores, el peligro era inminente. La decisión no solo significó ganar la competencia, sino salvar su vida. Ramón, oriundo de un país con poca tradición de navegantes respecto a Europa, se coronó como el primer ganador de una vuelta que se volvería tradición. A bordo, una fiesta con calamidades digna para aventureros capaces de soportar turbulentos movimientos.

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Sayula, tierra del sur de Jalisco donde se vacaciona con casas de campaña en un ambiente de tranquilidad olvidadiza de rutinas, fue honrada por el marinero. Francisca, su esposa, nació en ese suelo. El Sayula II  fue el velero premiado y recordado desde entonces como el pionero y futura inspiración de próximos campeones. En ese pequeño espacio, convivieron por casi 5 meses un holandés, dos británicos, un australiano y seis mexicanos, entre ellos Ramón, su esposa y Enrique, hijo de la pareja. 10 tripulantes que vivieron en carne propia el mar bravo todo en pos de una aventura que se le había metido en el sistema a un hombre empresario de 50 años. Fiel a sus playas preferidas de Acapulco, pudo darle la vuelta al mundo, el sueño de muchos.

Con plena salud en sus facultades mentales, abandonó todo en la plena etapa de la madurez de un hombre. Dejó los negocios y se largó a una vista sin horizonte donde el azul le calaba la mirada. Pasando el mal tiempo, también hay recuerdos borrosos de noches bohemias alrededor de una guitarra mientras las botellas de vino hacían el trabajo de desinhibir los sentidos. Hoy, la competencia se llama Volvo Ocean Race. El punto de partida ha cambiado. Alicante, al sur de España, es el inicio de una aventura con veleros llenos de patrocinadores y mucha tecnología. En 2011, Carlin fue homenajeado en suelo alicantino.

“El congelador fue un regalo del cielo”, recordó Ramón. Ahí sobraron 11 tarros de caviar que no se habían podido consumir. Un hombre acostumbrado a negociar en suelo firme, se dejó llevar por el instinto de libertad desafiando al mar que, después de la prueba de supervivencia, lo trató con respeto. Desde aquella ocasión, ningún mexicano ha vuelto a ganar la competencia. En una disciplina gobernada por europeos, fue un mexicano amante del antiguo glamour de las playas de Acapulco, quien puso la muestra. “Hay que tener paciencia, no perderla nunca”, fue el consejo para la posteridad de alguien que lo dejó todo, para entrar en la historia.

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