Despiertos, estamos dormidos

11/06/2013 - 12:00 am

Cuánta razón asiste a Heráclito. Nuestra percepción de la realidad es pobre, o al menos inviste un dolor que nos lleva a dormitarla. Nos traslada a reposar el sueño, pero sin sueños. Estancados en la cómoda inmovilidad del sabernos salvos, abjuramos las emergentes señales que nos llevarían a liberarnos del ensueño, despertando. Nos negamos a abandonar la oscura noche del reino de Morfeo, pero también la asimétrica riqueza personificada por Pluto, ese ser mitológico cuya ceguera fue dada por Zeus emulación de la mezquina, fría e impersonal economía de mercados.

Por errar decisiones y temor sepultamos la osadía del sueño colectivo, ese que se entreteje en la calle, codo con codo, el de los estridentes suspiros venidos a consignas que excluyen la narcotizante apatía. Y es que los sueños son para vivirse, no para roncarse, diría Enrique Jardiel.

Somos seres contradictorios. Preferimos vivir la pesadilla ocre del día a día, a siquiera atrevernos a inventar el sueño, cualquiera que éste sea, pero que nos exime de traicionar nuestra propia alma. Ni el hermano caído, la madre descalza, el hijo hambriento, el padre ultrajado o la amiga desaparecida nos mueven un poco a salirnos de nuestra perenne somnolencia social. Y callamos; y asentimos. Porque tenemos miedo de soñar y cuando soñamos, desborda en pánico la sola idea de luchar por vivirlo.

Los únicos que sueñan son los niños y niñas, cuya inocencia y candidez los protege del insomnio patológico del adulto. Los cubre del embrujo aletargante que generacionalmente se ha enraizado, ese maleficio que el paso del tiempo inexorablemente guía a arriar banderas y rendir al rey prematuramente, sin lucha digna.

Estamos destinados a nunca desistir a un sueño, porque ni siquiera lo hemos reflexionado. Y es que un sueño real sólo puede ser concebido en el fértil campo de las razones más profundas del ser, donde el miedo se diluye. Ahí empieza a revolverse, a patear, a revelar y rebelarse. Sólo espera el pulso preciso para ver luz y engalanar esperanzas.

Pero negamos el hecho de que estamos inmerso en el mundo de los motivos, simiente imprescindible para ser gestar el sueño. Somos navegantes en el mar de los razones pero no discernimos el rumbo, porque ni siquiera lo hemos imaginado.

¿Y si despertamos y soñamos?, ¿y si corremos el riesgo de vivir de y por nuestros sueños cuya maternidad y paternidad sea colectiva?, ¿y si clausuramos juntos el telón de la pesadilla y la narcosis, para inaugurar el festival multicolor de la creatividad, la imaginación y la solidaridad?, ¿y si nos despojamos del ropaje miserable de la indolencia y nos investimos arquitectos de nuestros propios sueños?, ¿si rescatamos de la censura autoimpuesta el derecho a soñar?, ¿y si soñamos que podemos cambiar esta mala noche?, ¿por qué no atrevernos?, ¿por qué no correr el riesgo a no ser perdonados por el simple desafío de plantarnos en el calcinante centro de nuestras propias esperanzas?

Cuán gratificante sería soñar, pero que necesario se hace despertar, eso sí, después de una delirante noche que nos lleve levantarnos colmados de sueños.

Soñar despiertos debería ser nuestra consigna principal para con ello exorcizar el doloroso envejecimiento de nuestra sociedad aparentemente destinada a vivir y a morir de y por los sueños ajenos.

Despertar y soñar deben sustantivarse para que dejen de ser dialéctica y muden hacia la dialógica no sólo oponiéndose, sino complementándose. Debería haber un decreto que dictara que nuestras esperanzas deben migrar desde el vivir soñándolas, al soñar viviéndolas.

Es en el futuro donde la cosecha de nuestros sueños será evidente. Pero sólo podremos sembrarlos si no los rechazamos y en cambio los abonamos con el fertilizante de la colectividad y los prevemos de la plaga de la apatía y la indiferencia .

Duerme, pero sueña despierto. Sueña tú, que yo también soñaré. Invítame a tus sueños, que yo te daré paso a los míos.

[email protected]

Dedicado a la generación 2010 de la LCA-UNAM

Pablo Alarcón Cháires
Nació en Morelia, Mich. Estudió biología y cursó una maestría en Manejo de Recuros Naturales en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Actualmente labora en el Laboratorio de Etnoecología de la UNAM y participa en el programa de docencia de la ENES-Morelia. Ha realizado contribuciones periodísticas en La Jornada, La Jornada Michoacán y otros diarios de circulación estatal.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video