Selección de futbol y selección presidencial: misma estrategia de juego

11/09/2013 - 8:11 am

El drama de un país futbolero como México está en que cada nuevo sexenio se emula el silbatazo inicial de un nuevo partido de la selección mexicana. Después de aguerridas y poco claras elecciones, se elige al nuevo “director técnico” que decidirá los rumbos del país junto con un “equipo de selectos jugadores” agrupados en un “gabinetazo”, como diría Vicente Fox.

Lo que está en juego en estos torneos sexenales es aumentar el crecimiento económico “anotando goles” en la portería contraria defendida por el pueblo. No importa si se anotó estando fuera de lugar, si fue por “la mano de dios” (como diría Maradona), o si fue un “clavado” dentro del área. El caso es que el equipo sexenal tiene que marcar gol con sus nuevas reformas.

Con cada juego, el desagrupado equipo del pueblo es goleado y presenta poca reacción. Si llega a anotar un gol, es más por individualidades que por un trabajo colectivo.

Por su lado, el problema para la selección presidencial es que cuando se enfrenta a una selección extranjera en el terreno del crecimiento, competencia y calidad, sale invariablemente derrotada. Su papel hegemónico en la región va perdiendo terreno en lo futbolístico, en lo económico y en lo social, amén de su derrota en temas relacionados con el respeto a la soberanía de los “equipos y canchas” de otros países.

La selección presidencial juega como la selección de futbol. La convocatoria a los mejores jugadores no siempre da resultados y, en su tonto orgullo, el director técnico tarda los cambios. Por ello, éste recibe constante asesoría de su “marketing coach”, quien realmente es el verdadero estratega del partido, aprovechando su retorcido colmillo como entrenador de la selección presidencial en sexenios pasados.

Y ahí están las consecuencias: los últimos lugares en diferentes rubros dentro de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, aumento de la pobreza, un creciente malestar social, falta de oportunidades laborales, retrasos educativos, inseguridad en el “campo de juego” y la posible eliminación en la contienda para ir al mundial, entre muchas otras cosas.

En la selección de futbol pareciera que hay un complot de los jugadores: se empeñan en ir a la par de las condiciones que se viven en el país. Digo pareciera porque la realidad es que están mal dirigidos y son solo una pieza aceitada, callada, no pensante y sumisa del poder económico. De lo contrario, harían huelgas o manifestaciones de apoyo a las luchas populares. Tristemente ocurre lo contrario: sin dignidad ni conciencia, se convierten en maniquís tapizados de marcas publicitarias. Ignoran que cuentan con un excelente poder de convocatoria en los medios de comunicación con el cual bien pudieran ayudar a su goleada y golpeada afición.

Si hay algún buen jugador, termina en el extranjero. Similar caso sucede a la selección presidencial dado que mucho de lo bueno y rescatable que tiene el país, termina siendo privatizado o en manos extranjeras, no importando si ello compromete la “estrategia” nacional o “el campo de juego”. Ya no les importa tanto ganar partidos, sino tener multimillonarias ganancias; ese es el fin del juego futbolero y ese es el fin del juego presidencial.

Es común que la selección presidencial meta autogoles. Esto ocurre la mayoría de las veces por la ignorancia del director técnico. Entonces, el equipo contrincante –o sea el pueblo- da cuenta de su catarsis que desfoga en las redes sociales. Chistes, “memes”, parodias y videos se convierten en las mejores armas para exhibir las debilidades intelectuales del director técnico, entrenadores, directivos y jugadores.

La ventaja de la selección presidencial es que cuenta con los medios para cooptar a árbitros y abanderados en turno. Las instancias procuradoras de justicia de nuestra nación de manera expedita expulsan del juego social y político a aquellos jugadores contrarios e incómodos, pero se aseguran de que los marrulleros y tramposos, fieles al sistema, sigan libres y jugando.

Ahí están los casos recientes de hermanos incómodos, narcotraficantes y extranjeros que fueron exonerados de diversos cargos y ahora están disfrutando los privilegios de un sistema corrupto e impune. Es tan patética esta situación, que un personaje que dejó la prisión de manera poco clara, ahora está formando parte del cuerpo técnico de la selección presidencial.

El caso es que el final del partido se ha traducido, desde hace varias décadas, en una goleada por parte de la selección presidencial a su adversario, el pueblo. Por regla, inercia, apatía y decreto, éste termina vapuleado, golpeado y escoltado por granaderos y la policía federal para que abandone el “campo de juego” y no regrese a él,  acompañado por las críticas de una prensa deportiva y social que sabe venderse.

Pero ¡sorpresa! Están surgiendo nuevos actores alternativos que incluyen jugadores, directores técnicos, entrenadores, cuerpo técnico, directivos y medios de comunicación . Son ellos quienes están conformando la verdadera “selección nacional”. En ella participan líderes y lideresas sociales respaldados por un concierto popular pujante y consciente de su papel en las luchas sociales, proponiendo y llevando la batalla hacia nuevos campos “deportivos”.

Veremos quien gana: si una selección presidencial poco creativa, no comprometida y anquilosada cuyo director técnico es inamovible por un sexenio, o la gesta social que está construyendo nuevas y refrescantes estrategias y fundamentos para revertir el “juego sucio”  y los “árbitros vendidos” a los que siempre se ha enfrentado.

Pablo Alarcón Cháires
Nació en Morelia, Mich. Estudió biología y cursó una maestría en Manejo de Recuros Naturales en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Actualmente labora en el Laboratorio de Etnoecología de la UNAM y participa en el programa de docencia de la ENES-Morelia. Ha realizado contribuciones periodísticas en La Jornada, La Jornada Michoacán y otros diarios de circulación estatal.
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