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Héctor Luis Zarauz López

19/06/2022 - 12:05 am

Aniversario

El esquema de dependencia energética llevó a los gobiernos emanados de la Revolución al planteamiento de crear una empresa nacional, estatal o de capital mixto, que proveyera de combustibles a precios más accesibles a la Nación.

Octavio Romero Oropeza, director de Pemex, encabezó el cierre de la compra total de la refinería de Deer Park a la empresa Shell, misma que esta ubicada en Houston, Texas.
“En ese marco sobrevino el desmantelamiento paulatino de Pemex, a cargo de los distintos gobiernos y que tuvo su corolario con Enrique Peña Nieto al establecer, con la connivencia de PRI, PAN y PRD (ahora fusionados en un mismo proyecto), la llamada Reforma Energética en el 2013, parecía el fin de la empresa pública”. Foto: Pemex/Cuartoscuro

I. Los inicios

Este 7 de junio se cumplieron 84 años de la fundación de la paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex), probablemente la principal y más emblemática empresa creada por el Estado mexicano. Esto último debido a su trascendencia económica a lo largo de los años, ya que durante décadas fue la principal fuente de ingresos del erario (hasta que, en años muy recientes, sometido a onerosos cobros de impuestos, falta de inversión y malos manejos, declinó en su provisión de recursos a la Nación). En ese mismo plano material la empresa ha sido históricamente una importante generadora de empleo y de cierto bienestar material para sus empleados. Asimismo, Pemex ha tenido un gran significado en términos históricos por representar un proceso “exitoso” de la Nación sobre las fuerzas económicas extranjeras, al demostrar la capacidad de los mexicanos para manejar una rama productiva que había sido monopolizada por el capital extranjero, asimismo esta empresa tiene trascendencia por representar uno de los máximos ejemplos del nacionalismo mexicano, generador de identidad y de autosuficiencia nacional.

Como hemos mencionado en otras ocasiones la industria petrolera alcanzó su desarrollo en México en los inicios del siglo XX, en particular en los años de la Revolución Mexicana y posteriores, debido a los requerimientos bélicos, de industrialización y a la emergente industria automotriz, de las potencias económicas de ese entonces, por lo cual prácticamente toda la producción petrolera era exportada a Gran Bretaña y Estados Unidos.

Con el pasar de los años, nuestro país fue logrando su propio desarrollo industrial, crecimiento de número de automóviles, además del uso de este combustible en los ferrocarriles, que eran administrados por el Gobierno mexicano. Por ello nuestro país requirió y consumió cada vez más de los insumos del petróleo y sus derivados, mismos que estaban sujetos a la producción y cobros onerosos por parte de las compañías extranjeras, que monopolizaban prácticamente toda la producción.

II. Primeros ensayos.

El esquema de dependencia energética llevó a los gobiernos emanados de la Revolución al planteamiento de crear una empresa nacional, estatal o de capital mixto, que proveyera de combustibles a precios más accesibles a la Nación.

Así se dieron varios proyectos de empresas de orden nacional-estatal, que refiero brevemente para tener claro el interés manifiesto por el Estado mexicano, por tener control o por lo menos participación, en una industria que ya entonces se consideraba estratégica.

De tal forma, durante el Gobierno de Álvaro Obregón, en el año de 1923 se gestó el Departamento del Petróleo, que estaba inserto dentro de la entonces empresa estatal Ferrocarriles Nacionales. La intención de este Departamento era proveer de combustible a la propia compañía y evitar gastos excesivos causados por las compras a las petroleras extranjeras. Hacia finales de 1924 asumió la Presidencia del país el Gral. Plutarco Elías Calles, quien por cuestiones administrativas formó, en los inicios del año de 1926, el Control de Administración del Petróleo Nacional, en principio para dar continuidad al proyecto estatal de compañía petrolera pero también para hacer labores de exploración y ampliar la explotación petrolera, tal y como sucedió en el sur del estado de Veracruz.

En este tiempo los resultados fueron más bien modestos, ya que permanecía el esquema de monopolio y total dependencia de las compañías extranjeras, por lo cual el Presidente Abelardo L. Rodríguez promovió la creación de la compañía Petróleos de México S.A. (Petromex). Se trataba de una empresa nacional, de capital mixto que tenía por funciones centrales: regular el mercado interior de combustibles, asegurar el abastecimiento del país en particular para las instancias del Gobierno y de los Ferrocarriles Nacionales, y adiestrar al personal técnico mexicano.

Era un hecho que para estos años México había dejado de ser la potencia petrolera de antes y que cada vez era más importante el consumo interno, por ello la atención de la nueva empresa estaba dirigida al mercado nacional. Vale señalar que entre sus funcionarios se encontraron: el ingeniero y expresidente de la República Pascual Ortiz Rubio (Director General de la empresa), el Gral. Rafael Sánchez Tapia, el profesor Jesús Silva Herzog y Efraín Buenrostro, entre otros, lo cual demuestra que el Gobierno mexicano estaba formando sus cuadros directivos de lo que más adelante sería Pemex.

Posteriormente, el 30 de enero de 1937, ya bajo el periodo del Presidente Lázaro Cárdenas, Petromex se reorganizó bajo el nombre de la Administración General del Petróleo Nacional (AGPN); la nueva empresa tendría algunas particularidades que después se manifestarían en el proceso de nacionalización petrolera. Para empezar su Consejo de Administración estaba integrado por representantes del Gobierno y del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM, recién fundado en el año de 1935). La AGPN, al igual que las empresas estatales que le habían precedido, tenía por misión abastecer al mercado interno, pero también se proponía: el adiestramiento de técnicos nacionales, realizar obras de almacenamiento, transportación, refinación y distribución, y muy importante, se planteaba de manera clara y manifiesta que la intención de la compañía sería, según el Decreto de creación: “Procurar el desarrollo de la industria petrolera, en beneficio de la economía del país.” Se trataba de dar mayor potencia al papel del Estado en la materia, en mi parecer claramente con intenciones rectoras, aunque no excluyentes de la participación de capital privado.

III. Expropiación y fundación de Pemex.

En el curso de ese tiempo fue creciendo el número de obreros y trabajadores petroleros, mismos que al organizarse y formar el STPRM, demandó el reconocimiento y cumplimiento de un Contrato Colectivo de Trabajo. 

Como es sabido la mayoría de las compañías extranjeras se negaron sistemáticamente a dar cumplimiento a dicho contrato no obstante las determinaciones y exhortos de las instancias oficiales: la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, la Suprema Corte de Justicia de la Nación e incluso al Presidente de la República, dando origen a la decisión de nacionalizar esta industria debido a tal desacato y en función de la utilidad pública de la Nación.

Estos eventos, que marcaron desde entonces un parteaguas en la historia contemporánea del país, enfrentaron a la Nación desde el 18 de marzo de 1938, a la necesidad de ordenar toda la industria petrolera. La misión no era sencilla considerando la complejidad de esta industria, la falta de una flota petrolera y el boicot impuesto por los países afectados. No obstante, la experiencia adquirida a través de los ensayos ya enumerados, la tarea parecía insalvable; de hecho, esa fue la apuesta de las compañías extranjeras, que México “se ahogara en su petróleo”.

El Gobierno mexicano, con el concurso de los trabajadores y de la AGPN, decidió, mediante un Decreto el 7 de junio de ese año, la formación de dos empresas más: Petróleos Mexicanos (encargada de administrar los bienes expropiados) y Distribuidora de Petróleos Mexicanos (responsable de la distribución y venta del petróleo y sus derivados). De tal forma que en esos días existieron tres empresas nacionales encargadas de la industria petrolera, las cuales se fusionaron finalmente en una sola hacia el año de 1940.

A partir de entonces se dieron ajustes en la empresa; no obstante algunos planes privatizadores, se mantuvo una línea de desarrollo nacional, se construyeron varias refinerías a lo largo del país, se desarrolló la industria petroquímica y el Instituto Mexicano del Petróleo, así México alcanzó en el curso de esos años la autosuficiencia energética. 

Posteriormente, hacia la década de los 70, se dio un contexto internacional de gran demanda de energéticos, México descubrió recursos gigantescos en la sonda de Campeche, en el yacimiento llamado Cantarell. Nuestro país fue a partir de entonces riquísimo en recursos petroleros, pero hacían falta los recursos financieros para explotarlos. Sobrevino entonces un endeudamiento enorme para el país teniendo como garante el petróleo.

La solución de los conflictos internacionales por el petróleo y la sobreproducción generaron una debacle del mercado energético que cimbró al país, que había adquirido una deuda para entonces impagable. Esto fue justificante para adoptar las nuevas políticas imperantes en el mundo en ese momento, y que pasaban por el debilitamiento de las funciones del Estado, el fortalecimiento de las leyes del mercado y del capital privado. En ese marco sobrevino el desmantelamiento paulatino de Pemex, a cargo de los distintos gobiernos y que tuvo su corolario con Enrique Peña Nieto al establecer, con la connivencia de PRI, PAN y PRD (ahora fusionados en un mismo proyecto), la llamada Reforma Energética en el 2013, parecía el fin de la empresa pública.

IV. Corolario

Ya se ha comentado anteriormente que a partir del 2018 se ha dado un viraje en las políticas en materia energética; las inversiones en el sistema de refinerías, la compra de una de ellas en Estados Unidos y la construcción de otra en el estado de Tabasco, la lucha contra el llamado “huachicol” a los oleoductos, la decisión de recuperar la autosuficiencia en materia de consumo de combustibles, entre otras medidas, así lo avalan.

Me parece que los contextos contemporáneos, tanto internacionales como propios, nos orillan a reflexionar sobre la función de las empresas estatales, particularmente cuando están insertas en áreas de producción consideradas estratégicas para una Nación y su población. 

Con relación a nuestro país podemos observar como en un inicio la participación del Estado en materia energética tuvo la intención de regular una rama productiva en la que era completamente dependiente del capital extranjero, enseguida se planteó la necesidad de establecer un ordenamiento económico (control de producción, precios, distribución), para después obtener los recursos generados en esta rama productiva. Debe considerarse, por otra parte, que las funciones de la empresa estatal no son idénticas a las de las empresas privadas; con frecuencia, las compañías del Estado tratan de propiciar la estabilidad en una rama productiva, el desarrollo de infraestructura, la creación de empleo, la provisión de servicios para la sociedad, mantener la seguridad nacional, etcétera.

También debemos considerar que la irrupción estatal en ramas productivas que se consideran clave o de interés nacional, no han sido extraordinarias, precisamente porque corresponde a un Estado asumir tareas de conducción para el desarrollo de la economía y protección de los intereses de las mayorías. Por cierto, que de este esquema se han dado ejemplos en todo el mundo a lo largo de la historia.

No obstante su importancia, hay que registrar, que en nuestro país en el desarrollo de la empresa pública, en especial Pemex, ha habido corrupción, ineficiencia, sobrecontratación, simulación, etcétera, también es cierto que en parte se ha debido al debilitamiento de una mira social y a la falta de una mística nacionalista, que no se ha visto en mucho tiempo.

Los actuales eventos internacionales e internos han demostrado la pertinencia, de controlar la industria energética como garante del desarrollo nacional, sin embargo, no será sencillo enmendar el camino. Los nuevos esfuerzos por reconstruir esta empresa y en general la presencia estatal en todo el sector energético, enfrenta un problema de estructura cultural en el sentido de creación de una conciencia de lo nacional, del bien público. Hacia ese objetivo se deben dirigir, también, los esfuerzos de reconstitución de la empresa, a solidificar la idea de que Pemex es una empresa que pertenece a todos los mexicanos, a que es un símbolo de la Nación. 

De manera que la estrategia de la empresa pública debe ser amplia y no limitarse a su reactivación material, de inversión de recursos o de creación de infraestructura, sino también debe dirigirse a reconstruir la idea de que la empresa estatal debe ser un orgullo de la Nación. Este cambio de concepción, es también parte del reto en el sector energético y de Pemex en este aniversario.

Héctor Luis Zarauz López
Sociólogo e historiador. Se ha dedicado a trabajar temas de historia regional, económica y social, con énfasis en los periodos del porfiriato, la revolución y el México contemporáneo. Con sus trabajos ha obtenido reconocimientos como el Premio Salvador Azuela del INEHRM y mención honorífica en el Premio Marcos y Celia Maus. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Actualmente es integrante del seminario permanente de Historia Contemporánea y del Tiempo Presente. Es autor de varias obras: “Álvaro Obregón y la reforma a la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el año de 1928”; “Valentín Elcoro e hijos. Historia de una vida empresarial”; “Tiempo de caudillos, 1917-1924”; “La revolución en la ciudad de México 1900-1920”; “La fiesta de la muerte; México. Fiestas cívicas, familiares, laborales y nuevos festejos”, entre otros títulos. Actualmente es profesor e investigador en el Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora.

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