Parcial y subjetivo | En sus manos… dictadores en la literatura

22/02/2013 - 12:00 am

La dictadura es un fantasma que se pasea por encima de los países democráticos. No es sencillo adivinar su procedencia, seguir los pasos del caudillo que llegó hasta el poder. En ocasiones, proviene de una lucha armada, de un golpe de estado que lo llevó a la silla presidencial. En otros casos, fue electo por los votantes, ignorando su incapacidad por dejar el gobierno. En ambos casos, estos personajes se eternizan. Duran en la presidencia lo mismo que sus vidas. Si acaso, abdican a favor de alguien concreto, haciendo de la democracia o de la tiranía algo muy similar a un reinado. Al parecer, pocos países en el orbe pueden sentirse a salvo de un régimen como éste. Tan es así, que hay quien sostiene que esa mano dura, ese capricho imperial, bien podría ser la solución cuando la democracia no ha sido suficiente para rescatar a ciertos países.

La figura del dictador ha sido bastante estudiada por la literatura. No sólo por las implicaciones que tiene para con sus gobernados. Al contrario, muchos novelistas se han ocupado de investigar en torno al misterio que existe dentro de las cabezas de los tiranos. La megalomanía es evidente pero hay muchas cosas más. Pensar en un personaje capaz de pensarse a sí mismo como un elegido, como el mejor posible para conducir a un país eternamente, es un pretexto difícil de resistir. De ahí que hasta se considere un subgénero a la novela de la dictadura. Más aún, es un subgénero que abreva, en muy buena medida, de nuestra experiencia latinoamericana.

Así pues, he emprendido un nuevo listado. Mientras lo pensaba caí en la cuenta de que los ejemplos se multiplican y dejar atrás algunas novelas me resultaba por demás doloroso. Opté, como en otras ocasiones, por elegir más de las acostumbradas pese a que, a cambio, escribiré menos de cada una de ellas. Así amplío el panorama y ofrezco más posibilidades. Como puede verse, también tiranizo un poco el espacio de esta colaboración.

Facundo

La novela de Domingo Faustino Sarmiento es, con seguridad, el antecedente de la literatura del género. En ella se trata el periodo post independiente en la Argentina. Las luchas por el poder, por establecer un orden dentro de la barbarie en el país, llevan a Juan Facundo Quiroga a oponerse al gobierno oficial. Sin ser propiamente una novela sobre la dictadura, va esbozando los elementos que definirán al género.

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La fiesta del chivo

Ensoberbecido por el poder, Rafael Leónidas Trujillo, es un cruel dictador dominicano al que sólo la traición de sus otrora incondicionales podría derrocar. En esta novela de Mario Vargas Llosa narra, desde tres perspectivas distintas, la caída de uno de los dictadores más crueles de Latinoamérica. La capacidad de fabular dentro de los parámetros históricos ubica al lector en un territorio intermedio en donde sólo le queda creer y maravillarse en consecuencia.

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De amor y de sombra

La dictadura chilena se caracterizó por el enorme número de personas desaparecidas. Isabel Allende supo aprovechar ese hecho para montar la trama de su novela. Sin embargo, ésta no es sólo una novela de denuncia. Aunque se da cuenta de los horrores y las torturas durante el periodo aciago, también se aprovecha para contar una historia de amor. Esto permite ver cómo, en medio de las grandes tragedias, también hay cabida para los sentimientos puros, sobre todo, si éstos son acompañados por una buena causa.

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Tirano Banderas

Esta novela no parte de un contexto definido. Al contrario, Santos Banderas es un dictador casi de cualquier lugar. Así, es común que el lector identifique algunos de los rasgos de cronotopo con el suyo propio. Si esta ambigüedad no faltara, Ramón del Valle-Inclán se da el lujo de inscribir la novela en el campo de lo esperpéntico. La caída del tirano será, entonces, incluso fársica. Los elementos de carnavalización incluidos en la misma la vuelven una lectura indispensable a la hora de emprender análisis textuales de altos vuelos.

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El otoño del patriarca

Una prosa sin pausas y narrada a partir de diferentes voces es la que consigue generar cierta empatía con el dictador. Él es un anciano, iletrado, caprichoso, que llegó al poder casi de casualidad. Y lo ha ejercido de forma violenta. Sin embargo, algo en su personalidad hace que el pueblo lo considere una leyenda al tiempo en el que él mismo se va degradando. Las razones son simples: cuando se ha ejercido el poder absoluto es posible que la persona quien lo detenta no encuentre sosiego. La soledad se vuelve una constante al ser incapaz de comunicarse con iguales. Gabriel García Márquez consigue, en esta novela, llevar a las últimas consecuencias el retrato del hombre más allá de su gobierno.

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El señor presidente

Miguel Ángel Asturias se ocupó, en esta novela, más de retratar los efectos de la dictadura que del dictador mismo. Así, el retrato social se multiplica, dando cabida a muchos diferentes estratos. A ellos se les suma una realidad ampliada por los sueños, los miedos y los fantasmas. Los estilos también se multiplican junto con los personajes. Todo lo anterior sugiere confusiones. Sin embargo, el lector pronto encontrará su camino dentro de esa vorágine narrativa: a fin de cuentas, no es sino una serie de componentes de la realidad.

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Yo el Supremo

Bien podría considerarse a ésta una novela histórica. En ella, Augusto Roa Bastos cuenta sobre la dictadura de José Gaspar Rodríguez de Francia, un cruel tirano de Paraguay. Sin embargo, la técnica literaria, la compleja estructura y la apropiación de la voz narrativa de la conciencia figural del dictador la hacen parecer una ficción completa. Sea como fuere, es un retrato descarnado de una dictadura en tiempos en que resultaba imposible su denuncia.

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Una misma noche

Leopoldo Brizuela retrata las consecuencias de una dictadura pueden durar muchos años e, incluso, detonar tras varias décadas. Tal es lo que le ocurre a Leonardo Bazán, un escritor que presencia un robo en pleno 2010. El robo no es lo único importante. A partir de éste, un trauma de su adolescencia temprana se activa: en esa misma casa, durante el periodo de la junta militar, ocurrió un hecho parecido. Los demonios se despiertan y es imposible que haya soluciones fáciles cuando de lidiar con ellos se trata.

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Maten al león

Dentro del subgénero hay poco espacio para la comedia en la medida en que los dictadores suelen significar tragedias para el pueblo al que oprimen. Sin embargo, Jorge Ibargüengoitia es un narrador que sabe de los alcances del humor. Por eso lo carnavalesco aparece de inmediato en su novela. También lo metafórico. A la larga, la comedia es sólo el pretexto para narrar algo mucho más profundo: la necesidad de deshacerse de quien tantos estragos ha causado a la población.

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El recurso del método

Un dictador debe ser alguien que cuenta con capacidades sobresalientes. De otro modo, no se entendería su llegada al poder, su permanencia en éste. Tal vez por eso Alejo Carpentier presenta a un dictador ilustrado, que se sabe superior a su pueblo y que, en realidad, no está tan equivocado. Con la eficacia narrativa que lo caracteriza, Carpentier logra un retrato muy peculiar de este dictador: no lo ridiculiza ni lo vuelve fársico. Al contrario, lo presenta con tanta ecuanimidad que, por momentos, resulta digno de la empatía de los lectores.

No cabe duda, una dictadura es de las peores cosas que un pueblo puede vivir. Sobre todo, si es tiránica y cruel. Sin embargo, el personaje del dictador es atractivo por donde se le vea. El ensoberbecimiento producto del poder y la justificación interna para cada una de sus decisiones son terreno fértil para desarrollar tramas fuertes, efectivas. Además, acercarse a los dictadores por la vía de lo literario permite alejarse de ellos en el plano fáctico. Bienvenidas sean, entonces, estas novelas.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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