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Alejandro Páez Varela

11/12/2017 - 12:05 am

Dos biografías inconclusas

Llevó a Alejandra Barrales a encabezar el PRD nacional e incluso era su gallo para la candidatura en la Ciudad de México, lo sabíamos todos. Pero ella se posicionó; obtuvo (casi) la candidatura (falta un trámite) y, se dice con mucha insistencia, se volvió la más anayistas de todos los anayistas. Y fue ella, justamente ella, quien terminó su sueño de ser candidato: mientras él presionaba con el método de elección, ella salía en fotos con Anaya y con Dante Delgado. Y a ella, si los datos son correctos, también la perdió.

Los dos, en 2008. Foto: Cuartoscuro

Hay cien definiciones de política y unas cien mil frases ingeniosas para explicarla. Claramente, diría Otto von Bismarck, no es una ciencia exacta; pero tampoco es arte, como el mismo político prusiano afirmaba.

Por lo que veo, desde lejos, podría definirla como un laberinto sin salida construido por un puñado de vivales que vende boletos caros a una mayoría ingenua. De vez en cuando, alguno de los vivales cae en su propio laberinto y a veces, muy de vez en cuando, alguno de los ingenuos brinca a la taquilla.

Escribí la biografía de Marcelo Ebrard en Los Suspirantes 2012 y la dejé incompleta: terminaba justo cuando iba por la Presidencia. Hoy está en el exilio. Escribí la de Miguel Ángel Mancera para Los Suspirantes 2018 y también quedó si final: ahora mismo se escribe sola, a diario, y todos somos testigos.

Este capítulo sobre el que caminamos a cada hora, ¿se llama La Traición? No lo tengo tan claro. Las palabras caen con peso de plomo y se desfiguran, como el plomo, al tocar el suelo. Lo que se es que esta etapa en la biografía de Mancera lleva prisa y que quizás el título más adecuado sería, como está, en donde está, No Hay Plazo que no se Cumpla.

Como sea, hay datos, hay apuntes para trazar algo, para ir prefigurando. Diría que Miguel Ángel Mancera se ha quedado como el perro de las dos tortas, como se dice por allí, aunque en este caso no son dos, sino muchas tortas.

Fue él quien trabajó la idea de un frente opositor (así me lo describió hace unos dos años) para encabezarlo y lanzarse a la Presidencia; él acercó a Movimiento Ciudadano y él intentó con el Partido del Trabajo. Al final, Ricardo Anaya parece haberse apoderado de la idea y del esfuerzo.

En algún momento se le mencionó, y quizás Mancera tenía todo (votos de PRI, PAN y PRD en el Congreso) para ser el primer Fiscal General. Prefirió mantener su confianza en que podía encabezar el Frente. Al final, creo, también de esa quedó fuera.

Llevó a Alejandra Barrales a encabezar el PRD nacional e incluso era su gallo para la candidatura en la Ciudad de México, lo sabíamos todos. Pero ella se posicionó; obtuvo (casi) la candidatura (falta un trámite) y, se dice con mucha insistencia, se volvió la más anayista de todos los anayistas. Y fue ella, justamente ella, quien terminó su sueño de ser candidato: mientras él presionaba con el método de elección, ella salía en fotos con Anaya y con Dante Delgado. Y a ella, si los datos son correctos, también la perdió.

En los últimos meses, Mancera mandó señales a José Antonio Meade y a Luis Videgaray por el tema de los dineros para la Ciudad de México; los presionó, suave como puede ser, pero los presionó justo en el momento en el que se estaba decidiendo al interior del Gabinete presidencial quién tenía la mano. Y al mismo tiempo se tomó todas las fotos que pudo con Miguel Ángel Osorio Chong. Al final, parece, allí también perdió.

Mancera tuvo muchos enfrentamientos con los de Morena todo este tiempo, pero mientras –dicen en Tlalpan– le cargaba la mano a Claudia Sheinbaum dejaba que Ricardo Monreal se le acercara. Y ya ven lo que pasó. Sí, allí perdió y todavía no sabemos hasta qué niveles.

El laberinto sin salida se reacomoda de noche, también, y amanece distinto cada mañana. Entonces pocos saben qué viene, realmente; en este caso, qué viene para Mancera.

Es cierto que Mancera no es un político consumado; no es un lobo, digamos, como todos esos que lo rodearon. A pesar de eso, una cosa sí debería tener claro –y debería prepararse para ello–: a veces sucede que hasta los más leales fallan cuando más los necesitas. Que se vea en los otros y aprenda, y recuerde. A Ebrard, por ejemplo. Hace cinco años, Marcelo estaba desesperado porque le había sorprendido la noche y corría por el laberinto, topándose con paredes movibles, buscando una puerta hacia donde fuera. Y fue la puerta del exilio.

No digo nada. No sugiero nada. Sólo arrastro el lápiz y apunto, apunto, que tengo dos biografías inconclusas y todos los datos me sirven.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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