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Alejandro Páez Varela

04/02/2019 - 12:00 am

El poder del búmeran

El asunto es que no se queda allí. Luego, más tarde, localizan al reportero o a la reportera en sus cuentas personales de Facebook o de Twitter y le descargan ofensas, amenazas.

¿Qué culpa tienen los que levantan la mano? Foto: Cuartoscuro

“Cállate puta”. “Chingas a tu madre”. “Ponte de pie, pendeja”. “Bien que le chupabas la verga a Peña”. “Bola de pendejos”. “A la verga, putitas reporteras”. “Pinches reporteros chayoteros”.

Lo demás, son variaciones sobre la misma porquería: combinaciones exhaustivas de ofensas, hasta alcanzar, no se, mil o dos mil fórmulas. Una más ofensiva que la otra. Si usted abre cualquier video de Gobierno de México en YouTube, lo puede constatar en los comentarios: cascadas de basura contra los periodistas.

El asunto es que no se queda allí. Luego, más tarde, localizan al reportero o a la reportera en sus cuentas personales de Facebook o de Twitter y le descargan ofensas, amenazas. No importa quién sea, de qué escriba: mierda por toneladas. Si se atreven a cuestionar a Andrés Manuel López Obrador, como demanda su oficio, toneladas de insultos. Incluso si la pregunta no es fuerte, cascadas de insultos y amenazas. La pregunta, es más, puede ser suave y habrá alguien que aprovecha para odiar, para amenazar, para ofender.

No puedo decir que todos los reporteros lo padecen; no he hecho un censo, no me dedico a eso. Pero sí lo he escuchado de varios de los que acuden a la conferencia. Muchos de los afectados son mujeres. Las atacan en sus perfiles de Facebook.

Hace unos días, algunos de los que van cada mañana se preguntaban si debería aparecer su rostro en televisión y deberían decir su nombre en la conferencia. Se escucha bonito hacerlo, está bien y es lo correcto. Pero tiene consecuencias. Algunos han planteado protestar en silencio y no preguntar nada. Dejar la conferencia en blanco, una mañana de estas. Nadie le hace un favor a nadie en esas conferencias, pero si alguien se beneficia, claramente no es la reportera, el reportero.

Por supuesto que no es culpa del Presidente. Él no los convoca. Pero apenas unas palabras de él serían suficientes para que le bajaran. Lo supongo porque los que atacan son sus seguidores. Supongo que podría tener algún tipo de poder de convocatoria sobre ellos. Decir: los convoco a que no ofendan a los periodistas que van a mis conferencias; los convoco a que no los ataquen, no los acosen. “Tratémonos todos con respeto”, puede decir, así como pide que en los mitines no se le falte al respeto a los gobernadores o a los alcaldes que son abucheados. Se me ocurre que puede hacerlo. Son sus conferencias y los otros están allí porque es su trabajo y porque fueron convocados.

Sin embargo, no es eso de lo que quiero hablar. Sí y no; me explico: es un ejemplo del odio que hay por todas partes. Es odio que lleva años corriendo, enlodando la vida nacional. Quizás desde 2006: más de doce años. Ahora son más los que defienden a AMLO pero entonces, recuerden, le llovían las mentiras y las ofensas. Le llovía la suciedad a López Obrador. Con dinero de sus opositores y con mucho dinero de empresarios. Fueron miles de millones en campañas de mierda; una ofensiva brutal contra un sólo individuo. Sembraron tanta mierda que se cosecha mierda por todos lados.

No justifico a los que ahora atacan –no tienen justificación, ni hoy ni nunca–, y el que lanza mierda siempre se embarra la mano. Digo que ésos que ahora atacan no salieron de la nada, no vienen de la nada. De eso hablo, pues: de cuánta basura, cuánto encono, cuánto odio por todos lados. O de un lado y de otro. Basura que vuela encima de unos y de otros, pero que embarra a todos. Basura que no sirve para amasar un ladrillo porque no pega, y apesta. Basura que no tiende un puente, que no tapa un bache. Basura que nada más es basura; que es simplemente odio. Basura que distrae de lo que importa: echar a andar la economía, frenar el saqueo del país, acabar con los homicidios y los feminicidios (en particular, los feminicidios), presentar ante la justicia a los culpables, crecer, hacer Patria.

Un “cállate puta” es un cállate puta. Un “chingas a tu madre” es un chingas a tu madre, sin comillas. Reporteras y reporteros lo leen, lo resienten. Unos tienen más dura la piel, pero otros no. Esto tiene que parar. Afecta a los periodistas, pero dañará seriamente a quien pretenden “defender”: el Presidente. No le hacen un favor al Presidente. La basura tiene el poder del búmeran: siempre se regresa. Paren ya.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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