Author image

Darío Ramírez

08/03/2018 - 12:00 am

Sin derecho a ser mujeres

La violencia se suscita por el simple hecho de haber nacido mujer. Lo aberrante es que nuestra conducta social ha normalizado a tal grado la desigualdad que inclusive aquellas que alzan la voz siguen siendo fustigadas por el simple hecho de opinar.

“A esa violencia que todos conocemos sumémosle aquella que se construye solamente por el hecho de ser mujer”. Foto: Nacho Ruiz, Cuartoscuro

La violencia se suscita por el simple hecho de haber nacido mujer. Lo aberrante es que nuestra conducta social ha normalizado a tal grado la desigualdad que inclusive aquellas que alzan la voz siguen siendo fustigadas por el simple hecho de opinar.

La violencia en México es generalizada y sistemática. La incapacidad de las autoridades para crear políticas públicas que combatan el deterioro de nuestra convivencia entre hombres y mujeres es absoluta.

24 millones de personas en México fueron víctimas de algún delito en 2016 (ENVIPE 2017). La impunidad en el mismo año se tasó en 94 por ciento. Saque usted el estado en el que se encuentra nuestro estado de derecho. Si la impunidad es parte de nuestro fracaso como país, solo tome unos segundos para imaginar lo que esa impunidad implica cuando la víctima es mujer y los ataques son por ese mismo hecho.

A esa violencia que todos conocemos sumémosle aquella que se construye solamente por el hecho de ser mujer. Hoy, Día Internacional de la Violencia contra las Mujeres hacemos el mismo ejercicio infructuoso de recapacitar en todo lo que estamos haciendo mal y que provoca que las mujeres, en nuestro país, vivan en un perpetro estado de persecución de cierto tipo de violencia. Y, al mismo tiempo, los gobiernos sean omisos y negligentes sin asumir que no han podido detener quienes están matando a las mujeres en México.

Aceptemos que estamos fracasando porque solo así podremos darnos cuenta de nuevas avenidas y oportunidades que podemos crear transitar a una sociedad incluyente y respetuosa de los derechos humanos de las mujeres. Sin ellas no. Nunca sin ellas.

Pero hoy, a pesar de ciertos avances, las leyes, códigos y alertas de género han padecido de su misma incapacidad para romper la impunidad y castigar al enemigo que muchas mujeres llevan muy cerca… Según la ONU “Se estima que el 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero sentimental o violencia sexual por parte de una persona distinta a su compañero sentimental en algún momento de su vida. Sin embargo, algunos estudios nacionales demuestran que hasta el 70 por ciento de las mujeres han experimentado violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental durante su vida”.

Cada 8 de marzo sale algún macho retrógrado a decir que los hombres también sufren violencia. Que hay hombres que han sido víctimas de mujeres y así comentarios que solo denotan un alud de ignorancia del origen y motivo de reconocer la violencia diferenciada en un día como hoy. No nos hace menos hombres reconocer nuestros errores y asumir la responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos.

Grandes mujeres luchan constantemente para abrirse paso en un mundo donde los códigos los detenta el patriarcado institucional. Las pequeñas y grandes batallas que libran millones de mujeres todos los días en prácticamente cada ámbito de su vida debería ser suficiente para cambiar cómo vivimos. Para dejar de matar a nuestras mujeres, niñas y adolescentes. Debería, cierto, pero no, estamos lejos de eso:

Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) el día de hoy 7 mujeres serán asesinadas y, por lo menos dos serán ultrajadas por ser mujeres. En 2015 al menos se reportaron 389 homicidios tipificados como feminicidios, para 2017 la cifra aumentó a 671. La tendencia es al alza.

4.4 millones de mujeres de 15 años y más sufrieron abuso sexual durante su infancia. O bien, de enero a septiembre 2017, se registraron 25, 099 delitos sexuales, es decir, 91.99 diarios. 34 por ciento de las mujeres de 15 años en adelante han sufrido violencia física.

En octubre 2017, miles de personas tomaron las calles para reclamar el feminicidio de Mara Fernanda Castilla una joven de 19 años de que desapareció en la noche del 7 al 8 de septiembre tras tomar un taxi de la empresa Cabify. Había salido a bailar a un bar de Cholula, Puebla. Su cuerpo sin vida fue encontrado luego de una semana y la autopsia reveló que había sido violada y estrangulada. El homicidio de Mara por momentos incendió la ira de miles de personas. Pero otra vez el caso de Mara cayó en el olvido y no logró irrumpir entre la preocupación de los poderosos. Algo tenemos que hacer mejor, todos y todas.

El Estado de México siempre ha sido gobernado por el PRI. La alternancia es ajena en el estado. Según datos oficiales, los feminicidios en el Estado de México (principalmente en el cinturón industrial de 16 millones de habitantes, ya han rebasado los peores años de Ciudad Juárez –entre 1993 y 2015-, cuando se contabilizaron la escalofriante cifra de 374 feminicidios. El observatorio Ciudadano en Contra de la Violencia de Género, solo el año pasado registró 263 feminicidios en el Estado.

Un día especialmente soleado de octubre 2014, las autoridades de Ecatepec, el primero lugar del país en asesinato de mujeres, decidieron limpiar el canal, según reportó El País. La pestilencia del canal era penetrante, decidieron drenarlo y en el fondo aparecieron 21 cuerpos de mujeres con señales de tortura. Hay decenas de miles de historias que desenmascaran la violencia contra las mujeres y la aquiescencia de las autoridades en el tema. Y el común denominador es que nada pasa.

Ahora bien, el marco regulatorio se ha ensanchado de manera importante. Muchos dirían que hasta óptimo es. Feministas por muchos años han cabildeado de manera importante para llevar a cabo los cambios necesarios en la legislación. Sin embargo, para un país con poca afinidad a cumplir la ley, resulta extraño poner tanto entusiasmo en que un bonche de leyes detendrá y sancionará actitudes hiper machistas que llevan al feminicidio.

Los operadores, quienes encabezan los órganos de justicia, seguridad o derechos humanos, han olvidado y despreciado la legislación que tenemos y el resultado es la nula aplicación de las leyes para proteger a las mujeres, y entonces regresamos al problema inicial: ¿Qué hacer para detener y castigar ejemplarmente la violencia contra las mujeres? Las respuestas hasta ahora no han detenido la emergencia nacional. Partamos de ahí.

Y la respuesta también parte por revisar la masculinidad y romper con patrones sociales que son el aceite para repetir actitudes violentas. Es fundamental redoblar esfuerzos para destruir la noción negativa de asumirse feminista. No es una enfermedad, por el contrario, es lo humano, es lo solidario, es lo congruente cuando la mayoría de la población sufre de un tipo de violencia. Dejemos detrás las prehistóricas ideas de que ser caballeroso es respetar a las mujeres. Que abrir la puerta y pagar la cuenta es respetar los derechos de la mujer. Mejor reconozcamos que debemos cambiar nuestra realidad y reconozcamos los derechos de las mujeres como lo que son: derechos.

Como dice la campaña Yo no cierro los ojos: “Reflexiona sobre tus actitudes violentas y sobre la forma en la que eres parte de este problema. Enseña a tus hijos e hijas a respetar a todas las personas. Cuestiona las ideas que señalan que los hombres y las mujeres están obligadas a cumplir con diferentes obligaciones y papeles sociales. Pronúnciate en todos los espacios de tu vida en contra de la violencia hacia las mujeres. Si ves a una mujer siendo violentada, involúcrate y pregúntale si puedes ayudarla. Nunca culpes a una mujer víctima de violencia. Asegúrate de que tu trabajo, escuela, hogar, familia y grupos de amigos estén libres de violencia hacia las mujeres. Entiende y respeta que cuando una mujer dice que NO es NO. Exige al Estado políticas públicas para prevenir la violencia en contra de las mujeres en México, porque tienen derecho a ser mujeres”.

Mejor reconozcámonos feministas por el bien de las mujeres.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas