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Dolia Estévez

02/02/2018 - 12:06 am

Meade, semianalfabeto

Washington, D.C.— Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero nada substituye a las palabras cuando la imagen está distorsionada o se presta a confusión. Poder hablar bien, con fluidez, propiedad y de manera efectiva es tan importante como el contenido del mensaje que se busca transmitir. De ahí que el garrafal “hemos […]

El uso apropiado de la gramática y el respeto al idioma por parte de los aspirantes a la presidencia es algo que el electorado mexicano debería tomar en cuenta a la hora de votar. Foto: Cuartoscuro

Washington, D.C.— Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero nada substituye a las palabras cuando la imagen está distorsionada o se presta a confusión. Poder hablar bien, con fluidez, propiedad y de manera efectiva es tan importante como el contenido del mensaje que se busca transmitir. De ahí que el garrafal “hemos resolvido” de José Meade no es, como dijo alguien por ahí, “un error humano que a cualquiera le puede pasar”. Es más que eso. Exhibe su limitada capacidad para expresar sus pensamientos por medio de la palabra. Y delata su desventaja para persuadir y sobresalir entre sus rivales.

Con los estudios privilegiados que recibió Meade, el “hemos resolvido” es un traspié gramatical inadmisible. Comprensible en un escolar de primaria que no termina de aprender las conjugaciones de los verbos, pero incomprensible en un hombre de 49 años que a lo largo de su extensa vida pública ha usado el lenguaje para comunicar políticas de gran complejidad. Confieso que inicialmente creí que el “hemos resolvido” era broma. Un meme más. No es posible, me dije, dándole el beneficio de la duda. Una cosa es Enrique Peña—de los presidentes más incultos que ha tenido México, que a duras penas completó su licenciatura en derecho con una tesis que algunos tachan de plagio– pero otra Meade. No fue así. Las licenciaturas en economía por el ITAM y en derecho por la UNAM, coronadas con un doctorado en economía por la Universidad de Yale en Estados Unidos, no vacunaron a Meade contra el analfabetismo de Peña.

En Estados Unidos, el discurso de los presidentes y candidatos presidenciales es materia de intenso escrutinio. Un estudio sobre el lenguaje de los precandidatos durante la campaña presidencial de 2016 encontró que Donald Trump cometió más errores gramaticales que cualquiera de sus contrincantes.

Intitulado “A Readability Analysis of Campaign Speeches from the 2016 US Presidential Campaign” (análisis sobre la legibilidad de los discursos de la campaña presidencial de 2016), el trabajo de la Universidad Carnegie Mellon señaló que el dialecto de Trump estaba por debajo del nivel de lectura de un estudiante de sexto de primaria. “La mayoría de los candidatos usa palabras y gramática típicas de estudiantes entre sexto y octavo grado [segundo de secundaria], aunque Donald Trump tiende a rezagarse del resto”, dijeron los autores del estudio de 2016. Observaron que en gramática, el nivel de Trump es de quinto de primaria.

Basta leer los textos en su cuenta de Twitter para darse cuenta. Seguido confunde adjetivos, como decir “they talk good” (hablan bueno), en lugar de “they talk well” (hablan bien). Yerra en el uso del plural y el singular. “You was” (tú estaba), en vez de “you were” (tú estabas). También se hace bolas con la ortografía de palabras que se pronuncian igual pero se escriben diferente. Ha escrito “there” (ahí) en lugar de “their” (suyo) y “waist” (cintura) en vez de “waste” (desperdicio). Tampoco sabe escribir contracciones. Confunde “there” (lugar) con la abreviación “they’re” (ellos/as están). Desde 2015, la cuenta de Twitter @TrumpGrammer se dedica a corregir sus errores. Entre los más recurrentes está escribir con mayúscula nombres comunes. Al parecer no aprendió en la primaria que sólo los nombres propios se escriben con mayúscula.

El uso apropiado de la gramática y el respeto al idioma por parte de los aspirantes a la presidencia es algo que el electorado mexicano debería tomar en cuenta a la hora de votar. Los académicos deberían aplicar el método de la Carnegie Mellon a los discursos de Meade, Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya. Examinar el vocabulario y la estructura gramatical de sus oraciones para determinar el nivel de escolaridad de sus discursos. No me extrañaría que no sólo Meade sino también AMLO y Anaya salieran reprobados.

El estudio de la Carnegie Mellon también escogió para su comparación un discurso de cinco presidentes: Ronald Reagan, Bill Clinton, George W. Bush, Barack Obama y Abraham Lincoln. Gramaticalmente, el discurso de Gettysburg de Lincoln, el cual escribió de su puño y letra, no tuvo comparación. Es una obra maestra de poesía política. En contrapartida, el de Bush, pese a haber sido escrito por redactores profesionales, gramaticalmente fue el peor.

Los lingüistas de la Carnegie Mellon descubrieron que el desempeño estudiantil de los presidentes jugó un papel importante en su capacidad para poder expresarse correctamente.

Las calificaciones de Trump en los dos años que asistió a la Escuela de Finanzas de Wharton fueron inferiores a las de Bush hijo, considerado uno de los presidentes contemporáneos menos cultos. Bush fue aceptado en Yale no por mérito propio sino porque su abuelo y padre eran exalumnos. El caso de Trump fue similar. Pese a que se jacta de ser “muy inteligente”, Trump fue admitido en la Wharton debido a las conexiones de su hermano y porque provenía de una de las familias más adineradas de Nueva York. Contrario a las mentiras que ha propagado, documentos de la Wharton muestran que no se graduó con honores. Reconozco que no a todos se les da el don de la palabra, pero con sus múltiples títulos universitarios, Meade no tiene justificación para no saber conjugar un verbo regular. A menos que, como Trump, sus estudios también sean un fraude.

Twitter: @DoliaEstevez

Dolia Estévez
Dolia Estévez es periodista independiente en Washington, D.C. Inició su trayectoria profesional como corresponsal del diario El Financiero, donde fue corresponsal en la capital estadounidense durante 16 años. Fue comentarista del noticiero Radio Monitor, colaboradora de la revista Poder y Negocios, columnista del El Semanario y corresponsal de Noticias MVS. Actualmente publica un blog en Forbes.com (inglés), y colabora con Forbes México y Proyecto Puente. Es autora de El Embajador (Planeta, 2013). Está acreditada como corresponsal ante el Capitolio y el Centro de Prensa Extranjera en Washington.

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