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Jorge Alberto Gudiño Hernández

05/05/2024 - 12:01 am

Mítines escandalosos

Sé que suena pueril, pero es molesto. He preguntado a vecinos y a amigos. Casi todos están de acuerdo con la molestia que generan estos actos de campaña. No sólo es el ruido, sino la contaminación conceptual. Más que ofrecer propuestas, se dedican a criticar a los otros partidos.

“Desde cierta perspectiva, es una forma de violencia”. Foto: Cuartoscuro

La ventana de atrás de la casa da a un parque. Normalmente, se escucha la algarabía de los niños jugando, los ladridos de los perros, los trinos de los pájaros y el paso ineluctable de quienes compran colchones o venden diferentes productos. Uno se acostumbra a ello. A veces, hasta lo disfruta. Los sonidos varían dependiendo de las horas y del clima.

En las últimas semanas, se han sumado nuevos: mítines políticos. No conformes las campañas de diversos candidatos con tapizar la ciudad de pendones inútiles (he contado un millar en apenas un kilómetro), ahora suman eventos de campaña.

A decir verdad, son pocos los asistentes. Ni siquiera un centenar. Ello no impide, sin embargo, que instalen bocinas como si se tratara de un concierto masivo. Estoy cierto que el volumen es atronador y que llega a varias cuadras de distancia.

Un presentador principal se encarga, primero, de hablar de las virtudes de los diferentes candidatos. Las loas se acumulan como si los ciudadanos no tuviéramos memoria. Después vienen los discursos, las melodías pegajosas, las promesas de campaña. Son eventos que duran un par de horas, a saber por qué.

No miento cuando hablo del volumen. Se escucha duro, se escucha fuerte, incluso molesta. No importa cuál sea mi filiación política o mis preferencias electorales. En verdad, molesta. No se puede trabajar, no se puede leer, no se puede leer tele. Da trabajo, incluso, escuchar la petición de alguno de los niños desde cualquier otra de las habitaciones. Ya no hablemos de siestas, que algunas personas acostumbran en esos horarios posteriores a la comida. Lo más sensato es huir.

Uno termina expulsado de su propia casa harto y hastiado.

Lo único que me ha quedado claro, tras este ejercicio de espectador a regañadientes, es que nunca votaría por ninguno de los tres candidatos que se han presentado a hacer proselitismo a favor de un puesto en el congreso local o la alcaldía que me corresponde. Miento, ya había decidido no votar por alguno de ellos, pues la basura que generan sus campañas es ofensiva. Entonces, se reafirma mi claridad: no quiero votar por quien atormenta mi tranquilidad de esa forma.

Sé que suena pueril, pero es molesto. He preguntado a vecinos y a amigos. Casi todos están de acuerdo con la molestia que generan estos actos de campaña. No sólo es el ruido, sino la contaminación conceptual. Más que ofrecer propuestas, se dedican a criticar a los otros partidos.

Me pregunto si hay alguien que se decida a votar por uno u otro candidato a partir del escándalo que se instaló en sus casas durante un par de horas cada vez. Me resulta complicado creerlo. Lo malo es que se terminan las opciones. Casi que estaría dispuesto a sufragar por el candidato que no haga proselitismo fuera de casa, pero sé que esto es circunstancial, pues quien no lo haga aquí lo hará en otra parte.

Desde cierta perspectiva, es una forma de violencia. Si uno no puede trabajar, entretenerse o descansar en su casa porque alguien decide que sus inmediaciones son propicias para hablar mal de otros candidatos, por qué votaría uno por ellos.

Me queda claro que es parte de la propaganda que deben hacer. Sólo que ya urge que alguien tenga una mejor idea para realizarla antes de ensuciar toda la ciudad con pendones inútiles y mítines estruendosos. Al menos, así tendremos la certeza de que les preocupan los ciudadanos. De momento, estoy seguro de que no.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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