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Tomás Calvillo Unna

13/09/2017 - 12:05 am

Recordatorio para la política

El llamado “territorio nacional”, como lo conocemos, el del estado-nación nombrado “México”.

Tiempos de canallas, de héroes y santos, pero sobre todo tiempo para que emerjan los ciudadanos. Foto: Sitio oficial del Gobierno de Aguscalientes

Se representa a un país que es también un territorio histórico; que se asienta en un lugar que durante más de dos mil años ha tenido la presencia ininterrumpida de importantes expresiones civilizatorias. El llamado “territorio nacional”, como lo conocemos, el del estado-nación nombrado “México”, participa de esa herencia rica en su historia y cultura; aunque hoy en día se pretenda reducirla a un proyecto turístico y a un gran negocio de “real state made in México” cuya envoltura para regalo se oferta al mejor postor.

Pero no está de más recordar que la geografía histórica-política, nos ha posicionado en el cruce de caminos, al sur la herencia extraordinaria de culturas autóctonas que palpitan en su legado europeo e ibérico. Al norte las culturas nativas y la presencia anglosajona que alcanzó en su multiculturalismo del siglo XX a establecer el principal imperio de la modernidad. Hacia el Atlantico, África y Europa, hacia el Pacífico, Oceanía y Asia; país de de inmensos litorales en los dos grandes océanos y no obstante su cultura dominante es la del altiplano relegando esa riqueza marítima cuya vocación de amplios horizonte se olvidó en los siglos coloniales, (baste la excepcional experiencia del Galeón de Manila-Acapulco para recuperar esa mirada).

La política exterior está asentada en esta valiosa tradición y no se necesita refrendar una raza cósmica, como Vasconcelos pretendió acorde con los tiempos que le tocaron cargados de exagerados nacionalismos. No sólo se requiere estudiar, ver, convivir con este México de múltiples culturas y rostros, esencialmente creativo y naturalmente artístico; y a pesar de la densa sombra de violencia y crueldad que hoy lo acosa, impregnado de una generosidad que puede ser inmensa y sabia, sin limitarse a lo inmediato, porque sabe ver, esperar y ser.

México es una potencia media y mediadora, agota la diplomacia hasta el último segundo, privilegiando el diálogo y las rendijas del entendimiento. Hemos aprendido a convivir con la potencia del norte que suele meter sus narices en todos los territorios del planeta y hemos demostrado que no podemos ser sus lacayos si queremos que se nos respete como amigos. Si ellos van a la guerra, nosotros esperamos, si ellos rompen, nosotros sostenemos lazos, si hacen muros, nosotros puentes; sabemos de las asimetrías en la arena internacional y eso nos permite tener una mayor sensibilidad para buscar los acuerdos y sostenerlos en las condiciones más difíciles (recuérdese Cuba e Irak)

Con seguridad que esto les tiene sin cuidado a quienes toman las decisiones hoy en día, tanto en la política exterior como en la política interna. Ejercer el poder requiere una profunda fortaleza y humildad, en todos los niveles en que se asuma. Se necesita de disciplina interior, más hoy en día que se vive prácticamente a la intemperie bajo la tormenta digital que nos consume a gran velocidad.

Están desatados todo tipo de excesos y los que asumen el poder lo reflejan a cabalidad. Son esclavos de sus pasiones y de muchas otras que terminan arrojándolos al circo romano de la opinión pública, que se alimenta del despojo de la condición humana; un teatro político que cada minuto lanza al vacío esos restos de biografías truncadas.

Tiempos de canallas, de héroes y santos, pero sobre todo tiempo para que emerjan los ciudadanos. Dos principios claves para que ello sea posible: el balance (es la esencia de la utopía democrática y de la integridad personal) el compartir, la construcción de espacios que permitan la diversidad, la pluralidad, como cohesión y no confusión.

Si no leen lo que se avecina, si sigue la élite económica-política ajena a la historia y su karma, los tiempos por venir serán más que dolorosos. La irresponsabilidad que expresan los que ostentan el poder, es más que preocupante, muestra una ignorancia temible; y de todo ello no somos ajenos quienes escribimos en los medios públicos, firmando los artículos y opinando.

 

 

 

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