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Catalina Ruiz-Navarro

18/09/2015 - 12:00 am

Menstruación o miedo

Hace unos años estaba yo muy emocionada con un flamante novio nuevo. Llevábamos tres meses, pero por cosas de viajes no nos había tocado estar juntos cuando yo tuviese la regla. Finalmente llegó ese día que siempre llega a toda relación heterosexual, el día en que nos daríamos besos y él bajaría su mano hasta […]

Foto de la artista Rupi Kaur.
Foto de la artista Rupi Kaur.

Hace unos años estaba yo muy emocionada con un flamante novio nuevo. Llevábamos tres meses, pero por cosas de viajes no nos había tocado estar juntos cuando yo tuviese la regla. Finalmente llegó ese día que siempre llega a toda relación heterosexual, el día en que nos daríamos besos y él bajaría su mano hasta mi entrepierna para sentir una barrera de algodón y plástico, y tendríamos que hablar al respecto. Antes de continuar quiero llamar la atención sobre que los bio-hombres en relaciones heterosexuales rara vez hacen pregunta alguna sobre la menstruación de su pareja hasta que llega este momento. Entonces me dijo “ah, no podemos tirar”, y agregó “pero no importa” con “consideración”, como para que yo no me fuera a sentir rechazada o mal. Yo, que tenía la firme intención de tener sexo según la definición clintoniana, abrí los ojos con estupor ¿cómo que no podemos? Luego me contó que a él no le importaba que las mujeres tuvieran la regla (¡ay gracias, que bueno que no te incomoda!); en sus relaciones pasadas la práctica estándar era que en “esos días” él era “muy paciente” con los cambios de ánimo y al coger hacían “otras cosas”, más específicamente, temporada de blow jobs.

Se imaginarán mi indignación. Todas las mujeres vivimos la menstruación de manera diferente y a algunas les gusta tener sexo y a otras no. Yo soy de las que sí, porque los orgasmos me alivian los cólicos y el mal humor, que no viene de una “locura hormonal” sino que es el mal genio natural fruto de sentir el cuerpo pesado y con un ligero malestar. Además esto del blowjob fest me pareció sumamente desigual. ¿Ellas no tenían orgasmos? No.

Finalmente lo conversamos y llegamos al acuerdo de que sí íbamos a coger. ¡Bien! Entonces el susodicho, con mucha galantería, trajo una toalla del baño, la puso sobre la cama, y me señaló que íbamos a coger ahí “para no manchar las sábanas”. ¿Cuál es la diferencia entre manchar unas sábanas y manchar una toalla? Básicamente que en la primera tendríamos un polvo normal, y en la segunda uno constreñido a los límites de la toalla, y en concentración para no manchar nada, es decir, un mal polvo. Porque si para coger nos vamos a poner asquientos, todo mal. Es casi imposible tirar sin manchar las sábanas de algún fluido; hasta ahora esos fluidos habían sido flujo vaginal y semen, ¿por qué con esos no había problema y con la sangre sí? La sangre menstrual es un fluido tan limpio como cualquiera, de hecho estoy casi segura de que la saliva tiene muchas más bacterias. ¿El problema es que es roja? Pues, hace rato se inventó un método muy efectivo para combatir las manchas en las telas: se llama lavar, y el mercado de detergentes y lavadoras cada vez es más sofisticado.

Toda esta anécdota de alcoba es para decirles que está muy mal que una experiencia tan definitiva de las bio-mujeres (es decir, mujeres con vagina, vulva, útero, ovarios, etc.) no se discuta, y se mantenga como un tema marginal cuya sola mención parece un conjuro para espantar a los hombres. (En serio, inténtenlo: si están hablando con un grupo de mujeres y un hombre llega de metiche a preguntar de qué hablan, contéstenle que hablan de la regla, y será como si lo hubieran multiplicado por cero). Y este rechazo a veces es institucional, ¿se acuerdan cuando el año pasado Instagram censuró la foto de una chica que tenía una mancha menstrual en el pantalón de su pijama? ¿Por qué una foto así ofende a alguien? O hace parte de una estrategia de marketing: ¿han visto como los comerciales de toallas higiénicas y tampones insisten en que la regla “huele”, en que es “incómoda”, y en que nos hace sentir “inseguras”? Es comprensible que fluidos como el orín o materias como la mierda sean simbólicamente ofensivas porque son desechos del cuerpo, pero, ¿no debería la sangre menstrual entrar en la misma categoría que la saliva, o el flujo vaginal, o la misma sangre cuando brota de otras partes del cuerpo? Y esto es especialmente raro porque cuando la sangre sale de otra parte del cuerpo es una señal de alerta: algo anda mal, hay una herida. la sangre menstrual, en cambio, por donde la miren, siempre es una buena noticia.

Está muy mal porque es muy triste y cruel construir una relación con el cuerpo de otra persona pero rechazando fluidos o momentos de ese cuerpo. Ahora, esto es aún peor cuando ese rechazo es una práctica sistemática, dentro de las parejas heterosexuales y hacia el cuerpo de las mujeres.

Foto de la artista Rupi Kaur. Esta imagen de la serie se hizo famosa pues fue censurada en Instagram.
Foto de la artista Rupi Kaur. Esta imagen de la serie se hizo famosa pues fue censurada en Instagram.

El rechazo simbólico a la menstruación ocurre en casi todas las culturas y tiene un precio muy alto para las mujeres. No hace mucho en Latinoamérica, tener la regla era un mandato de encerrarse en la casa. Y bueno, el prejuicio más dañino y ubicuo de todos: que cuando tenemos la regla las mujeres nos volvemos locas. Y es que la gente se lo cree en serio. Levanten la mano las mujeres en relaciones heterosexuales que han visto caer al piso sus argumentos con el ad hominem de “es que estás brava porque tienes la regla”.

“Ay pero es que lo de las hormonas es cierto, es biológico”. Antes que nada, todas las mujeres tenemos cuerpos diferentes y tenemos experiencias diferentes de la menstruación. Esto no solo cambia de mujer a mujer, cambia de periodo a periodo. Los cuerpos de las mujeres, para decepción de la publicidad, no son estandarizados y la experiencia de ser mujer es múltiple. Para las personas que solo entienden cosas mirando tablas de Excel esto debe ser muy dificil de digerir. Otros, muchos, dirán que darle poder coercitivo a unos cuerpos tan variables es un peligro para todos. Por eso esos chistes malísimos de que las mujeres no pueden ser cabezas de Estado porque mandarán cualquier empresa al caño en la emocionalidad de alguna regla.

El euro-falo-logo-centrismo (digamos “falogocentrismo” y demos gracias al filósofo colombiano Juan Fernando Mejía por esta palabra) nos ha hecho creer que las cosas estables y regulares son la información válida y discernible. Quizás, si a las bio-mujeres nos hubieran dejado hablar en los tiempos en que se inventó este prejuicio, habríamos propuesto que pensáramos desde los cambios, los ciclos, las olas, antes que desde las líneas y las cuadrículas. Tuvo que llegar la posmodernidad para que un par de hombres: Deleuze y Guattari, desconstruyeran y criticaran esa lógica lineal, masculina y europea, diciendo en Mil Mesetas, que las avispas tienen todo que ver con las orquídeas. Pensamos desde nuestros cuerpos porque es todo lo que tenemos. El pensamiento occidental se ha construido desde los cuerpos de los hombres y desde la negación de los cuerpos de las mujeres. Por eso nuestras categorías de lo inteligible no contemplan la diferencia, lo inesperado, lo irregular. Como no tenemos categorías, terminamos diciendo que lo inesperado o irregular no es inteligible, y eso se extiende a las mujeres y sus cuerpos. Disculpen el párrafo en jerga de filósofos pero no pude evitarlo.

Mi punto es que sí, los cuerpos de las mujeres, nuestras hormonas, nuestros cerebros, siempre están cambiando, en mayor o menor medida según cada mujer. Quizás algunas mujeres son más emocionales cuando tienen la regla, o reaccionan a todo de una manera más fuerte que lo normal, pero esto no es necesariamente malo, todos esos cambios nos permiten entender el mundo desde otros puntos de vista, y las emociones, desaforadas o no, suelen estar diciéndonos cosas importantes y muchas veces legítimas.

Además, ¿quién dijo que los hombres no son emocionales? Muy contrario al estereotipo clásico de la masculinidad, los hombres son personas, también con hormonas, cambios y emociones. Ellos también “se ponen regludos” y “hacen panchos” sin justificación hormonal aparente y más de una vez al mes, pero sin el miedo de ser acusados de irracionales por defecto.

Gloria Steinem tiene un ensayo bellísimo que se llama Si los hombres pudieran menstruar, en el que se burla de Freud y le dice que el poder de parir hace que una “envidia del útero” tenga mucho más sentido. Algunos apartes de texto (la traducción es mía): “Si los hombres pudieran menstruar, alardearían de cuánto y qué tan largos son sus períodos”, “Los estudios estadísticos mostrarían que los hombres tienen mejor rendimiento en deportes y ganan más medallas olímpicas cuando tienen sus periodo”, “Generales, políticos de derecha y fundamentalistas religiosos dirían que la menstruación es prueba de que solos los hombres pueden servir a Dios y al Estado, ocupar altos cargos, ser sacerdotes, ministros o el mismo Dios, dirían que sin la purga mensual de sus pecados las mujeres solo pueden ser sucias e impuras”, “Sin la ventaja biológica de poder medir los ciclos de la luna y los planetas, ¿cómo podría una mujer tener maestría en cualquier disciplina en la que fuera necesario un sentido del tiempo y el espacio?¿cómo podría una mujer hacer religión o filosofía, estando desconectada de los ritmos del universo?”. Amo con todo mi corazón a Gloria Steinem.

Una anécdota final: una vez otro novio me dijo en alguna pelea que era que estaba yo muy emocional por la regla. Así que una vez pasó mi periodo, seguí poniéndome la toalla higiénica todos los días como si nada. El veía las envolturas en el canasto del baño, y yo de vez en cuando me quejaba de un cólico. Por supuesto me las ingenié para no coger, y él no puso mucha resistencia. Eso sí, durante los quince días de no-regla, siguió diciéndome que mis emociones estaban exaltadas. Yo hacía caras de apapacho y él hasta llegó a jurar que el olor de mi piel había cambiado (“más almizclado” decía -jaja-). En la siguiente pelea dramática, le conté de mi experimento, que comprobó, más allá de toda duda, que puedo ser temperamental todos los días de mi vida.

@Catalinapordios

 

Foto de la artista Rupi Kaur.
Foto de la artista Rupi Kaur.

 

Catalina Ruiz-Navarro
Feminista caribe-colombiana. Columnista semanal de El Espectador y El Heraldo. Co-conductora de (e)stereotipas (Estereotipas.com). Estudió Artes Visuales y Filosofía y tiene una maestría en Literatura; ejerce estas disciplinas como periodista.

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