#ANUARIO 2014 | El mundo al borde de una nueva Guerra Fría por Ucrania

21/12/2014 - 2:29 pm
Transeúntes pasan junto a un cartel gigante con el mensaje "No al fascismo en Rusia" en la plaza de la Independencia en Kiev (Ucrania). Foto: EFE
Transeúntes pasan junto a un cartel gigante con el mensaje “No al fascismo en Rusia” en la plaza de la Independencia en Kiev (Ucrania). Foto: EFE

Moscú/Kiev, 16 dic (dpa) – Lo que en sus inicios, a finales del año pasado, parecía un conflicto local en Ucrania, fue adquiriendo a lo largo de 2014 una dimensión internacional, enfrentando a Occidente y a Rusia de una forma sin precedentes desde la caída de la Unión Soviética. La escalada del conflicto derivó en una disputa comercial internacional y puso al mundo al borde de una nueva Guerra Fría.

La decisión del entonces Presidente ucraniano Viktor Yanukovich, a finales de noviembre de 2013, de dar marcha atrás en la firma de un acuerdo de cooperación y acercamiento a la Unión Europea (UE) desató masivas protestas en la plaza Maidán que acabaron con la huida del mandatario a Rusia en febrero.Ello hizo posible el ascenso de un gobierno prooccidental que se concretó con elecciones presidenciales en mayo y parlamentarias en octubre, que auparon a la Presidencia a Petro Porohenko y a la jefatura de gobierno a Arseni Yatseniuk.

Pero lejos de solucionar el problema, la marcha de Yanukovich fue sólo el principio de la escalada del conflicto. En marzo, el Parlamento de Crimea votaba su independencia y celebraba un referéndum en el que arrasaba el deseo de ingresar en Rusia, algo que hizo realidad Moscú con la anexión de la península junto al Mar Negro.

Pese a la indignación desatada en Ucrania y en Occidente, la atención se desvió pronto a otras zonas del este de Ucrania, las regiones de Lugansk y Donetsk, donde aumentaron los gestos independentistas y la actividad de los rebeldes que se declaraban fieles a Moscú. Para sofocarlos, Kiev lanzó en abril una controvertida “misión antiterrorista” que ha dejado ya más de cuatro mil muertos.

Ello no impidió sin embargo la celebración de elecciones alternativas en mayo y la autoproclamación de Lunganks y Donetsk como repúblicas populares independientes, unidas después en la bautizada como “Nueva Rusia”. Desde entonces, el este de Ucrania se ha convertido en zona de guerra, y el conflicto, en un asunto internacional.

El apoyo de Occidente al gobierno de Kiev y sus acusaciones a Rusia de que estaba suministrando armas y soldados a las filas de los rebeldes -algo que Moscú siempre ha negado- siguió echando leña al fuego y se convirtió en un tema prioritario en la diplomacia internacional.

El enfrentamiento se complicó con la paralela disputa por el gas entre Rusia y Ucrania que se temía también afectara a Europa: ante el impago de facturas por parte de Kiev, Moscú cerró el grifo a mediados de junio, aunque tras un acuerdo mediado por la UE, reanudó los suministros este mes de diciembre, eso sí, ahora con la condición del pago por adelantado.

Las tensiones adquirieron una nueva dimensión el 17 de julio, cuando el vuelo MH17 de Malaysia Airlines con 298 personas a bordo fue derribado cuando sobrevolaba el este de Ucrania en su trayecto de Ámsterdam a Kuala Lumpur.

Todas las personas que viajaron a bordo, en su mayoría holandesas, murieron, y comenzó un nuevo cruce de acusaciones mutuas: los rebeldes prorrusos alegaban no disponer de la tecnología necesaria para hacer caer el avión, pero Kiev argumentaba que se la había suministrado Rusia, mientras Moscú insistía en que Kiev es la responsable de su espacio aéreo.

Tras meses de investigaciones, obstaculizadas por el difícil acceso al lugar a causa de los combates, lo único claro es que el avión fue derribado con un sistema antimisiles, pero la responsabilidad sigue siendo un misterio.

A finales del mes del aquel suceso, Estados Unidos y la Unión Europea lanzaban un órdago e imponían fuertes sanciones al sector financiero, energético y militar ruso con la intención de presionar al jefe del Kremlin, Vladimir Putin, para que dejara de apoyar a los separatistas.

Las sanciones a bancos rusos dificultaron la financiación en dólares del país y el acceso a los mercados de capital, entre otras cosas. Pero Rusia respondió con una medida similar: a partir del 1 de agosto y durante un año, prohibió la importación a su territorio de 20 tipos de fruta y verdura de la Unión Europea y Estados Unidos, Noruega, Canadá y Australia: el conflicto ucraniano acababa de convertirse en una disputa comercial internacional.

Rusia se lanzó entonces a buscar mercados alternativos, sobre todo con la mira puesta en China. Sin embargo, las sanciones de Occidente, sumadas a la caída del petróleo han hecho mucho daño a la economía rusa: el valor del rublo ha caído en picado, el coste de la vida ha subido y la insatisfacción crece en el país.

Pese a ello, el recrudedimiento de las relaciones con Occidente parece haber fortalecido la imagen de Putin: las encuestas actuales apuntan que más del 80 por ciento de los rusos confían en su Presidente, que fue elegido este año la persona más poderosa del mundo por la revista estadounidense “Forbes”.

Y nada parece indicar que la presión de Washington o Bruselas vaya a poder quebrar al antiguo jefe de los servicios secretos: con la fundación este año de la Unión Económica Euroasiática, la búsqueda de alianzas en Asia, la ampliación de su presencia militar en el Ártico y sus continuas demostraciones de fuerza militar, Rusia sigue responiendo a las sanciones de Occidente y a la concentración de tropas extranjeras de la OTAN en su antigua área de influencia.

Además, todo parece indicar que Putin podría ocupar un nuevo mandato como Presidente que lo mantendría en el cargo hasta 2024.

Y mientras, en Ucrania, 2014 ha dejado un país dividido: el este sigue siendo un campo de batalla devastado -pese a las frágiles treguas acordadas en varias ocasiones-, en tanto que Kiev parece ocupada en resolver cuestiones más acuciantes, principalmente evitar la bancarrota del país, lo que parece ser el principal reto para 2015.

Muchos ucranianos temen que el acercamiento de la ex república soviética a la OTAN augure una nueva escalada el año entrante que pueda agudizar aún más la confrontación entre Rusia y Occidente. Si la alianza atlántica sigue expandiéndose al este, Moscú no cederá. Putin ya lo dejó claro hace poco: “Cuando un ruso se siente con derecho, es invencible”.

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