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Venezuela en FOTOS: así retratan las agencias de noticias la crisis durante las últimas semanas

22/07/2016 - 11:01 pm

Mientras, el gobierno de Venezuela y los opositores aceptaron la participación de un delegado del Vaticano como acompañante y facilitador del proceso de diálogo que están impulsando un grupo de ex presidentes para lograr una salida a la compleja crisis que enfrenta Venezuela.

Ciudad de México, 21 julio (SinEmbargo/EFE/AP).- Tras la reciente crisis alimentaria en Venezuela más de 100 mil venezolanos han tenido que hacer largas filas para cruzar la frontera con Colombia para abastecerse de los víveres más básicos, como alimentos y medicinas.

Sin embargo, el director de Migración Colombia ratificó que “este fin de semana no se abrirá la frontera”, después de que los dos últimos domingos (10 y 17 de julio) se permitió el paso temporal de venezolanos para comprar alimentos, artículos de primera necesidad y medicamentos.

En las dos jornadas entraron a Colombia 165 mil venezolanos.

Algunos, los más afortunados, como el caso de Tebie González y Ramiro Ramírez, quienes cuando supieron que el gobierno venezolano abrió la frontera con Colombia el fin de semana decidieron gastar lo que les quedaba de sus ahorros, que acumularon antes de que el país cayera en una severa crisis económica, y se lanzaron a comprar comida. Dejaron a sus dos hijos en casas de familiares y se sumaron a los 100 mil venezolanos que cruzaron al país vecino en lo que las autoridades colombianas bautizaron como un “corredor humanitario”.

“Es dinero que habíamos ahorrado en caso de una emergencia, y esto es una emergencia”, dijo Ramírez. “Da miedo, pero cada día es más difícil conseguir alimentos. Tenemos que ir preparándonos”.

González, de 36 años, tiene un ingreso que supera varias veces el salario mínimo como gerente de ventas de una cadena de mueblerías en San Cristóbal, al occidente de Venezuela. Pero sus ingresos no pueden con una inflación de 700por ciento. El negocio de refacciones para autos de Ramírez quebró después que el presidente Nicolás Maduro cerrara la frontera con Colombia el año pasado — el motivo alegado fue un contrabando desenfrenado– y así cerró, de paso, la mejor vía regional para el ingreso al país de bienes importados.

Este año, la pareja dejó de ir a restaurantes, descartó el plan de comprar una segunda vivienda y puso en venta uno de sus dos autos. En los supermercados no hay azúcar para el café, mantequilla para el pan ni leche para su bebé de un año.

González y Ramírez corrieron con otras miles de personas hacia un puente de apenas lo suficientemente ancho para que pasaran dos autos. A los pocos minutos estaba tan atestado como un vagón del metro en la hora pico. Algunas personas cargaban bebés, otras llevaban perros al dirigirse a una nueva vida en Colombia. La mayoría llevaba maletas y mochilas para cargar alimentos.

En tanto, el lunes pasado la canciller colombiana María Ángela Holguín dijo que Venezuela y Colombia acordaron trabajar para lograr una apertura definitiva de la frontera y, en consecuencia, “el próximo fin de semana no habrá paso como este fin de semana y el anterior”.

Los Gobiernos de Colombia y Venezuela acordaron no habilitar este fin de semana el paso por la frontera común, que permanece cerrada desde hace casi un año por decisión del presidente venezolano, Nicolás Maduro, informó una fuente oficial.

Como parte de las medidas para dar la apertura definitiva a la frontera terrestre se decidió no abrir el paso, en ambos sentidos, “por los puentes internacionales Simón Bolívar y Francisco de Paula de Santander, en Norte de Santander, y José Antonio Páez, en Arauca”, indicó la cancillería colombiana en un comunicado.

Por su parte, el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ordenó el 19 de agosto del año pasado el cierre del principal paso fronterizo entre Colombia y Venezuela, como parte de su estrategia para combatir el paramilitarismo y el contrabando en la zona.

Debido a los riesgos de infraestructura de los puentes y a las dificultades que puede generar la llegada masiva de personas “insistimos a la comunidad fronteriza que muy pronto, en cuestión de días, podrán acceder al paso de frontera, en ambos sentidos, de una manera más segura”, precisó el Ministerio de Relaciones Exteriores.

La imagen tomada el 8 de julio de 2016, de una mujer que espera en una fila en el exterior de un supermercado en Caracas. Foto: Ariana Cubillos, AP
La imagen tomada el 8 de julio de 2016, de una mujer que espera en una fila en el exterior de un supermercado en Caracas. Foto: Ariana Cubillos, AP

LA VIDA TRANSCURE EN HORAS DE FILAS

Durante el domingo pasado, la gente formada frente a una farmacia en espera de medicamentos, bastante aturdida por el calor y el aburrimiento, pronto fue abruptamente sorprendida cuando llegaron unos pistoleros exigiendo a un joven de 25 años que entregara su celular. Poco después se escucharon ocho disparos y el joven cayó de bruces.

A medida que las filas se vuelven más largas y peligrosas, se han convertido no solo en el escenario de la vida cotidiana sino en un telón de fondo de la muerte. Más de dos docenas de personas han sido asesinadas en las filas en los últimos doce meses, incluida una niña de cuatro años atrapada en un tiroteo entre pandillas. Una mujer de 80 años murió aplastada cuando una fila de clientes se convirtió repentinamente en una turba de saqueadores, algo que sucede con una creciente frecuencia, a medida que en Venezuela se acaba prácticamente todo.

La magnitud del derrumbe económico se puede medir en la longitud de las filas que aparecen en todos los barrios. El venezolano que sale de compras pasa en promedio 35 horas mensuales en las filas para comprar comida, tres veces más que en 2014, de acuerdo con la firma encuestadora Datanálisis.

La desesperación alimenta la violencia. La estudiante de medicina María Sánchez parecía tímida y tan distraída como cualquiera en una fila en Caracas para comprar harina, pero cuando una mujer trató de adelantarse a ella y su madre, empezó a lanzar puñetazos.

Solo se detuvo cuando la intrusa se alejó cojeando. Sánchez pasó el resto de la espera con los labios apretados, mientras su madre lloraba suavemente.

Los viernes se alargan las filas de los bancos porque los cajeros automáticos, que dan ocho dólares diarios, no dan abasto con la inflación más alta del mundo, y los cajeros no se recargan los sábados ni los domingos. Los venezolanos evitan el dinero en efectivo, y hasta los vendedores callejeros de jugo de naranja aceptan tarjetas de crédito.

Nueve de cada 10 personas dicen que no pueden comprar alimentos suficientes, de acuerdo con un estudio de la Universidad Simón Bolívar. Los precios andan por las nubes gracias a la escasez, el acaparamiento y los revendedores del mercado negro. Los venezolanos hacen fila una y otra vez para adquirir bienes subsidiados, sin saber qué habrá cuando finalmente les toque el turno.

Cuando llegan los camiones abastecedores, los trabajadores abren las puertas a la manera de los concursos televisivos para revelar si se conseguirán los preciados artículos de primera necesidad o un premio consuelo como la comida para perros.

A veces la frustración es insoportable. Cientos de personas tomaron por asalto un mercado en Caracas cuando el camión que habían esperado durante horas fue desviado a otra parte. “Nos morimos de hambre”, gritaban mientras los tenderos bajaban las cortinas metálicas sobre puertas y ventanas.

Las filas de miles de personas son blancos para los ladrones, que a veces la recorren persona por persona. Los supermercados y camiones de abastecimiento suelen ser vigilados por soldados con lanza gases y fusiles de asalto. La Guardia Nacional ha matado a tres personas y arrestado a cientos durante el verano mientras trataba de controlar los alborotos en todo el país, provocados por la escasez de alimentos.

MUJER DA A LUZ EN FILA PARA COMPRAR VÍVERES 

Merlis Moreno dio a luz a una niña mientras hacía fila bajo el sol candente para comprar pollo en El Tigre, una población de los llanos. La flaquita de 21 años sospechaba que tenía contracciones cuando abordó el autobús antes del amanecer. Pero no tenía opción: se le había acabado la comida.

Dio a luz con ayuda del empleado de limpieza del supermercado y envolvió a la niña en una manta polvorienta del depósito.

En la octava hora de una fila para comprar papel higiénico, desconocidos sudorosos cantaban canciones infantiles y aplaudían mientras un niño de un año se lanzaba a caminar.

 

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