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Ivanka ya tiene apodo en la Casa Blanca, donde no es feliz con su esposo Jared, revelan

02/09/2017 - 1:51 pm

La hija del Presidente estadounidense, Donald Trump, no es muy querida entre la élite de Washington, según un nuevo reporte.

Ivanka, hija de Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos. Foto: Especial

Estados Unidos, 2 de septiembre (RT/EFE/SinEmbargo).- En general, Ivanka Trump no es vista con buenos ojos en la Casa Blanca. Esto es lo que se desprende de un nuevo reporte en el que algunos funcionarios de Gobierno revelan su verdadera percepción acerca de la hija del Presidente de Estados Unidos, incluyendo el sobrenombre secreto que usan para referirse a ella.

“Me van a disculpar” —comentó un ex asesor de Donald Trump a “Vanity Fair”— “pero esto no es una familia real, y ella no es la princesa real”.

Así, “princesa real” es el apodo con el que algunos asesores de la Casa Blanca llaman a Ivanka a sus espaldas, asegura la revista.

Algunos críticos concuerdan en que Trump incurrió en nepotismo con los nombramientos oficiales tanto de su hija como de Jared Kushner, marido de Ivanka y también asesor presidencial. Ambos han sido señalados por su inexperiencia profesional, percepción que parece ampliamente compartida entre la élite de Washington.

“Lo que molesta sobre ellos es que no comprenden que son esencialmente irrelevantes”, explicó una fuente de la Casa Blanca a la revista. “Ellos piensan que son especiales”, agregó.

IVANKA Y JARED NO SON FELICES EN WASHINGTON 

Washington no está siendo lo que esperaban la hija predilecta del Presidente Donald TrumpIvanka, y su marido, Jared Kushner, cuando dejaron su espectacular ático del Upper East Side neoyorquino y su exclusivo círculo empresarial de Manhattan.

La pareja se instaló en la capital estadounidense tras la investidura de Trump en enero, pero la emoción inicial se convirtió pronto en decepción: se sienten rechazados por la elite política e incapaces de moderar al presidente.

La ciudad “deshincha su autoestima cada día”, comentó un amigo neoyorquino de la pareja a la revista Vanity Fair, que esta semana publica un revelador artículo titulado “Exiliados en la Avenida Pensilvania: Cómo Jared e Ivanka fueron repelidos por la elite de Washington”.

El exhaustivo relato se basa en conversaciones con otros asesores de la Casa Blanca, amigos personales del matrimonio y otras personas cercanas al clan Trump.

Su posición como los asesores más cercanos de un presidente con récord de impopularidad les está pasando factura no solo a la hora de encontrar su sitio en la capital, sino también entre sus amistades neoyorquinas.

Kushner, que viene de una prominente familia demócrata, llegó a hablar en una entrevista de “exfoliación” de aquellos que no apoyan que trabaje para el presidente Trump.

Algunos de sus millonarios amigos progresistas de Manhattan se distanciaron de ellos desde su mudanza a Washington, pero otros confiaban en que la joven pareja cumpliera la promesa de ser “una fuerza moderadora” del explosivo presidente.

Sin embargo, incluso los propios Ivanka y Jared están frustrados por no haber podido evitar que Trump tome medidas como la salida del Acuerdo de París contra el cambio climático o la prohibición de que las personas transexuales sirvan en las Fuerzas Armadas.

La constatación definitiva de que la pareja no puede controlar al presidente fue, para muchos, su respuesta tras la violencia racista en Charlottesville (Virginia) el pasado 12 de agosto.

Trump recibió una ola de críticas, incluso desde su propio partido, por decir que hubo violencia “en muchos lados” y defender, días después, que en la concentración supremacista también había “muy buena gente”.

Aunque Ivanka sí condenó en su Twitter “el racismo, la supremacía blanca y los neonazis”, su incapacidad para hacer que su padre mantuviera una condena inequívoca a estos grupos representó para muchos en Washington “el fin del mito” de la pareja como fuerza cosmopolita y moderada.

A esto se suma la presión por la investigación sobre los posibles vínculos de la campaña de Trump con el Kremlin para favorecer al magnate, unas pesquisas por las que Kushner ya tuvo que comparecer ante el Congreso.

También duelen a la pareja las recurrentes críticas cada vez que Ivanka participa en una reunión de su padre con mandatarios extranjeros o que, como en la cumbre del G-20 en Alemania en julio, ocupa su asiento si se ausenta.

Ese tipo de gestos son los normales de un asesor de su categoría, pero suscitan críticas de nepotismo al tratarse de la hija del presidente.

De hecho, según revela Vanity Fair, algunos asesores de la Casa Blanca se refieren a Ivanka como “princesa real”, pero siempre por la espalda.

A este ambiente enrarecido en su trabajo se une el vivir en una ciudad que votó en un 90.9  por ciento por la demócrata Hillary Clinton y solo en un 4.1 por ciento (12 mil 723 votos) por Donald Trump.

Por ejemplo, en la progresista y elitista escuela de su hija Arabella, la Jewish Primary Day School, han tenido que enfrentar el recelo de algunos padres que rechazan frontalmente a Trump como presidente.

Además, la pareja (de 35 años ella y 36 él) tiene pocos amigos de su edad en la capital y, como es común entre los Trump, prefieren socializar en ambientes familiares como su hotel en la Avenida Pensilvania o alguna de las propiedades de la familia.

Con este panorama, comienzan a cobrar fuerza las especulaciones sobre una posible vuelta de la pareja a Nueva York a medio plazo.

“Cuando decidan que es más importante proteger su reputación y la de sus hijos que defender a su indefendible padre, esa será la señal de que el final está cerca”, comentó a Vanity Fair un influyente donante republicano.

La revista apunta al final del curso escolar de 2018 como una posible fecha, con base en el relato de conocidos neoyorquinos de la pareja.

Ellos no se han comprometido a una estancia determinada en la Casa Blanca, por lo que está por ver si puede más la lealtad familiar o su propio instinto de supervivencia si la Presidencia de Trump entra en una deriva irrecuperable. E

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