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Antonio Salgado Borge

24/05/2019 - 12:05 am

Conexión rusa

Si bien la cantidad exacta de contenido chatarra, como fotos alteradas, noticias falsas, infografías tramposas o memes burlones es imposible de determinar a ciencia cierta, a estas alturas la existencia de un esfuerzo coordinado y masivo está fuera de duda.

“Mateo Salvini, principal líder de ‘La Liga’, es un declarado admirador de Putin e incluso ha utilizado una camiseta estampada con una fotografía de Putin durante una sesión del Parlamento Europeo”. Foto: Alexander Zemlianichenko, AP

Cuando se trata de rastrear el origen de la desinformación o de los movimientos políticos de ultraderecha, casi todos los caminos llevan a Rusia.

De acuerdo con un reporte dado a conocer en The Guardian, 241 millones de europeos habrían recibido desinformación rastreable a Rusia. Esta oleada de desinformación se reproduce en buena medida a través de redes de bots -probablemente cientos de miles- intercomunicados y capaces de evitar mecanismos de detección. [1]

No sólo la capacidad técnica de esta red es impresionante; también lo es su probada habilidad de adaptarse a las condiciones locales. Si bien la tónica y parte del discurso suelen tener elementos en común, claramente se logra hacer eco del discurso de ultraderecha característico de cada país. Por ejemplo, en Alemania la narrativa es anti-inmigrantes sirios; en Italia se difunde un video que dice falsamente mostrar a un grupo de inmigrantes destrozar un coche de policía; en España, mensajes homofóbicos o islamofóbicos.

Si bien la cantidad exacta de contenido chatarra, como fotos alteradas, noticias falsas, infografías tramposas o memes burlones es imposible de determinar a ciencia cierta, a estas alturas la existencia de un esfuerzo coordinado y masivo está fuera de duda.

Pero la conexión rusa con la ultraderecha rebasa al ámbito de las redes digitales. Y es que distintos líderes y partidos de derecha se han acercado recientemente a Rusia. Por ejemplo, en Italia, el partido antiinmigrante “La Liga” ha sido acusado de haber negociado con el Kremlin la recepción de fondos para su campaña. Mateo Salvini, principal líder de “La Liga”, es un declarado admirador de Putin e incluso ha utilizado una camiseta estampada con una fotografía de Putin durante una sesión del Parlamento Europeo. Apenas hace unos días se dio a conocer que el Vicecanciller austriaco del ultraderechista Partido de la Libertad, vinculado evidentemente con Rusia, fue grabado en video negociando con la nieta de un oligarca cercano a Putin y solicitando acallar a la prensa crítica en su país.

El alcance de la conexión política rusa, claro está, no se agota en Europa. La famosa investigación de Robert Mueller en Estados Unidos determinó que no había evidencia de que Donald Trump hubiese conspirado con los rusos y que no era posible determinar si el Presidente estadounidense obstruyó la justicia. Sin embargo, esto no debería hacernos olvidar que de lo que no cabe la menor duda es que Rusia interfirió efectivamente en la elección de 2016, de que intentó sobornar a personas allegadas a Trump y de que las agencias de inteligencia estadounidenses así lo han documentado.

Además de sus vertientes digitales y políticas, la conexión rusa tiene un componente ideológico. Varios líderes de la ultraderecha han abrazado la narrativa “eurasianista” del ideólogo ruso Aleksandr Dugin. De acuerdo con artículo de Brandon Hawk en The Washington Post, esta ideología está basada “en un nacionalismo religioso fundamentalista que busca crear un imperio cristiano que restaure el tradicionalismo enraizado en valores cristianos ortodoxos conservadores y en la supremacía de las personas blancas”. Dugin tiene una fijación con la Edad Media, que se ha convertido en la bandera contra el mundo moderno que se pretende destruir. Los motivos medievales están presentes desde las fotografías de perfil de bots o de simpatizantes de la ultraderecha hasta los discursos de sus líderes. [2]

La conexión rusa con la ultraderecha alrededor del mundo tiene componentes digitales, políticos e ideológicos. Esta distinción es meramente analítica y no es posible identificar el impacto preciso que a cada uno de estos componentes corresponde. Tampoco es posible predecir el impacto global que tendrán en una determinada democracia. Por ejemplo, la red de bots con sello ruso podría estar sirviendo más para inundar o nublar los espacios de discusión que para lavar cerebros. Además, existen cada vez más copias locales del esquema. Lo que sí es posible afirmar es que existe una conexión rusa y que está respaldando a movimientos e individuos que buscan, a través de las urnas, derrumbar democracias liberales desde adentro.

Estamos ante un problema bien identificado que, a estas alturas, es de sobra conocido. Dada la magnitud de esta amenaza, y en la víspera de la elección del Parlamento Europeo, no es casualidad que Julian King -comisionado europeo de seguridad- haya señalado recientemente que existen intentos bien identificados de manipular los procesos democráticos en ese continente. Pero conocerlo o entenderlo no es suficiente para evitarlo.

Lo que sigue en el aire es la búsqueda de una solución para atajar este fenómeno. Por el momento, la confrontación directa con Rusia parece estar fuera de la mesa. Los recientes movimientos de Facebook para desarticular cuentas ligadas a partidos de ultraderecha y rastreables a Rusia en países como España o Italia son un paso importante en este sentido; pero parte del torrente de desinformación sigue esquivando los filtros disponibles y una respuesta apropiada a la conexión rusa, por los motivos señalados antes, requeriría de un enfoque integral y radical que rebasa, por mucho, a un puñado de compañía privadas.

Desde la sociedad civil o desde el periodismo, lo que queda ante esta amenaza es denunciar todo rastro del discurso de odio que se promueve en espacios digitales construidos por la ultraderecha, y no replicar, aunque se simpatice con una nota o meme específico, los contenidos que desde ahí se difunden. Ahora sabemos que posibles marcadores que insinúan esta conexión son sus mensajes homofóbicos, antiinmigrantes o antiliberales. También conocemos su fascinación con los símbolos medievales. Pero también es indispensable identificar qué personas, movimientos o partido político en México han establecido su conexión rusa. No es poco lo que está en riesgo.

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[1] https://www.theguardian.com/world/2019/may/08/241m-europeans-may-have-received-russian-linked-disinformation

[2] https://www.washingtonpost.com/outlook/2019/04/16/why-far-right-nationalists-like-steve-bannon-have-embraced-russian-ideologue/?utm_term=.9b42c5f4d2df

Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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