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Sandra Lorenzano

20/11/2022 - 12:03 am

¿Dónde nacemos lxs mexicanxs?

Me gustaría pensar en presente en Saramago, en Puig y ni se diga en Chavela. Me gustaría imaginar que cualquier noche de éstas nos podemos juntar en el Tenampa o en aquella casa de Cuernavaca o ¿por qué no? en la Selva Lacandona, acompañados por las y los zapatistas, esos hombres y mujeres que hicieron que Saramago se enamorara de este país, se enamorara de su gente, de su capacidad de lucha, de su capacidad de resistencia y resiliencia, se enamorara de la creatividad de aquella Revolución sin armas.

La cantante Chavela Vargas. Foto: Pedro Valtierra, Cuartoscuro

Decía Chavela Vargas que lxs mexicanxs nacemos “donde se nos da la rechingada gana”. Cuando alguien cuestionaba su mexicanidad recordándole que había nacido en Costa Rica, ella respondía con esa frase, dicha en ese tono tan suyo, mezcla de transgresión, ironía y un tantito de soberbia (¿y por qué no cuando se ha enfrentado una al mundo para ser la dueña absoluta de su vida?). Ahora que presentaremos el hermoso libro que hizo María Cortina, Chavela Vargas. Entre García Lorca y Pedro Páramo, para recordarla a 10 años de su muerte, y lo haremos ¡cómo no! en el Tenampa (el 24 de noviembre a las 6:00 de la tarde; por si quieren darse una vuelta por ahí), he vuelto a pensar en esta frase que es una de mis favoritas para hablar de la nacionalidad. Porque ¿quién nos va a venir a decir a quienes sentimos el corazoncito mexicano, que no, que no lo somos, que no hemos nacido aquí, en la otrora región más transparente? Y al pensarla se me cruzaron otras historias que tienen que ver con esta mexicanidad adoptada, con esta pasión por México que tenemos algunas personas que hemos nacido donde “nos dio la gana”.

Quizás por ello vino a mi mente la imagen del querido Manuel Puig, uno de mis escritores favoritos en la vida. Había nacido en 1932, en General Villegas (la Coronel Vallejos de sus novelas), en la provincia de Buenos Aires, y había vivido en Roma, en Río de Janeiro, en Nueva York, entre otras muchas ciudades, pero este argentino que se sabía de memoria todas las canciones de José Alfredo Jiménez y sostenía –como uno de sus personaje de El beso de la mujer araña– que “los boleros dicen un montón de verdades”, decidió instalarse en una casa en Cuernavaca, donde leía, escribía, nadaba todas las mañanas, veía cine y hacía reuniones con unas cuantas amigas y amigos entrañables. El escritor de Boquitas pintadas, de Maldición eterna a quien lea estas páginas y Pubis angelical, por mencionar unos pocos títulos, quien –como dijera Ricardo Piglia– nos hizo ver que el interés narrativo no es contradictorio con las técnicas experimentales y mezcló las formas vanguardistas con las populares, y supo además que el deseo sólo es compatible con la libertad, había decidido que México era su hogar. Y aquí se instaló, aquí trajo a su madre, María Elena delle Donne, y aquí murió, por complicaciones posteriores a una operación, cuando no había cumplido aún los 58 años. Ayyyy qué jóvenes fuimos, Manuel. Y ahora que cumpliría 90 años en poco más de un mes, yo vuelvo a sus novelas, vuelvo a su sonrisa, vuelvo a las anécdotas que él mismo repetía o que cuentan quienes lo conocieron, y pienso una vez más en la frase de Chavela. Gran frase para recordar otro cumpleaños: los 100 de Saramago, que el mundo entero conmemoró el pasado 16 de noviembre.

Manuel Puig. Foto: Universidad Nacional de La Plata.

Me gustaría pensar en presente en Saramago, en Puig y ni se diga en Chavela. Me gustaría imaginar que cualquier noche de éstas nos podemos juntar en el Tenampa o en aquella casa de Cuernavaca o ¿por qué no? en la Selva Lacandona, acompañados por las y los zapatistas, esos hombres y mujeres que hicieron que Saramago se enamorara de este país, se enamorara de su gente, de su capacidad de lucha, de su capacidad de resistencia y resiliencia, se enamorara de la creatividad de aquella Revolución sin armas.

También el EZLN está de aniversario en estos días ya que fue creado el 17 de noviembre de 1983.

¿Quién no recuerda el sacudón de aquel 1 de enero de 1994 en que aparecieron públicamente desde el sureste mexicano? ¿Quién no recuerda (les hablo a quienes ya tenemos nuestros añitos, claro) la conmoción de ver esos rostros cubiertos por pasamontañas que venían a recordarnos que no, que no estábamos en el primer mundo –como decían los mensajes oficiales– sino en una profundo y desigual tercer ¿o cuarto? mundo. ¿Quién no recuerda a la Comandanta Esther en la máxima tribuna de la nación hablando de los dolores de las mujeres indígenas?

Siempre he pensado que quienes se sorprendieron cuando comenzaron a escuchar los relatos de pobreza, de la exclusión terrible de los pueblos indígenas, de las injusticias, de las violencias, no sólo no conocían el país, sino que ni siquiera se habían asomado a las desgarradoras páginas escritas por Rosario Castellanos en Balún Canán o en Ciudad real. Y fueron sobre todo los zapatistas quienes sedujeron a José Saramago, quien viajó a la Selva Lacandona para conocerlos; fue con Carlos Monsiváis y con su editor, Sealtiel Alatriste, y allí descubrió que él también tenía su parte de mexicano, como Puig, como Chavela. Repitió desde entonces una frase hermosísima: “Si no me encuentran en Portugal, búsquenme en México”.

En esta foto del 21 de noviembre de 1998, el escritor portugués José Saramago, ganador del Premio Nobel de Literatura 1998, durante una entrevista en la oficina de su casa en la isla española de Lanzarote. Foto: Armando Franca, AP.

Cierro estas notas breves de celebración de la mexicanidad elegida, deteniéndome en mi “patria chica”, la UNAM. El jueves pasado, 17 de noviembre, y como cierre de la hermosa ceremonia de investidura de los doctorados Honoris Causa 2022, la querida Angelina Muñiz-Huberman, poeta, narradora, ensayista, académica, profesora universitaria –y lo digo con el orgullo de haber sido su estudiante hace muchos años–, quien naciera en un campo de concentración en Francia, y llegara con sus padres a nuestro país siendo una niña, leyó un conmovedor discurso en representación de todas y todos los galardonados. En él habló, entre otras cosas, de un poema que surgió en sus primeros días como estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, desde donde veía los volcanes. Con ese poema Angelina cerró su intervención y yo casi cierro estas líneas:

Angelina Muñiz-Huberman. Foto: UNAM.

Reconciliación
Las montañas,
siempre las montañas.
El lago del recuerdo,
que hubo,
que ya no hay.
Los volcanes al oriente,
los volcanes siempre.
Los volcanes al oriente,
la punta de nieve,
ya blanca, ya breve.
El sol que se pierde en ella.
Árboles lejanos,
de tan lejanos,
olvidados.
No hay agua que corra,
no hay agua que brote,
sólo el agua que cae,
que limpia,
que arrastra,
que reverdece.
Y acepté el paisaje,
el paisaje que no era mío,
que me encerraba en cuatro paredes,
que me daba alta prisión,
con sólo el escape del cielo
y tal cual nube para sentirme mejor.
¿Qué hacer si el paisaje no era mío?
¿Qué hacer si nací de cara al mar?
Si el mar desgastado
había arrastrado la arena
y con ella los recuerdos conjurados.
Si la memoria no guardó nada,
si el olvido era línea confín.
Y sin embargo
durante años
creer en el olvido,
en la tierra perdida,
en el mar que lloraba,
en la imagen sellada.
Hasta que ya no se puede más.
Porque un día ya no se puede más.
Y entonces
al abrir la ventana
ves el alto perfil,
la nieve en los volcanes,
los árboles lejanos.
Y ese día,
ese día,
aceptas el paisaje.

Así es, así fue para cada uno de los que hemos aceptado este paisaje mexicano como nuestro hogar. Aquí elegimos quedarnos. Y aquí estamos. Aquí estoy yo aplaudiendo a Chavela Vargas, a José Saramago, a Manuel Puig, a Angelina Muñiz, y a tantas y tantos otros que, como ellos, saben que las y los mexicanos nacemos “donde nos da la rechingada gana”.

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, su novela más reciente es "El día que no fue" (Alfaguara). Investigadora de la UNAM, se desempeña allí como Directora de Cultura y Comunicación de la Coordinación para la Igualdad de Género. Presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación).

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