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Diego Petersen Farah

01/04/2022 - 12:03 am

Pluralidad y plurinominales

El debate más delicado es el de los plurinominales, que tienen peor fama que el mismo Judas Iscariote.

El ataque a los pluris ha estado vinculado desde hace dos décadas al desprecio a la pluralidad del país. Foto: Daniel Augusto, Cuartoscuro.

La reforma electoral que ha esbozado, que no presentado, el presidente en la Mañanera pareciera más una colección de ocurrencias que algo pensado por un jefe de Estado. Pero ya sabemos que luego las ocurrencias se vuelven política pública, como en el caso del avión presidencial, y además que los subordinados son incapaces de contradecirlo y terminan aplaudiendo las peores ideas.

Siempre habrá forma de mejorar nuestro sistema electoral. De hecho, si algún problema tiene es que en él están más representados los miedos y desconfianzas que los partidos se tienen los unos a los otros que los derechos de los ciudadanos. Podríamos estar de acuerdo como principio que quitar restricciones y aumentar sanciones a quien viole la ley podría mejorar la calidad del debate y desincentivar la tentación de los tramposos, que los hay en todos los partidos, desde Morena hasta el PAN, pasando por los maestros del PRI o por MC, Verde, PT, PRD y los que se acumulen. No podemos quitarle a la Cámara de Diputados que, nos guste o no, es la única representación popular, la prerrogativa de nombrar consejeros electorales. Lo que si podemos es hacer una ley de designaciones públicas que evite el perverso sistema de cuotas y cuates del que todos los partidos se han beneficiado. Es hora también de discutir si se deben recortar los recursos públicos a los partidos y cuáles deberían ser los candados para evitar el financiamiento ilegal, pero sobre todo para favorecer la equidad. Hay que poner también sobre la mesa si hacemos un solo sistema electoral nacional o si por el contrario articulamos un sistema federal.

El debate más delicado es el de los plurinominales, que tienen peor fama que el mismo Judas Iscariote. Una campaña vinculada a un proyecto bipartidista en los finales de los años 90 y los primeros de este siglo trató de convencer a la opinión pública de que sobraban los diputados plurinominales. El ataque a los pluris ha estado vinculado desde hace dos décadas al desprecio a la pluralidad del país, a negar al otro, a no reconocer a quienes piensan distinto y que toda expresión minoritaria merece ser escuchada y participar de las decisiones. Podemos discutir el número, podemos revisar las fórmulas de asignación, pero eliminarlos sería un terrible retroceso.

Lo que resulta un tanto patético es que quienes querían eliminar la representación plurinominal hace 20 años eran los mismos organismos empresariales que ahora los defienden y que quienes los defendían eran los grupos de izquierda que ahora quieren eliminarlos. La memoria no suele ser una cualidad de los poderosos. La vena autoritaria brinca igual por la derecha que por la izquierda, todo depende de con cuál mano se detente el poder. Si ha de hacerse alguna reforma electoral es para proteger a la democracia y a los ciudadanos de las ocurrencias y necesidades del poderoso en turno; debe ser para equilibrar al poder, no para fortalecerlo.

 

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