María Rivera
29/08/2024 - 12:01 am
El fin
“Estamos ante el fin de una época, ante la confirmación de que un orden político ha caído y otro está afianzándose”.
A la hora que escribo esta columna, querido lector, aún no se sabe el desenlace del fallo del Tribunal Electoral que deberá ratificar, o no, la mayoría calificada de Morena y sus aliados que el INE le otorgó en la Cámara de Diputados, hace unos días. Tal cual esperaban algunos, la lectura del órgano electoral se apegó a la norma constitucional y Morena y aliados tendrán el poder de cambiar la Constitución si consiguen un voto que le faltaría en el Senado. Porque ya debe saber que dos futuros senadores, huérfanos del PRD, ya desaparecido, decidieron unirse a Morena el día de ayer, lo que pone a esta fuerza política a solo un voto de conseguir la mayoría calificada en el Senado ¿será del PRI?
Increíble la celeridad, hay que reconocer, con que los senadores opositores, que aún no toman protesta, se cambiaron de partido y se tomaron la foto junto a la presidenta electa. Una burla y una gran afrenta para electores que votaron por ellos pensado que votaban por la oposición sin saber que en realidad le estaban haciendo un regalo al partido oficial, contra el que votaron. Y vaya regalo, o vaya traición. Como sea, estos dos votos sumados a la bancada morenista, deja ya a la oposición totalmente liquidada como muro de contención en el Senado. Bastará con que otro senador opositor decida que Morena representa más sus ideales para dar por derrumbado todo dique opositor.
Lo más probable es que en un par de horas el Tribunal Electoral formalice la mayoría calificada de Morena y aliados y dé por terminado ya el proceso electoral y que, de hecho, comience una nueva etapa política en el país, dominado por una hegemonía política que, en efecto, no veíamos desde que el PRIAN funcionaba como tal y la izquierda era una mera fuerza testimonial. En esas épocas, no tan lejanas, modificaron la Constitución y no les importaba, en lo más mínimo, la minoría opositora; no hablaban de autocracia, ni de dictadura, sino de pactos por México.
Lo que es nuevo, querido lector, es el signo y el sentido o la ideas detrás de la nueva hegemonía, eso sí que es nuevo. En ese sentido estamos ante el final de una época, indudablemente. Las reformas constitucionales que se planean y las ideas que subyacen en ellas, son totalmente contrarias a las ideas de quienes tenían el poder y llevaron a cabo el diseño institucional del país. Como nunca antes, podemos ver a la “cuarta transformación” como un hecho político real y es difícil aventurar qué rostro tendrá el país al final del sexenio de Sheinbaum, y de la siguiente legislatura. Tan impensable, como fue para muchos la militarización que la izquierda llevó a cabo durante estos años.
Estamos por entrar, en unos días y una vez que se instale el nuevo Congreso, a una nueva era aún como parte del sexenio de López Obrador. El presidente podrá pasar sus reformas, empezando por la judicial, que es totalmente polémica y que tiene una fuerte oposición, de manera totalmente legal y legítima: la mayoría de la ciudadanía lo decidió así en junio, cuando le dio a Morena la posibilidad de cambiar las reglas.
Este hecho, incontrovertible, vuelve y volverá más difícil para las oposiciones, cualquiera de ellas, ganar alguna batalla contra los designios del poder morenista que tendrá la presidencia y el Congreso.
Qué enorme responsabilidad, querido lector, caerá sobre ellos. Prácticamente tendrán en sus manos el poder de corregir las fallas, de manera radical o de destruir aquello que funciona, también de manera total, hay que decirlo.
Por lo pronto, ya es palpable este cambio en los medios comerciales, como Televisa, quien decidió modificar su barra de opinión que durante décadas permaneció del lado del poder gubernamental prianista. Resistieron seis años, con la esperanza, seguramente, de que el lopezobradorismo sería pasajero y la oposición recuperaría el poder. No ocurrió así, lo que los obligó a cambiar las voces de sus analistas. El cambio, por lo pronto, ha vuelto más plural a su barra de opinión, cosa totalmente impensable todavía hasta el sexenio de Peña Nieto. Cambios que la nueva realidad está imponiendo, inexorablemente.
Así que sí, estamos ante el fin de una época, ante la confirmación de que un orden político ha caído y otro está afianzándose. Quién diría que sería hacia el final del sexenio de López Obrador cuando se fortalecería su poder, y que su mandato solo sería el inicio de una nueva era política en México. Le tomó dieciocho años, desde los días aciagos del 2006, esta enorme, descomunal hazaña política de convertir un movimiento social en la fuerza política dominante –y casi total- del país. Sencilla y totalmente impresionante, querido lector.
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