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El pox, de los rituales mayas a tu bar más cercano

13/04/2018 - 12:04 am

Por fin están comercializando el Pox, un aguardiente utilizado para las ceremonias tzotziles desde hace siglos. ¿Por qué hasta ahora?

Por Shoshi Parks / Traducido por Laura Castro

Ciudad de México, 13 de abril (SinEmbargo/ViceMedia).– La música comenzó unos minutos después de que nos acercáramos cautelosamente a la puerta abierta de la iglesia en Zinacantán, induciendo a docenas de hombres, algunos con pantalones y sombreros vaqueros, algunos con pantalones blancos y sombreros de palma de ala plana cubiertos con listones, a bailar a un ritmo suave y lento. Entre ellos, pasaron una botella de Coca-Cola de dos litros que parecía no haber contenido Coca-Cola en mucho tiempo. Estaba llena de Pox, un licor utilizado en las ceremonias mayas tzotziles durante siglos.

El Pox, largamente protegido y utilizado únicamente por los tzotziles mayas, está emergiendo lentamente de las montañas de Chiapas, México, para aparecer en pequeñas posherias y bares artesanales desde la vecina ciudad de San Cristóbal de las Casas hasta la península de Yucatán y la Ciudad de México. Originalmente, el licor ceremonial estaba hecho únicamente de maíz fermentado, pero en las últimas generaciones la receta ha sido modificada para incluir caña de azúcar y, a veces, trigo. El resultado es algo totalmente único que es más suave y más bebible que el aguardiente, es ligeramente dulce pero mucho más ahumado que el ron.

Los orígenes del Pox son antiguos, se remontan al menos hasta lo que los arqueólogos llaman el período maya clásico (300-900 dC). En 1524, la primera misión española de reconocimiento llegó a las tierras altas de Chiapas, trayendo consigo la fervorosa misión de convertir a los nativos al catolicismo. La resistencia ante los extranjeros y su religión se ha mantenido férrea durante 500 años; en municipios como Chamula y Zinacantán, el Pox es un símbolo no reconocido de la autodeterminación tzotzil.

Políticamente, Chamula es considerada una entidad autónoma que está fuera del control del Estado mexicano. El municipio de alrededor de 3 mil 500 personas tiene su propia fuerza policial y prohíbe la entrada al ejército mexicano. El corazón palpitante de Chamula es una catedral donde el Pox tiene un papel protagónico. La iglesia no tiene bancas: las hojas aciculares de pino de los bosques de la montaña forman una alfombra para que los feligreses se arrodillen, y ningún sacerdote dirige el servicio. En lugar de eso, curanderos y guías espirituales conducen a pequeños grupos familiares en rituales privados, entorno a velas que se derriten en el piso. Sorben el Pox, a veces lo vierten al suelo y murmuran plegarias en Tzotzil. Docenas de santos de madera se encuentran alineados alrededor del perímetro de la catedral, rodeados por cientos de velas encendidas. En la parte trasera de la iglesia, una fila de padres cargan a sus bebés que lloran mientras esperan su turno para ser bautizados por un hombre vestido con la túnica de pelo blanco de cabra que usan los líderes espirituales de la región. Tomar fotos del interior de la catedral está estrictamente prohibido.

La catedral de Chamula. Foto: Shoshi Parks

A solo 15 minutos en automóvil, los hombres tzotziles en Zinacantán bailan, cada vez más borrachos a medida que pasan los minutos. Un hombre, con la mirada vidriosa de quien está absolutamente ebrio, baila con gusto y luego, súbitamente, sale de la iglesia tambaleándose, con las manos extendidas y me agarra los pechos. (Generalmente, a las mujeres no se les permite estar presentes en este ritual, y ahora veo por qué).

Hace menos de una década, en la capital cultural del estado, San Cristóbal de las Casas, el empresario Julio de la Cruz fue el primero en fermentar y vender el Pox fuera de la comunidad Tzotzil. Abrió el primer salón de degustación de Pox de la ciudad, La Posheria, en 2010. Su marca, Pox Bankilal, se vende en una versión de destilación simple (53 por ciento de alcohol), una versión de destilación doble (39 por ciento de alcohol) y en cuatro sabores: café, coco, chocolate y vainilla. En un salón de degustación escondido de la calle peatonal El Andador Real de Guadalupe en San Cristóbal, su Pox se sirve con rodajas de naranja espolvoreadas con café y un trozo de chocolate.

Desde 2012, cuando Chiapas certificó el licor para venderlo fuera del estado, han empezado a surgir marcas de Pox comercial en bares de cócteles artesanales y restaurantes de lujo como el Catch en Playa del Carmen. Posherias, como la segunda sucursal de De la Cruz, La Posheria Mérida, en la histórica avenida Paseo de Montejo en la capital del estado de Yucatán, y La Poxeria en la famosa colonia Roma Norte de la Ciudad de México, están trayendo lentamente este antiguo licor a la vista del mundo moderno.

Por ahora, el Pox solo está disponible en México, pero si De la Cruz se sale con la suya, su licor pronto será vendido bajo la marca Pox Posheria en los Estados Unidos. “Tengo un distribuidor interesado en Nueva York”, dice, pero dada la complejidad del proceso de exportación, no está seguro cuándo estará disponible. Pero ya que el mundo ha esperado siglos, esperar un poco más no será una tragedia.

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