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Alma Delia Murillo

15/12/2018 - 12:00 am

Pobres en palacio y sirvientas con derechos ¡qué escándalo!

Siempre hemos sabido que para ser actriz premiada en-el-extranjero es necesario ser rubia y de rasgos caucásicos, digamos. Ojos redondos, boca de cereza y narizfinita, la narizfinita es fundamental. Fundamental, por el amor de Dios.

Y hablan en voz alta. Foto: Pixibay.

El estilo precioso no sólo ha infestado París, sino que también se ha extendido por las provincias y nuestras ridículas doncellas han absorbido sus buenas dosis.

—Molière, Las preciosas ridículas

 Gente bonita, bien nacidos ciudadanos: hemos llegado a un punto crítico. Escandaloso.

Siempre hemos sabido que para ser actriz premiada en-el-extranjero es necesario ser rubia y de rasgos caucásicos, digamos. Ojos redondos, boca de cereza y narizfinita, la narizfinita es fundamental. Fundamental, por el amor de Dios.

Para ser trabajador con derechos laborales que otorga la ley del progreso —por el que tanto hemos batallado las buenas familias de este país— es necesario no ser sirvienta, ni criada, ni “lamuchacha”.

Para ser analista político se requiere tener pigmento epitelial de un blanco estándar en el espectro de tonalidades de los blancos (si blanco de España, mejor) y portar, si no los rasgos caucásicos de la actriz citada arriba, al menos trazos de mestizaje donde predomine la sangre ibérica. Es deseable que el pelo no sea negro, es que ese pelo negro de india me pone mal.

Para gusto de la audiencia, la clientela y el consumidor, el paisaje público no debe mostrar a los indios, indígenas o “pueblos originarios” como les dicen algunos. Si la ciudad de los palacios por eso es palaciega y no un jacal, acabáramos. Porque al cliente, lo que pida y el cliente lo que pide es un mundo bonito, muy europeo o americano; que encaje bien con el único concepto digno de turista: rubio, angloparlante y ojiazul, (si azul cielo, mejor).

Al cliente lo que pida, insisto. No olvidemos esta máxima que nos ha permitido ganar la cruzada del retorno de inversión, el ticket promedio, el branding y, desde luego, la buena imagen del país. O las buenas costumbres como solíamos llamarlo cuando todavía se hablaba en cristiano. Ave María.

Pero el colmo, gente de buena cuna —échenme aire, que me sofoco— es que los pobres, algunos dándose el lujo de calzar un par de zapatos, hayan entrado a la residencia oficial de Los Pinos, ¿pero qué es eso? Cristo Redentor.

Es que son pobres, les digo. Y también indígenas —agárrenme, que me da el váguido—morenos, bajitos, y de pelo negro. Agh. Pelo negro.

Son pobres y son indígenas.

Y caminan por el palacio a sus anchas.

Y hablan en voz alta.

¡Y piensan!

¡Y levantan la cabeza!

¡Y sostienen la mirada!

Pero nosotros desde siempre hemos sabido que así no son las cosas, que así no deben ser. Que alguien haga algo porque esto de verdad es un escándalo.

Un escándalo, les digo.

 

@AlmaDeliaMC

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