Tiempo de Vals

31/08/2013 - 12:01 am

El diario Reforma anunció que el viernes 30 de agosto se celebraría una fiesta en honor al cantante Juan Gabriel, en el Palacio de Bellas Artes. Dicha fiesta, según el diario, sería organizada por parte de los gobiernos de Michoacán y Chihuahua con cargo al erarios público, es decir, con el dinero que religiosamente la administración tributaria del Estado exige como pago de nuestros impuestos. Y si esperaba una invitación a tan “envidiable” fiesta, recuerde que usted sólo existe en tiempos de elecciones. Para agasajos de este tipo no existe, aún cuando contribuya económicamente en ellos. Al pueblo ni pan ni circo, pensarían peyorativamente.

El caso es que los simpáticos movimientos de Juan Gabriel en el escenario nunca estuvieron al alcance de los que cooperamos para este evento. El ingreso a dicho espectáculo sería con boleto personalizado, por lo que si usted, estimado lector, no es político alineado, diputado priista, estrellita del “canal de las estrellas” o comunicador de esos medios que machacan y machacan a los maestros disidentes, ni sueñe en haber sido considerado.

Según la nota periodística, el agasajado no recibiría remuneración económica por su participación musical en el evento. ¿O sea que le celebran su cumpleaños, lo ponen a trabajar y de a gratis? Como dicen los jóvenes: ¡ay ajá! Mejor lo hubieran homenajeado en Parácuaro, Michoacán, de donde es oriundo. Sirve que nuestros gobernadores, funcionarios, artistas y demás representantes de la alcurnia mexicana se daban su “baño de pueblo” que tanta falta les hace para conocer la realidad estatal y nacional.

La fiesta imprudente de Reyna y de Duarte coincide con: el ríspido momento que vivimos en el estado de Michoacán; el movimiento magisterial en el Distrito Federal y sus posibilidades de reprimirlo este fin de semana; la oficial entrega del (negro) Informe presidencial de Enrique Peña Nieto; la sesión de instalación del Congreso de la Unión que peligra dada la posible marcha de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación para tratar de impedirla; y, por si fuera poco, con la convocatoria del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a una marcha este fin de semana para protestar contra la reforma energética.

Parece que uno de estos gobernadores extraña los bloqueos de la CNTE, las represiones policíacas a moradores de casas de estudiante y las manifestaciones sociales con demandas básicas, ante el aparente impasse que vive su estado. Más bien parece adicto al frenesí del pueblo en pie de lucha, e iría al DF a re-intoxicarse del clamor de justicia.

Es inconcebible que dichos gobernadores realicen este tipo de “festividades” que parecen una soberana burla. Ellos recuerdan aquel pasaje en plena revolución francesa que desató la furia del pueblo: cuando la gente del pueblo, a falta de harina y trigo para preparar pan, fue a Versalles a reclamar su situación a María Antonieta, ésta habría respondido altaneramente con la frase: “Que coman pasteles”.

Quizá Jesús Reyna García esté celebrando su recién firmado Acuerdo por Michoacán, aplaudido por empresarios, incondicionales y advenedizos (el PRD no lo firmó, raro en ellos), y cuyo origen está más bien en la inviabilidad de un gobierno que aparenta estar sano. Además, este tipo de pactos y acuerdos se caracterizan por poseer una agenda que más de las veces confunde lo posible con lo deseable y lo aspiracional con lo verdaderamente realizable, como lo referí en otro artículo (La Jornada Michoacán, 10 de agosto del 2013).

Y es que el Acuerdo por Michoacán es tecnocrático, poco creativo, representa más de lo mismo y se realizó alejado del pueblo. Es un acuerdo signado por las élites, con una representación académica a modo, como es el rector de la Universidad Michoacana, quien claudica con su firma a algunos logros sindicales. Mientras que la línea Desarrollo Económico, Competitividad y Empleo de dicho acuerdo implica diez puntos, la referente al desarrollo social contiene sólo cuatro y de corte asistencialista. Aún cuando las leyes secundarias de la reforma educativa están en disputa, acá ya se asumieron. Por su lado, la línea de Administración, Finanzas, Transparencia y Rendición de cuentas, ¿implica un borrón y cuenta nueva a las irregularidades de administraciones pasadas? La línea de Gobernabilidad, Seguridad Pública y Justicia contiene sólo buenas intenciones en relación a procuración de justicia. La línea Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación júzguela usted; así de chiquito es su concepto sobre estos temas. La línea Recuperación de la imagen y la confianza en el Estado es clara: ¡en Michoacán no pasa nada! Lo peor, es que estas líneas que lo componen están desarticuladas entre sí, sin una noción de integralidad. A excepción, claro, de la referida al sector empresarial que hasta leyes proponen.

Y mientras nuestro gobierno celebra con fiestas y lanza campanas al vuelo por su dichoso acuerdo, las policías comunitarias y grupos de autodefensa de la entidad lo hacen para congregar a la población ante posibles ataques del crimen organizado. Así de jodidos estamos.

Pablo Alarcón Cháires
Nació en Morelia, Mich. Estudió biología y cursó una maestría en Manejo de Recuros Naturales en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Actualmente labora en el Laboratorio de Etnoecología de la UNAM y participa en el programa de docencia de la ENES-Morelia. Ha realizado contribuciones periodísticas en La Jornada, La Jornada Michoacán y otros diarios de circulación estatal.
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