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Pese a la inflación, remesas aliviaron la pobreza y encarecimiento en Latinoamérica

26/12/2022 - 8:45 pm

En el caso de los mexicanos y centroamericanos la mayoría de los que envían dinero son hombres y mujeres de 39 años o menos que trabajan en la construcción y el sector de servicios, en restaurantes o limpiando casas.

Por Gisela Salomon

Miami, EU, 26 de diciembre (AP) — Sarah Salgado es madre soltera de tres pequeños. Salió casi a escondidas de Nicaragua y desde que llegó a Estados Unidos hace tres años envía dinero, ropa, medicinas y alimentos a sus padres y hermanos en su país de origen.

Lo hizo desde que consiguió su primer trabajo de asistente en un restaurante y lo sigue haciendo ahora que, aunque ya tiene su propio emprendimiento, sus ingresos se han visto impactados por la inflación.

“No es fácil mandar, pero cuando es con amor, no es sacrificio”, dijo Salgado, de 35 años, a The Associated Press. “Aquí la vida está difícil, pero tenemos la libertad de trabajar, cambiar de trabajo o hacer varios trabajos al mismo tiempo”, expresó la mujer en una entrevista telefónica desde su casa móvil en Pahokee, en Florida, a unos 145 kilómetros al noroeste de Miami.

Salgado es un ejemplo de lo que millones de inmigrantes latinoamericanos que viven en Estados Unidos hacen para ayudar a sus familias. Las remesas enviadas desde el exterior son claves para Latinoamérica y representan una fuente extra de ingresos para los hogares de bajos y medianos ingresos ya que contribuyen a satisfacer necesidades básicas, aliviar la pobreza, mejorar la alimentación y el acceso a la salud y la educación.

Sarah Salgado chatea con su familia después de una reunión de negocios en Miami Lakes, Florida, el lunes 19 de diciembre de 2022. Foto: Marta Lavandier, AP.

En los primeros nueve meses de 2022 -la última información disponible con respecto al mismo período del año anterior- las remesas a la región crecieron un 9.3 por ciento a cerca de 142 mil millones de dólares, el mayor alza a nivel mundial en comparación con otras regiones, de acuerdo con el Banco Mundial (BM). El mayor crecimiento, de un 45 por ciento, se dio en Nicaragua, seguido por Guatemala, con un 20 por ciento de aumento en las remesas recibidas; México, con un 15 por ciento, y Colombia, con un 9 por ciento.

Ese crecimiento, no obstante, sería inferior al 26 por ciento registrado para todo 2021, un récord que no se observaba desde hacía una década. Para el próximo año el BM vaticina que el crecimiento de las remesas se desaceleraría a un 4.7 por ciento, la mitad de este año, sobre todo por la caída de la actividad económica estadounidense.

“Las remesas tienen importancia clave en sustentar el consumo en los países receptores”, dijo a AP José Manuel Salazar-Xirinachs, Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). “Su evolución cobra fundamental relevancia sobre todo en aquellos países de la región que son más dependientes de este flujo”, expresó. Como ejemplo mencionó a Centroamérica y Haití, que tienen los ingresos per cápita más bajos.

En algunos países de ingreso medio y bajo los flujos de remesas son mayores a la cantidad de dinero de las inversiones extranjeras directas y la asistencia oficial para el desarrollo, según la CEPAL. Representan cerca del 24 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en Haití y alrededor del 20 por ciento en El Salvador y Honduras.

Sarah Salgado reproduce un video de su padre durante un descanso del trabajo en Miami Lakes, Florida, el lunes 19 de diciembre de 2022. Foto: Marta Lavandier, AP.

En Guatemala son el mayor aporte al PBI, casi el 20 por ciento, seguido de las exportaciones y la inversión extranjera, dijo Guillermo Díaz, investigador de la Universidad Rafael Landívar. Allí las familias reciben entre 550 y 600 dólares por mes. Para unos seis millones de familias -de un total de 17 millones que reciben remesas- ese dinero es su principal fuente de ingresos.

En México el 25 por ciento de los hogares obtienen remesas, es decir, uno de cada cuatro. En Nicaragua, la mitad, según el Inter-American Dialogue, un centro de investigaciones de Washington. El dinero que llega desde el exterior equivale al 60% de los ingresos de los hogares receptores y, en promedio, es el 15 por ciento de la renta de quienes lo envían.

Salgado huyó de su país por temor a su vida y cruzó la frontera de México con Estados Unidos con sus tres hijos de siete, cinco y un año en 2019. Al llegar a Florida pidió asilo y obtuvo un permiso de trabajo. Laboró en restaurantes y supermercados y durante la pandemia quedó en la calle hasta que le ofrecieron vivir en el depósito de una casa, con una cama para los cuatro. Ahora es socia de una empresa de asesoramiento crediticio y vende bijouterie por internet.

Como vive en una casa móvil paga un alquiler reducido y le alcanza para enviar entre 50 y 200 dólares cada semana o 15 días a sus familiares, según las necesidades que tengan.

Una mujer sale de una tienda que ofrece servicios para enviar remesas a México y Centroamérica, en San Diego, el 11 de septiembre de 2020. Foto: Gregory Bull, AP (archivo).

Con ese dinero sus padres y tres hermanos pagan la electricidad y el agua y compran alimentos. Su mamá, de 70 años, está enferma de Parkinson; su papá, de 72, es carpintero y apenas tiene trabajo. Uno de sus hermanos maneja un taxi, el otro no trabaja.

“La gente está en quiebra, los precios super altos, no hay trabajo, sobreviven como pueden”, dijo refiriéndose a sus familiares en Nicaragua.

En general los migrantes que mandan remesas desde Estados Unidos son personas que ganan unos 30 mil dólares al año y la cantidad de los envíos varía según su costo de vida, explicó Manuel Orozco, director del Programa de Migración, Remesas y Desarrollo del Inter-American Dialogue.

En el caso de los mexicanos y centroamericanos la mayoría de los que envían dinero son hombres y mujeres de 39 años o menos que trabajan en la construcción y el sector de servicios, en restaurantes o limpiando casas. Los sudamericanos que ayudan con dinero a sus familias, en cambio, suelen ser algo mayores y tener trabajos más calificados y con mayores ingresos.

Sonia Arias, de 57 años, de Ecuador, trabaja en su restaurante en Charlotte, Carolina del Norte, el jueves 15 de diciembre de 2022. Foto: Chris Carlson, AP.

Sonia Arias, de 57 años, es una de las sudamericanas que envía remesas a su familia. Lleva un año y medio viviendo en Charlotte, Carolina del Norte, desde donde manda dinero regularmente a su natal Ecuador para mantener a su hijo. Tiene dos trabajos: uno como empacadora de comida para llevar y otro, en las tardes y noches, como asistente de una persona de la tercera edad.

En promedio envía unos mil dólares mensuales con los que cubre los gastos de manutención de su hijo Kenneth, de 17 años, que vive en Quito. Las remesas de Arias pagan la pensión mensual del colegio en el que estudia el adolescente, las facturas de luz, agua, teléfono y el transporte y la vivienda.

“Los ecuatorianos creen que es el paraíso vivir y trabajar en Estados Unidos, pero la realidad es que acá una viene a sacrificarse, a sufrir”, reflexionó en conversación con AP. “A diario debes madrugar y pasar bastante tiempo en el bus y en el tren para llegar a los trabajos. No hay tiempo para otra cosa que no sea trabajar”, añadió la mujer que vive legalmente en Estados Unidos.

Para evitar que su hijo gaste el dinero sin control las remesas las recibe su primo, quien administra los gastos y se encarga de realizar los pagos. La mujer planea llevarse a su hijo más adelante a Estados Unidos mediante una migración regular.

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