Los pinos salados de Mexicali, en un hermoso libro de Alejandro Espinoza Galindo

02/07/2016 - 12:04 am
Es un árbol cuya personalidad se confunde con el entorno; es silvestre, casi como si se tratara de hierba mala. Los sitios que lo acogen permiten que se desplaye sin fin, o simplemente lo queman o cortan abruptamente. Foto:YouTube
Es un árbol cuya personalidad se confunde con el entorno; es silvestre, casi como si se tratara de hierba mala. Los sitios que lo acogen permiten que se desplaye sin fin, o simplemente lo queman o cortan abruptamente. Foto:YouTube

“Lo cierto es que no sé cuándo comenzó esta relación amorosa con el pino salado o, mejor dicho, qué elementos de indagación científica son los que me impulsaron a conocer aquello que veo en las calles, lotes baldíos, orillas de la carretera, un ser impávido, absorto, mal querido”, escribe el entrañable autor de Mexicali.

Ciudad de México, 2 de julio (SinEmbargo).- Suele decir el escritor mexicano Álvaro Enrigue que una de las mejores cosas de la paternidad ha sido tener que explicar el nombre de los árboles a sus hijos, un modo de redescubrir el espacio, el medio ambiente y de reconocerse en la mención de esas criaturas verdes que nos acompañan en el camino de la existencia, sin que a veces le demos la atención que merecen.

Así parece haberlo entendido el también escritor Alejandro Espinoza Galindo (Mexicali, 1970), quien a través de su nuevo libro, Los pinos salados, construye tanto el paisaje exterior como interior del sitio que lo vio nacer, echando mano de la literatura para narrar una circunstancia precisa en contextos como la botánica o la ecología.

Lo cierto es que no sé cuándo comenzó esta relación amorosa con el pino salado o, mejor dicho, qué elementos de indagación científica son los que me impulsaron a conocer aquello que veo en las calles. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
Lo cierto es que no sé cuándo comenzó esta relación amorosa con el pino salado o, mejor dicho, qué elementos de indagación científica son los que me impulsaron a conocer aquello que veo en las calles. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Los Pinos salados, Memoria de una ruina triste,  pertenece a un proyecto de arte documental. El libro inicia con una fotografía de una zona de precaristas, invasores de un lote cercado por una malla. La finalidad del proyecto, se nos informa, tiene como base crear un registro por diversos medios, fotografías, video, notas, muestrario, “que puedan dar cuenta de un ejercicio de deriva por distintas calles de la ciudad de Mexicali”.

A partir del proyecto de arte conceptual Espinoza plantea una defensa de Mexicali, al mostrar esa parte de la nación que contiene la duda: ¿dónde inicia, dónde termina la nación?  La frontera es el punto que hace a la nación y el resto del macizo continental forma la tierra del otro”, explicó el poeta César Rito Salinas en la presentación del libro llevada a cabo en Mexicali.

“En Los pinos salados, Alejandro Espinoza no sólo pone su interés en lo sociológico del registro, la memoria, también hace su interés en la contemplación estética al describir los sucesos de cambio de una pasión, Mexicali. Narrar es dar cuenta de una transformación, un desarrollo de secuencias que nos lleva a la evocación sostenida por efecto del riesgo: cada punto de su avance es una nueva incertidumbre. Así nos muestra a la ciudad de Mexicali, Alejandro la describe como el paño que contiene su amor y, al expresarlo, compromete  su acción futura con el espacio”, agrega.

“Los pinos salados son unos árboles ficticiamente endémicos del norte del país. Se dice que estos árboles fueron traídos por las primeras comunidades chinas que comenzaron a afincarse en Baja California a principios del siglo pasado, pero en realidad no se sabe a ciencia cierta el origen”, cuenta Alejandro Espinoza en entrevista con SinEmbargo.

Los pinos salados se mantienen en el espacio urbano del norte mexicano, interrumpiendo el entorno. No han sido colocados ex profeso allí. Tienen una vida ruda y longeva. Se resisten a su muerte.

“Me ha tocado ver muñones de pinos salados que en menos de tres meses vuelven a brotar”, cuenta el también autor de la novela En los tiempos de la ocupación.

“Me ha tocado ver muñones de pinos salados que en menos de tres meses vuelven a brotar”, cuenta el también autor de la novela En los tiempos de la ocupación. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
“Me ha tocado ver muñones de pinos salados que en menos de tres meses vuelven a brotar”, cuenta el también autor de la novela En los tiempos de la ocupación. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

“No quisiera decir que es una metáfora, pero para mí el pino salado se ha convertido en una representación del olvido, del abandono y el desamparo. El entorno visual en el que ellos sobreviven es paupérrimo. Los árboles viven en lotes vacíos, refugios de heroinómanos, maleantes e inmigrantes”, explica el autor.

Cualquiera que vive en la calle puede encontrar sombra y refugio bajo la copa de un pino salado. El árbol define el paisaje de Mexicali y “se convierte en señuelo, el objeto a través del cual le das sentido a un espacio”, dice Espinoza Galindo.

No es un árbol agraciado. Es un guardapolvo. Su presencia interrumpe el camino y vive rodeado de desperdicios e inmundicia. “Eso es lo que se hace tan interesante”, admite Alejandro.

El pino salado saliniza todo el ambiente, como un verdadero asesino de la naturaleza, y ha elegido tener contacto directo con las personas que se le acercan.

El libro de Alejandro Espinoza Galindo es un objeto blanco, con fotografías y dibujos, sumado a un texto que busca acercarse a la realidad del árbol mediante una voluntad profunda, más allá de la mera observación.

“Por eso también elegí una escritura que sin ser totalmente experimental, fuera reflejo de varios géneros literarios. Quería sentirme lo suficientemente libre como para pasar de la crónica clásica a una bitácora seudocientífica, a la memoria, al tratado filosófico”, expresa el escritor y docente de la Universidad de Baja California.

Encontrar respuestas para la realidad que vivimos a través de presencia de un árbol tan invasivo e inevitable fue otra de las motivaciones del intelectual mexicalense, quien recurrió a un grupo de artistas multimedia para nutrir su proyecto.

“Nos disfrazamos de entomólogos, antropólogos, de botánicos, sacamos muestras de los distintos árboles y de ello derivó una serie de trabajos de corte visual, donde las ramas son la huella precedente de lo que luego relato en el libro”, dice el autor.

“Una de las cosas que más me llamó la atención de quienes fotografiaron los pinos salados de este proyecto es que buscaban ángulos extraordinarios para poder dar cuenta de la forma extraña que tienen estos árboles. A veces era imposible, no existe la perspectiva adecuada. El pino salado es como los mexicalenses, tierno y salvaje a la vez, transmite una amabilidad tosca”, afirma Espinoza.

Los pinos salados contiene textos de Alejandro Espinoza Galindo, fue editado por la poeta Rosa Espinoza para su nuevo emprendimiento editorial llamado “Pinos alados” y participan Héctor Bázaga, Víctor Reyes, Alejandrina Núñez, Yanina Montiel, Roxana Monserrat y Marisol Valdés, todos ellos artistas visuales en plena actividad, surgidos de la carrera de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de Baja California.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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