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Susan Crowley

16/02/2018 - 12:02 am

Manual del coleccionista perfecto

Un verdadero coleccionista nunca sigue las tendencias del arte. ¡Él las marca! Es un buen momento para revisar pausadamente que deja, después de tanto desgaste, la experiencia Maco y sus distintos tentáculos, (todas las variantes de proyectos expos, galerías, salones y otras ferias) y hablar de uno de los sujetos de mayor relevancia en este […]

Foto: Facebook Salón Acme

Un verdadero coleccionista nunca sigue las tendencias del arte. ¡Él las marca! Es un buen momento para revisar pausadamente que deja, después de tanto desgaste, la experiencia Maco y sus distintos tentáculos, (todas las variantes de proyectos expos, galerías, salones y otras ferias) y hablar de uno de los sujetos de mayor relevancia en este universo: El Coleccionista.

Pero antes un resumen de qué ocurrió en la última semana.

Fue vertiginosa, llena de emociones, estamina, testosterona y endorfinas llegaron a niveles superlativos, magnificados por los efectos del mezcal que, ¡noticia!: por mucho ha desplazado al tequila. Considerado la bebida de la gente ¡culta y alternativa!, ha venido a añadir una dosis de exaltación extra y un plus a la actitud “posmoderna” (que es lo que le venimos manejando hoy). Una o dos veces al año, gracias a MACO y a Gallery Weekend, los eventos se juntan al por mayor y los involucrados en esto que llamamos el “mundo del arte”, suelen tirar la casa por la ventana. Según algunos, las ventas no fueron lo que se esperaba pero la afluencia de visitantes fue de llamar la atención. Esta semana hubo la gran oportunidad de conocer espacios como el Frontón México que disfrazado de Material Art Fair nos emocionó a todos. Una estructura efímera de andamios (que parecía un juego de palillos chinos), se desplegaba para exhibir espacios con propuestas muy bien articuladas y otras muy jóvenes y experimentales que le daban carácter al espacio. La parte superior fomenta el coleccionismo joven con un performance constante rodeado del trabajo independiente de artistas y centros “nonprofit” que muestran las más emergentes expresiones, con precios accesibles, piezas originales, de calidad, divertidas. Alguien que pretende ser coleccionista serio, no debe faltar a las ferias alternativas, ahí es donde deambulan los futuros Orozcos, Cruzvillegas, Amorales, De la Moras, es un hecho.

Y si de impulsar el coleccionismo se trata, el Salón Acme siempre sorprende. La exposición curada por Jorge Esparza Chong Cuy nos ha dejado una sensación de melancolía, con objetos dispersos en un espacio cuidadosamente abandonado. La atmósfera majestuosa, tocada por el paso del tiempo y una sensación de contemporaneidad increíble con obras que abren ventanas y van tejiendo la idea de lo doméstico.

Maco, no sorprende pero cumple cada año. Como debe ser. Es la posibilidad de visitar espacios con obras importantes y muy costosas de galería internacionales. Dejarse seducir por artistas del nivel de Ed Rusche, Anish Kapoor, Katherina Grosse, Phillipe Parreno por solo mencionar a algunos, y al mismo tiempo poder encontrar propuestas tan significativas como Ana Gallardo, Emilio Chapela, Francisco Larios en la Zona Maco Sur, nos da la oportunidad de profundizar un poco más y conocer el valioso contenido de artistas jóvenes.

Lo mejor de esta semana es que, por fin, en lugar de sumergirse en un mall, las familias, grupos de amigos, parejitas, bandas, artistas, curiosos, despistados, criticones, alternativos, todos pueden disfrutar, padecer, gozar o execrar al arte contemporáneo. No está mal. Pero, retomemos el asunto central, nuestro coleccionista.

Empecemos por definir que el centro del arte son el objeto y su creador. A continuación, en distintos niveles, el mundo del arte despliega un montón de intermediarios (críticos, historiadores, consultores, dealers, asesores, galeristas, etc.). Después de todos ellos viene el público en general, los curiosos que se hacen selfis en los pasillos de las ferias y las suben al instante a las redes sociales (como si estas estuvieran ávidas de obtener su imagen). Los que parece que se equivocaron de evento y llegan como para ir a una boda y persiguen ansiosos al fotógrafo de las revistas de sociales. Luego, los que aman el arte y muestran interés genuino. Hay los otros, que son los menos y que llamamos (desde las épocas del Imperio romano) los coleccionistas.

Sus orígenes son dudosos; desde la antigüedad acostumbraban saquear los sitios históricos, con el tiempo fueron los exploradores del nuevo mundo lleno de objetos exóticos. Con voracidad recolectaban cualquier tipo de reliquias y las transportaban al costo que fuera para colocarlas en su gabinete de curiosidades privado. Al final de su existencia, con tal de que sus herederos no las “centavearan” después de su muerte, las brindaron como un bien público, y de esto, increíble, surgieron los primeros museos.

El coleccionista es una figura medular en el mercado del arte, su importancia radica en ser admirado e imitado y por eso se ha convertido en un cliché de sí mismo. Pero debe estar alerta, en cualquier momento le “textearán” las chicas guapas de Sotheby´s o Christie´s y le dirán que ya está en camino un globo de Koons. Él jamás podrá decir, “ando gastado”. Sin dejar la línea mandará un what´s a su corredor de Wall Street para que tramite la línea de crédito a la que tiene derecho. Lo que no se imagina es que su corredor de confianza y la chica guapa comparten, no solo la cama, también se prestan la cartera de clientes. O, ¿sí lo imagina?.

El coleccionista sabe muchas cosas. Dicen que por viejo lobo. Cada vez que se ve en el espejo lo corrobora, es un vampiro. Igual que desea poseer las más costosas piezas de la última expo de Hirst, Treasures from the Wreck of Unbelievable, a cualquier precio, está sediento de sangre joven: los artistas emergentes lo mantienen vivo, por eso siempre está rodeado de ellos. No tiene ni pálida idea de qué va su obra pero algún día lo entenderá, o tal vez no. Le gusta ese mundo, lo llena de la adrenalina que dejó de producir hace años. Todos conocen el oscuro origen de su colección: de pequeño juntó soldaditos de plomo y muñequitos de armar (de esos que venían en el cereal). Entre esos objetos y un Anish Kapoor de un millón de libras no hay diferencia, el caso es poseerlos.
No puede con los vuelos comerciales y no sabe estar solo. Sus amigos se deleitan (muchos dirán que abusan), en su avión con champán y caviar antes de llegar a Art Basel cada año. Por una módica suma de varios miles de dólares pertenece al patronato del MoMA; se refiere a los grandes artistas como “Damien”, “Abraham”, “Anish”. México le gusta, obvio, por el mezcal, las fiestas y lo improvisado que es todo. Sabe que los eventos privados son de “vente que hay una mega fiesta”, de llegar con la bola que te fuiste recolectando por el camino; que las chicas, muy chicas, están dispuestas a dar la vida por salir con él. Que, aquí en nuestro país el provinciano ambiente lo puede hacer sentir Onasis en su isla.

En secreto detesta el arte creado por mujeres, las considera demasiado liberadas y teme que no se bañan. Está convencido de que Harvey Weinstein está siendo injustamente tratado y que deberíamos ver los dos lados de la historia. Pero jamás lo confesaría en público, le aterra que un grupo de artistas feministas lo execre y forme una instalación con determinadas partes de su cuerpo. Se acaba de enterar de la funesta historia de Ana Mendieta y Carl André. Nadie sabe la verdad pero en medio de una discusión entre la pareja, la Mendieta cayó de la altura de un piso alto en Manhattan. Desde entonces compra solo mansiones de una planta.

A nuestro coleccionista le fascina la ópera (no, no es cierto, la odia). Dice que le fascina y es miembro del board del Metropolitan Opera House. Pero cuando está solo, llora al son de baladas pop y últimamente envidia al excéntrico millonario y coleccionista de mujeres, Gianluca Vacchi (ese de Youtube), que no hace otra cosa más que bailar “despacito” en su yates acompañado de bellas creaciones de carne y hueso que no tienen ningún problema en manifestarse como objetos.
Nuestro coleccionista sabe que su presencia en las subastas genera expectativa: siempre viste con lo último de la moda: sin corbata, con un perfecto bronceado y aprovecha el verano en Suiza para exfoliar su piel en el Spa más exclusivo. Cada tres meses visita a su especialista consentido en temas de “antiedge”, las cantidades de testosterona que suministra a la compra de sus “bebés” debe ser reemplazada puntualmente.

Su gusto por el arte jamás es su verdadero gusto por el arte. Honestamente, le gustan los cuadros de flores y hermosas mujeres desnudas (calendarios Pirelli), pero sabe que lo de hoy son neumáticos, basura y animales en formol, así que no duda en invertir en ellos. Incluso si acaba de pagar 11millones de dólares, y descubre que el animalillo se empieza a desmoronar  y hay que tirarlo dirá, sin dudar, que es arte efímero e irá por más. En las reuniones no dejará que se le note la angustia por la pérdida económica, en su último divorcio perdió más.

Este perfecto coleccionista va acompañando por la más afamada corredora de arte, toma clases con la maestra de arte de moda y es íntimo amigo de la más sexy curadora (bailarina de salsa de vocación). También es fan de un decorador “gay” de mega buen gusto, cuya promesa es lograr que hasta la sangre convertida en escultura en su salón de trofeos se vea elegante. Cuando adquiere una obra contemporánea su libido aumenta considerablemente. Está casado con la más apetecible obra de arte de carne y hueso; (Salma o Eva) es el tesoro que completa su colección (eso sí, acostumbra firmar un convenio prenupcial sobre su colección de objetos).

Pero no todo es alegría para el coleccionista moderno. También tiene sus momentos complicados; el día que no compra siente un vacío que lo lleva a pensar en Lorenzo el Magnífico y sabe que le falta algo más para llegar a ser el mejor coleccionista: es entonces cuando lo encontramos, con espíritu melancólico, leyendo a Vasari y escuchando la canción Melina de Camillo Sesto, mientras contempla una postal de Santa María de Fiore al atardecer.

Por fortuna, no todos los coleccionistas son así, pero luego les cuento.

@suscrowley, www.susancrowley.com.mx

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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