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Antonio Salgado Borge

01/07/2016 - 12:00 am

Brexit: la amenaza que viene

Seguramente cuando a David Cameron se le ocurrió fijar la fecha para efectuar el referéndum para decidir la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea

 

Los efectos del referéndum del pasado jueves afectarán al crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) británico, así como a su balance fiscal y al equilibrio entre sus exportaciones e importaciones, según S&P. Foto: Shutterstock
Los efectos del referéndum del pasado jueves afectarán al crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) británico, así como a su balance fiscal y al equilibrio entre sus exportaciones e importaciones, según S&P. Foto: Shutterstock1

Seguramente cuando a David Cameron se le ocurrió fijar la fecha para efectuar el referéndum para decidir la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea, no le pasó por la mente, ni por asomo, que terminaría ganando la opción de abandonarla. Y es que, a pesar de todas las advertencias previas de expertos y analistas en todo el mundo, más de 17 millones de británicos consideraron que les espera un mejor futuro separados de Europa.

Hoy Reino Unido se encuentra sumido en un período de incertidumbre sin solución fácil a la vista. Su panorama económico se ha nublado y, aunque su futuro a largo plazo es incierto, bien podría convertirse en una severa tormenta. Manifestaciones xenófobas o racistas han emergido en las calles de diversas ciudades; algunas circulan en la red tras haber sido grabadas por personas con teléfonos celulares. Por si esto no fuera suficiente, promotores del Brexit se han desdicho en público, borrando de un plumazo promesas de campaña; ahora que han ganado lucen tan desorientados como el resto de su país.

David Cameron ha renunciado y, para abonar aún más a la confusión, Boris Johnson, un siniestro personaje que promovió el Brexit y que parecía el inevitable nuevo primer ministro, anunció ayer que no buscará el puesto. Por su parte, la mayoría del partido laborista ya no confían en Jeremy Corbyn,  su líder,  a quien consideran incapaz de ganar una elección por no haber podido lograr que el “quedarse” se impusiera en territorios que tradicionalmente votan a favor de su partido. Está por verse si los laboristas podrán reagruparse exitosamente rumbo a la próxima elección, que podría ser a finales de este año.

¿Cómo se llegó a este caos? Todo parece indicar que el miedo y el odio sembrado por los partidos de ultraderecha -como el xenófobo UKIP- encontraron terreno fértil en la crisis mundial de migrantes y, en un entorno económico frágil, fueron suficientes para convencer a más de la mitad de una de las naciones más pensantes del planeta. En una publicación en el sitio de la revista “The New Yorker”, Andy Borwitz bromeó sobre esta situación titulando su texto “Los británicos pierden el derecho a afirmar que los americanos son más tontos”. Borwitz podría estar cantando victoria antes de tiempo –para ser justos tendríamos que esperar el resultado de sus elecciones de noviembre-.

Pero el Brexit es mucho más que una mala decisión y está muy lejos de ser una simple “tontería”. Según “Google Trends”, a día siguiente del referéndum, cuando ya era de todo conocido su resultado favorable al Brexit, los británicos buscaban desesperadamente en Google la respuesta a la pregunta “¿qué es la Unión Europea?”. Adicionalmente, empezaron a surgir las voces de ciudadanos que votaron a favor del Brexit arrepentidos del sentido de su participación en este proceso. Todo parece indicar que muchos británicos votaron por algo que o bien no entendían muy bien o no reflexionaron lo suficiente.

Otro indicador relevante para entender el contexto complejo en que se produjo esta decisión es la distribución demográfica de los votos. De acuerdo con el periódico “The Guardian”, el mejor predictor de votar a favor de permanecer en la Unión Europea fue contar con un grado académico. También ha llamado la atención que los ciudadanos de mayor edad hayan votado marcadamente por abandonar Europa; en teoría este grupo debería ser más consciente de los riesgos del separatismo y, además, es muy probable que vivan menos años que los jóvenes con las consecuencias de su decisión. Los británicos de entre 18 y 24 años, que votaron mayoritariamente a favor de quedarse; ahora reclaman a los mayores haberles arruinado su futuro.

Muchos se preguntan si no estamos viendo, en en el epicentro del liberalismo, una exhibición de los límites reales de su democracia. Repasemos: grupos radicales se aprovechan de un público poco preparado o mal informado para sembrar miedo y mienten a todas luces con tal de lograr el efecto que desean; los ciudadanos menos educados han tomado una decisión trascendental mala a todas luces; y los votos de muchas personas que deciden sobre futuro que no les tocará vivir terminan afectando las vidas de aquellos que sí lo vivirán. Considerando estas circunstancias es que muchos piden que se realice una nueva votación o que el parlamento termine salvando el día al votar en sentido contrario al de los electores. Se ha especulado que el propio Cameron abrió esta puerta al renunciar antes de implementar el artículo 50.

Los británicos podrían respetar las formas, defender que cada voto individual tiene el mismo valor y llevar hasta las últimas consecuencias el resultado de su referéndum que, paradójicamente, podría empoderar a radicales que dañarían su democracia. Con ello muy probablemente hipotecarán su futuro y limitarán las posibilidades de desarrollo de generaciones enteras. Pero también podrían apelar a los factores que enturbiaron la opinión pública y acudir así a algún recurso paternalista que, contra la voluntad popular, salve el día. En este caso, se crearía un antecedente que tampoco parecería muy sano para su democracia.  Sea cual sea la decisión, la derrota está garantizada; la única opción disponible es elegir de entre dos males al menor.

Lo cierto es que Reino Unido, al igual que Estados Unidos, debería tomar su crisis interna para identificar como un llamado de atención contundente: de no generar mayor prosperidad económica fuera de sus territorios, de no abatir la desigualdad dentro de éstos y de no ocuparse en formar ciudadanos preparados para la acción social e informados, tarde o temprano sus democracias terminarán implosionando.

Twitter: @asalgadoborge

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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