Mujeres le dan la vuelta a conversación lasciva de Trump y cuentan sus primeras historias de abuso sexual

09/10/2016 - 5:00 pm

Las norteamericanas se unen a una denuncia que ya se produjo en las redes sociales de México, Brasil o España.

Foto: Twitter
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Ciudad de México, 9 de octubre, (Univisión).- Kelly Oxford fue una de las primeras personas en ganarse la fama en Internet gracias a sus agudos comentarios de Twitter. La noche del viernes, después de que se supiera que en 2005 Donald Trump presumía de manosear y besar a las mujeres sin esperar solo porque era una estrella, la autora canadiense propuso darle la vuelta a la conversación y hablar desde el punto de vista de las víctimas de abusos. “Mujeres: tuiteadme vuestros primeros ataques. No son solo estadísticas. Empiezo yo: un hombre mayor en un autobús me agarra de la vagina y me sonríe, tengo 12”, escribió, seguido de otros mensajes en los que narraba cómo volvió a ocurrirle un año después con un compañero de clase, cómo un dermatólogo hizo que se desnudara en su consulta con 14 años o la forma en que una vez, con 16, en el baño de señoras, un hombre la empujó sobre el lavabo para preguntarle si sabía lo que era una violación.

La respuesta fue una avalancha difícil de cuantificar de mensajes de mujeres, unas con nombres y apellidos reales, otras protegidas por el anonimato de sus identidades virtuales. “Un millón de mujeres me han descrito sus ataques esta noche. Un millón. Eso no es nada”, decía unas horas después sobre el volumen de textos que aún se pueden ver en su timeline.

Tocamientos, besos no consentidos, aparición de exhibicionistas, agresiones físicas y verbales, abusos, violaciones: leer los testimonios es una experiencia descorazonadora por dos razones. Primero, porque no es habitual que las víctimas se organicen para dar su versión espontánea, directa y multitudinaria, de la forma que ahora permiten las redes sociales y que hasta hace poco era imposible. Y segundo, porque en muchos casos se une la escasa edad de las mujeres afectadas, la cercanía de los agresores y la normalización de la experiencia. “Un chico mayor me acompañó a casa y se dio la vuelta con su pene fuera. Me acabo de dar cuenta: no tengo recuerdos de qué pasó después”, confiesa una mujer. “No daré detalles, pero yo tenía 12 y él fue a la cárcel”, cuenta otra.

Mujeres cuentan sus primeras historias de abuso sexual en respuesta a Trump
Las norteamericanas se unen a una denuncia que ya se produjo en las redes sociales de México, Brasil o España

“Recibo dos historias de abusos sexuales por segundo”
“Recibo dos historias de abusos sexuales por segundo” Twitter

Kelly Oxford fue una de las primeras personas en ganarse la fama en Internet gracias a sus agudos comentarios de Twitter. La noche del viernes, después de que se supiera que en 2005 Donald Trump presumía de manosear y besar a las mujeres sin esperar solo porque era una estrella, la autora canadiense propuso darle la vuelta a la conversación y hablar desde el punto de vista de las víctimas de abusos. “Mujeres: tuiteadme vuestros primeros ataques. No son solo estadísticas. Empiezo yo: un hombre mayor en un autobús me agarra de la vagina y me sonríe, tengo 12”, escribió, seguido de otros mensajes en los que narraba cómo volvió a ocurrirle un año después con un compañero de clase, cómo un dermatólogo hizo que se desnudara en su consulta con 14 años o la forma en que una vez, con 16, en el baño de señoras, un hombre la empujó sobre el lavabo para preguntarle si sabía lo que era una violación.

La respuesta fue una avalancha difícil de cuantificar de mensajes de mujeres, unas con nombres y apellidos reales, otras protegidas por el anonimato de sus identidades virtuales. “Un millón de mujeres me han descrito sus ataques esta noche. Un millón. Eso no es nada”, decía unas horas después sobre el volumen de textos que aún se pueden ver en su timeline.

Tocamientos, besos no consentidos, aparición de exhibicionistas, agresiones físicas y verbales, abusos, violaciones: leer los testimonios es una experiencia descorazonadora por dos razones. Primero, porque no es habitual que las víctimas se organicen para dar su versión espontánea, directa y multitudinaria, de la forma que ahora permiten las redes sociales y que hasta hace poco era imposible. Y segundo, porque en muchos casos se une la escasa edad de las mujeres afectadas, la cercanía de los agresores y la normalización de la experiencia. “Un chico mayor me acompañó a casa y se dio la vuelta con su pene fuera. Me acabo de dar cuenta: no tengo recuerdos de qué pasó después”, confiesa una mujer. “No daré detalles, pero yo tenía 12 y él fue a la cárcel”, cuenta otra.

“Cuando Trump dice que agarra una vagina no son solo ‘dos tíos diciendo obscenidades’. Lee mi timeline. No es divertido, Billy. Es abuso. Hablemos”, decía Oxford. La conversación, que la estrella de Twitter intentaría en posteriores tuits agrupar bajo el hashtag #notok, ha ocurrido de forma idéntica en otros países en los últimos meses, como un contagio viral. En abril, las mexicanas hablaron en redes de #miprimeracoso durante la movilización nacional contra la violencia machista. Hace un año, las brasileñas compartieron miles de historias bajo el hashtag #PrimeiroAssédio (primer abuso) después de que las redes se llenaran de comentarios sexuales sobre una niña que participaba en el programa de cocina MasterChef. En agosto de 2015, en España, la joven Loreto Ballesteros canalizó cientos de mensajes de mujeres anónimas que hablaron de situaciones de acoso o abuso sufridos en su infancia o en su adolescencia. Las chilenas se movilizaron en redes tras la violación de una alumna por su profesor. Para las argentinas, la excusa fue hablar del acoso callejero.

Las respuestas a los mensajes de cualquiera de estos hashtags son, en su inmensa mayoría, notas de apoyo a quienes los escriben, aunque en todos los países se han producido ataques verbales a las mujeres que han protagonizado el debate. En el caso de la española Ballesteros, llegaron a las amenazas de muerte. “Nadie quiere violarte”, se puede leer en el timeline de Oxford.

“Mi historia es la de casi todas las mujeres”, respondía Oxford a un hombre que le decía “Dios mío, ¿dónde te has criado? ¿no tenías hermanos?”. En EE UU, México, Brasil o España, los testimonios coinciden: aunque no se hable de ella, la experiencia es común. “Nos ha pasado a todas”, decía Ballesteros. Una duda queda en el aire. Si la premisa es cierta y los testimonios son solo una muestra de algunas mujeres que usan internet… ¿cuál puede ser el volumen real del problema?.

 

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